Bucky Barnes โ˜ฐ Steve Rogers...

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BUCKY BARNES

# | 6917

𝘊𝘈𝘜𝘛𝘐𝘖𝘕 |

― No te tengo miedo...

Anne_Seymour

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.

.

Amanecía, los primeros rayos de sol asomaban y poco a poco la ciudad iba despertando.

Lentamente las farolas se iban apagando y los carteles de "Cerrado" se iban convirtiendo en "Abierto". Los hornos de las panaderías empezaban a funcionar y junto a ellos, cada cafetería de las calles de Nueva York.

El aire aún era fresco, frío y refrescante para el día que se avecinaba en esa ciudad tan ajetreada.

― ¡Buenos días! ― alzó la voz por el pasillo, recorriéndolo con familiaridad.

― ¿Otra vez aquí, Sybil? ― Andrew habló sin levantar la vista, enfocado en su revista de deportes.

― Sé que te alegras de verme ― sonrió entrando sin resistencia a ese lugar poco agradable para muchos ― ¡Hola Derek! ¿Me has echado de menos? ¿Cómo está Karen? ― preguntó sentándose en ese banco incómodo y frío.

― No me hables de esa arpía ― su compañero gruñó provocando una pequeña risa en Sybil.

― Bien, ¿quieres que llame ahora o esperamos un poco? ― Andrew abandonó su mesa acercándose lentamente.

― Veamos... ― habló sacando su móvil de su bolsillo trasero.

― Dámelo ― pidió extendiendo la mano por entre los barrotes ― No me mires así, conoces las normas. Entrégamelo ― Sybil rodó los ojos, pero no tuvo más remedio que entregarle su móvil.

― Pensé que llegados a este punto había más confianza entre nosotros. Esto me duele Andrew, afecta a nuestra amistad ― advirtió con humor.

Siempre con humor, evadiéndose.

― ¿Y bien? ― insistió en su respuesta.

― Son las... ― murmuró agitando la muñeca, despejando su reloj ― las seis de la mañana, aún es temprano. ¿Podrías esperar hasta las nueve?

― ¿Al mismo número de siempre? ― Sybil asintió, se acomodó y se dispuso a esperar.


Complejo Vengadores. 9:00.

La alarma sonó y junto a ella el intenso ruido de un móvil vibrando acompañado de una estridente melodía.

― No... ― se quejó envuelta entre sus sábanas, apretando los ojos con fuerza.

― Sh... yo me encargo ― susurró acariciando su cabello con delicadeza, estirando el brazo hasta la mesilla de noche en busca del móvil de su novia.

Miró la pantalla y rápidamente identificó el número, para ese entonces ya no era una sorpresa, sino algo rutinario. Una acción que se repetía varias veces a la semana.

― Es ella ¿no es así? ― preguntó sentándose con pesar en la cama, su voz apagada y adormilada.

― Iré yo ― señaló rechazando la llamada ― No te preocupes ― besó su frente antes de salir de la cama.

― ¡Pero si fue la peor temporada de todas! ― exclamó incrédula ― ¡Díselo tú Mike!

― Fue la peor, tienes que reconocerlo ― Mike defendió la postura de Sybil ― Duele, pero es cierto.

― No ― Derek negó afirmándose en su opinión ― Fue un final sorprendente. ¡Nadie se esperaba que Bran fuese a ser el rey!

― ¡Oh por favor! ― Sybil y Mike gritaron al mismo tiempo.

― Carter. Han venido a por ti ― Andrew llegó a poner un alto en ese intenso debate sobre la última temporada de Juego de Tronos, aunque todos sabían que a más tardar, dos días después se reanudaría.

― ¡Steve! ― saludó al rubio que sostenía entre sus manos una bolsa de papel con sus pocos objetos personales ― ¿Y Sharon? ― preguntó por su hermana.

― Ayer tuyo una conferencia, llegó de madrugada. Necesitaba descansar ― respondió con cierto desdén preocupado por su joven cuñada ― ¿Otra vez?

― Sé lo que estás pensando... y lo siento... ― fingió una mirada triste, sin embargo, su sonrisa llena de picardía la delataba ― ¿Has pagado la fianza?

― Doscientos dólares ― contestó mientras Andrew se acercaba con las llaves y abría la celda donde nuevamente, Sybil había sido encerrada.

― Te los devolveré ― resolvió con tranquilidad, tomando sus cosas y mirando su móvil. Siempre lo mirada con la esperanza de ver ese mensaje que tanto ansiaba y que nunca llegaba.

― Creo que tenemos que hablar ― Steve caminó detrás de ella, mientras Sybil hurgaba en esa bolsa las llaves de su coche.

― Te escucho ― murmuró desconcentrada, siguiendo su camino hasta el exterior de la comisaría.

― Tú hermana se preocupa ― si bien la conocía y la apreciaba como a una hermana, en ese momento, Steve era incapaz de mediar con ella, con esa mujer que ya no parecía la misma ― y yo también me preocupo, Nick, Tony, todos lo hacemos...

― No hay nada de lo que preocuparse ― ambos llegaron al parking de la comisaría.

― ¿Ah no? ¿Te parece poco que te detengan casi todos los días por exceso de velocidad? Prácticamente vives en una celda ― espetó siguiéndola.

― Joder... ― susurró conteniéndose ― Está bien, lo siento ¿de acuerdo? Estoy tremendamente arrepentida de mi conducta ¿satisfecho? ― preguntó con ironía. Lo único que quería era terminar con esa charla paternalista.

― Ese es el problema, que no te arrepientes. Escucha sé que lo... ― Steve lo entendía, puede que incluso mejor que ella misma.

― No ― señaló con firmeza ― No hagas eso. No te atrevas a sacar ese tema, no tienes derecho ― se dio la vuelta y abrió la puerta de su coche dispuesta a irse ― Gracias... por sacarme, por venir a por mi, pero ya está. Te devolveré el dinero ― dijo antes de arrancar e irse con prisa, y tal y como acostumbrada varios kilómetros por encima de lo debido.

Sus manos sujetaban con firmeza el volante, sus nudillos se encontraban blancos por la presión. Pisaba el acelerador con rudeza, como si esa velocidad desmedida con la que conducía fuese a liberarla del tormento en el que estaba sumida desde que volvió a casa.

Llegó a su apartamento, no sin antes de escuchar una retahíla de gritos para nada agradables. Suspiró apoyando la frente sobre el volante, respirando con rapidez.

― Necesito olvidarte... ― jadeó cerrando los ojos con fuerza ― Tienes que salir de mi cabeza... ― su voz tembló, sus palabras empequeñeciéndose con cada sílaba.

Abrió la puerta de su apartamento, ese espacio que solo pisaba para dormir cuando rara vez no terminaba en comisaría o dormida sobre la barra de un bar.

Todo estaba desordenado, el correo sin abrir y apilado sobre la mesa de la entrada y la nevera prácticamente vacía.

Caminó con desdén hacia el sofá, dejándose caer sobre el. Quería dormir, sin embargo, tenía miedo de cerrar los ojos y perderse en un pasado que no fue más que un error.

― Mierda... ― murmuró al escuchar los golpes detrás de su puerta. Tomó un cojín y lo colocó encima de su rostro tratando de ignorarlos.

― Sé que estás ahí, abre la puerta ― Sybil reconoció al instante la voz pacífica de su hermana. Bufó preguntándose cuanto duraría ese temperamento antes de que intentara regañarla por su actitud ― Syb... ― escuchó su nombre acompañado del tintineo de una llaves. Rodó los ojos arrepintiéndose de haberle entregado una copia de sus llaves.

― Hermanita... ― sonrió con acidez ― Bienvenida ― hizo una falsa reverencia.

― ¿Podrías dejarlo por un minuto? ― Sharon entró mirando el desastre de su hermana, y de nuevo, sin sorprenderse. Lo que antes hubiese sido imposible, ahora era totalmente normal ― Tenemos que hablar ― advirtió con suavidad, aunque ambas sabían que sus palabras iban en serio.

― Te escucho ― mentía, no quería escucharla. No quería escuchar a su hermana, ni quería escuchar a nadie.

― En SHIELD hay un grupo... ― comenzó con cautela ― creo que podría venirte bien ― no pudo terminar su discurso, Sybil ya se encontraba recorriendo el pasillo rumbo a su habitación ― ¿Te importaría no ignorarme? ― reclamó conteniéndose.

― ¿Eso es todo lo que tienes que decirme? ― Sybil se giró, su mirada fría y vacía deteniendo a su hermana ― Gracias por la invitación, realmente suena apetecible, pero no. No quiero hablar con nadie, básicamente porque no hay nada que decir, así que si no tienes nada más que decir, me gustaría dormir un poco.

― ¿Es que no te das cuenta? ― preguntó abatida, sin saber como ayudarla.

― Por favor, ilústrame ― dijo moviendo los brazos.

― Tienes que parar con esta actitud ― su hermana hizo una mueca ― Tienes que parar con esta actitud de mierda ― Sybil rió, su cauta y casi perfecta hermana estaba a punto de perder los papeles ― ¿Crees que no sé lo que está pasando? ― caminó hasta sentarse en el borde de la cama ― Desde que volviste no eres la misma y... tengo miedo, porque no sé a quien estoy viendo, desde luego a mi hermana no.

― Por favor... ― se sentó a su lado ― No hagas un drama de esto Sharon. No pasa nada, solo... estoy divirtiéndome ― se dejó caer sobre el colchón.

― ¿Divirtiéndote? ― preguntó incrédula ― ¿Acaso a esto llamas diversión? ¿A conducir como una completa demente? ¿A pasar horas y horas retenida en una celda? ¡Dios Sybil! ¡Tengo el número de la comisaría registrado en mi teléfono!

― ¡Quieres dejar de agobiarme! ¡Acabo de volver de una jodida misión! ¡Lo último que necesito son reclamos sobre tonterías! ― Sybil gritó pasando ambas manos por su rostro, quería calmarse, suprimir todos ese odio y rabia que la invadían cada vez que el tema salía a la luz.

― No son tonterías... ― susurró sin fuerzas ― Cada vez que suena el teléfono rezo para que sea Andrew avisándome para que vaya a recogerte a la comisaría y no un médico de algún hospital comunicándome... cualquier otra cosa. Y llevo rezando durante meses... desde que volviste ― los ojos de Sharon se aguaron y Sybil sintió la presión sobre sus hombros.

Tenía razón, sabía que su hermana tenia toda la razón del mundo, sin embargo, había algo dentro de ella que se negaba a entenderlo, que desesperadamente buscaba una distracción para no tener que enfrentarse a todos esos recuerdos que no la dejaban olvidar.

― Tienes que irte... ― musitó poniéndose de pie, caminado hasta el baño y abriendo el grifo.


Un mes después.

― ¡Pellízcame! ― exclamó nada más verla.

― Controla tu emoción Stark o me iré por donde he venido ― Sybil sonrió, incapaz de resistirse al humor de Tony.

― Admítelo, nos has echado de menos ― guiñó un ojo antes de abrazarla ― ¿Y a qué se debe esta agradable visita? ¿Vuelves por fin a casa?

― Me han obligado ― susurró con desdén.

― Que simpática... ― murmuró Stark antes de despeinarla levemente.

― Le han quitado el carnet ― explicó Sharon por detrás ― por eso no ha podido escabullirse a su apartamento en el centro.

― Gracias por revelar el misterio ― espetó con sarcasmo, provocando un par de risas.

Nada había cambiado desde su ultimo enfrentamiento con Sharon. Sybil volvió a las andadas, a conducir de forma temeraria por la carretera y a acumular infracciones hasta que el número fue tan alto que el mismísimo Andrew terminó por quitarle temporalmente el carnet de conducir.

― ¿Sybil? ― Steve llegó confundido, no esperaba verla. No cuando desde que regresó se había negado a vivir en el Complejo ― ¿Qué haces aquí? ¿Te han quitado el carnet? ― indagó con humor, sin saber que inconscientemente había acertado con su predicción.

― Te odio... ― su cuñada arrugó la nariz con una mueca.

― Sinceramente creo que la cuidad se merece un descanso. Un par de semanas de conducción tranquila ― Tony siguió provocando a la pequeña Carter.

― ¿Qué es esto? ¿El club de la comedia? ― se cruzó de brazos aguantando sus burlas.

― No te enfades... es humor de equipo. Y hablando de equipo, ¿cuándo vuelves a trabajar? ¡Necesito a mi compañera táctica!― Tony lanzó la pregunta y rápidamente la sala se llenó de un intenso silencio que nadie parecía poder romper.

― Pronto ― mintió.

Sybil no quería volver, ni ahora, ni nunca.


― Deberías de irte a dormir... ― Sharon llegó despacio, deslizando sus manos por su pecho.

― No puedo, quiero esperar a Sam ― acarició sus manos ― ¿Y tú? ¿Por qué no estás en la cama?

― Sybil ha salido... ― tomó asiento a su lado, apoyando la cabeza sobre su hombro ― no tengo ni idea de donde está...

― Seguro que está bien ― Steve acarició su cabeza ― Habrá salido a dar una vuelta, no te preocupes.

― Espero que llegue sobria ― ambos rieron levemente mientras negaban con la cabeza ― Tengo que encontrar la forma de ayudarla... es mi hermana.

― Dale tiempo. Estuvo de misión por más de un año, tal vez lo único que necesita es tiempo, adaptarse nuevamente. Estará bien, es una Carter ― Steve guiñó un ojo animándola, aunque Sharon tenía sus dudas al respecto.

― Parece que Sam acaba de llegar ― murmuró mirando hacia el techo, siguiendo el ruido del motor que resonaba en el exterior ― Todo irá bien, lo encontrarás ― apretó sus hombros besando su mejilla.

― Quédate ― pidió sosteniendo su mano ― Siempre sabes que hacer... y... créeme cuando te digo que no tengo ni idea de que paso seguir. Quiero encontrarlo, sin embargo... ― suspiró.

― Tranquilo, estoy aquí...

Cinco minutos después Sam entró por la puerta de la cocina, caminaba con prisa, sosteniendo entre sus manos una carpeta desconocida.

―Tengo novedades ― pronunció sosteniendo en el aire la carpeta.

― ¿Qué es esto? ― Steve ojeó aquel papeleo, encontrándose con varios archivos y un par de fotografías.

― Es él, es Bucky ― aclaró apuntando hacia el sujeto que aparecía en las fotos.

― ¿Estás seguro? Podría ser cualquiera ― Steve dudaba, después de tantas pistas falsas prefería ir con cuidado ― No se le ve la cara, está borroso y...

― Mi contacto lo vio con sus propios ojos, fue quien hizo las fotografías ― debajo de la mesa, Steve buscó la mano de su novia ― Su última ubicación conocida es Alemania y eso no es lo único que he podido averiguar. Steve...


― Oh mierda... ― susurró al ver varias luces encendidas. Bufó y siguió caminando, recorriendo los últimos metros que la separaban de la puerta principal.

Siguió hasta la cocina, sabía perfectamente que Sharon estaría esperándola. Era ridículo, su hermana mayor se comportaba como si fuese su madre y Sybil estaba cansada de esa actitud.

― Dilo de una vez Sam ― detuvo sus pasos antes de llegar a la puerta, curiosa al escuchar la voz de Steve.

― No es quien pensábamos. Trabaja para HYDRA, durante todo este tiempo ha estado siguiendo sus órdenes ― Steve frunció el ceño parpadeando con incredulidad.

― HYDRA terminó hace años... eso no puede ser posible ― murmuró llevándose una mano a la nuca.

― Pues al parecer no. Toma ― extendió otra fotografía, el logo de HYDRA apareciendo ante sus ojos ― Nunca se fueron, siempre han estado ahí.

― ¿Quién más lo sabe? ― Sharon preguntó revisando toda la información. Línea por línea.

― Iré a por él ― Steve habló antes de que Sam pudiese decir nada.

― ¿Qué? ― Sharon lo miró confundida ― Sé que esto es importante para ti, pero antes de salir corriendo tenemos que pensar bien qué es lo que haremos. Tenemos...

― No vais a hacer nada ― Sybil entró de imprevisto, lo había escuchado todo.

― ¿Qué estás diciendo? ― la miraron sorprendidos, cómo se acercaba con firmeza hacia la mesa.

― No tendríais que haber encontrado esto ― murmuró recogiendo cada papel y guardándolo.

― ¡Sybil! ― alzaron la voz viéndola.

― ¡No! ¡Basta! No tenéis ni idea de lo que está pasando y lo mejor para todos es que no metáis vuestras narices en esto. Punto ― zanjó dispuesta a irse.

― Lo siento, pero no saldrás de aquí a menos que hables ― Steve fue rápido, colocándose en medio de la puerta, cortándole el paso a su cuñada.

― No quieres empezar una guerra... ― susurró sin dar su brazo a torcer.

― Te aseguro que no, sin embargo no me estás dando otra alternativa ― Steve no cedió ni un solo centímetro.

― Cuando menos sepas, mejor. Es por tu propio bien ― trató de salir, de nuevo chocando con Steve ― Steve... ― dijo apretando la mandíbula.

― Sybil... ― devolvió en el mismo tono.

― ¿Se van a matar o algo? ― Sam habló mirando a Sharon que solo negó levantándose.

― Syb ― llamó a su hermana ― es importante, mucho más de lo que piensas. Steve te necesita... te necesitamos ― Sharon apeló a la bondad de su hermana o por lo menos lo intentó ― Llegaremos al fondo de esto, aunque sin tu ayuda puede que nos tome mucho más tiempo. Te lo estoy pidiendo, por favor, ayúdanos...

Sybil cerró los ojos, apretó los puños y dejó que el aire de sus pulmones escapara con lentitud. No podía resistirse, por más que luchara no podía.

― Mañana... ― dijo al fin ― Os lo contaré mañana, primero tengo que hacer un par de llamadas...

― Gracias ― Steve se apartó de la puerta ― Solo responde a una pregunta ― detuvo sus pasos ― ¿Conoces al Soldado de Invierno?

― Sí... ― respondió dándole la espalda ― Lo conozco... ― tragó hondo.

― ¿Y qué es lo que sabes? ― siguió indagando, desesperado por saber cuál era la realidad de aquel que solía ser su mejor amigo.

― Que es un monstruo ― dijo con odio ― un asesino despiadado y sin sentimientos. Esa es la verdad ― salió de allí con rapidez.

Cerró la puerta de su habitación despacio, tan lentamente que apenas pudo escuchar el click de la cerradura.

Se sentó en el suelo, frío a pesar de la moqueta que lo adornaba. Miró hacia la ventana, estaba levemente abierta. Siempre la dejaba así, fuese invierno o verano Sybil amaba esa corriente helada que aparecía a primera hora de la mañana. Le gustaba acurrucarse y taparse hasta las cejas, quejarse y que él cerrase la ventana cada mañana entre risas...

Acarició la solapa de la carpeta, sus dedos temblorosos recorriendo el material. La abrió, su nombre y datos apareciendo en cada línea que leía.

― Vamos, levántate, no me digas que te has rendido... habló con egocentrismo, caminando a su alrededor.

¿Por qué no te vas a la mierda? ― Sybil se levantó sacudiéndose las manos, colocándose en el centro del ring.

Porque me quieres... ― susurró sobre su cuello, sus brazos rodeando su cintura con delicadeza.

― Eso no es cierto... tú me quieres a mi ― echó la cabeza a un lado, exponiendo esa parte de su cuerpo que a él tanto el gustaba besar.

― Tienes razón... te quiero... ― murmuró dejando un camino de besos que llegó hasta su oreja provocándole cosquillas.

― Sabes que odio eso ― rió retorciéndose entre sus brazos.

― Te encanta... ― siguió acariciándola con su barba. Amaba escuchar su risa, ver cómo sus labios se curvaban para él.

― ¿Qué haces? ― preguntó riendo, notando como él la empujaba tomándola por las caderas.

― ¿Tú que crees? ― respondió son una sonrisa llena de picardía mientras abría la puerta de uno de los cuartos de almacenamiento ― Quiero estar siempre contigo... ― susurró llevando sus fuertes manos hacia el cierre de su traje.

― Siempre es mucho tiempo... ― musitó quitándole la camiseta, despejando su torso perfectamente esculpido.

― Lo sé... ― suspiró mirándola a los ojos ― y no quiero pasar ni un solo segundo sin ti... somos tú y yo, ¿de acuerdo?

― De acuerdo... ― jadeó sintiendo sus labios bajar por su piel.


"¿De acuerdo?"


Era como volver a escuchar su voz, fría, grave y con un punto de diversión. Podía sentirlo, el calor que su cuerpo desprendía cada vez que estaban cerca. Un calor envolvente, embriagante, peor que la droga más adictiva.

Todavía seguía en ella, en su cuerpo, pasaban los meses y el tacto de sus caricias permanecía sobre su piel.

― Maldito gilipollas... ― las sílabas salieron rotas de su garganta ― Me utilizaste... te reíste de mi... ― soltó llena de odio y frustración.


― Ha huido ― dijo con una mano en la barbilla, tratando de controlar su impaciencia.

― Le han quitado el carnet de conducir, no puede huir... ― Sharon llegó con dos tazas de café.

― ¿Acaso eso es un impedimento para ella? ― Sharon se quedó callada, la verdad era que si Sybil quería huir buscaría la forma de hacerlo y nada ni nadie podría detenerla.

― Relájate Capitán sigo aquí ― Sybil entró y no lo hizo sola, detrás de ella entró Nick.

― ¿Señor? ¿Qué hace usted aquí? ― Steve y Sharon se miraron sin entender.

― ¿Realmente pensabais que yo iba a contaros algo? ― la pequeña Carter rió ― Soy agente y espía, lo sé todo, pero tengo prohibido hablar.

― Bien, ¿qué es lo que queréis saber? ― Nick fue directo al grano.

― Todo ― y al igual que él, Steve no dio ningún rodeo.

― Hace más de un año hubo una serie de "accidentes" ― el director Fury abrió su maletín, de su interior sacó varios informes que fue repartiendo ante los presentes ― Junio, el sistema de seguridad del Triskelion se vio comprometido durante dos minutos, al principio creímos que fue un error del sistema, no lo fue. Una semana después alguien intentaba asesinarme a mí y al Capitán ― el incidente del puente, la primera y única vez que Steve vio a Bucky ― Sabíamos que algo estaba pasando así que organicé a un pequeño grupo de agentes para investigar hasta el último rincón de SHIELD, encontramos más pruebas y varios nombres. Definitivamente algo estaba pasando y teníamos que frenarlo ― Nick miró a Sybil.

― ¿Qué tiene mi hermana que ver con esto? ― Sharon lo detestaba, siempre rechazó la idea de que su hermana fuese agente. No quería verla en peligro, no después de la muerte de sus padres.

― Necesitábamos a alguien, un agente lo bastante entrenado como para seguir nuestras pistas, descubrir lo que estaba pasando y no levantar ni la más mínima sospecha. La elegida fue tu hermana ― de nuevo las miradas se posaron en Sybil.

― ¿En qué consistía exactamente la misión? ― Sharon giró su silla mirando fijamente a su hermana, haciendo que esta rodase los ojos.

― Infiltrarse en una base de la que sospechábamos. Durante un año ― explicó por fin ― Nuestras sospechas fueron confirmadas y descubrimos que HYDRA sigue existiendo. Durante meses hemos estado recopilando toda la información posible para asestar el golpe definitivo, es por eso que nadie podía saberlo y nadie puede saberlo ― recalcó con firmeza.

― ¿Por qué no contarlo? ― Steve ojeó entre tanto papeleo.

― Porque no sabíamos en quien podíamos confiar... ― Sybil y Nick contestaron al mismo tiempo.

― ¿Y ahora qué? ― Sam intervino desde el fondo de la sala, atento a cada palabra que escuchaba.

― Dentro de seis días todo acabará. Y no, no podéis intervenir, haced de cuenta que no sabéis nada ― sentenció poniéndose de pie ― Lo repetiré una vez más, nadie puede enterarse. Hay mucho en juego, puede que la seguridad del mundo.


― ¿Llegaste a conocerlo? ― después de la visita de Nick y de unos minutos de intenso silencio, Steve por fin habló.

― Sí, el famoso Soldado de Invierno, autor de tantos asesinatos que sería imposible contarlos... el juguete preferido de HYDRA... ― recalcó acidez, enfadada con solo recordarlo.

― Syb... ― Sharon pidió tregua, la mirada desolada de Steve hablaba por sí misma.

― Dinos qué pasará dentro de seis días ― Sam pidió cruzándose de brazos.

― Información confidencial y si sabéis que es lo que os conviene os quedaréis quietos. Yo no arriesgué un año de mi vida para nada ― hablar de aquello revolvía su interior y no quería seguir recordando esos días en los que fue feliz gracias a un espejismo.

― Su verdadero nombre es James ― "James" ese nombre que tenía la capacidad de paralizarla ― Yo solía llamarle Bucky ― Steve sonrió con nostalgia ― era mi mejor amigo, mi hermano, siempre defendiéndome y protegiéndome...

― ¿A donde quieres llegar contándome esto? ― Sybil se giró, quería irse, pero su estúpida personalidad no le permitía abandonar a Steve, no cuando parecía necesitar apoyo.

― Él no es como dicen que es, no es un asesino, ni mucho menos un ser despiadado. No sé qué pasará dentro de seis días, lo único que sé es que irán a por él y lo condenarán, en el mejor de los casos terminará en una cárcel de máxima seguridad aunque muy probablemente simplemente lo maten... ― un escalofrío recorrió la espalda de Sybil, vértebra a vértebra ― Ayúdame a encontrarlo, eres la única persona que puede hacerlo.

― No, lo siento, pero no pienso ayudar a alguien como él ― Sharon quiso intervenir, no obstante la rabia de la joven no dio opción a nada ― Y tú tampoco deberías de arriesgar tu vida por él. Sé quien es, lo he estado observando durante meses y te diré lo que pasará si vas. Llegarás hasta él, hasta el Puño de HYDRA y si tienes suerte escaparás con vida, sino morirás, pero tranquilo, porque lo harás en menos de cinco minutos. Acabará contigo sin parpadear. Acéptalo Steve, es quien es y no hay vuelta atrás ― se fue azotando la puerta, dejándolos completamente callados.


― ¡Para! ¡Para! ― gritó corriendo hacia el baño, escapando de él.

― ¿Pretendes escapar de mi preciosa? ― pronunció retórico, acercándose lentamente hasta ella.

― ¿Y ahora qué? ― jadeó entre sus brazos, incapaz de resistirse a él, a su olor, al tacto suave de su piel sobre la suya.

― Ahora pienso besarte durante horas... y recordarte lo mucho que te quiero Sybil Carter... ― tomó un mechón de su cabello rizándolo con uno de sus dedos metálicos. Sus ojos brillaban, un mar azul que la atrapaba segundo a segundo.

― ¿Por qué? ― musitó completamente rendida ante él.

― ¿Por qué que? ― acarició su mejilla con suavidad, rozando sus labios con el pulgar.

― ¿Por qué me quieres? ― suspiró dejándose llevar por sus caricias.

― Porque dentro de este infierno tú eres el único motivo por el que quiero seguir respirando...


¿Me estás escuchando? ― alguien chasqueó los dedos devolviéndola a su realidad.

― Sí... ¿te importaría repetírmelo? ― agitó la cabeza, acabando con esos recuerdos que se empeñaban en volver.

― Que si quieres café ― Sharon deslizó una taza sobre el
mármol.

― Gracias ― la aceptó sin ganas. Ni su amado café era capaz de ilusionarla. Era irónico pensar que hace unos meses sonreía con ilusión cuando una taza humeante se posaba ante sus ojos.

― ¡Café! ¡Gracias! ― Sybil quiso dar un sorbo, no obstante antes de que sus labios tocasen el borde de la taza esta desapareció de sus manos. Steve se la había quitado y tal y como llegó se fue.

― ¿Se puede saber qué le pasa al intenso de tu novio? ― señaló mirándolo, prácticamente corría.

― Tiene prisa. Se va mañana ― aclaró Sharon sirviendo otra taza de café.

― ¿Sigue con esa estúpida idea? ― Sybil bufó incómoda. Algo se revolvía en su interior cada vez que pensaba en él ― No merece la pena.

― ¿Y si fuésemos nosotras? ¿Y si fuese yo la asesina despiadada? ¿Irías a por mí? ― no lo entendía, no entendía esa frialdad con la que hablaba, ni esa actitud distante que había adoptado, pero sabía que detrás de todo eso, la verdadera personalidad de Sybil seguía intacta.

― Pues claro que iría a por ti ― rodó los ojos sujetando su taza, a punto de irse y refugiarse en sí misma ― Eso no quita que sea una idea sumamente tonta.

― Sabes... no lo entiendo ― tal parecía que Sharon no lo iba a dejar estar y esa insistencia empezaba a irritar a su hermana pequeña ― Desde que tengo memoria siempre has sido ese tipo de persona a la que recurrir cuando hay un problema... alguien necesitaba ayuda y ahí estabas tú sin importar nada... ¿qué ha cambiado?

― Veamos... rescatar un cachorro o ayudar a la Señora Peterson a cruzar la calle no es ningún acto heroico. Ni tampoco ser agente de SHIELD, ese es mi trabajo. No intentes manipularme Sharon porque no pienso correr ningún riesgo por un asesino, por mucho que le importe a tu novio ― zanjó el tema con frialdad.

― ¿Mi novio? ¿Desde cuándo Steve es simplemente mi novio? ¡Era tu mejor amigo! ― plantó las manos en la mesa dispuesta a llegar al fondo de esa situación.

― ¿Has terminado? Porque tengo varios asuntos que resolver, que tengas un buen día ― sonrió con ironía alejándose con tranquilidad, aparentemente sin darle importancia a ninguna de las palabras de su hermana.


00:23

― Veo que lo de ir va completamente en serio ― dijo apoyada sobre el marco de la puerta, curvando levemente los labios.

― Es mi hermano... ― murmuró dándole la espalda ― No puedo abandonarle.

― No es quien crees que es... ― deslizó las manos por sus brazos, abrazándose a sí misma.

― Sé perfectamente quien es. El idiota que solía defenderme de todas y cada una de las peleas en las que me metía. Francamente me cuesta creer que sea el monstruo del que el mundo habla ― Steve abrió uno de los cajones, sacando varios cartuchos.

― ¿Y si resulta que todo eso es cierto? ¿Podrás soportarlo? ― Sybil lanzó la gran pregunta, parando los movimientos de Steve al instante.

― ¿Y si no lo es? ¿Crees que podré vivir con la idea de no haberle ayudado? ― gesticuló tremendamente frustrado ― Ya perdí una vez a Bucky y... fue una mierda ― suspiró cansado ― fue... fue como perderme a mi mismo. Me asentía tan mal que lo único que quería era vengarme... castigar a quienes me habían hecho tanto daño... ― Sybil lo escuchó con atención, la fuerza, el rencor con el que hablaba. Era como un reflejo de sí misma.

― Tú ganas Capitán, iré contigo ― aceptó con falsa amabilidad porque en realidad en lo único en lo que podía pensar era en una sola cosa...

"Venganza"

― Gracias ― asintió acercándose a ella, respirando aliviado.

― Saldremos en dos horas ―

Dos horas más tarde la rampa de la nave en la que se encontraban se cerraba. No fue difícil conseguir que tanto Sharon como Sam desistieran de la idea de ir con ellos, solo necesitó un par de palabras tiernas y una mirada inocente.

Tenía que planearlo a la perfección, adentrarse en aquel lugar donde vivió por más de un año, rodeada de personas que podrían matarla en un abrir y cerrar de ojos.

Lo pensaba con la mirada perdida, imaginando qué podía pasar si volvía a verlo e internamente pidiéndole a su propio destino que aquello no sucediese. No quería verlo y en el fondo de su corazón tampoco quería herirlo.

Echó la cabeza para atrás, su mente se empeñaba en revivirlo, en traer una y otra vez su imagen ante sus ojos, cada peca, cada línea de su rostro.


¿Pretendes robarme el alma? ― preguntó sobre su pecho, delineando el contorno de su barba.

― ¿Qué? ― arrugó el entrecejo aún acariciando su espalda desnuda.

― No paras de mirarme... ― comenzó a trazar un camino de besos, desde su pecho hasta su mandíbula ― Me preocupa que quieras robarme el alma... tienes unos ojos increíblemente... penetrantes... ― rozó sus labios tentadoramente.

― No necesito robarte nada... ya eres mía... completamente mía... ―


― ¿Sybil? ― su brazo se movió, pero no era ella quién lo movía. Abrió los ojos encontrándose con la mirada seria de Steve ― Te has quedado dormida, ya hemos llegado ― miró a través del cristal, era de noche, el viento movía las ramas de los árboles y el suelo estaba nevado.

― Oh el fantástico clima de Alemania... ― dijo con desdén antes de ponerse en pie y coger sus armas.

― ¿Todo listo? ― habló en voz alta, su mano preparada para activar la rampa.

― Sí... ¿preparada? ―


― Señor, hay un problema ― uno de los vigilantes dio la voz de alarma.

― ¿Qué sucede? ― el general al mando se acercó en seguida.

― Parece que tenemos una visita. Es Sybil Ferguson ― en uno de los monitores apareció la imagen que captaba a tiempo real una de las cámaras de seguridad.

― Pero mira quien ha vuelto a casa, nuestra traidora favorita... y no viene sola ― sonrió con malicia ― Realmente pensé que jamás volveríamos a verla, casi no logra salir viva de aquí... Ya sabes lo que hacer

― Señor... no creo que sea buena idea ― el agente se atrevió a replicar.

― ¿Está consciente? ― asintió con lentitud ― Entonces es buena idea. El Soldado se encargará de ellos. Estoy seguro de que le gustará reencontrarse con ella...


Caminaba por los pasillos con calma, mirando con detenimiento uno de los muchos informes que más tarde tendría que filtrar a SHIELD. Un par de semanas más y sería libre, volvería a casa y... mierda.

Paró y respiró hondo, apoyando las manos sobre la barandilla que contorneaba la extensa pasarela que conectaba cada punto de la base.

― James... ― Sybil quería ser libre, abandonar ese sitio lúgubre y frío, sin embargo, una parte de ella se negaba a irse. Ya nada era igual, él estaba en su vida, en su cabeza, en cada centímetro de su ser.

― Ferguson ― James apareció de la nada, colocándose a su lado, cerca y lejos al mismo tiempo ― Tengo que hablar contigo, es sobre la misión ― mintió observándola, diciendo con la mirada lo que no podía pronunciar en voz alta.

― No hay ninguna misión... ― murmuró en cuanto la puerta se cerró encerrándolos.

― La habrá... dentro de unos días ― Sybil levantó la vista al escucharlo. Había preocupación en cada sílaba que salía de sus labios ― Es por eso que... necesito pedirte algo.

― Dilo ― ordenó escondiendo uno de sus puños detrás de su espalda, apretándolo con miedo.

― Escapa conmigo... ― soltó de golpe ― Syb... escapa de este infierno conmigo... Vámonos lejos... ― sus manos rodearon su rostro.

― No puedes estar hablando en serio ― escapó de su agarre, sus piernas prácticamente temblando.

― Totalmente en serio. Olvídate de esto, de tu misión. Quiero una vida juntos... ― su mano de metal se entrelazó con la de Sybil, obligándola a quedar frente a frente.

― Yo... dentro de dos semanas... ― balbuceó confundida, perdida entre lo que sentía y su deber.

― Mírame ― sus ojos azules y llorosos barrieron con cualquier debate moral ― Te amo, ¿lo entiendes? ― asintió sin dudar ― Seremos felices... somos tú y yo ¿de acuerdo?



"¿De acuerdo?"


Era como un tatuaje, dos palabras imposibles de olvidar, grabadas a fuego en su memoria.

Lo escuchó tantas veces que pensó que era real, que ese mantra que él se empeñaba en repetir significaba algo. Una promesa, un salvavidas para no salir lastimada.

Siempre lo repitió, nervioso y puede que asustado, temeroso de perderla, desesperado por escucharlo de sus labios.

Y no fue más que una mentira.

Una mentira que seguía doliendo, que le recordaba lo tonta que había sido, el error que cometió al entregarle su corazón.

Ya había sufrido, castigándose a sí misma por confiar en ese falso amor y en ese momento, en medio de ese pasillo abandonado decidió que él también tenía que pagar por ese dolor.

― Será mejor que nos separemos. El sistema de vigilancia de este sitio no tardará en dar el aviso, es lo mejor ― sonaba tranquila, serena, tan convincente que Steve no tuvo ni la más mínima sospecha ― Ve a las plantas de arriba, hacia las pistas de despegue, ese solía ser su punto de trabajo ― mintió, el Soldado siempre merodeaba por las plantas más bajas, donde se hallaban las salas de entrenamiento y los laboratorios ― Yo revisaré los sótanos

― Está bien. Si ves algo o pasa algo, avísame ― pidió antes de alejarse y desaparecer.

― Lo siento mucho... ― su garganta se apretaba y con las manos temblorosas se quitó el intercomunicador que llevaba en la oreja ― Necesito vengarme... ― el intercomunicador cayó al suelo y ella tomó el camino que sabía que le llevaría hasta él.

No había macha atrás.

Caminó con tranquilidad, el ruido de sus pisadas cómo único acompañante. Todo seguía igual, las paredes grises y apagadas, los techos altos con pequeñas luces que se iban encendiendo a su paso.

Suspiró conteniendo las lágrimas, preguntándose cómo demonios pudo hallar la felicidad dentro de tanta oscuridad.

La respuesta: James.

Sus pies avanzaban y su respiración se alteraba mientras contaba mentalmente cuantos metros faltaban para volver a verlo.

Nerviosa llevó una mano a su pierna, en busca de su arma perfectamente cargada. Ella misma lo hizo, bala a bala, hasta llenar el cañón.

Y entonces lo sintió, una brisa de aire frío y espeso, un escalofrío gélido que recorría cada fibra de su ser.

Alzó la vista y ahí estaba, el hombre que tomó su corazón sin preguntar, de pronto y de golpe, el dueño de sus sentimientos más profundos...

― Sybil ― su nombre salió monótono y sin expresión alguna. La miraba, pero no parecía verla. Sus ojos azules parecían negros y él no parecía ser quien solía ser. Tal vez ese era el verdadero James y no aquel que conoció hace más de un año.

― Soldado ― tragó hondo y alzó su arma, Sybil temblaba, desde el hombro hasta la punta del dedo índice.

― No deberías de estar aquí ― apretó la mandíbula, tanto que hasta ella pudo verlo. Estaba furioso, la odiaba.

― No te atrevas a acercarte a mi ― advirtió quitando el seguro, notando como una inmensa ola de rabia la golpeaba sin compasión.

― Vas a morir ― el Soldado juntó ambas manos, sus nudillos crujiendo al mismo tiempo ― Y va a ser ahora mismo... ― susurró antes de abalanzarse hacia ella.

Fue rápido, a penas pudo verlo, en un abrir y cerrar de ojos estaba en el suelo, boca abajo e intentando levantarse. Lo vio por el rabillo del ojo, deambulaba con lentitud, dándole tiempo para recuperarse. Lo estaba disfrutando, quería torturarla, herirla.

― No debiste de haber traicionado a la organización... ― una patada y su cuerpo volvió a caer

― ¿Traicionar? ― rió ácidamente, apoyándose de rodillas y manos ― Maldito imbécil ― consiguió ponerse de pie ― Sabías la verdad y ahora me llamas traidora... ¿Qué coño te pasa? ― lo abofeteó de imprevisto, su mano ardió y podría apostar a que la mejilla de James también, aunque él no soltase ningún quejido ― ¡Responde! ― chilló frustrada.

La ignoró, cada palabra que salía de los labios de Sybil se perdía en el aire. James las escuchaba y sin embargo, las olvidaba en milésimas de segundos.

Corrió hacia ella, tomándola del cuello y empujándola con fuerza hasta la pared. Gruñó sobre su rostro apretando su agarre, notando como la garganta de su víctima se apretaba. Su rostro se enrojecía lleno de cólera mientras ella luchaba por respirar.

― ¡Suéltame! ― exclamó pateándolo en el abdomen, alejándolo de ella con otro golpe que él no tardó en responder.

Cayeron al suelo, golpeándose mutuamente sin reparo alguno, estaban al mismo nivel, buscando herirse mutuamente. La única diferencia entre ambos era que cada puñetazo, cada patada que ella le propinaba le dolía más a ella que a él.

― ¡Te odio! ― chilló perdiendo el control de sí misma, al borde de las lágrimas.

― ¡Eres mi misión! ― el Soldado la abofeteó, tan fuerte que su labio sangró y su juicio se nubló. Sybil palmeó el suelo, buscando a tientas su arma mientras su cuerpo era aprisionado por ese hombre que antes juraba amarla.

― ¡No sabes cuanto te odio! ― gritó apoyando el cañón de su pistola sobre la garganta de James, llorando al hacerlo.

― ¡Eres mi jodida misión! ― rodeó su muñeca lastimándola, dejando impresa la marca de sus dedos sobre su piel ― ¡Acabaré contigo Sybil Ferguson!

― ¿Qué...? ― el aire se quedó atrapado en su garganta.

Había utilizado su nombre falso, como si no la conociese, como si fuese un completo desconocido...


― Tengo un secreto... se sentó en la cama, ella en su regazo y ambos desnudos Habrá momentos... en los que no seré yo mismo, en los que... él rió, una risa nerviosa y una mirada desolada incluso parecerá que estás viendo a un completo desconocido...

― ¿Qué? ¿Por qué? ― Sybil lo tomó por las mejillas, obligándolo a mirarla.

Así que prométeme una cosa ― habló con una mano sobre su mejilla, acariciándola con el pulgar ― Prométeme que me harás volver...

― ¿Volver? ― ella frunció el ceño ― James...

― Recuérdame que soy tuyo... recuérdame quien soy y quienes somos juntos... Sybil por favor... suplicó cerrando los ojos, su ceño arrugado.

― Hey... ― besó sus labios delicadamente ― Sea lo que sea... te prometo que lo intentaré prometió confundida.

― Sabrás hacerlo, confío en ti...


― Tengo que acabar contigo ― balbuceó con la mirada perdida, confundido con sus propias palabras ― ¡Tengo que hacerlo! ― soltó un jadeo lleno de dolor.

― Este no eres tú... ― musitó observándolo con detenimiento, llevando con miedo una de sus manos hasta la mejilla de James.

― ¡Cállate! ― chilló asustado, colocando el arma sobre la frente de Sybil, temblando al hacerlo.

― No te tengo miedo... y sé que no vas a hacerme daño porque... me quieres... tanto como yo te quiero... Te quiero, te quiero... por favor... James... ― repitió sin aire, luchando contra el terror que sentía, abrazándolo a pesar de su rechazo ― James, mírame ― tomó su barbilla notando como él se revolvía ― somos tú y yo ¿de acuerdo? ― jadeó sobre su oido.


"¿De acuerdo?"



Dos años más tarde.

― ¿Has visto a Sybil? ― preguntó sentándose a su lado. Todo su cuerpo atrapado en una espiral de nervios que prácticamente no lo dejaba ni respirar.

― Probablemente haya huido del país ― él lo miró, incrédulo por su respuesta, sin saber si hablara en serio o solo se estaba burlando de su angustia.

― ¿Me estás vacilando? ― espetó fulminándolo con la mirada, provocando su risa.

― Tranquilízate. Salió corriendo, pero en su defensa diré que... ―

― He tomado una decisión... ― ambos se giraron al escucharla, parada bajo el marco de la puerta, jugando con sus dedos y mordiéndose el labio inferior.

― Será mejor que me vaya... ― Steve se palmeó su hombro antes de salir a paso ligero.

― ¿Me vas a dejar? ― James soltó el aire de sus pulmones. Después del infierno que vivieron y de todo lo que lucharon para estar juntos, parecía estúpido pensar que una simple pregunta arruinaría su felicidad.

― Hace dos años... te encontrabas apuntándome con un arma... ― Bucky palideció, aún culpándose por aquello ― creí que te había perdido...

― No tienes porque dar más rodeos, lo entiendo ― interrumpió el discurso de Sybil, ella negó.

― Si salí corriendo es porque no me esperaba ese tipo de pregunta, porque nunca me lo había imaginado y porque... joder, soy un puto desastre ― Bucky sonrió tímidamente ― No me puedo creer que vaya a decir esto... ― Sybil tomó aire, se giró y lo miró apretando los labios ― James Buchanan Barnes lo quiero todo contigo, desde un simple café por las mañanas a... ― sus rostro se enrojeció.

― Espera... ¿vas...? ― agarró su mano expectante.

― Tú ganas... tendremos un bebé ― se lanzó a sus brazos, con tanta fuerza que casi lo tira al suelo.

Permanecieron abrazados durante horas, sin decir nada, disfrutando de esa cercanía adictiva que tanto amaban.

― Sabes que ahora ya no seremos tú y yo, ¿verdad? ― enredó sus manos en su cabello castaño, peinándolo.

― Lo sé... ― nada parecía poder borrar la inmensa sonrisa que Bucky portaba ― Vamos ― se levantó con ella sobre su cadera, caminando con seguridad.

― ¿A dónde vamos? ― frunció el ceño afirmándose de sus hombros para no caerse.

― ¿Tú qué crees? A hacer un bebé ― rió contagiándola, caminando con ella por los pasillos hasta llegar a su habitación y perderse detrás en esas cuatro paredes donde siempre eran felices.

.

.

.

★。/|\。★

.

.

.

Pedido 4/6 para Anne_Seymour

💞

(Espero que os guste 🙈 #Itriedtodomybest 😅)

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