Hopeless? ~ Tercera parte de...

By doyoupedal

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Ha sido un camino largo. Con todos los altibajos que han tenido el último año y medio, Ashley y Nathan piensa... More

Hopeless? ~ Tercera parte de Loverboy.
Capítulo 1. ~ Nathan.
Capítulo 2. ~ Ashley.
Capítulo 3. ~ Nathan.
Capítulo 4. ~ Ashley.
Capítulo 5. ~ Ashley.
Capítulo 6. ~ Nathan.
Capítulo 7. ~ Ashley.
Capítulo 8. ~ Nathan.
Capítulo 9. ~ Ashley.
Capítulo 10. ~ Nathan.
Capítulo 11. ~ Ashley.
Capítulo 12. ~ Nathan.
Capítulo 13. ~ Ashley.
Capítulo 14. ~ Nathan.
Capítulo 15. ~ Ashley.
Capítulo 16. ~ Nathan.
Capítulo 17. ~ Ashley.
Capítulo 18. ~ Nathan.
Capítulo 19. ~ Ashley.
Capítulo 20. ~ Nathan.
Capítulo 21. ~ Ashley.
Capítulo 22. ~ Nathan.
NOTA.
Capítulo 23. ~ Nathan.
Capítulo 24. ~ Nathan.
Capítulo 26. ~ Ashley.
Capítulo 27. ~ Nathan.
Capítulo 28. ~ Ashley.
Capítulo 29. ~ Ashley.

Capítulo 25. ~ Nathan.

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By doyoupedal

El día pasó muy rápido, y ciertamente no le quería decir a Ashley que su mamá iba a venir. No sabía cómo iba a reaccionar, y lo último que quería era borrar todo el progreso que había tenido ella hasta ahora.

El doctor Robbins le estaba haciendo algunos exámenes a Ashley mientras Roxanne, Jay, Josh y yo estábamos en la cafetería cenando, aunque eran casi las 10 de la noche. El ánimo de todos se había mejorado muy notoriamente desde que habíamos recibo las buenas noticias más temprano ese día. Aún así, todos estábamos un poco ansiosos sobre el viaje de Clarissa.

—Tan solo miren esa sonrisa en su cara. —comentó Roxanne.

No sabía de qué estaba hablando, así que alcé mi mirada de la taza de té y miré a todos los que estaban sentados en la mesa. Todos me estaban mirando a mí, y fue entonces cuando supe que todo este tiempo había estado sonriendo una verdadera sonrisa de tonto-enamorado, locamente-feliz. El descubrimiento sólo hizo que mi sonrisa se volviera más grande.

—Lo siento. —dije, sintiendo cómo la sangre viajaba directamente hacia mis mejillas.

—Extrañé verte así. —Jay dijo, palmeando mi espalda con la mano que tenía libre.

Miré a Roxanne, quien también tenía una sonrisa increíblemente ridícula pegada en su rostro, y fue cuando me di cuenta de lo mucho que todos podemos depender de una sola persona, sin importar qué relación tengas con ella. Y fue ella quien nos unió a todos nosotros, la que construyó el puente que edificó todas estas amistades; nuestro denominador común. De no haber sido por ella, nunca hubiera conocido a Roxanne o a Josh o incluso a Aubree, quienes ahora consideraba más que amigos—hermanos—, quienes habían estado conmigo en ciertamente el momento más difícil hasta ahora.

Agradecí, porque sabía que todo esto había valido la pena. Tal vez todo esto fue una gigante prueba para poner en juicio qué tan fuertes podíamos mantenernos cuando todo alrededor de nosotros parecía perder color, cuando todo parecía ser demilido dolorosamente lento.

Me imaginé a Ashley sonriendo, sabiendo que nos había unido, que había creado algo de la nada.

—Bueno, debería irme. Hoy tengo guardia. —Anunció Josh, limpiando su boca con una servilleta.

—Estoy casi seguro de que tienes guardia todos los días. —bromeé, tomando un sorbo de mi té.

—Oh, creéme —Josh me vió con un extraño brillo en sus ojos—, cuando haces algo que te gusta, estás dispuesto a pasar toda la noche en vela sólo para ponerlo en práctica.

Oh, creéme, lo sé, pensé. Le dije buenas noches con un abrazo y una palmada en la espalda. Pronto, besó a Roxanne y luego se dio la vuelta y caminó hacia la sala de emergencias.

—Creo que nosotros también deberíamos irnos, se está haciendo un poco tarde y mañana tengo clases a primera hora en la mañana. —dijo Roxanne, a lo que Jay y yo asentimos y nos terminamos nuestras respectivas bebidas.

Llegamos al apartamento de Roxanne y nos despedimos hasta el día siguiente. Me dirigí al cuarto de huéspedes mientras Jay felizmente se ofreció para dormir en el sofá de la sala. Me cambié, y entonces todos mis pensamientos migraron hacia una sola parte: Clarissa, la mamá de Ashley, quien debía de estar viajando a Boston en este preciso momento.

Si esto había sido un infierno viviente para todos nosotros, sólo me podía imaginar lo que ella estaba pensando en ese preciso momento.  Con lo que había ocurrido con Robert en el verano, estaba seguro que todo esto le había caído como un balde de agua fría. Era muy egoísta no decirle nada, y, francamente, algún día se iba a enterar, pero de verdad no quería dañar la poca fuerza que tenía en esos momentos. Sólo esperé que ella fuera suficiente para darle a Ashley el último empujón que necesitaba para salir de esta.

Me había tomado la libertad de ir con Jay al aeropuerto a buscar a Clarissa, aunque ninguno de los dos sabía a qué hora llegaba o cuál era su vuelo, pero, gracias las pantallas del aeropuerto sobre el estado de los vuelos, supimos identificar sin problema alguno la puerta por la que ella saldría.

Sólo tuvimos que esperar un par de minutos mientras que ella pasaba por seguridad y buscaba sus pertenencias. Finalmente, salió por las puertas de vidrio y caminó hacia nosotros cuando nos divisó entre la multitud de personas esperando a ejecutivos importantes con carteles que tenían escritos sus apellidos en ellos. Clarissa sonrió débilmente antes de poner sus brazos alrededor de mis hombros y abrazarme desesperadamente. Pude notar que su pecho comenzaba a contraerse notariamente contra el mío hasta que finalmente sentí que comenzó a llorar y mi corazón y pecho fueron bombardeados con este sentimiento infinito de culpabilidad.

—¿Qué ha pasado…? ¿Qué es lo que le han hecho a mi niña? —pude escuchar a Clarissa susurrar entre sollozos mientras que yo me paraba ahí incómodo, sosteniéndola, sin tener la menor idea de cómo reconfortarla.

—Todo ha sido mi culpa, de verdad lo siento. —las palabras salieron de mi boca con un pequeño hilo de voz, como si mi garganta estuviera estrangulada y no dejara que nada saliera de ella.

—No, no es tu culpa… No te puedes culpar. —respondió ella, quitándo su cara de mi pecho y sosteníendome con sus dos manos sobre mis hombros—. No hay ninguna manera que tu hayas sido capaz de hacer semejantes cosas, Nathan.

Oh, si tan sólo supiera lo que he hecho. Sobre todo a su hija.

Hubo algo en la manera en la que pronunció mi nombre, derrochando maternidad con cada letra, algo que hacia a todo mi ser suspirar y soltar toda la ansiedad que me corrompía por dentro.

Se secó sus lágrimas con el dorso de su mano y me sonrió tranquilizadoramente. —Ella es una guerrera, ha pasado por otras cosas fuertes. Sé que podrá con esto. —comentó viéndome a los ojos y entonces se volteó a ver a Jay, quien estaba parado a unos pies de distancia de mí, tratando de ocultar su incomodidad.

Jay vio a Clarissa e instantáneamente le ofreció su mano para saludarla. —Hola Sra. Underwood, no sé si se acuerda de mí, soy Jay, amigo de Ashley y Nathan. 

Clarissa sonrió y rechazó la mano de Jay, sino que en cambio, lo abrazó. —Oh, cariño, por supuesto que me acuerdo de tí. —Dijo ella después de que se separaron del abrazo—. ¿Cómo podría olvidar una cara tan apuesta como la tuya? Oh, y por favor, llámame Clarissa.

Jay sonrió, claramente un poco halagado. Yo sonreí al ver su expresión, y me imaginé que si Ashley estuviera aquí, estaría apenada por su mamá.

—Entonces, ¿me llavarán a ver a mi hija o tendré que encontrar la manera de llegar a ella yo sola? —anunció Clarissa entusiasta, a lo que sonreí y salimos del aeropuerto para llamar un taxi que nos llevara de vuelta al hospital.

De vuelta en los pasillos sombríos pero extrañamente coloridos del hospital, la mamá de Ashley nos preguntó si podíamos cuidar de sus maletas mientras ella iba a hablar con su hija. Jay y yo, por supuesto aceptamos mientras la guiábamos a la habitación donde estaba Ashley.

Toqué la puerta antes de abrir y allí estaba ella, hablando con Josh como si nada en el mundo hubiera pasado. Mi corazón se volcó múltiples veces, y al ver la sonrisa que poco a poco se formaba en sus labios vi la esperanza reflejada en su rostro. Ella se volteó a vernos y notó que su mamá estaba con nosotros, a lo que se sorprendió: llevó sus manos a su boca y sus ojos se abrieron, reflejando las lágrimas que en ellos se formaban. Clarissa tuvo la misma expresión, sólo que ella se contuvo un poco más.

Clarissa caminó hacia donde estaba Ashley y la abrazó, y fue un momento tan poderoso que tuve que mirar a otro lugar.  La mayoría de nosotros terminamos saliendo de la habitación para darles un poco de privacidad y nos dirigimos a la sala de visitantes.

Como en el final de una película triste, nadie dijo nada por un momento y simplemente absorbimos la escena que acabábamos de prescenciar. Mi corazón estaba explotando de la algería que estaba conteniendo en ese momento.

Un poco más tarde, cuando ya se estaba oscureciendo, Clarissa salió de la habitación con sus ojos rojos e hinchados. Traía una sonrisa enorme en la cara que se fue desvaneciendo poco a poco mientras caminaba hacia nosotros. Finalmente se detuvo frente a mí y me vio directamente a los ojos, algo que me puso un tanto nervioso.

—Nathan, Ashley quiere hablar contigo. —anunció Clarissa.

Mi pulso se aceleró, haciendo que mi corazón casi saliera disparado como una bala a través de mi boca. El momento que tanto había estado esperando finalmente estaba aquí. Todo lo que quería hacer desde hace un par de meses se iba a dar. 

Logré respirar bruscamente a través de dientes cerrados, pasé mis manos que extrañamente comenzaban a sudar por mis pantalones para secarlas un poco, miré rapidamente a mis amigos y luego caminé hacia la habitación de Ashley con mis manos cuidadosamente guardadas en los bolsillos de mis jeans. Toqué sutilemente la puerta antes de permitirme pasar.  

Ashley estaba sentada en la cama, los últimos rayos de Sol que entraban oblicuamente a través de las cortinas bañándola de dorado. Su cabello despeinado caía libremente por sus hombros, haciéndome muy débil. En su rostro habían múltiples pistas que indicaban que había estado llorando recientemente, probablemente cuando habló con su mamá. Volteó su cabeza hacia otro lado cuando me vio entrar y comenzó a morder su labio inferior desesperadamente. Me senté en la silla que estaba al lado de la cama.

—Hey. —fue lo único que pude decir. Todas las cosas que quería decir estaban atrapadas en mi garganta, impidiéndome hablar y pensar con claridad.

—Hola. —ella dijo y se volteó a verme. Noté que su labio estaba muy roto, producto de los acontecimientos de los últimos días, y no quise hacer más nada más pasar mis dedos por ellos y decirle que todo iba a estar bien.

El silencio nos inundó una vez más, tenso y denso. Podía escuchar su respiración, totalmente tranquila y sin complicaciones en comparación a la mía: descontrolada y agitada.

—Te extrañé. —por fin dije.

Alcé mi mirada y noté que ella cerraba sus ojos e inhalaba lentamente por su nariz. —Escucha, Nathan, yo… —pausó—. Sólo, no digas eso, por favor. —se detuvo de nuevo, y yo traté de tragar el nudo que se creaba en mi garganta.

Entonces ella se acercó al borde de la cama, acercándose a mí. Esto era lo más cercano que la había tenido en los últimos meses. Mi corazón amenazó con explotar. Me miró directamente a los ojos por lo que pareció una eternidad, leyendo en ellos todo lo que quería decirle. Luego, alzó su mano y la colocó sobre mi mejilla, su palma cubriendo mis pómulos. Solté aire por la boca.

Su contacto, tan cálido como siempre, me tranquilizó, me quitó las toneladas de peso de mis hombros, me transportó a otro lugar, donde todo era diferente y nada de esto había ocurrido.

Pero entonces ella quitó su mano, y todo eso se desvaneció, dejando la estala de su piel quemando por todo mi cuerpo. Ella suspiró.

—No puedo seguir haciendo esto.

—¿Qué?

Mi corazón se hundió, dibujando en mi rostro una expresión confundida. Mordió su labio de nuevo, y no pude contener el impulso: alcé mi mano y la llevé a su boca para liberar su labio de sus dientes, pero ella tomó mi mano antes de que pudiera tocarla, la mantuvo entre su mano por un momento hasta que finalmente la dejó ir. Miró hacia un lado, parpadeando rápidamente.

Con miedo de saber la respuesta que iba a obtener, pregunté: —¿A qué te refieres?

Suspiró de nuevo. —No puedo seguir haciendo esto… nosotros. Todo lo que ha pasado me ha hecho pensar que…—pausó y respiró profundamente—tal vez, no lo sé. No creo que sea capaz de dar amor ahora, ¿tiene sentido? Yo no… No me siento cómoda con esto. Quiero alejarme de las emociones extremas por un tiempo, ¿entiendes?

Parpadée un par de veces, y supe que entonces lo tenía que aceptar, porque todo lo que acaba de decir tenía perfecto sentido.

—De verdad lo siento. —dijo, tristeza claramente visible en su cara. Mordió su labio de nuevo, yo no lo soporté, y entonces sólo cerré mis ojos y asentí.

Me paré de la silla, y salí de la habitación, usando toda mi fuerza de voluntad para no voltear a verla una vez más.

Jay se acercó a mí corriendo cuando llegué a la sala de visitantes. —¿Qué pasó?

—Todo esto se acabó. —caminé a un lado de él, golpeando uno de sus hombros sin querer mientras lo hacia.

Caminé hacia la entrada del hospital, hasta que escuché a alguien gritando atrás de mí.

—¡Espera!

Cerré mis ojos, suspiré y luego me volteé.

Ashley estaba parada a unos 10 metros de mí, vestida en sólo su bata de hospital, su muñeca cubierta con un brazalete de hospitalización. Los medios-círculos debajo de sus ojos se hacían más oscuros por las luces fluorescentes del pasillo, sus pies completamente descalzos.

—Respeto tu decisión, sólo, déjame ir. —susurré, pero estoy seguro de que ella escuchó. Me volteé y reanudé mi caminar, hasta que sentí a alguien tomando mi muñeca.

—Por favor, no te vayas. —susurró, las lágrimas que colgaban de sus pestañas inferiores amenazaban con caerse en cualquier momento, su labio inferior temblando casi imperceptiblemente. Mi boca se volvió una línea fina—. Te necesito a mi lado, y hasta hace un minuto era muy estúpida como para no ver eso. Por favor, por favor, no te vayas. —Ahora las lágrimas caían libremente por su cara y su voz simplemente era un hilillo roto.

Así que tomé su rostro entre mis manos y me acerqué a ella, hasta que finalmente nuestros labios se tocaron, y algo dentro de mí se rompió por completo. Sentí que se ella se caía un poco, y luego sentí que cubrió una de mis muñecas con su mano para mantener el equilibrio.

Lo dulce de sus labios rotos se mezcló con lo salado de sus lágrimas, poco a poco curando y cerrando la herida que se había abierto en mi pecho. Nunca la había sentido tan vívida contra mí, y en pocos momentos me encontré a mí mismo expresando todo lo que no había expresado últimamente. Mis ojos se llenaron de lágrimas—si eran de felicidad o de tristeza de lo pasado, no lo sé—, pocas de las cuales dejé escapar. Una sensación cálida y placentera y llena de felicidad se esparció por todo mi cuerpo.

No fue la primera vez, pero tal vez fue la primera vez que pude sentirlo tan vívidamente: esta era a la persona que amaba de verdad, que sin ella probablemente nada tendría sentido y que no me importara cuántos problemas nos diera la vida, los quería enfrentar y superar junto a ella. La amaba, demasiado; era algo que corría en la sangre por mis venas, algo que—me atrevo a decir—está predispuesto en mi ADN, en mis genes, todas mis expresiones. Cada letra de mi nombre, cada segundo que pasaba en mi reloj, cada palabra que decía, cada respiro que tomaba, todo lo que hacía y decía sólo llevaban a una persona: ella. 

Rompimos el beso para tomar aire, frente apoyada contra frente, mi cuerpo inclinado un poco para llegar a su pequeña estatura. Su dulce y caliente aliento se estrellaban contra mis labios, haciendome desearla más. Una media sonrisa se formó en la comisura de mi boca mientras pasaba mis pulgares a través de sus pómulos para limpiar sus lágrimas. Mordió sus labios y entonces los liberé con uno de mis pulgares.

—No sigas llorando, eres muy bonita como para hacer eso. Y no sigas mordiendo tus labios, ya te están sangrando. —susurré, sonriendo un poco más y haciéndola a ella sonreír.

Me besó nuevamente, esta vez más delicado y suave, un beso casi imperceptible. Sentí el aire entre nosotros cargándose con algo más que electricidad. Inhalé.

—Te amo. —susurró ella.

Nada funcionaría, ni adivinos que me digan mi futuro a través de tajetas de Tarot, ni llorar en un cementerio y mucho menos ser expulsado de un hospital dos veces porque después de todo lo que habíamos pasado, después de todo lo que había sentido, descubrí que el único remedio efectivo eran esas dos simples palabras con un significado diferente para cada cabeza en este planeta.

Acerqué su rostro a mi pecho y nos quedamos así por unos momentos: ella escuchando el latido de mi corazón que para ahora era casi inexistente y yo manteniéndola cerca a mí. Finalmente, besé su frente.

—Yo también, pequeña.  

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**no es el último capítulo**

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