๐•๐š๐ซ๐ฃ๐š๐ค | John Shelby

Par pixxxvi

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Par pixxxvi


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Comunistas, italianos. ¿Cuántos enemigos más podría tener? Aberama Gold estaba pagado. Los Scarlets Eyes decían estar satisfechos con la cabeza de Changretta.

Pero... ¿sería realmente así?

Tommy decía que era demasiado bueno para ser real. Polly le decía que estaba siendo demasiado paranoico.

Aún así necesitaba confirmarlo.

Por lo mismo se presentó en el mejor bar que los locos años veinte podía ofrecer. 'Lady Scarlet' era uno de los salones más famosos y también el lugar de encuentro de los hombres de Frey Varjak. Era su zona de confort, su propiedad.

Esa noche tenían un evento especial, la música se escuchaba desde las calles, y Tommy estaba decidido a encontrarse con Frey allí. Lamentablemente no esperaba ver el rostro de 'Ginebra', su molesta esposa.

Una vez entraron al club se dieron cuenta que el salón principal estaba repleto. La música sonaba al máximo y las parejas bailaban Charleston con soltura.

Si bien las encimeras de mármol y las lámparas brillantes no dejaban de asombrar a los clientes, el glamour de sus asistentes era de otro nivel. Telas de lujo, flecos y una jerga propia demostraban el nuevo estilo poco convencional que llevaban las mujeres.

Los hermanos Shelby ignoraron todo aquello, aunque habían llevado a las mujeres con la excusa de un poco de diversión. Ada, Polly, Linda y Lizzie caminaban detrás observando todo a su alrededor. Era un mundo nuevo, distinto, y les encantaba.

Al final del salón se encontraron con dos grandes hombres. Ambos portaban las pañoletas escarlata con orgullo. Tommy se dirigió a ellos con su seguridad habitual, y tras unas palabras los dejaron pasar tras una cortina de flecos brillantes.

El ambiente allí era distinto. Si antes la gente ya demostraba pocos límites, en dicha habitación no existía regulación. El desenfreno estaba presente en todos y cada uno. Mujeres bebían tragos fuertes y las parejas se besaban con deseo. La música no faltaba tampoco, los excéntricos bailarines reían a carcajadas mientras se movían por la pista, fumando e inhalando Tokio y otras drogas con lindos nombres.

Un par de señoritas pasaron junto a los hombres. Llevaban sus cabellos cortos, vestidos a la rodilla y maquillaje cargado. Ellas rieron coquetas, lanzándoles miradas a cada uno.

Entonces la multitud comenzó a disiparse abriendo el paso a un grupo importante. Una mujer apareció acompañada de dos hombres. Su expresión seria denotaba lo molesta que estaba.

Se trataba de Freya, o como se hacía llamar: Ginebra Varjak.

A su lado estaban Lance y Elliot quienes tampoco parecían contentos por la presencia de los Peaky Blinders. Sobre todo al descubrir cómo la mirada de John se había perdido en el cuerpo de Freya.

— Señor Shelby.—saludó con una sonrisa no muy alegre.— Veo que le gusta aparecer por sorpresa.

— Señora Varjak. Veo que usted aparece cada vez que deseo ver a su esposo.

Ella soltó una risa sin gracia y lo miró. La tensión se palpaba en el ambiente.

— Por supuesto —dijo con un tono de molestia.— Soy la cara visible cuando él tiene asuntos más importantes.

Entonces desvió la mirada a Arthur. No se veía tan mal como había imaginado pero aún así intentó ser cordial.

— Lamento mucho lo que sucedió la última vez. Espero que se encuentre mejor.

Arthur no dijo nada, sólo pudo contestar con un asentimiento. Linda estaba a su lado, marcando territorio. Se notaba cuán desagradable era ver a aquella mujer que había golpeado a su esposo.

Pero para Freya pasó inadvertido, su vista se había posado sobre John. Entonces su rostro demostró contrariedad. Se había quedado en blanco al ver como le sonreía y sólo pudo observar totalmente congelada como él se acercaba.

— Señora Varjak —dijo John con tono cómplice. Luego de su encuentro él parecía mucho más atento y menos dispuesto a ser desagradable. Al contrario, con una media sonrisa tomó su mano con delicadeza y la besó lentamente sin dejar de verla.

Freya sintió como se sonrojaba al sentir sus labios. Ese hombre lograba quitarle el aire. John la dejó muda hasta que sus manos dejaron de tocarse y entonces ella tuvo unos segundos para controlarse.

— Pueden sentarse con nosotros si gustan —soltó algo nerviosa. Acariciaba inconscientemente su mano recién besada, como si hubieran intentado quitársela.

Se volteó para caminar a su mesa más apartada. No deseaba voltear porque sabía que haría el ridículo. No entendía qué le pasaba pero decidió ignorarlo.

— ¿Es usual que el señor Varjak esté ausente? —preguntó Tommy una vez se sentaron en unos cómodos sillones. Las mujeres se habían dispersado a su orden y allí solo estaban los dos con sus respectivos compañeros.

Freya frunció el ceño.

— Ha puesto hombres en la compañía de los hermanos Shelby, en su casa y demás. ¿Qué más quiere de él?

— Quiero saber por qué no da la cara.

— Ya le dije que está atendiendo asuntos importantes.—contestó cortante. Se llevó el vaso de Whisky a los labios y bebió un buen trago bajo la atenta mirada de Tommy.— Ahora contésteme, ¿Qué es lo que quiere?, ¿por qué vino hasta aquí?

La desconfianza era cruzada, inevitablemente. Pero las cosas eran mucho más simples de lo que pensaban.

— Quiero saber si su esposo es una amenaza.

Freya no podía creerlo.

— Disculpe, Thomas Shelby. Mi esposo es un hombre ocupado y tenía entendido que ya habíamos pasado por esto antes. Las cosas estaban claras.

Se le acababa la paciencia. ¿Qué se creía yendo hasta allí sin aviso y dudando de ella? Entendía la peligrosidad de la situación pero no que había detonado el recelo en Tommy Shelby.

Lo mismo sucedía con los hermanos. Arthur había terminado por aceptar la decisión de su hermano y John tenía sus propios motivos. Pero lo importante era que había un acuerdo mutuo que ahora Tommy cuestionaba.

Entonces Freya comprendió. Había escuchado sobre el ataque en la fábrica en la que Arthur había sido amenazado.

— Realmente lamento lo que sucedió en la compañía.—dijo con sinceridad.— Nos encargaremos de que no vuelva a suceder pero debe entender algo porque no toleraré que ponga en duda mi lealtad.

Tommy la miraba atento, esperando. Sus manos estaban entrelazadas sobre la mesa y permanecía impasible. Eran dos muros que ardían por dentro y uno estallaría si las cosas seguían así.

Ella tuvo que respirar antes de hablar.

— Escuche bien. Ayer perdí una carga importante solo por estar trabajando con usted. Sin embargo, sigo aquí. Mis hombres siguen cuidándole la espalda a usted y su familia.—dijo seriamente sin dejar de mirarlo.— Podríamos hacer esto solos, pero decidimos ayudar.

Le dirigió una mirada a Lance. Ella sonrió.

—Porque unidos somos más fuertes.

Freya había dejado las cartas sobre la mesa. Sus intenciones más que claras. Tommy no tenía más que rebatir.

— Bien.—respondió Tommy guardando la calma.— ¿Qué sugiere hacer en los próximos días?

Freya continuó bebiendo.

— Dicen que está al sur de Birmingham —comentó, revelando lo que había descubierto la otra noche.—Yo digo que encontremos donde vive y lo hagamos explotar.

Los Peaky Blinders se tensaron ante la idea.

— Es una Vendetta. Hay reglas.

— Entonces no hay nada más que hacer aparte de esperar.—comenzó a levantarse. Quería dejar de hablar de aquello. Esa era su noche y sólo de ella.— Ahora si me disculpa, tengo mucho que divertirme por hoy.

Le alejó sin importarle si tenían algo más que hablar. Para ella todo estaba conversado, por lo pronto solo podían estar atentos a lo que sucedía a su alrededor, y justo ahora solo les quedaba disfrutar de la velada.

◇◆◇

Freya había estado bailando con Ada Thorne. Había descubierto que bajo ese mal humor había una chica divertida a la que le interesaba el nuevo mundo. Habían bailado y reído tanto que luego sólo se sentaron en la barra para beber y descansar.

Mientras charlaban se les habían acercado dos caballeros con claras intenciones, pero muy rápido fueron despachados. Ambas parecían entenderse bien cuando se trataba de hombres porque cuando Freya le susurró que mirara al final de la barra Ada desapareció para no verse más.

— Hubieras aceptado irte con uno de los caballeros. O ambos, si así prefieres.—escuchó a su lado. Polly fumaba con un aire de misteriosa sensualidad. Captaba la mirada de muchos hombres allí pero ninguno era de su interés.

Freya rio ante su comentario.

— Tengo un esposo, señora Gray.

— Pero eso parece no detener a mi sobrino —dijo mirándola con una sonrisa.

Giró a verla con sorpresa e intentó parecer confundida.

— No sé de lo que hablas.

Pero ella sabía muy bien. John no le había quitado la mirada de encima en toda la noche, aunque estuviera riendo con sus hermanos, asustando a los asistentes y bebiendo de más.

— Quizás te haga bien un poco de distracción. Te notas bastante tensa, querida.

Polly la había ignorado. Aunque negara todo, para ella era demasiado obvio. Freya había desviado la mirada por un segundo hasta donde se encontraba John y Polly lo supo de inmediato.

Entonces sólo se fue, dejándola pensar seriamente en sus palabras. 'Un poco de diversión' no estaría mal para Freya. No estaría engañando a nadie y lo que tenía con Joe se había detenido después de que él fuera a Estados Unidos.

Pensó en Joe, ese chico unos años mayor con quien había tenido una loca relación. Nada serio y mucho sexo. La confianza que tenían los había llevado a aquello pero esa misma confianza la llevó a decidir que él estaba mejor en américa atendiendo los negocios.

Pensó en lo que él diría en una situación como aquella.

Nada podría salir mal.

Acomodó su vestido aunque no hubiera nada que acomodar. Todo estaba en su lugar. La suave tela se ajustaba a sus curvas y caía libre hasta sus tobillos. El negro y el plata la hacían ver hermosa, pero el escarlata en sus labios le daba un toque sensual.

Caminó hasta John acariciando su collar. Sus pasos eran lentos pero seguros. Entonces él, quien había estado bebiendo y charlando, levantó la mirada y se percató de su presencia.

Ambos caminaron hasta encontrarse. Él pareció reconocer esa mirada en sus ojos.

— Ginebra...

Ella sonrió.

— Debería llamarme por mi apellido, señor Shelby.—le advirtió divertida.— No creo que el señor Varjak esté muy feliz de que me hable con tanta confianza.

— ¿Sí? —preguntó en un susurro. Se había acercado a ella e inclinaba su cabeza para que sus rostros se encontraran.— ¿Y dónde está él ahora?

Freya tragó saliva.

— En su habitación privada, esperando para follarse a su esposa...—respondió susurrando sobre sus labios. Se alejó regalándole una sonrisa coqueta y se alejó.

◇◆◇

🔞

Las cosas que antes habían estado sobre la mesa ahora estaban tiradas por el piso mientras los gemidos llenaban la habitación. John la embestía allí, mezclando sus respiraciones agitadas al besarse.

Luego del intercambio de palabras, Freya había caminado por un pasillo solitario y John sin dudarlo la había seguido hasta llegar a una oficina apartada del club. 

Entonces ella deslizó los tirantes de su vestido hasta dejarlo caer a sus pies.

— Joder...—lo escuchó susurrar.

Lo siguiente que supo fue que John la tenía sobre el escritorio y devoraba sus labios con deseo. Correspondió enseguida enredando las piernas alrededor de su cintura y llevó sus manos hasta su nuca para profundizar el beso.

Sus cuerpos volvían a unirse y se sentía tan bien. Freya no podía pensar correctamente pero sus instintos la guiaban directo a la perdición. Besaba, mordía y lamía la piel de John, escuchando sus gruñidos mientras terminaba de desvestirla.

Entonces sus manos tocaron sus senos y Freya soltó un gemido suplicante.

— John...—susurró temblorosa. Lo había deseado tanto, inconscientemente. Lo quería entre sus piernas y ahora que así era se sentía en las nubes y en el mismísimo infierno. Tan caliente y tan correcto. El fuego se desataba en su interior

— Ginebra... —la llamó él y no reaccionó, demasiado concentrada en las sensaciones que le provocaba. John besaba sus labios bajando hasta la piel de su cuello y sus manos no dejaban de recorrer su cuerpo.

Su boca bajó hasta posarse sobre uno de sus pezones. Los suspiros no faltaban, habían olvidado lo que sucedía a su alrededor. Sólo eran ellos dos, tocándose y complaciéndose.

John comenzó a lamer y succionar, besando y acariciando el cuerpo de su amante mientras una de sus manos se colaba entre sus piernas. Fue entonces el momento en que ella perdió el control y se aferró a él mientras temblaba de placer.

Los dedos de John se habían deslizado en ella y se movían libremente desatando el caos en su interior. Sus gemidos llenaron la habitación, pidiendo más, y él la complació. Se acomodó entre sus piernas, sujetando su miembro hasta llevarlo a ella. Entonces la embistió, besando sus labios y respirando con agitación cuando comenzó a moverse con fuerza.

Ambos continuaron hasta el final, sintiéndose hasta llegar al clímax, aferrándose a sus cuerpos sudorosos. Freya abrió los ojos luego de recobrar el aliento y aún algo agitada, se sintió perdida cuando los ojos de John se encontraron con los de ella. 

Él se veía increíble aun cuando fueron por caminos diferentes.

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