Tomé la taza de café mirando el teléfono, y luego a Tomás. Teléfono. Tomás. Hablar con Ignacio o ir con Tomás. La cabeza me daba mil vueltas, y Tomás en cuero no ayudaba mucho.
–Si te va a hacer bien, habla con él- Me dijo mi amiga, y yo asentí.
Pero la verdad es que, no sabía que tan bien me iba a hacer hablar con Ignacio. Tampoco sabía que palabras iban a salir de mi boca en el momento en que escuchara su voz. Sin pensarlo mucho, llamé.
El teléfono hizo dos tonos y antes de que diera el contestador, corté. Y lo hice justo antes de que Tomás entrara por la puerta. Mi amiga me miró cómplice y la situación me ponía nerviosa.
–¿Qué hacen?- Preguntó agitado. Abrió la heladera y tomó agua del pico de la botella.
–Hey, no seas asqueroso- Le dijo Sol y se levantó para sacarle la botella de la boca. –Que no todas compartimos tu baba acá
Y limpió el pico con un repasador. Yo solo reí.
Tomás se sentó a mi lado, y prendió la TV mientras me veía terminar el café. Su mirada me incomodaba, estaba como...confiado. Tenía más confianza en el que nunca, y, ¿cómo no tenerla? Si tuviera esos músculos probablemente fuera más confiada conmigo misma yo también.
De un momento al otro mi teléfono empezó a sonar, y cuando leí "Amor" seguido a un corazón en la pantalla, me maldije por no haber cambiado el contacto antes.
–Mierda- Casi sin darme cuenta abrí mi maldita boca y Tomás me miró extrañado después de mirar el celular.
–Te dejamos tranquila, amiga- Dijo Sol mientras levantaba a Tomás y salían juntos de la cabaña.
Él caminaba con cara de confundido y yo no sabía exactamente que hacer. Quería agradecerle a mi amiga por sacarlo de ahí. Podría ir a la habitación a hablar pero no sabía como iba a terminar la conversación. Sin muchas vueltas, después de cruzar miradas con Tomás por la ventana unos segundos, atendí.
Sí, atendí. Atendí pero ni una palabra salía de mi boca. ¿Qué diablos?
–¿Male?
Ouch. Sí, confirmé lo que no quería: su voz me lastimaba.
–Male, ¿gorda? ¿sos vos?
Ouch otra vez. Gorda. Gorda como cuando éramos novios. Gorda como cuando estábamos juntos. Gorda cuando todo era lindo.
–Sí- Fue lo primero que pude decir, y después de escuchar su voz de ternura, supe que no podía ser mala con él. –Soy yo, Nacho
Le aclaré y él comenzó a hablar rápidamente.
–Wow, jamás me imaginé que ibas a llamarme. Estuve un tiempo prendido al timbre de tu casa pero nadie salió
–No estoy en la ciudad, estoy con Sol
–Con razón- Dijo y quise morirme.
Ya no sabía que decir, ¿cómo íbamos a llegar a algo por teléfono? Por suerte, el interrumpió mis pensamientos.
–Perdón, gorda
Gorda. Otra vez.
–Perdón, pero perdón de verdad. Perdón de corazón
Sentí su voz quebrada y sentí la necesidad de llorar y cortar al mismo tiempo.
–Esta bien, todo está bien Nacho
–¿Todo está bien?
–Sí, todo está bien. Ya no hay rencores. En cuanto llegue a la ciudad nos juntamos, no creo que sea un tema para hablar por teléfono
–Sí, sí- Habló entusiasmado y yo reí.
–Gracias
–No hay de qué- Dije algo sonriente, ¿qué tan lindo sería que podamos, aunque sea, ser amigos después de todo?
–Hablamos después- Le dije antes de cortar. Y sonreí. Sonreí de una vez por todas. Estaba sonriendo y se sentí genial.
Sin pensar mucho salí de la cabaña. ¿Qué tan estúpido sonaba que este pueblo asqueroso le estaba haciendo bien a mi corazón? Suspiré un poco antes de llegar a los chicos, que estaban sentados en el pasto.
–¿Todo bien?- Preguntó Sol interesada y yo asistí sonriente.
–Me alegro, amiga- Dijo contenta también, y Tomás puso cara de "estoy acá". Lo miré y le sonreí, porque no me salía otra cosa más que sonreír.
–¿H y Alejo?
–Fueron a la ciudad a comprar carne
–¿Van a hacer asado? No puedo creerlo- Exclamé divertida y todos rieron.
–¿Vamos un rato al arroyo? Hace calor- Preguntó Abril y enseguida todos se pararon.
Amagué a seguirlos y sentí un brazo sobre mi. Miré al cielo rezando que fuese Sol, queriendo saber que había ocurrido. Pero no, era él. Y no tenía una cara muy buena.
–Tenemos que hablar
❣️
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