Crónicas de un reino: amor, g...

Par rifelaura

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"La mejor manera de sobrevivir en la corte, es pasar desapercibida." Esta fue la lección más importante que... Plus

SINOPSIS
PRIMERA PARTE: El reinado del rey Jorge III
CAPÍTULO 1: Jorge y Abigail
CAPÍTULO 2: Mi dulce Brida
CAPÍTULO 3: La batalla de Puerto Aldea
CAPÍTULO 4: El próximo golpe
CAPÍTULO 5: Un gran revuelo
CAPÍTULO 6: La batalla decisiva
CAPÍTULO 7: Mujeres guerreras
CAPÍTULO 8: Celebrando la victoria
CAPÍTULO 9: La aldea de Sudentag
CAPÍTULO 10: Desesperanza
CAPÍTULO 12: Sí, quiero
CAPÍTULO 13: La vieja Sussan
CAPÍTULO 14: Brianna
SEGUNDA PARTE: El reinado sombrío
CAPÍTULO 15: Día del nombre
CAPÍTULO 16: Mi amigo Paulo
CAPÍTULO 17: Doncella de Jimena
CAPÍTULO 18: Bienvenida a la corte
CAPÍTULO 19: Que gane la mejor
CAPÍTULO 20: Copera de la reina
CAPÍTULO 21: Taller de costura
CAPÍTULO 22: Un día en Sudentag
CAPÍTULO 23: Yo quiero acero, como los hombres
CAPÍTULO 24: Los secretos del enemigo
CAPÍTULO 25: Demasiado cerca
CAPÍTULO 26: Jaque Mate
CAPÍTULO 27: Sí, quiero
CAPÍTULO 28: Tres
CAPÍTULO 29: Festejo real
CAPÍTULO 30: Amistad
CAPÍTULO 31: El baile
CAPÍTULO 32: Coraza y compuertas
CAPÍTULO 33: Confesiones nocturnas
CAPÍTULO 34: Hermanos
CAPÍTULO 35: Conveniente
CAPÍTULO 36: Coronación

CAPÍTULO 11: La proposición

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Par rifelaura

Al final el puchero recalentado les sirvió de cena. Raymon había vuelto tarde del trabajo, y Finna no quiso salir de su habitación hasta que no llegó su nieto por lo que Dolma se quedó sola en aquella vivienda la mayor parte del día.

Intentó mantenerse ocupada ordenando y cuidando de Brida para así evitar pensar en todo cuanto había acontecido.

-¿Dónde aprendiste a cocinar así de bien, muchacha? -preguntó Finna al terminar la última cucharada de su ración.

-Trabajé como doncella en una casa de nobles señores, y a pesar de que las tareas de la cocina no formaban parte de mis obligaciones, era mucho el tiempo que pasaba allí. Es algo que desde pequeña había llamado mucho mi atención, y las cocineras estaban encantadas de poderme enseñar su oficio en mis ratos libres -comentó ella, sintiéndose cómoda al fin al poder responder con auténtica sinceridad. Había tenido que obviar la identidad de su señores, pero no había mentido en nada más.

Raymon no intervino en la conversación, y Dolma no pudo evitar sentirse algo decepcionada. Al servir los platos había aguardado pacientemente a recibir de su parte algún elogio por la comida, pero este no había llegado.

El rostro oscurecido del hombre demostraba que no había tenido un día fácil, y que a pesar de que su cuerpo estaba allí con ellas su mente se encontraba muy lejos sumida en sus divagaciones.

Finna regresó a su alcoba en cuanto hubo acabado de cenar, y Raymon continuó sentado en la mesa incluso después de que Dolma retirase los platos.

Seguía sin pronunciar palabra alguna.

-¿Te encuentras bien? -se atrevió a preguntar la muchacha en cuanto hubo acabado de recoger y de dejar a Brida durmiendo en el cesto que le hacía de cuna.

Raymon solo reaccionó cuando ella le acarició dulcemente la mano, y volviendo a la realidad el hombre le regaló una tímida sonrisa.

-Disculpa, no he estado muy atento durante la cena -admitió él-. Ha sido un día muy largo, y son todavía demasiadas las cosas que debo solucionar. La gente está asustada; tienen miedo de lo que pueda ocurrir a partir de ahora. La incertidumbre es lo peor que hay para los negocios.

-¿Tú no tienes miedo?

-Hace ya mucho que perdí el miedo a la vida -sentenció él, encogiéndose de hombros-. Supongo que hay personas que tienen más motivos que otras para estar asustadas.

Raymon, quien hasta entonces había permanecido con la mirada fija en algún punto del salón, se volvió hacia ella en cuanto acabó de pronunciar sus palabras.

-Tu abuela parece bastante preocupada -comentó la joven sin saber muy bien qué decir. Frente a él se sentía desarmada, y llegaba incluso a perder la capacidad de razonar.

-Son muchos los cambios que se ha visto obligada a afrontar. A su edad es normal que esté ya cansada de batallar.

-Parece que la vida no es más que una constante lucha -reflexionó la muchacha, soltando al fin la mano del hombre e incorporándose dispuesta a irse a dormir.

-Por ello es de gran importancia rodearse de personas que puedan ayudarte a vencer -respondió él-. Eres una excelente cocinera, Dolma. Hacía tiempo que no comía tan bien como hoy.

Raymon se fue acercando a la muchacha, y al sentirle tan cerca ella fue incapaz de seguir manteniendo la mirada fija en los ojos de Raymon. Y él, aprovechando aquel breve momento de debilidad, la tomó del mentón con gran sutileza y la besó.

Un beso al que ella correspondió.

Fue él quien rompió el contacto al ver que este iba ganando intensidad.

-Dulces sueños Dolma -se despidió él, dejando de aferrarse a ella interponiendo así algo de distancia entre ambos-. Si me necesitas ya sabes dónde puedes encontrarme.

No intercambiaron más palabras, pues no había nada más que se quisieran decir.

Así, separados, se fueron cada uno a su lecho dispuestos a intentar conciliar el sueño y ponerle fin a aquel día repleto de sobresaltos.

Dolma se despertó al oír los fuertes golpes en la puerta de entrada. Sus mejillas seguían húmedas de las lágrimas derramadas la noche anterior, y el leve mareo que le sobrevino al incorporarse le recordó que no había logrado dormir más que un par de horas.

Tras asegurarse de que Brida seguía dormida a los pies de la cama, la muchacha se cubrió con su batín y se dispuso a salir al salón.

Detuvo su avance al oír la voz de Raymon y la de otro hombre al que no supo identificar. Y a pesar de que quiso dar la vuelta para darles algo de intimidad, no fue capaz de ello.

Sabía que no estaba bien espiar una conversación ajena, pero en aquella ocasión su curiosidad fue mayor que su sensatez.

-Pensaba que todos los herederos de Jorge habían muerto -comentó Raymon tintando sus palabras de total indiferencia.

-Eso es lo que se creía, pero parece que alguien logró huir con la princesa -respondió el desconocido.

Dolma, todavía escondida, sintió cómo su corazón empezaba a latir en su pecho con más fuerza de la habitual y por unos instantes temió que aquello la delatara. ¿Serían capaces de oír su agitada respiración?

-No es más que un bebé -continuó Raymon-. ¿De verdad supone una amenaza para Francis?

-No te dejes engañar muchacho, su sangre es amenaza más que suficiente para el nuevo rey. Mientras alguien del linaje de Jorge siga con vida, la posibilidad de una revuelta estará siempre latente.

-¿Y qué pensáis hacer si dais con ella?

-Eso ya no nos incumbe ni a ti ni a mí. Yo solo cumplo ordenes, y por ahora todo lo que sé es que debo dar con la princesa y entregársela al nuevo monarca.

-Está bien Vlodir, si oigo o veo algo sospechoso te lo haré saber.

-Tu padre era un gran hombre, Raymon: valiente, leal y admirable. Es por él por lo que te tengo un gran aprecio, y es este el motivo por el que te voy a avisar: si llegas a dar con la princesa, piénsatelo bien antes de encubrirla.

-¿De qué me estás acusando? -cuestionó Raymon con voz claramente alterada. Hasta entonces había logrado mantener la calma, pero no pudo evitar reaccionar de aquella manera al sentirse atacado.

-Jamás te acusaría sin tener pruebas, pero te conozco y sé que algunas veces te dejas llevar antes por tu corazón que por la razón -se limitó a responder Vlodir-. Vamos a estar haciendo registros en los hogares de todas las aldeas del reino: si encontramos en el tuyo algo sospechoso, no voy a tener contigo más piedad solo por ser hijo de quien eres.

-Sé cuál es el precio de la traición Vlodir, y créeme cuando te digo que no estoy dispuesto a pagarlo.

Un fuerte portazo puso fin a la conversación, y Dolma apenas fue capaz de reaccionar cuando se encontró frente a Raymon.

Era evidente que la había descubierto pues no era necesario ser un genio para atar cabos. Y a pesar de que sabía que debería huir antes de que fuera demasiado tarde, no fue capaz de ello. En su lugar se quedó allí, quieta en mitad del pasillo contemplando a aquel hombre que la había acogido en su casa.

Su mirada, siempre expresiva, estaba vacía.

-Ya te dije que no tenías por qué explicarme de qué huías si no querías hacerlo -comentó él al pasar por su lado-, pero me sería más fácil protegerte si me contaras toda la verdad.

Y después de aquello Raymon acabó de recorrer el pasillo, entró en su alcoba y cerró la puerta tras de sí.

Ya fuera a gritos, a golpes o con absoluta indiferencia Dolma había esperado que la echaran de aquella casa a la que poco a poco había ido considerando un hogar, pero contrario a todo lo esperado Raymon no mostró interés alguno en ello.

Eran muchas las situaciones que la muchacha se había llegado a imaginar, pero ninguna llegaba siquiera a parecerse a la que acababa de vivir.

Él le había ofrecido su ayuda sin importarle las consecuencias que aquello le pudiera llegar a acarrear.

Cuando Dolma acabó frente a la puerta por la que él acababa de desaparecer, estaba segura de que había tomado la mejor decisión: estaba dispuesta a contarle toda la verdad.

-No voy a permitir que nada os pase, ni a ti ni a Brida. ¡Por Dios, no es más que un bebé! ¿Qué culpa tiene ella? No quiero ni pensar en qué le harían si la encontraran -comentó Raymon en cuanto Dolma le contó cuál era su situación-. Y a ti...

-A mí me acusarían de traición y la muerte sería el más dulce de todos los posibles castigos -concluyó ella.

-Nadie te va a poner la mano encima. No mientras esté yo para impedirlo.

Sentados en la cama llevaban ya bastante tiempo fundidos en un abrazo que no osaban deshacer. Las lágrimas de Dolma se habían secado dejando en sus mejillas un ligero rastro blanquecino, y Raymon desesperado por ofrecerle consuelo a la mujer no había podido hacer más que acariciarle dulcemente el pelo y darle su protección.

-¿Por qué nos estás ayudando? -Aquella pregunta rondaba por la mente de Dolma desde que se habían cruzado en el pasillo y él no había recriminado el haberle mentido, pero no se había atrevido a formularla hasta entonces pues le daba miedo cuál pudiera ser la respuesta.

-Antes de que vosotros llegarais a este hogar, mi vida consistía únicamente en trabajar intentando con ello llenar el gran vacío que había dentro de mí. Sin embargo, este nunca llegaba a estar lleno. Estaba atrapado en una rutina, sin ambición y sin un futuro por delante más que el seguir estancado presa de mi desdicha -admitió Raymon mientras deshacía el abrazo para poder mirar a Dolma directamente a los ojos-. Pero cuando vosotras llegasteis, hubo algo en mí que cambió. Sentía que a vuestro lado podía tener un futuro: uno que mereciera la pena. Me devolvisteis la esperanza, pues en vosotras encontré una razón para seguir luchando por prosperar en este mundo. Sé que suena como una locura, pero me imaginé cómo sería mi vida si fueras mi mujer y Brida mi hija, y entonces me di cuenta de que formar una familia es lo único que puede hacerme realmente feliz.

Sin saber qué responder a aquello, y temiendo ponerse a llorar de nuevo en cualquier momento, Dolma acarició el rostro de Raymon sin que le importara el rasposo contacto de la barba que comenzaba a crecer. Él no se apartó, y aquello le dio a la muchacha el coraje suficiente como para salvar la distancia que separaba sus rostros y unirlos en un beso que poco a poco fue ganando intensidad.

Era mucho el deseo que aquel roce ocultaba, y sus respiraciones agitadas así lo demostraban. Sin embargo ninguno de los dos estaba preparado para llevar aquello al siguiente nivel.

Al menos, no dada la situación en la que se encontraban.

-¿Qué es lo que vamos a hacer? -cuestionó ella, claramente preocupada, en cuanto se hubieron separado. Sus manos seguían unidas, sintiéndose incapaces de cortar del todo el contacto.

-Una mujer sola con una niña levanta demasiadas sospechas -respondió Raymon mientras en su mente iba urdiendo poco a poco un plan-. Pido disculpas por si lo que voy a decir te resulta demasiado descabellado, y te juro que tras mis palabras no hay ninguna intención oculta más allá del mero hecho de protegeros a ti y a la princesa, pero creo que ahora mismo nuestra única opción es encontrarte marido.

-¿Me estás ofreciendo en matrimonio?

-No. No voy a venderte a un hombre como si fueras una mercadería, Dolma -comentó él, ofendido ante el hecho de que ella hubiera pensado que él sería capaz de hacer algo semejante-. Te estoy ofreciendo desposarte conmigo. Mi reputación y mi posición os protegerían, y tengo el dinero suficiente como para poderos mantener.

-¿Y qué hay de Brida? ¿No resultará sospechoso que precisamente ahora te cases con una mujer con la que nunca nadie te ha visto y que además tiene un bebé de la edad de la princesa?

-La niña no tiene más que un par de meses -continuó él, manteniendo la calma-, únicamente debemos asegurarnos de ocultarla hasta después del enlace. Podemos vestirte para que parezca que estás embarazada y a punto de dar a luz, y justificaremos el que no nos hayan visto juntos hasta ahora diciendo que se trata de una boda por contrato. Te haremos pasar por una joven viuda de alta cuna, y contaremos que tus padres te ofrecieron a mí sabiendo que no podrían desposarte con un noble puesto que habías perdido ya tu doncellez. Nadie podrá en duda esta historia, pues es bien sabido que mi abuela está mayor y por lo tanto no les extrañará que quiera a una mujer que me ayude a llevar mi hogar sin importarme que lleve en su vientre a un hijo del que yo no soy el padre.

-¿Y qué pasará cuando llegue el día del supuesto parto? ¿No nos delatará la comadrona al ver que no había realmente un embarazo?

-Haces demasiadas preguntas -contestó él con una sonrisa en el rostro mientras rodeaba a la muchacha con uno de sus brazos y la acercaba más hacia él, haciendo que su cabeza reposara en su pecho.

-Solo quiero estar segura de que no te estamos poniendo en peligro.

-Antaño, mi abuela fue comadrona. Lo que haríamos sería esperar un par de jornadas desde nuestro enlace y después diríamos que te pusiste de parto por la noche. Un parto rápido, por lo que no tendríamos tiempo de avisar a la comadrona. No es una situación habitual, pero es cierto que se da en algunas ocasiones. Y además contaríamos con la justificación añadida de que, ante la urgencia, mi abuela podría haberse encargado de asistirte en el parto.

-¿Cómo estás tan seguro de que Finna estará dispuesta a encubrirnos?

-Mi abuela es una mujer mayor, Brida, pero no es tonta. Desde el principio ha sabido que había algo extraño en vuestra historia, y a pesar de ello no dejó de insistirme hasta que acepté que os quedarais en casa -comentó él, algo avergonzado al verse obligado a admitir que cuando su abuela las encontró en la plaza del mercado se había mostrado reticente a dejar que se quedaran en su hogar-. Además, os ha tomado a ti y a la pequeña un gran cariño.

Después de aquello se hizo el silencio. Raymon ya había expuesto su plan, por lo que todo dependía de la respuesta de Dolma.

-Está bien Raymon -sentenció ella cuando estuvo segura de estar tomando la decisión correcta-. Me convertiré en tu esposa.

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