El caballero de la emperatriz...

By D-miyu

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Carsein amaba a Aristia, realmente lo hacía. Y se llevaría ese secreto a la tumba. Sin embargo, no creyó que... More

Remordimientos de un caballero
La niña bendecida por Dios
Él fue tras ella
Sonrisa arrogante
De su lado
Invitación
Dulces pasteles
Conclusión en verde
Intereses
Después de la fiesta
Una carta
El regalo del Príncipe heredero
Té amargo
No era momento
Inestabilidad
Brillo
El regreso del caballero
Los planes de un noble
Pensamientos de un caballero
El juicio del Duque Jenna
El pedido del Emperador
Estoy a tu lado
La decisión de Allendis
Movimientos azules
Suave lluvia
Cosas que decir
El funeral de Alexis
Ella tenía planes
El reclamo de Aristia
La emperatriz
Los futuros marqueses
Campanas de boda
De padres a hijos
Boda plateada
Tiempo para ellos

Es sólo un amigo

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By D-miyu



- ¿Por qué nos acompañas?

Carsein miró a Allendis de manera sospechosa mientras que ambos iban detrás de Aristia.

Usualmente, Allendis le hubiese ignorado como si nada, pero por alguna razón, hizo una mueca como si se había sentido ofendido por sus palabras y  le respondió:

- ¿Por qué no puedo?

El pelirrojo también se contrajo.

No era que no podía, pero era extraño. Además, él estaba siguiendo a Aristia, por qué? Allendis nunca tuvo motivos para acercarse a alguien a menos que sean para conseguir algo.

Y si ese algo era el amor y afecto de ella, pues no, no era su momento para estar con la joven justo cuando Carsein ya había tenido un gran avance con ella.

- ¿No tienes asuntos en la sección administrativa?

- Tú acabas de salir de tu entrenamiento

- Porque Tia vino a verme, así que también pasaré tiempo con ella- fue su evidente respuesta.

- Yo también

Carsein alzó una ceja.

- Creo que sabes lo que es ser una tercera rueda, cierto?

Allendis arrugó su frente.

- Pero vine para contigo, está diciendo que Tia es una molestia, Lord Carsein?

El mencionado se sobresaltó.

Como si pudiera.

- ¡Tú!...- el chico iba a reclamar.

Pero fue detenido por Aristia.

- Carsein

Ella lo silenció.

Pero él igual estalló de vuelta en un tono más bajo y discreto. Tomó el brazo del muchacho de cabello verde y lo jaló cerca de él para que sus rostros quedasen juntos.

- No nos uses a tu favor

Bajó su mirada en cuando lo soltó.

- Carsein, dije que pararas

Por primera vez, el mencionado decidió no escucharla.

Carsein pensaba que no era su culpa, Allendis gustaba de Aristia en su vida pasada, y al principio, en esta vida, su comportamiento hacia ella era muy diferente a como lo recordaba. Pero ahora ya no podría estar tan seguro de ello porque era el mismo comportamiento de antes.

Puso sus ojos sobre Allendis, quien también lo mirada a desafiante.

No iba a mentir.

En algún punto de vida pasada, lo había considerado su amigo.

Compartió una infancia con él y con Aristia.

Pero al parecer, el sentimiento no era mutuo, al cabeza de pasto sólo le interesaba la muchacha y nunca compartió nada sobre asuntos triviales y otras cosas con él.

Las cosas empeoraron cuando ambos cayeron enamorados de la misma.

Aristia los había dividido más, es decir, él todavía le consideraba como algo parecido a un amigo, pero Allendis lo veía como un estorbo, como el príncipe heredero.

No siquiera en la última vez que lo vio, que fue cuando fue desterrado sutilmente por el emperador, quiso ser abierto con él.

Oh, por favor, ya no eran niños como para hacer eso.

Podrían hablar y se conocían por años. También compartieron momentos juntos con Aristia y jugaron en su finca. La acompañaron a sus aventuras y...

Y nada.

Allendis era alguien que no confiaba en el resto.

- No nos uses

Allendis desvío su mirada y movió un poco su brazo, sintiendo el dolor de su anterior agarre.

- No lo estoy haciendo, incluso es algo que te beneficiaría

- Ten cuidado con lo codicioso que puedes ser, Allendis- el pelirrojo se alejó lentamente hacia donde estaba la chica de cabello plateado.

- No hables por hablar- sentenció el mencionado.

Porque no tenía nada de malo el querer amigos.

Aunque quería golpear al idiota porque seguramente estaba pensando en algo que era.... Claramente, idiota.

Tenía que calmarse porque los idiotas eran enfermos sin cura a su falta de conocimiento y razonamiento.

- ¡Tú siempre!....

Carsein decidió cerrar su boca ante la penetrante mirada de Aristia.

- Carsein, no necesito que me digas con quién deba de estar cerca- dijo ella con una expresión molesta, porque Allendis también era su amigo.

Él chasqueó su lengua.

Parecía el malo de la historia.

- No es eso. ¡Yo!... - otra vez, fue incapaz de finalizar sus palabras.

- Lo siento, pero Allen es nuestro amigo, tiene derecho a estar con nosotros- se disculpó ella soltando un pequeño suspiro.

- Pero....

En su anterior vida, habían hablado de lo mismo y ella se había enfadado bastante con él por criticar a su mejor amigo.

Era terca.

Volvió a escucharla suspirar.

- Elijo mis amistades, Carsein

- Pero deberías de pensarlo bien- era peligroso no saber a quién tener de tu lado dentro de la aristocracia.

- Pienso bien en ellas- declaró, recordando que tardó algunos meses para por fin poder confiar en Allendis.

Volvió a suspirar.

- Aristia...

- ¿Qué? ¿Tienes alguna sugerencia sobre con quién debería de juntarme? Te escucho- ella entrecerró sus ojos.

No quería explicarlo de vuelta.

- Pues deberías de no sé... Ser amiga de Lady Jenoah o Lady Antea- las recordaba porque fueron quienes siempre apoyaron de manera incondicional a la muchacha.

Jenoah era molesta en un principio, porque al principio parecía estar en contra de Aristia, pero se demostró que ella era una fiel seguidora de la misma.

No era mala persona.

Y Antea gritaba mucho, pero la defendió en aquella ocasión  con la princesa esa del reino vecino, cuando Aristia estaba usando esa corona rosa.

En realidad, ambas la protegieron más que el resto.

Ellas serían buenas amigas.

- ¿Por qué?

Aunque claro que esta Aristia no sabía por qué serían buenas acompañantes.

-... ¿Así podrías tener más amigas?

- ¿La princesa no cuenta?

Carsein desvió su mirada.

- Bueno, si me permiten opinar... - esta vez, era el hijo del Primer Ministro quien decidió hablar con una mirada cansada.

La pareja le miró expectante.

- ¿Allen?

- Pues la princesa heredera.... No es la mejor compañía- declaró listo para sacar sus razones.

Aristia volvió a suspirar.

- ¿Has estado con ella como para decirlo?

- Lo siento, no, pero piensa más en tu posición como heredera de la casa monique junto con la figura de la futura emperatriz. No sería lo mejor- explicó- Ya sabes, eres la otra princesa del imperio...

- En realidad, sí lo sería. No habría sido mejor que ambas no nos llevemos bien- dijo.

- Pero podrías haberla ignorado, y ya- replicó Carsein.

La hija del marqués levantó una ceja, al igual que Allendis, quien decidió seguir hablando:

- Sé que incluso la ayuda, pero como ya mencioné, hay tutores reales para ayudarla y necesita saber valerse sola

- Allen, tú tampoco puedes decirme con quién debería de estar- dijo Aristia con un humor peor que el de antes.

Tanto Allendis como Carsein intercambiaron una mirada.

- Espero que entiendan, que elijo qué amigos tener. Lady Jieun no es mala, ni tiene un corazón dañino. Además, lo que hago también es por el bien del imperio. Una emperatriz debe saber cómo ser funcional

Si hoy ayudaba a Jieun, en el día de mañana, la misma podría ayudar al pueblo.

Aristia no era una profesora, ni de etiqueta ni de otras cosas, incluso seguía siendo aprendiz de caballero. Pero conocía las normas de todo como para seguir bien un procedimiento.

Podría corregir los errores de Jieun diciéndole qué estaba haciendo mal.

Y no tenía nada de malo serle de ayuda así.

En ese momento, otra persona se había unido a su conversación.

- Lady Aristia, es agradable verla dentro del palacio

La voz de Ruvellis resonó por los pasillos, el mismo iba con su fiel ayudante rubio de siempre, Haren Dimark.

El genio y el prodigio decidieron fruncir el ceño.

- Su Majestad, sol del imperio, que su luz brille siempre- le saludó ella haciendo una reverencia.

- Me alegra ver que se encuentra bien, Lady Aristia- sonrió.

- También me alegra verlo en óptimas condiciones, su Majestad- respondió.

Él amplió su sonrisa.

- Su Majestad- esta vez, fue Allendis quien le saludó.

- Lord Allendis- Ruvellis asintió aprobando su gesto.

Y sus ojos se cruzaron con los de su primo.

-.... Su Majestad

El pelirrojo también se inclinó ante él.

- Primo

- ¿Qué le trae por aquí, su Majestad?- preguntó Aristia.



Ruvellis sacudió un poco su cabeza y le sonrió suavemente.

- Escuché que has venido al palacio a visitar a Jieun, me alegra que ella tenga una amiga cercana ahora- dijo él mientras que golpeaba su cetro contra el suelo.

- Sí, también me alegra ser su amiga

La muchacha sonrió alegremente porque al fin había alguien que no criticaba su relación con Jieun, y era tan bella su sonrisa, que cautivó de vuelta el corazón de Carsein.

- Me alegra que vengas más seguido al palacio Real- confesó el emperador.

Porque el corazón de Carsein no fue el único capturado por ella.

- Me alegra poder ver a todos aquí también- comentó Aristia.

A pesar de que él esperaba unas palabras especialmente dirigidas hacia su persona, lo dejó pasar como si nada ya que no podía molestarse con ella.

- De todas formas, después de escuchar que ha venido últimamente al palacio, decidí verla también- le dio una sonrisa encantadora.

- Muchas gracias por tomarse la molestia de hacerlo cuando usted ya tiene una agenda tan ocupada- agradeció ella con otra reverencia- Es muy considerado

Tanto Carsein como Allendis, quienes estaban al margen de la conversación, intercambiaron una mirada más en el día.

Ni ellos mismos se esperaban que lo harían otra vez ya.

Pero era que se trataba del emperador y sus sentimientos obvios hacia la hija del Marqués Keiran.

- Siempre tendré tiempo para tomar uno o dos paseos, me alegra haberme cruzado contigo- prosiguió el joven de cabello azul.

Aristia sonrió.

- Su Majestad, si es que tiene su tiempo tan limitado ahora, entonces no debería de desperdiciarlo con nosotros. Debería de centrarse en descansar bien. Su salud es importante- le sugirió astutamente Allendis.

El mencionado miró a la muchacha para ver si obtenía alguna reacción de su parte, tal vez alguna queja sobre que debía de quedarse a hablar más con ellos, pero ella simplemente asintió.

Se sintió un poco incómodo.

- Sí, su Majestad. Cuide su salud- repitió Carsein, apoyando la idea de la cabeza de pasto.

Ruvellis se quedó en silencio, con una mirada solenme, y cerró sus ojos.

- Su Majestad... Su salud es importante- su acompañante rubio se preocupó por el temperamento de su señor porque conocía bien que tenía roces con su primo.

El emperador alzó su mano para decirle que estaba bien.

- Lo sé, Haren

El prodigio de la espada le miró con una sutil cortina de arrogancia en su expresión, debía de actuar bien con Ruvellis, lo cual casi le era imposible, si le hacía algo irrazonable al nuevo emperador, podría perder su cabeza.

Y la maldita promesa con el difunto Mirkan, también debía de mantenerse.

Aristia, en medio de la pelea silenciosa entre las grandes figuras del imperio, notó que el fiel acompañante de su Majestad llevaba algo entre sus manos.

- Disculpe, Sir Dimark, pero qué lleva entre sus brazos?- preguntó con curiosidad.

No parecían ser libros, menos documentos.

Era un... Ramo.

- Oh... - fue lo único que dijo Haren bajando su mirada hacia lo que llevaba- ¿Desea verlo, Lady Monique?

Ruvellis pareció recordar algo importante y sonrió satisfecho.

- Lady Aristia, sé que no es mucho, pero por favor, acepte estas flores blancas como agradecimiento por pasar tiempo con Jieun y alegrar al palacio con tus visitas- declaró el mismo intentando verse encantador ante ella.

Aristia se llevó una gran sorpresa.

- ¿Flores para mí? Su Majestad eso.... - bajo el volumen de su voz a medida que terminaba de decir su oración.

Eso era alarmante.

Porque el emperador tenía ya una princesa heredera para el trono de emperatriz, y no era ella.

Debería de darle flores a Jieun.

Las personas malinterpretarán esto.

Ya había aceptado el broche de perlas, y había aceptado otras cosas que en realidad, no debió de hacerlo pero había callado a causa de Ruvellis y sus justificaciones.

Sin embargo, esto ya estaba empezando a ser algo raro.

- ¿No te gustan? Intenté buscar algunas plateadas, como tu cabello... Pero las únicas flores plateadas que conozco, no se han abierto todavía- pensó en voz alta el emperador recordando que quería darle algo a ella- Y bueno... No sabía si las flores azules serían de tu preferencia

Ella lo miró estupefacta.

- Yo...

- Pienso que unas flores blancas serían algo... Inadecuadas- declaró Allendis.

- ¿Sí? Yo pienso que serían anticuadas- dijo Carsein en un tono molesto.

Vaya, hoy la hierba molesta estaba siendo agradable para su estado mental.

- ¿Qué?

- Pues.... - esta vez, fue Sir Dimark quien dijo algo- Tal vez los lirios no sean los más adecuados

Las flores blancas eran para los muertos.

Claro que algo como las margaritas o los jazmines eran imposible de relacionarlas de tal manera.

El problema eran las clases de flores que el emperador tomó esta vez.

El lugar se volvió algo incómodo.

- Yo... Creo que son flores muy bonitas, su Majestad. Gracias por considerar en buscar algunas plateadas como mi cabello- dijo Aristia con una sonrisa forzada- Incluso me gustaría ver las flores por mí misma

Para que no se sintiera mal.

Ruvellis le sonrió.

- Si gustas... La próxima vez podríamos ir juntos- sugirió.

Aristia lo observó desconcertada.

Carsein iba apretó sus puños con una mirada molesta.

Mordió su lengua listo para hablar.

- Debería ir Sir Carsein también, para asegurar la seguridad de su Majestad y de Lady Aristia, también podría ir para organizar la salida- dijo Allendis dando unos motivos para no dejarlos solos.

- Tengo mis propios guardias, Lord Allendis- el emperador le dio una mirada indiferente.

- Su Majestad, sabemos lo que estamos haciendo, incluso el anterior emperador confió en nosotros

El segundo hijo del Primer Ministro no retrocedió ante sus palabras.

Carsein se preguntaba si lo que veía era un sueño, porque Allendis nunca fue agradable por naturaleza, ni alguien bondadoso. Pero claro que no era un sueño suyo, porque en sus nuevos nunca aparecería Ruvellis.

- Lord Allendis tiene un punto, su Majestad- Sir Dimark concordó.

Ruvellis todavía no se veía convencido.

- Además, Lady Aristia se siente más segura teniendo a Lord Carsein de su lado, ella no podría disfrutar de su paseo con su Majestad sin su caballero mejor entrenado- declaró.

Carsein realmente se sentía impresionado por haber escuchado eso salir de la boca de la cabeza de pasto.

Frunció sus labios, pensativo.

- Pero....

- No me molestaría en absoluto ir, su Majestad- le interrumpió el pelirrojo, lo apoyaría en beneficio propio.

Ruvellis puso sus ojos sobre Aristia, quien todavía estaba bastante desconcertada.

- ¿Qué opinas, Lady Aristia?

La mencionada forzó más su sonrisa.

- Podríamos hacer una salida al campo con todos, no necesariamente debemos de ir solos, su Majestad- fue lo que dijo.

Aristia hizo una nota mental, de hablar sobre el inusual comportamiento de Ruvellis con Carsein en otro momento.

Continuará....

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