El regalo del Príncipe heredero

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Carsein corrió por los pasillos de su propio hogar, con demasiada ansiedad parar hablar.

¿Dónde estaba su hermano? Él era el punto medio de la familia, no estaba del lado de su madre ni el de él, podría usarlo para adquirir algo de información.

- Maldición- gruñó moviendo su cuello de un lado a otro, con pequeños masajes.

- J-joven amo Carsein- le llamó una de las sirvientas de la mansión De Rass con una expresión preocupada.

-Ahora no- dijo.

Si era por los vegetales que no había acabado en el almuerzo, podrían hablarlo más tarde.

- J-joven amo...

Los pasos del muchacho se detuvieron cuando notó una cabellera roja hablar con alguien en la distancia.

La comisura de sus labios se alzaron.

Pero cuando notó una cabeza azul, estas cambiaron de vuelta.

Carsein tenía a Ruvellis dentro de su propia casa.

Frunció sus cejas.

- ¡Carsein!

Volteó hacia la persona que exclamó eso, ese pelirrojo que no era su hermano, sino más bien su padre.

- Papá.... - murmuró en un tono casi inaudible.

- Sein, ven a saludar al Príncipe heredero- dijo el Duque Arkint con una sonrisa nerviosa.

Creyó que su hijo iba a tardar más en la casa del Marqués Keiran, por eso no se tomó la molestia de decirle que el príncipe tenía asuntos que atender en su casa.

Seguramente, el marqués le había echado por Aristia.

Se rió algo nervioso mientras que Carsein mantuvo silencio con una mirada algo hostil hacia el joven de cabello azul, quien le veía con desdén.

- Es un gusto verlo aquí, Sir Carsein- le saludó Ruvellis.

- Claro que estaría aquí, es mi casa- el mencionado cruzó sus brazos con desagrado.

Los guardias del príncipe se vieron molestos.

- D-disculpe a mi hijo, su Alteza- le pidió el Duque Arkint mientras que forzaba una sonrisa.

-.... Está bien, Duque De Rass- declaró el mencionado relajando su mirada- De todas formas, somos primos

- Sí... Primo- repitió Carsein, todavía sin sentirse a gusto.

El príncipe dirigió su atención hacia el hombre que se casó con su tía con una fría sonrisa.

- ¿Podría hablar un rato a solas con mi primo?

Era su manera de decir que los dejaran solos, tenían asuntos que atender juntos.

Estúpido, pensó Carsein.

El pelirrojo notó la expresión de su padre, quien le estaba preguntando si necesitaba ayuda alguna.

Él sacudió su cabeza antes de ser dejado con Ruvellis.

No necesitaba ayuda para manejarlo.

- ¿Qué quieres?

El muchacho de cabello azul rodó sus ojos.

- ¿Acabas de regresar de la mansión del Marqués Monique?

-.... ¿Qué si lo hice?

El príncipe acarició su propio mentón.

El caballero de la emperatriz abandonadaWhere stories live. Discover now