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By katiealone

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Priscila ha encontrado el trabajo de sus sueños, su nuevo jefe hará su vida miserable y ella tendrá que demos... More

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🍳 Sinopsis
Guía de personajes
Introducción
Capítulo 1: La chica nueva
Capítulo 2: Cosas bonitas y un par de tragedias
Capítulo 3: Los de arriba y los de abajo
Capítulo 4: Fuertes declaraciones
Capítulo 5: Clientes especiales
Capítulo 6: Primer día
Capítulo 7: Ayuda
Capítulo 8: Tarde
Capítulo 9: Llamada
Capítulo 10: Viejos y nuevos amigos
Capítulo 11: Reencuentro
Capítulo 12: Travesuras y demás menjunjes
Capítulo 13: Visitas casuales
Capítulo 14: Inesperado
Capítulo 15: Viernes
Capítulo 16: Servicios especiales
Capítulo 17: Organizando eventos
Capítulo 18: Cena
Capítulo 19: Incidente
Capítulo 20: La Fiesta Roja
Capítulo 21: La gente habla, hay que detenerla
Capítulo 22: Ooops! Problemas
Capítulo 23: Paso a paso
Capítulo 24: Esto es guerra
Capítulo 25: Evento sorpresa
Capítulo 26: Malos entendidos
Capítulo 27: Aliados
Capítulo 28: No conformidad
Capítulo 29: Las chicas tienen que estar unidas
Capítulo 30: Palabras, palabras, palabras
Capítulo 31: Un Problema
Capítulo 32: Evidencias
Capítulo 33: Desastre
Capítulo 34: Noticias
Capítulo 35: Falsedades
Capítulo 36: No basta
Capítulo 37: Visitas
Capítulo 38: Complot
Capítulo 39: Huida
Capítulo 40: Emergencia
Capítulo 41: Hermanos, después de todo
Capítulo 42: Propuesta
Capítulo 43: Descanso
Capítulo 44: Milagros inesperados
Capítulo 45: Fuertes revelaciones
Capítulo 46: Descontrol
Capítulo 47: Por las buenas y por las malas
Capítulo 48: Claro que es una trampa
Capítulo 49: Ya supérenlo
Capítulo 50: Recuerdo
Capítulo 51: Buenas nuevas
Capítulo 52: Empezaron los problemas
Capítulo 53: Enfrentando el desastre
Capítulo 54: Luces, cámara y acción
Capítulo 55: Relax total
Capítulo 56: ¿Y nosotros? Bien, gracias
Capítulo 57: Caos
Capítulo 58: Enfrentando la verdad
Capítulo 59: Halloween
Capítulo 60: Fatalidad
Capítulo 61: Luces y sombras
Capítulo 62: Fuerte
Capítulo 63: Oportunidad
Capítulo 64: Navidad
Capítulo 65: Hasta luego
Capítulo 66: Reencuentro [Final]
Epílogo
Extra 1: Master chef
Extra 2: You can't stop the beat
Extra 3: Hoy y siempre
Extra 4: Proyectos
Extra 5: Juegos
Extra 6: Roja
Extra 7: Bebé
Extra 8: McDestino
Extra 9: Papá
La boda [Parte 2]
Especial 200k: Entrevista a Rachel
Especial de Halloween [Parte 1]
Especial de Halloween [Parte 2]
El chef sediento (Otro relato de Halloween)
Otras historias de la autora

La boda [Parte 1]

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By katiealone

Cuando decidieron casarse no imaginaron que organizar su propia boda sería tan complicado. Lo primero fue decidir el lugar, y descartaron El Plaza de inmediato. No porque no pudieran costearlo, sino porque eso llamaría mucho la atención y tendrían que contar con la presencia de Anthony, el antipático organizador de eventos que ninguno de los dos quería ver.

Luego decidieron qué servicio de catering contratar para la comida, y los dos se pusieron muy exquisitos con eso. Ambos eran chefs conocidos, el restaurante de Priss era cada vez más recomendado, muchos sabían quién era ella y hasta le dedicaron notas en medios del extranjero. No querían ser la burla si la comida de su boda era de todo menos perfecta. Y sobre el lugar, al final se inclinaron por rentar una casa de campo en Hudson Valley, una lo suficiente grande donde podrían quedarse sus invitados con toda comodidad.

Y ese era justo el problema, la difícil decisión. La lista de invitados. Había gente a la que iban a invitar de todas maneras pues formaban parte de sus vidas, sus amigos no podían faltar. La familia cercana también. Y luego seguían los otros, aquellos a los que no podían deja de invitar, aunque no les entusiasmara mucho verlos, o quizá ni siquiera irían. Las invitaciones por compromiso.

Estaban en la sala del apartamento de Adriano. Rachel y Priss trabajaban en la lista preliminar, él estaba organizando su vajilla. De vez en cuando la sacaba para limpiar el polvo y ponerla en perfecto orden, justo como le gustaba. Las chicas soltaban nombres de rato en rato, le pedían aprobación, y él respondía sin muchas ganas. Por él y solo invitaba a veinte personas.

—De todas maneras tenemos que invitar a Thomas —dijo Priss en referencia al gerente del hotel—. Me sigue sin caer bien del todo, pero es lo que hay que hacer.

—Thomas, y su esposa. También a los de marketing —agregó él. Lo que le faltaba.

—Tienes razón, van a estar jodiendo después —les dijo Rachel—. Y bueno, creo que con la gente del hotel, restaurante y escuela de cocina está todo cubierto. ¿Revisamos otra vez familia?

—Dale, no es que tenga mucho —continuó Priss—. En algún momento de la vida papá se peleó con media familia, mamá solo tiene unos cuantos tíos vivos y de los demás no sabe. Podría invitarlos por compromiso, no creo que lleguen.

—¿Y Riley Hudson? —le preguntó Rachel.

—Oh, si. Quiero invitar a mi prima y a la tía. Es que en verdad no las veo hace mucho, se les va a hacer difícil llegar.

—Pero puedes incluirlas, amor —le dijo él mientras terminaba de acomodar unos platos—. Si tienen problemas, les ayudamos con la movilidad. Si es importante que tu prima esté aquí no tienes que limitar tu lista.

—Bien —contestó ella sonriendo de lado—. Riley y tía Margaret se quedan en la lista. Adriano, ¿quieres revisar la tuya?

—No —le dijo al tiempo que empezaba a guardar los platos—. Ya están todos, no agregaré a nadie más.

—¿En serio? Porque solo están Sam y tu madre en la lista de familiares del novio —observó Rachel.

—Si, ya sé —contestó, restando importancia a su comentario.

—¿No vas a invitar a tus parientes red necks* o qué?— Apenas Rachel dijo eso y por poco se le cae un plato al piso. Le dio un mini paro cardiaco, no sabría decir si por el plato casi roto, o por la mención de sus parientes.

—¿De dónde sacas que mis parientes son red necks*? —preguntó él. Hizo todo lo posible por tratar de no parecer molesto. No quería que se le notara.

—Porque son de Alabama, duh —contestó Rachel, como si acabara de decir la cosa más natural del mundo—. Entonces, ¿los invitas o no?

—No le debo nada a esa gente —contestó con indiferencia—. Con mamá y Sam basta. No me interesa tenerlos en mi boda.

—Bueno...—murmuró Rachel. Tanto ella como Priss se dieron cuenta que no le gustó nada tocar el tema de la familia, y no querían molestarlo.

—Entonces ya está la lista final. Queda tal cual —continuó Priss para cerrar el tema—. Todavía podemos pasarla hasta el lunes a la imprenta para las invitaciones, si quieres agregar o quitar a alguien aún hay tiempo —le dijo. Él le devolvió una mirada y asintió.

—Está bien así, Priss —ella se encogió de hombros. Claro que necesitaba saber por qué no quería invitar a nadie más. Como a la abuela, por ejemplo. O a los tíos. O a las primas. Y a toda esa gente que contribuyó a hacer de su niñez y adolescencia un auténtico martirio.

Apenas hablaba de eso, en realidad no tocaba el tema para nada. Su familia eran solo Sam y mamá, no necesitaba a los demás. No los quería en su vida. No quería a sus patéticos primos luciendo sus fotos en la boda del chef Adriano Hatmann, cuando a los doce años lo golpearon porque le gustaba la cocina, y hasta lo amenazaron con encerrarlo en el horno de la abuela.

Cuando Adriano se mudó a New York dejó todo ese mundo atrás. Ya no era el chico que atormentaron, no tenía que soportarlos más. Él era alguien, cumplió sus sueños, se iba a casar con la mujer que amaba. Ellos eran espectros horrendos que no deberían volver.


***************


Priss sabía que a Adriano le hicieron daño. Y no se refería solo al asunto de Sandra, eso era caso aparte. Durante el tiempo que estuvo en París, ella insistió a la distancia para que fuerra a terapia, y él aceptó a regañadientes. A su retorno se puso más exigente con ese tema, y quizá él aceptó solo por complacerla. Quiso que él estuviera bien, que empezara a superar de verdad la muerte de su hijo, que dejara en el pasado a Sandra y todo lo malo que ella le hizo. Se podría decir que le fue bien, Adriano aceptó que esa ayuda fue necesaria.

Pero con él no se acababan las sorpresas. Nunca hablaba de Alabama, y apenas mencionaba a su familia. Nunca tenía anécdotas de la escuela que contar. Priss sabía que tenían una familia numerosa, pues Sam los mencionaba en sus visitas. Pero Adriano no, para él era como si no existieran. No había que ser muy lista para darse cuenta que algo había pasado allá, algo que a él lo lastimaba. O quizá no fue una acción, quizá fueron varias cosas.

Priss venía de una familia pequeña. Ya lo había contado antes, papá se peleó de joven con toda su familia, lo echaron de casa. Desde entonces estaba solo, y apenas tenía contacto de vez en cuando con una sobrina suya llamada Riley, y con su cuñada Margaret. Ni siquiera se hablaba con el padre de Riley, porque tía Maggie lo denunció hacía años por violencia doméstica y lo dejó. Por el lado de mamá era lo mismo. Sus padres la tuvieron mayores, pasados los cuarenta. Solo tenía algunos tíos mayores, todos ancianos, y nada más. No se quejaba de su vida familiar, aunque eran pocos, eran unidos. Y nadie se lastimaba.

Pero Priss también sabía de bullying, no la pasó bien en la escuela. Nunca fue de las populares, ni la de mejor ropa, ni la más nada. Ni fea, ni bonita, ni inteligente, ni elocuente. Solo estaba ahí, una chica más. Una para empujar de vez en cuando en los pasillos, una a la que mirar con asco, o simplemente ignorarla. Pero nunca fue bonito ser ignorada en la escuela, pues eso incluía no tener amigas, no ser invitada a fiestas, sentirse excluida. La secundaria fue un lugar nefasto que no quería recordar, prefería hablar de la escuela de cocina, ahí donde fue feliz de verdad, formándose para cumplir sus sueños. Lo demás era pasado, eran cosas que ya no valían la pena.

Ah, pero bien que lloró cuando les daban invitaciones a fiestas de cumpleaños a todas las del curso, menos a ella. Cuando una vez quiso hacer una fiesta en el bowling y solo aparecieron Edu y Riley, que por suerte estaba de visita en New York. Lloró mucho esa noche, porque varios de sus compañeros le dijeron que si hacía una fiesta en el bowling seguro que sí iban, pero claramente solo lo dijeron para burlarse de ella. Sabía lo que era sentirse excluida, sentir que no pertenecía a ningún lado. Pero eso ya no era así, era una chef que cumplía sus sueños. Ya sabía su lugar en el mundo, sabía lo que quería para su vida. Esas cosas ya no podían atormentarla. O ya no debería ser así.

Rachel se fue temprano, dijo que había quedado con Arnie para ir al cine. Ella se quedaría en el apartamento de Adriano esa noche. Por la mañana prepararon lasagna, así que Priss sacó el vino, y los dos se sentaron en la sala a buscar algo que ver en Netflix mientras cenaban.

Desde que a Rachel se le ocurrió mencionar a los parientes de Adriano, este andaba más silencioso de lo normal. No sabía cómo tocar ese tema con él, porque era obvio que necesitaban hablarlo. Cielos, iban a casarse dentro de poco, no podía ignorar que existía una familia de mierda que le hizo daño a su amor. ¿Y si él no quería ni que lo mencione? ¿Y si discutían por eso? No quería pelear, apenas tenían una noche de tranquilidad después de varios días ocupados. Pero, si no lo hablaban en ese momento, ¿cuándo entonces?

—No los necesitas —soltó ella de pronto mientras bebía su vino. Intentó que pareciera algo casual, que él no se tensara.

—¿A quiénes te refieres?— Rehuía la mirada. Él sabía bien lo que quiso decir.

—De tus familiares. Si no los quieres en nuestra boda, pues yo menos. —Adriano suspiró. Torció los labios. Al parecer sí quería hablarlo con ella.

—Esa gente me causa ansiedad, Priss. En serio.

—Ohh... —Lo sabía. Aparte del evidente TOC que tenía Adriano, a veces tenía ataques de ansiedad. Esos habían disminuido desde que iba a terapia, pero era algo que pasaba—. No me los saco de la cabeza. Lo siento, no quiero arruinar nuestra noche. Pero no he dejado de pensar en eso todo el día.

—Ven aquí. —Ella dejó su copa de vino a un lado. Lo llamó, Adriano avanzó hasta sentarse a su lado en el sofá y ella lo abrazó—. No quiero que te sientas mal.

—No estoy mal, solo... bueno... tengo náuseas.

—¿Tanto daño te hicieron? —No debió preguntar eso. En lugar de consolarlo solo lo haría sentir peor.

—No tienes idea. Siempre intenté convencerme que no eran malos, que solo eran así. Que se criaron de esa forma y yo no podía hacer nada al respecto.

—No tienes que explicarme, sé bien cómo es esa gente. —Y se refería a gente ultraconservadora. Rancia, nauseabunda. Racista, homofóbica, ignorante y malvada. Red necks*, como dijo Rachel. Quizá ella lo tomó en plan broma, no tuvo intención de arruinarle el día a Adriano de esa manera.

—Siempre quise creer que no eran malos, pero es que no es así. No puedes ser una buena persona y golpear a un niño porque le gusta cocinar. No puedes ser una buena abuela y humillar a tu nieto diciéndole maricón porque usó un delantal. No puedes dar el ejemplo como tío si golpeas a unos chicos afromaericanos que nada te hicieron. Ahora me queda claro que sí eran malos. Siempre pensé que me odiaban solo por ser diferente.

—Cariño, no te odiaban por eso.

—¿Entonces?

—Te odiaban porque eras mejor que ellos. Porque lo sigues siendo. ¿Qué son ellos? White trash* del sur, red necks* que dan vergüenza ajena. ¿Qué eres tú? El mejor chef del país, el primero del mundo.

—Pero el ranking dice que...

—No me interesa, Adriano. Tú eres el primer chef del mundo, tú ya sabes por donde me paso el último ranking. Te envidian porque eres más guapo que ellos —intentó bromear. Adriano la miró incrédulo, y ambos terminaron riendo a la vez—. Esto me pasa por tener a Rachel como amiga.

—Está bien, entendí tu punto. Y en serio, Priss. No quiero hablar más de esa gente, para mí es como si no existieran. Estarán las personas más importantes en mi vida, no quiero a nadie más.

—No vendrán, ni siquiera tienes que pensar en eso —él asintió, se veía un poco más tranquilo. Cuánto lo entendía en ese momento, y quizá era que le iba a venir la regla, porque solo de pensarlo le dieron ganas de llorar. Pero es que ella conocía bien ese sentimiento de rechazo. Ese saber que no era lo suficiente para algunos, esperar la burla, levantarse pensando que te esperaba otro día de mierda más. Ella y Adriano compartían mucho, como su amor por la cocina. Pero también el miedo, el rechazo, el pasado horrendo que querían dejar atrás.


**************


Esa tarde todo eran risas. Por la mañana recibieron las invitaciones de la imprenta, les echaron un ojo y ya solo quedaba distribuirlas. Priss las llevaba, ella y Rachel se encargarían de eso luego. En ese momento tenían otra urgencia que atender, y eso era que Edu se comprara de una vez el traje para la boda. Por alguna razón insistió en que Adriano estuviera presente, ya que su padre estaría ocupado, y no confiaba en otro para que lo ayudara con esa situación. Así que Adriano aceptó a acompañar a Edu, como Priss y Rachel tenían la tarde libre los acompañaron.

Ya se había probado dos trajes, pero Edu decía no sentirse cómodo. Adriano le sugirió uno azul que se veía bien, y al fin salía del vestidor con este puesto. A un lado estaban sentadas las chicas, él las miró y empezó a modelar. Rachel contuvo la carcajada, porque el otro se estaba pasando. De pronto alucinaba que estaba en una pasarela y se lució mucho, por lo que Adriano concluyó que sí le gustó ese traje, y quizá con ese se quedaba.

—Díganme, de uno a "dios griego", ¿qué tan sexy me veo? —preguntó el muchacho muy creído. En realidad ya había terminado la escuela, pronto iría a la universidad. Priss ayudaría con los gastos, le estaba yendo muy bien con el restaurante y podía permitírselo.

—No seas payaso —le soltó Rachel, quién apenas lo miraba—. Te queda bien y ya, al fin pareces gente.

—Bueno, reformulo pregunta. De uno a "cataratas del Niágara", ¿qué tanto te mojó mi sexi presencia?— Rachel y Priss abrieron la boca con sorpresa, esa ni él se la podía creer.

—Edu... —le reprendió, pero el otro seguía sonriente y haciéndose el galante.

—¿Qué? ¿Acaso no es verdad que...? ¡Rachel! ¡Eso dolió! —se quejó Edu. Antes de que cualquiera pudiera reaccionar, la chica le arrojó un colgador de ropa que le impactó en la cabeza.

—Eso te pasa por estúpido. Ya te dije. Eres una cría, no puedes pensar que en serio te voy a hacer caso algún día —le contestó la otra. En realidad Adriano no sabía si Edu decía en serio todo eso de que le gustaba Rachel, pero quizá estaba tirando muchas indirectas.

—Eso ha sido la maldad pura, ¿sabes? Algún día me vas a querer, todas necesitan un sugar baby en algún momento de su vida —lo dijo tan serio y tan dolido que, aunque quizá quiso conmover, el efecto fue todo lo contrario. Priss empezó a reír a carcajadas, Rachel también. Él tampoco se aguantó la risa. Los tres adultos presentes entraron en un ataque de risa incontrolable. Ya hasta le daba vergüenza reír tanto, todos los miraban. Y el pobre de Edu que estaba rojo y avergonzado—. O sea, ya paren. No entiendo esta actitud nefasta conmigo, no entiendo por qué siempre termino agredido de esta manera. No me cabe en la cabeza tanta infamia, tanta maldad, tanto bullying. No puedo vivir así. —Dramatizaba. Pero poco a poco los tres se calmaron.

—Bueno, bueno —dijo Priss luego de respirar hondo varias veces—. Te ves guapo, Edu. En serio, te queda bien el traje. Creo que puedes comprarlo.

—Ehh... si, pero es que como que está un poco caro —les dijo el chico—. No tenía tanto presupuesto.

—Olvida eso, yo pago el resto. Vamos, solo le haces unos ajustes y listo, quedarás perfecto —le dijo él. Edu asintió contento.

—¿Ya ven? Todos necesitan un sugar baby alguna vez en su vida. Gracias, Adri —se burló el desgraciado ese. Adriano frunció el ceño, y Rachel empezó a reír otra vez. Ese ataque de risa no tenía cuando parar.

Tomaron las medidas de Edu para los ajustes, fueron a la caja y pagaron al fin aquel traje, pasarían a recogerlo luego. Ellos tenían que volver a sus restaurantes pronto para la cena. Acompañaron a Edu hasta la estación de metro, luego cada quien siguió su camino. Priss tomó otra ruta, él y Rachel iban camino a El Plaza. Por esos días el tema de conversación favorito de todos era la boda, así que empezaron a hablar sobre la elección del catering y los bocadillos.

Quedaban apenas unas cuadras para llegar al hotel, cuando Adriano sintió el vibrar de su celular. Se detuvo, era su madre. Supuso que le iba a preguntar cualquier cosa sobre la boda, o quizá solo llamaba para saludar. No le pareció nada importante. No hasta que sintió su voz muy extraña por el teléfono. Podía jurar que había llorado.

—¿Está todo bien en casa? —preguntó él. Sintió hasta miedo de preguntar eso. En realidad no quería saber, no le importaba si en Alabama estaban bien. Por él y que los partiera un rayo a todos.

—Sabes que no —contestó despacio Sophia—. ¿Recuerdas que te comenté hace un tiempo que mamá se sentía mal y no sabían qué era? Bueno, ahora ya saben. Es cáncer de mama y no se puede operar. —Adriano se quedó quieto en medio de la calle. Rachel tuvo que hacerle una seña para que se apartara a un lado y la gente dejase de golpearlo con sus hombros al pasar por las transitadas calles de New York. Ella lo miró preocupada, pues había palidecido. En ese momento hasta sintió que le faltaba el aire.

—Oh... mamá... lo siento. En serio. —Era extraño. Lo sentía por ella, por su madre. Porque sabía cuánto debía de estar sufriendo con esa situación. Pero no lo sentía en absoluto por la abuela Margot. Y se sintió del asco de pronto, porque no era capaz de sentir compasión por una anciana con cáncer. Una anciana con cáncer que hacía unos años fue solo una mujer homofóbica que por alguna razón pensó que su nieto era gay porque amaba la cocina. Y lo hizo sentir como una mierda por eso.

—Es difícil, ya sabes. El cáncer está avanzando, no pueden hacer nada. No sabemos cuánto tiempo durará esto, pero...

—Lo entiendo —le cortó. No quería saber más. Cualquier asunto relacionado a los Hartmann lo ponía de los nervios. No, tampoco era correcto decir eso. Rachel lo ponía de los nervios con sus chistes comunistas, los Hartmann le daban ansiedad. Pero ansiedad en serio, de esa que te hace creer que estás muriendo.

—Ella ha preguntado por ti. —Si antes ya se sentía mal, en ese momento fue peor. Desde que se fue de Alabama nunca le dijeron algo como eso. Ni su madre, ni Sam. Siempre pensó que no querían saber de él, y no le importó, porque él tampoco quería nada de ellos. Pero de pronto mamá le daba esa novedad de terror. Sentía que era como invocar al demonio—. Lo siento, hijo. Sé que no quieres a nadie de aquí en tu boda, pero tuve que decírselo. Le conté que vas a casarte.

—Y supongo que ninguno de ellos tuvo la desfachatez de exigirte que los invite, ¿verdad? —sonó más amargo de lo que esperó. Sabía que su madre se sentía mal, no quería discutir con ella en ese momento. Pero si se atrevía a decirle que tenía que invitarlos a la boda iba a estallar.

—No, claro que no. Y créeme, la abuela lo entiende. Sé que no fue la mejor madre del mundo, también me hizo cosas, Adriano. Pero la he perdonado, tuve que hacerlo. Es mi madre, y es tu abuela.

—Ya lo sé, pero me parece que es muy tarde para querer ser la abuela ideal ahora, ¿no crees?

—Pero no es tarde para pedir perdón.

—¿Cómo dices?

—Quiere verte, Adriano. Está arrepentida de muchas cosas, y si le das una oportunidad, ella se disculpará contigo. ¿Le darías una invitación para la boda? —No fue capaz de contestar. No quería, no podía aceptar algo como eso. Pero, ¿qué iba a hacer? Estaba moribunda, ¿podía negarse? ¿Y él qué? ¿Valía la pena sacrificar su paz mental por el último deseo de la abuela?

—Ya tenemos todas las invitaciones impresas —contestó como en automático.

—Adriano...

—Bien, lo voy a revisar con Priss, ¿si? Luego te doy una respuesta.

—Al menos sé que lo vas a pensar. Gracias, hijo. Te dejo ahora, tengo que ir a verla.

—Hasta luego, mamá —colgó. Mientras sostenía el teléfono, estuvo casi seguro que iba a tener una crisis en ese preciso instante. Dios, que hacía mucho que no pasaba una de esas. Quizá la última vez fue cuando pasó a visitar a Sandra al hospital psiquiátrico, ese día fue terrible.

—Oye —la voz de Rachel lo trajo de vuelta a la realidad—, si quieres te acompaño a casa, no te ves nada bien.

—No, quiero ir al restaurante. Prefiero distraerme —contestó apenas. El corazón le latía acelerado, tenía que controlar su respiración.

—¿Qué pasó?

—Mamá quiere que invite a mi abuela moribunda a la boda.

—¿Y eso es muy malo?

—Es una red neck* homofóbica. —Rachel hizo un gesto de desagrado que acabó por causarle gracia.

—Ugh, qué horrible es tener familia. Felizmente mamá me abandonó para irse con su sugar italiano. —Quizá eran los nervios, la situación, o el comentario. Pero le volvió el ataque de risa de hacía un rato. Prefería mil veces reír a llorar.


****************


Dos cuadras para llegar. Priss escuchaba por los audífonos algunas de las canciones que habían seleccionado para ciertos momentos de la boda. Tenía qué escoger, por ejemplo, qué canciones pasarían para bailar con Adriano, y también para el vídeo oficial. Estaba un poco distraída, era cierto. Por eso apenas vio a esa chica que cruzó justo por la esquina. Se dio cuenta cuando le cayó en el brazo medio Caramel Macchiato. Iba a abrir la boca y a pedir disculpas a la persona que tuvo la desgracia de cruzarse en su camino, pero entonces la vio y se le fueron todas las palabras. Era Kimberly Sandstrom.

La gran mayoría de películas, artistas, series y otros, incluyendo Taylor Swift y el Glee cast, te venden el futuro de otra forma. Es decir, tu encuentro con aquella desgraciada que te atormentaba la vida en la escuela. Tú, arriba, empoderada, triunfadora porque lograste pasar sobre todo el daño que te hicieron. Ellas, abajo, con trabajos mediocres, perdedoras. Gente que pagaba las consecuencias del karma. Pero Kim Sandstrom no era nada de eso, se había puesto una divinidad.

Sabía, porque una siempre se entera de esas cosas, que Kim había sacado su propia línea de ropa. Que además era influencer, exitosa, y ganaba que daba miedo. No tanto como Anne, pero sí estaba bien sin mucho esfuerzo. Priss no se quejaba de su vida, todo lo que tenía había sido gracias al trabajo duro, había cumplido sus sueños y lo disfrutaba. Pero a veces era inevitable no sentir una pizca de envidia por esa gente que conseguía todo lo que quería gracias a la magia del Instagram. Y cuando Kim se dio cuenta de quién era ella, cambió esa cara de odio puro por otra. ¿Amable? Claro que no. Hipócrita.

—Pero si es Priscila Hudson —dijo fingiendo sorpresa—. ¿Me recuerdas? De la secundaria.

—Como olvidarlo —le soltó con cierta ironía en la voz. Esa idiota le tiró la bandeja de comida varias veces, tuvo que comer a escondidas en el baño entre lágrimas para evitar que ella le arruinara el almuerzo.

—Obvio, soy difícil de olvidar —le dijo muy creída—. ¿Qué tal? He escuchado que te va de lo más bien, hasta saliste en las noticias. ¿Sigues con ese chef tan guapo? Cuando saliste en sociales no la podía creer. Quiero decir, tú y él... No te ofendas, pero... —se burló en su cara la básica esa. ¿Pero qué mierda había creído? ¿Qué aún tenían quince años e iba a soportarla?

—¿Pero qué? —le dijo muy seria—. Vamos, no te cortes. Puedes soltar tu veneno, solo ten cuidado de morderte la lengua.

—Uy, qué agresiva. Esperaba al menos una disculpa por derramar mi bebida.

—Lo siento, te devolveré el dinero. ¿Feliz?

—Más o menos. No me has respondido. ¿Sigues saliendo con ese chef?

—Vamos a casarnos —le dijo sin dudarlo. Solo entonces Kim puso atención a que llevaba una bolsa transparente con todos los sobres de invitación para la boda.

—Ohh... ya veo. Felicidades entonces, quién lo diría. Tú casada con una celebridad. He escuchado de tu restaurante.

—¿Ah si?

—Claro, tu amiga Anne-Marie no se cansa de recomendarlo en redes. Ah, y ya vi que invitaste a varios influencers a comer, ¿y yo qué? ¿Estoy pintada? —bromeó. Pero esa estaba muy loca si pensaba que le iba a dar siquiera un pan en su restaurante.

—Te habrás dado cuenta que sí, he invitado Travel bloggers y gente que se enfoca a la gastronomía. Tú no estás en ese rubro, así que no vale ofenderse.

—No me ofendo para nada. Vamos, Priss, cambia esa cara que ya no estamos en la escuela. ¿Qué tal si solucionamos todo de manera civilizada?

—¿Perdón?

—Te disculpo lo del café y de que me ignoraras todo este tiempo, a cambio de que me invites a tu boda.

—¿Por qué debería hacer algo como eso? —soltó brusca—. Será una ceremonia íntima, solo amigos y familiares.

—Vamos, será bueno para nosotras. Te acercaré a otro público, imagina cuanta gente vendrá cuando se entere que somos amigas. Tengo mucha influencia en el mundo de la moda, ¿sabes?— Alucinada. Para esas cosas de influencers ya tenía a Anne, no necesitaba de esa ridícula.

—Voy a declinar la oferta, estoy bien así. Te pagaré el café, y disculpa por el accidente.

—Vamos, no seas cobarde. No me gustaría tener que hacer una trasmisión en vivo contando como cierta chef me derramó el café y se largó como si nada. —Priss la miró muy seria. No podía creerse eso.

—¿Me estás amenazando?

—Creo que si —le dijo con una sonrisa. Priss sacó veinte dólares de su billetera y se los dio, no le importaba si el café valía eso, solo esperaba que lo aceptara.

—¿No tienes nada más qué decir? Estoy apurada.

—Vamos, Priss. ¿Estás segura que quieres rechazarme?

—¿Estás segura que quieres venir por mí, Kimberly? Porque te has equivocado. No estamos en la maldita secundaria, a mí ya no vas a amenazarme. Así que no te atrevas a intentar joderme, porque no sabes de lo que soy capaz, ¿estamos?

—Estamos —respondió de mala gana.

—Adiós, y que tengas buen día. —Priss siguió su camino de largo, estaba molesta de verdad. Se dio cuenta que también estaba temblando. No podía creer que a ese punto de la vida las cosas que creyó superadas en medio de su felicidad y éxito volvieran a atormentarla en su mejor momento.



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*Red necks = Cuellos rojos

*White trash = Basura blanca

Términos que aplican en Estados Unidos para describir a los conservadores del sur, principalmente de estados como Alabama. Son términos despectivos para gente blanca de bajo status social, y bajo nivel cultural. Se asocia a gente de ultraderecha, conservadora, homofobica, antiderechos, racista. 

**En multimedia: Popular song - Mika ft. Ariana Grande

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¡Hola, hola! Este especial lo escribí para celebrar los primeros 100k de CT, y lo celebré MUCHO DRAMA Y DENSIDAD XD 

Tomé en cuenta algunas de las sugerencias que hicieron en la encuesta que publiqué, como saber más de Adriano, su familia, etc. Algunos temas que se mencionarán en este especial serán tratados en la secuela con Rachel. Entre esos temas está el sugar italiano de la madre de Rachie jajaja

¡Más tarde la segunda parte con más drama! Y risas también pa' no perder la costumbre xdddd

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