Un año pasó después de aquella tragedia por la que pasamos. En sí, los primeros meses que Giyuu me veía llorar me consolaba diciendo "Recuerda que todo fue por culpa tuya." Haciéndome entender que si no la hubiera regado, a lo mejor estaría estudiando en estos momentos y no estando en otro país donde debo esperar ahora a mí esposo, sí, mi esposo, que llega de trabajar a las tres de la tarde.
Viajamos hasta la república de Dinamarca, donde Tomioka consiguió un trabajo de campo. Exacto, vivimos en una aldea lejos de la ciudad, con personas humildes y arduo trabajo de campo. A mí no me deja trabajar, soy la ama de casa (que siempre he odiado serlo), y pues tengo que esperar aquí viendo el lindo paisaje que me acompaña desde temprano.
Nuestra casa queda retirada de la aldea porque igualmente piensa que puedo volver a escaparme, en fin. Mi vida dio un tremendo giro desde aquel día, donde me torturo psicológicamente que fue mi culpa. A veces intento olvidarlo pero, al frustrarme por lo cansado que es no poder hacer algo como trabajar, mi mente recuerda ese día como un flash back en cámara lenta.
Me he acostumbrado a vivir ya aquí con Giyuu, es más serio que antes pero siempre tiene sus ratos cariñosos. Nunca hemos pensado en tener hijos porque lo convencí de que si tuviéramos algún problema sería muy difícil estando menores presentes. Lo entendió, además de que no soy fan de los bebés y él ya no tiene tanta paciencia. (Por mi culpa)
Miro al reloj y ya son las tres, no tarda en llegar. ¿Saben lo increíblemente puntual que es? Quiero decir, si dice que llegará a tal hora, exactito llega a esos números marcados. En este caso, debe cabalgar hasta acá lo cual eso le demora una media hora. Corro hacia la cocina para preparar algo rápido que literal se me fue el tiempo pensando, ayer terminé el aseo así que no hubo mucho que hacer por hoy.
Las manecillas siguen andando y yo sudo con el calor de la sartén ardiente sobre el fuego. Hacer este tipo de cosas nunca fue lo mío, siempre me vi como una mujer trabajadora fuera del hogar, con la llegada del azulino todo fue un cambio para mí, como si las palabras que había declarado se rompieran por su culpa. Siempre que hago mis labores pienso y pienso en lo mucho que odio hacer esto y en cómo debo resignarme a vivir.
¡Auch!
No me di cuenta en qué segundo fue que por distraída toqué la sartén ardiendo. Mi dedo se torna de un rojo intenso para crear así una ampolla, cielos.
-¿Por qué demonios me tocó un destino así? -Maldigo después en mis adentros.-
¿Recuerdan el castigo? Me lo quitó después de la boda. Lo digo por si estaban con el pendiente.
Terminando la comida, sirvo los platos y los tapo para que no se enfríen, después de todo ya está por llegar. Busco un curita y ya por fin cubro la ampolla que arde como no se imaginan. Luego escucho el sonido de un caballo.
-Ya llegó. -Susurro para mí misma tragando saliva.-
Y bien, como toda esposa debo ir a recibirlo a la entrada con un beso y un abrazo. De eso no tengo problema pero cuando me obligó literalmente a hacerlo la primer vez, fue como "¿Enserio me estás obligando a hacer esto forzadamente?".
De inmediato voy a la puerta y la abro, él me dedica una sonrisa ladina y me abraza hundiendo su cabeza entre mi cuello y hombros. Suelta un suspiro y susurra:
-Te extrañé. -Río un poco por el cosquilleo que eso provocó en mi oreja.-
-La comida ya está, vente a sentar. –Le revuelvo el cabello alejándome de él y pronto toma mi cintura atrayéndome de nuevo.-
-¿No dirás lo mismo? –Me mira serio.-
-No hace falta recalcarte que todos los días me haces falta, Tomioka Giyuu. –Su sonrisa vuelve y procedemos a caminar hasta la cocina.-
Y no miento, estoy muy sola por acá. Las mujeres de la aldea son tan flojas que no quieren venir a caminar siquiera para hacerme plática. Aunque me había enterado hace poco que rumorean sobre mí, "Nada más el marido trabaja, que floja es." Como siempre hablando sin saber nada, típico de señoras y esposas jóvenes influenciadas por sus madres.
Nos sentamos y agradecimos la comida. Empezó a comer primero él, yo tomé el tenedor pero sentí un dolor horrible en mi dedo que me hizo soltarlo de inmediato.
-¿Estás bien, cariño? –Su mano se posa sobre la mía y lo miro, está preocupado.-
-Sí, sí. No te preocupes, me quemé hace poquito con la sartén, solo estaba admirando el paisaje.
-Es hermoso, ¿no? –Asiento con la cabeza y un sonido de mi garganta.- Siempre he sabido lo mucho que te gustan estos paisajes, por eso me decidí que vivir aquí sería lo mejor.
-Que considerado. –Sonrío con un ligero toque de desgane.- ¿Está bueno?
Claro que le va a encantar. Es sopa de rábano, Tomioka la ama como uno no tiene idea. Fue lo primero que aprendí a cocinar cuando cumplimos nuestra primera semana de novios. Cuando no sabía que estaba loco por mí.
-Me encanta. –Sonríe con la mirada hacia la sopa.- ___.
Lo volteo a ver ante su llamado.
-Esta noche... -Lo veo tragar saliva.- Podríamos... ¿intentarlo?
-¿Intentar qué? –Lo miro confundida.-
-Ya sabes... eso. –Sus ojos divagan por toda la cocina mientras un fuerte sonrojo lo cubre. Sus manos se posan debajo de la mesa al yo notar que tiembla.-
Oh, creo que ya sé a qué se refiere. En nuestra primer semana de esposos, Giyuu estuvo muy nervioso por querer intentar tener relaciones conmigo, simplemente no se pudo por su temor. No lo culpo, agradezco que aún guarde su ternura ante mí. Con los demás es algo serio, menos con los abuelitos de la aldea, con ellos es muy agradable.
Lo miro arrogante ocultando mi carcajada esperando a que me mire, cosa que si hace. Su ceño se frunce y estando a poco de hablar, decido interrumpirlo.
-Claro, pero esta vez no me estornudes e la cara. –Río un poco ocultando mi risotada.-
El azabache se sonroja más y niega avergonzado. Esta es la faceta que me gusta, donde no está serio o enojado por hacer algo que no le gustó.
Un corto rato pasó y se fue a quitar la ropa de trabajo. Me avisa que se va a bañar.
-¿Harás algo más? –Me pregunta.-
-No. –Le contesto desde la otra habitación.-
-Báñate conmigo.
Estoy terriblemente sudada y exhausta, claro que te voy a aceptar un baño, Tomioka. Llevo conmigo cuatro toallas, dos para el cuerpo y dos para el cabello. El engendro tiene mejor cabello que yo, ¿pueden creerlo?
Mi esposo y yo ya estando en el baño, nos despojamos de nuestras prendas y nos adentramos en la bañera.
-Voltéate. –Le pido y obedece.- Voy a cepillar tu cabello, debe estar muy enredado.
Al darme la espalda, tomo el cepillo que estaba al lado y comienzo cepillando las puntas. Súper enredadas están. Es que no tiene cuidado en su persona, él mismo me ha confesado que no le interesa mucho, pero como yo soy mucho de oler su cabello siempre procura mantenerlo limpio. A veces llega con un olor a pescado que lo impregna horrible. Esas veces me pide que lo bañe, es como bañar un niño porque se queja de lo fuerte que lo tallo.
Ahora cepillo su nuca.
-Se siente bien cuando tú lo haces. –Habla en un tono ronco, me estremezco.-
-Ya sé que te encanta que complazca tu cuerpo sin cosas sexuales. –Escucho como escupe saliva y sus hombros tiemblan indicando que está riendo en silencio.-
Tan pronto como acabo, Giyuu se voltea para estar frente a mí. Sus manos toman mis hombros y comienza a analizar mi cuerpo con su mirada.
-Está libre de marcas. –Confundida lo miro.- Tu cuerpo, está puro.
Luego pide que me recueste en su pecho y haciendo eso, me empieza a acariciar la cabeza.
-Me gustan estos tiempos de intimidad contigo. –Suelta un suspiro.- Creo que ya estoy listo para dar el siguiente paso.
-¿De verdad? ¿Ya revisaste que no tengas alergias? –Me da un golpecito en la cabeza y río.- Ya, ya. Sabes que bromeo.
-Solo tengo miedo de lastimarte.
-Nunca lo has hecho. –Al menos no físicamente.- No hay de qué preocuparse.
Un silencio se apodera del ambiente. No hay tensión pero si nos quedamos pensando un rato. Espero no piense que recuerdo el daño psicológico que me ha hecho porque se va a poner todo histérico culpándose a sí mismo e intentará cortarse como una vez casi hizo.
La tarde la pasamos en el patio, admirando la vista a las montañas nevadas mientras disfrutábamos de una bebida al tiempo. El sol se ponía y el celo adoptaba colores preciosos. Estar así me hace olvidar lo que una vez pasé, o lo feo que sería vivir con Giyuu.
Fue lo contrario. Nunca fue un infierno y aún después de lo que pasamos, me sigue tratando de forma respetuosa.
...
Unos toques en la puerta me sacaron del trance.
Giyuu debería estar trabajando, ¿salió temprano? Como sea, voy a abrir la puerta y lo que me encuentro me desconcierta.
-Uh, lo siento por irrumpir, señorita. Soy un viajero y llevo caminando un largo rato. ¿Podría regalarme algo de agua, por favor?
Oh diablos ¿qué hago? ¿Estará bien? No sé cómo podría reaccionar Giyuu, aunque no está. Este chico solo quiere agua, no habrá problema supongo.
-Claro, pasa. –Lo único que si debo hacer es mantenerme neutra.
Unos minutos después...
-¿Qué? ¿Enserio? –Me carcajeo.- No puedes estar hablando enserio.
-Te lo prometo, ese burro me pateó tan fuerte que rompí la madera del establo.
Estallo en carcajadas y golpeo la mesa. Aquel chico se quedó platicando conmigo y me contó muchas de sus anécdotas de viaje. Les juro que no puedo parar de reír, es muy gracioso.
De pronto miro la hora, ya casi son las tres.
-Gracias por la compañía, amigo. Pero mi marido está por llegar y no sé cómo se lo tome. –Parece comprender el asunto.-
-Oh, entiendo. Gracias a ti por dejarme descansar un poco, y por el chocolate. –Sonrío.- Mmm, estaré unos días en la aldea, ¿podría visitarte más seguido? Claro, siempre que no esté tu esposo, te aseguro que solo vendría a charlar.
Lo pienso. Tal vez no sea malo tener algo de nueva compañía, quiero decir, no he hablado con casi nadie en todo este año aquí. Me vendría bien ver caras nuevas.
-Claro.
...
Un mes pasó, las visitas del chico se hicieron constantes. Preferimos no decir nuestros nombres para evitar problemas, ¿inteligente no? En fin, hoy tuvimos una charla algo seria. Me contó que escapó de casa y por eso estaba viajando mucho. Accedió a darme su edad, tiene apenas 18 años y ya parece un veterano de guerra por las heridas que tiene.
Me quedo en el marco de la puerta sintiendo el aire en mi cara, es algo frío. Significa que ya viene el invierno.
Narrador omnisciente.
Tomioka esta vez había decidido dejar a su caballo en un pequeño establo para que lo trataran. Cuidarlos es algo molesto y prefiere evitarse eso.
Caminando por la aldea, nota ciertas miradas de los habitantes sobre él. Lo conocen, pero ahora son constantes esas miradas que lo ponen de nervios. Al pasar por un pequeño local para comprar algo de pan, escucha unos murmullos de unas señoras.
"Esa mujer debería estar avergonzada."
"Y más porque ese hombre va todos los días a su casa."
"¿No está casada con Tomioka?"
"Parece que si."
Eso fue el colmo. Giyuu salió de la fila y corrió en dirección a su hogar. Su furia aumenta terriblemente conforme se acerca a su morada y sus puños se vuelven blancos por como los aprieta. Las venas en su cuello hacen su presencia y una vez estando a metros, nota tu presencia en la entrada.
Tu lo ves sorprendida y estando a punto de levantar tu mano para saludarlo, él se detiene justo frente a ti respirando terriblemente fuerte y agitado.
-¡Por Dios, Giyuu! ¿Por qué viniste corriendo así? -Lo agarras de los hombros y lo miras preocupada.-
El ojiazul levanta poco a poco la mirada. Da miedo. Es tan sombría que un escalofrío recorre toda tu espalda y tus manos se tensan. Al terminar de respirar de forma agitada y audible, calma su pulso.
-Giyuu, cariño. ¿Qué pasa?
-¡No me digas cariño! -Grita y te empuja hacia dentro. Él cierra la puerta azotandola y luego te mira estando en el suelo.- ¿Quién demonios es ese tipo?
Los nervios hicieron que olvidaras el dolor de la caída.
-¿Qué...? -Susurras.-
-No, ¡no te hagas la aturdida! ¡Sabes de lo que hablo! -Se pone sobre ti sujetando tu rostro con ambas manos.- ¡¿Quién es ese imbécil que viene todos los días en mi ausencia?!
"Oh, demonios." Piensas.
Tragas saliva intentando buscar como calmar la situación, todo se vuelve difícil a medida que hace presión sobre tu rostro. Sus ojos oceanicos se incrustan sobre ti como navajas haciéndote decir la verdad, lo hará de todas formas.
-Por favor no me hagas daño, espera... -Cierras los ojos tratando de evitar su mirada.- Te lo diré, solo cálmate un poco y déjame explicarte bien.
Pasado aquello, tomaron asiento él a regañadientes pero lo hizo. Comenzaste contándole toda la historia, al principio no quería entender pero conforme le explicabas el por qué lo dejaste estar de visita, su rostro dejó de ser tan intenso. Luego sus puños se fueron relajando y así recostó su cabeza sobre el sillón.
-Yo no sé que haré contigo, ___. -Lo miras expectante de lo que hace.-
Sientes miedo, es como si algo en él se hubiera roto.
-¿Tu de verdad quieres que sea una bestia contigo? -Tragas saliva.- Eres una mal agradecida.
No, no tiene razón. Pero cualquiera que esté así de furioso por dentro llega a decir cualquier cosa.
-Pero, Giyuu, ya te expliqué...
-Esa no es excusa ___. -De pronto se levanta.- Bien pues, será como tu quieras. Ya no seré para nada cariñoso contigo. -Toma tu muñeca y te hace levantarte.-
De un momento a otro estás sobre su cama, tus muñecas son sujetadas sobre tu cabeza y su mirada divaga por tu cara. Está muy serio.
-No tendré miedo de nada. -Suspira soltando un aire caliente.- Mañana estaré esperando a ese tipo. -Toma una pausa para acercarse a tu cuello.- Tendré que volver a manchar mis manos.
Tus ojos se abren de par en par y comienzas a sudar del miedo. Tus brazos tiemblan mientras que una oleada de temores inundan tu cuerpo, el miedo se apodera de ti y comienzas a llorar. Entre sollozos, le pides que no lo haga pero ya es demasiado tarde, debiste pensar mejor tu respuesta hace un mes. Ya no hay vuelta atrás,
-Toda esta vida que logré construir para que puedas estar cómoda, la volviste a destruir. Fue todo en vano. -Aprieta más su agarre. Con la otra mano arrebata tu blusa de un jalón.- ¿Qué demonios quieres de mi, ___?
-Tu... Tu eres el que quiere de mi... -Sollozas.- Destrozaste mi vida.
-Yo no pido más que a ti. Eres a lo único que necesito. -Su mano se escabulle por debajo de su chaqueta y saca una pequeña navaja bien afilada.- ¿Te gusta hacerme sufrir?
Niegas con la cabeza.
-¡Tu eres el que me hace sufrir!
-¡Silencio! ¡¿No ves lo mucho que e hecho por ti?! -Suelta un corte en su brazo y la sangre cae en tu mejilla.- ¡A ti te gusta hacerme sufrir demasiado, mujer! -Otro corte y la sangre pasa por tu boca.-
Ahora lloras a mares viendo como se lastima a sí mismo.
-¡Te pedí solo una cosa! -Sus lágrimas ahora salen.- ¡Solo una cosa, y era no ver a ningún hombre!
-... -Es inútil decir algo en estas circunstancias puesto que ya no entenderá.-
-¡Esto solo era entre tu y yo! ¿¡Por qué metes a terceros siempre!?
Tu rostro cae rendido ante la culpa y la preocupación, solo fueron dos cortes para hacerte sentir de lo peor y así llorar más, pero en silencio. Solo queda callar y dejarlo ser, es todo, no hay vuelta atrás.
No hay nada por hacer para que Tomioka Giyuu cambie su forma de ser. Está loco por ti, solo te quiere a ti y tiene miedo de que lo dejes, eso es todo. Puede sonar absurdo pero, Giyuu es como un niño al que lo abandonaron. Es una persona insegura de sus capacidades y siempre lleva consigo el temor de perderte.
-Perdóname... -Lo miras a los ojos entre lágrimas.- Fue mi culpa...
-¡Lo fue! -Solloza y se deja caer sobre ti abrazándote fuerte.- ___, me duele demasiado...El corazón.
-Lo sé, lo sé... -Acaricias su cabello.- Curaré tu heridas. Solo... perdóname por favor, cariño.
Respira hondo sobre tu cuello y asiente lentamente con la cabeza dejando escapar pequeños sollozos. Tal como dije, un niño.
-Por favor nunca me dejes... te necesito, ___. Como no te imaginas. -Aprieta el abrazo.-
-Créeme que no volveré a lastimarte, pequeño.
No dijo más, suspiró de alivio y cansancio y se calmó por fin.
...