SUEÑOS PERFECTOS © | SL #2...

By nightredrose

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SEGUNDO LIBRO DE LA SERIE "SIN LÍMITES" Luego de varios tropiezos, hay heridas que nunca sanan. Las tristezas... More

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SP © | DEDICATORIA
SP © | EPÍGRAFE
« PROTEGE TÚ CORAZÓN »
SP © | PRÓLOGO
SP © | CAPÍTULO 1
SP © | CAPÍTULO 2
SP © | CAPÍTULO 3
SP © | CAPÍTULO 4
SP © | CAPÍTULO 5
SP © | CAPÍTULO 6
SP © | CAPÍTULO 7
SP © | CAPÍTULO 8
SP © | CAPÍTULO 9
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By nightredrose

Decisiones
Por: Caterina Russo

Mordí mis labios, observando hacia mis manos entrelazadas, allí sobre mis piernas, cuando no pude soportar el silencio tenso que se había esparcido por toda la oficina del café. Solté el aire despacio, e intentando relajar mis hombros tensos, mis ojos volvieron a buscar los de Alexander para ser testigo de su mirada llena de molestia. Inspiré profundamente, llenando mis pulmones de algo que pude identificar como valor. La situación era extraña, jamás había ocupado la posición de hermana menor.

—¿Me vas a ayudar? —pregunté, aguardando por una respuesta que había empezado a tardar.

—¿Por qué esperaste hasta ahora para decirme? ¿Qué te costaba confiar en mi? —preguntó, con el ceño fruncido, haciéndome negar a ambos lados con la cabeza.

—No se trata sobre eso y lo sabes. —dije con seguridad. —Quería darle la oportunidad de que hiciera un esfuerzo, ella sola, pero jamás dejé de velar por su bienestar. ¡Fue duro cuando la traje a vivir conmigo! ¡Pensaba que Papá rompería la puerta en cualquier minuto! Me costo hacer que se adaptara, no quería presionarla.—

—Y ahora es una alcohólica. —puntualizó Alex, haciéndome cerrar los párpados por algunos instantes al inspirar para mantener la compostura.

—No es como si se hubiera contagiado con la gripe hace dos semanas, Alexander. ¿La has visto? Tiene unas ojeras terribles, esta tan flaca... y su piel parece apagada. No come como me gustaría que lo hiciera, a penas habla de las cosas que sucedieron. ¿Quién soy yo para obligarla a hablar? ¡Por eso estoy aquí! ¡Por qué necesito que me ayuden! —exclamé, sin poder evitar mi tono frustrado.

Sintiendo como Marcella tomaba una de mis manos y daba un firme apretón, me hizo recordar que no estábamos solos y regresé a tierra. Dejé caer los hombros, derrotada, y sintiendo como mis sienes comenzaban a palpitar de manera molesta recordé lo ebria que había llegado la noche pasada. Yo tampoco había sido un buen ejemplo.

—Será mejor que nos calmemos, esto no es culpa de nadie... simplemente debemos encontrar la manera de ayudar a Leonor. ¿De acuerdo? —subió las cejas, con aquella expresión que le exigía a mi hermano en silencio que necesitaba moderar su actitud.

—Lo siento... es solo qué... —

Tres golpes sobre la puerta interrumpieron las palabras de Alexander, y mientras todos nos asegurábamos de mirar hacia la entrada, una melena rubia se llamó por completo la atención.

—Lamentó interrumpirlos, nos están dejando una mercancía y me están pidiendo el pago. —explicó la chica, dirigiéndose hacia la nueva pareja que desde hace un tiempo dirigían el negocio.

—Yo voy, ahora los alcanzo. —respondió Marcella, dando algunas palmaditas sobre mi mano al tiempo en el que volvían a cerrar la puerta, poniéndose de pie con suavidad para entonces mirarnos a mi hermano y a mi.

—No los quiero discutiendo otra vez, ¿de acuerdo? Si lo que pretenden es ayudar a Leonor esa actitud no les funcionará, a ninguno de los tres. —zanjó, caminando hasta sostener el picaporte de la puerta. —¿Cata? ¿Te ofrezco un café? Yo misma lo prepararé. —

Le sonreí, asintiendo una sola vez ante su ofrecimiento.

—Si, sería genial. Gracias, Marie. —

Observando cómo su mano baja por un momento a frotarse la pequeña barriga, subí una ceja al distinguir aquella mirada rabiosa que de momento le ofreció a su prometido.

—Y a ti te traeré un jugo de Limón, a ver si la acidez se cura con acidez. —

—Gracias, amor. —agradeció mi hermano, escuchando como cerraba la puerta con algo de fuerza.

—¿Acaso estaban discutiendo antes de que yo llegara? —pregunté, recostándome del asiento con cansancio.

—No... bueno, eso creo. Simplemente le dije que debía considerar quedarse en el apartamento para que descanse... luego ha comenzado a llamarme machista porque no la quiero dejar trabajar. ¿Acaso tiene lógica? Lo único que quiero es que esté cómoda, luego podrá trabajar todo lo que se le antoje. —explicó, dejando caer ambos brazos hacia la solidez del escritorio al recostarse.

—Bueno... sabes que Marcella es ese tipo de chica. No sé de qué te sorprendes. —murmuré.

—¿Qué tipo de chica? —interrogó, curvando una de sus cejas.

—Del tipo de chica independiente. No puedes decirle que no trabaje, su embarazo es saludable y ya que no estamos hablando de una enfermedad... está capacitada para continuar trabajando. —apreté los labios, siguiendo al silencio que nuevamente nos rodeó.

—Lo siento, Caterina. No debí haber reaccionado de esa manera es que... —dudó, acariciando la parte de atrás de su cabeza. —Nada, no tengo excusas. Buscaremos la manera de ayudar a mamá. Estaremos bien. —

—Si... yo también lo siento. —asentí, sonriéndole con más calma.

Pudiendo ser consciente sobre cómo dentro de mi bolso el celular vibraba por un nuevo mensaje, observé mi reloj. Un pequeño pero molesto sentimiento se alojó en mi pecho al ver que no se trataba de Logan, con quien había compartido algunos mensajes no hacía mucho tiempo. Era preciso decir que su mensaje me había tomado desprevenida, jamás pensé recibir noticias suyas... o tal vez si.

—Oye, ya que estamos en plan de buenos hermanos...—susurró Alex, dejando ver su curiosidad. — ¿Qué hacia Logan Clarke en tu apartamento? ¿Mamá estaba allí? —

Mis ojos demostraron la sorpresa que me causaron sus palabras, y sin poder evitarlo, achiqué la vista.

—¿Cómo sabias que... —comencé, poniendo seriedad al instante. —Winston. —

—¿Era algo que no debía saber? —preguntó impresionado.

—No. —negué, con fuerza. — No, en definitiva, no tengo nada que ocultarte. Pero, ¿ahora me espías? ¿Envías a Winston a vigilarme? ¡Tiene como 80 años!—

—Solo quiero saber qué hacía ese imbecil en el apartamento de mi hermanita, eso es todo. —

¿Aquel tono exigía una respuesta?
Ahora si estaba molesta.

—Pues si Logan estaba o no en mi apartamento es algo que no te incumbe. —comenté, lo más relajada que pude fingir.

—¿Estaba preguntando por Marcella? —insistió.

—No, si quisiera saber de Marcella, él mismo la llamaría. ¿Por qué ir donde mi para preguntar sobre ella? —agregué, arisca.

—Por qué esta enamorado aún, claro está.—

—Ya déjalo. ¡Has perdido la cabeza! —

—Estoy rodeado de mujeres, Caterina. —esta vez se escuchaba alterado y un tanto frustrado. —Marcella, tú, mamá, Madilena... y con la suerte que tengo lo más seguro el bebé que viene en camino también es una niña. ¡Las tengo que proteger a todas, así sea lo último que haga en esta vida! Y quiero a Logan Clarke a 20 mil pies de distancia de mi familia, no me da buena espina. —

—¿Te estás escuchando? ¡Ni que Logan Clarke fuera un ex-convicto! ¡Es un abogado de prestigio! ¡Sus padres son médicos y han sido amigos de la familia de Marcella por años! —defendí, frunciendo el ceño.

—¡Y eso qué! No me cae bien, punto. —aclaró, no dando tiempo a discusiones. —Quiero que te alejes de él inmediatamente. No voy a aceptar que llegues ebria con ese sujeto. —

—¡Cuántos años tengo! ¿Quince? —pregunté, sin creer lo que estaba escuchando. —Salgo con quien me de la gana, tomo alcohol y me embriago si me da la gana. ¡Hago con mi vida lo que se me plazca! ¿Qué sucede contigo? Cumpliré 27 años, Alex. —

—¡Y yo 33, lo único que quiero es protegerte! —expresó, intentando no perder los estribos.

—¡Pues protégeme! Pero quiero que sepas que protegerme no es sinónimo de decirme lo que debo hacer con mi vida. Si así es como pretendes proteger a tus hijos vas por mal camino. —sentencié, cruzando los brazos sobre el pecho.

—Bien, pero prométeme algo. —continuó, y yo sólo esperé en silencio. —Si ese tal Logan, o cualquier otra persona, se acerca a ti con malas intenciones y te hace daño... debes decírmelo. —

—No sucederá nada... y si así fuera... de algún modo te enterarías. —respondí, sin darle mucha importancia.

—Caterina, promételo. —

Algo que siempre me haría sentir atada a mi hermano eran aquellas promesas que siempre íbamos a cumplir. Cuando niños, a pesar de que el mundo nos defraudó, e incluso, a pesar de que nuestro padre jamás tuvo la decencia de ser un hombre de palabra, Alexander y yo prometimos ser diferentes. Una promesa, era algo que jurabas con el corazón... una frase que nos dio seguridad entre nosotros para simplemente salir adelante y el motivo de estar hoy donde estamos.

Jamás faltábamos a una promesa.

Vi en sus ojos verdosos, el reflejo de los míos y a pesar de que no éramos hermanos mellizos o gemelos, los hijos de la familia Russo heredaron los ojos verdes de su padre. Diego Russo pudo haber estado orgulloso sobre eso en algún momento dado... pues siendo inusual, sus dos criaturas lo enorgullecieron con el color que tanto le gustaba.

—Lo prometo. —murmuré al fin, viéndolo soltar el aire... como si se hubiera quitado un gran peso de los hombros.

Escuchando como la puerta nuevamente era abierta, Marcella Ames traía en una bandeja mi café y un vaso de cristal con jugo de limón. Nos observó por un minuto, y ofreciéndome la taza, preguntó.

—¿Estaban peleando, cierto? —

—No. —contestamos al unísono, viéndonos traviesamente por el rabillo del ojo para luego sonreír.

—De acuerdo, aquí tienes Cata. Un café con leche y dos de azúcar. —murmuró, tomando el vaso para luego girar de mala gana hacia Alex.— Toma, a ver si se te aliviana el humor. —

Intenté no reír, pero fue imposible que mis labios no se estiraran con una sonrisa. Humedecí mis labios, tomando pequeños sorbos del café, no dudando en soltar un gran gemido de placer al sentir el sabor.

—¡Dio! Esto está riquísimo, Marie. Ahora te has vuelto toda una experta, mi barista favorita. —

—He tenido que aprender por el negocio y debo admitir que me fascina. —sus ojos demostraron el amor y el entusiasmo que ponía en cada espacio del café.

Incluso, la oficina que ambos compartían llevaba demasiado toque femenino pero no sería yo quien le haría el acercamiento. Prefería evitarme los problemas y más con una mujer de varios meses de embarazo.

—Bien, debo preparar todo, George llegará en un rato para presentarle los informes mensuales. ¿Te importa si seguimos hablando más tarde? —preguntó Alex en mi dirección, y terminando un sorbo que había comenzado, negué con lentitud intentando no quemarme los labios.

—No, para nada. Igual debo irme, le dije a mamá que le ayudaría a preparar postres esta noche. —

Terminándome el café, sentí como Marcella sostuvo la taza vacía, y recogiendo mi bolso, sujeté el abrigo entre mis brazos y comencé a desplazarme con cuidado para salir de aquellas cuatro paredes.

—Dame un beso, pequeña. —expresó Alex ante la mirada atenta de Marcella, acercándose a darme un fuerte abrazo por los hombros. —Tendremos tiempo luego para continuar con nuestra plática. —murmuro muy cerca de mi oído, alejándose para dar un beso sobre mi frente, como quien no había dicho nada.

—Nos vemos luego, Marie. Cuida a bebé olimpiadas por mi. —expresé, llena de cariños hacia su barriga.

—¿Bebé Olimpiadas? —agregó Alex, confuso.

—Dice que hiciste un récord. —

—Me gustó el apodo. —me expliqué, encogiendo los hombros.

Caminando con Marcella hasta el exterior de la oficina, llegamos al amplio café. La clientela había aumentado con el pasar de los meses y las ganancias habían sido buenas. Alex era un palo en los negocios, sabía lo que hacía, y aunque no lo hubiera admitido hasta este momento, debía de aceptar que Marcella también tenía cierto toque. Se encargó de todo el marketing y la promoción, lo cual fue el toque perfecto que los ayudó a expandirse.

—Oye... Caterina. —me llamó, una vez estuvimos junto a mi auto. —Estaba pensando... y Amalie, la mamá de Logan, puede que conozca algún grupo de apoyo o sepa a quién referirte. Después de todo trabaja en un hospital, tal vez si comenzamos buscando información con ella podamos movernos con rapidez para que tu mamá encuentre ayuda lo más pronto posible. —sugirió.

—No quiero molestar, ¿o si está muy ocupada? —fruncí la nariz, pensando qué tal vez no fuera mala idea darle una visita.

—Amalie Clarke jamás le niega ayuda a una persona, sea quien sea. —sus ojos se abrieron impresionados, y dejándome montar en el auto, baje la ventanilla del conductor para continuar hablando con ella. — No quiero sugerírselo a tu hermano, no creo que sea buena idea. Aún es susceptible por la mención del apellido Clarke. —

—Tranquila, yo me encargo y les dejaré saber si hay algún cambio. —me despedí, y viéndola caminar nuevamente hacia el Café, miré la pantalla de mi celular y deseé con todas las fuerzas volver a recibir otro mensaje.

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