SUEÑOS PERFECTOS © | SL #2...

By nightredrose

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SEGUNDO LIBRO DE LA SERIE "SIN LÍMITES" Luego de varios tropiezos, hay heridas que nunca sanan. Las tristezas... More

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SP © | DEDICATORIA
SP © | EPÍGRAFE
« PROTEGE TÚ CORAZÓN »
SP © | PRÓLOGO
SP © | CAPÍTULO 1
SP © | CAPÍTULO 2
SP © | CAPÍTULO 3
SP © | CAPÍTULO 4
SP © | CAPÍTULO 5
SP © | CAPÍTULO 7
SP © | CAPÍTULO 8
SP © | CAPÍTULO 9
SP © | CAPÍTULO 10
SP © | CAPÍTULO 11
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SP © | CAPÍTULO 6

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By nightredrose

Puertas Cerradas
Por: Caterina Russo

Mirando atentamente la pantalla de mi computador, intenté descubrir de qué manera me hacían sentir todas aquellas noticias internacionales en las que mi apellido era el centro de atención, otro día más en el que sentía vergüenza. Secciones de negocios, revistas empresariales, la prensa amarillista donde en más de una palabra nos arrastraban por el suelo por el comportamiento tan inhumano de Diego Russo. Había una pregunta, o tal vez más de una, que habían incluido en su columna bien escrita y que de seguro se quedaría grabada en mi conciencia por el resto de mi vida.

"¿Serán todos los Russo de aquella manera? Dicen que de tal palo, tal astilla. Así que, ¿por qué nuevos comercios deberían confiar en Alexander Russo? El hijo pródigo de la familia, donde antes tenía un futuro seguro en la hotelería y ahora quiere ser panadero." Leí en voz alta sin siquiera esforzarme por ocultar aquel tono tan sarcástico con el que salieron las palabras.

—Astrid Palmer se puede meter todas sus malas intenciones por el culo. —murmuré, malhumorada. —Como es posible que la prensa sea tan... —

—Deberías dejar de mirar esas noticias, no resolverás nada arrugando la nariz de esa manera y mucho menos insultando a Astrid Palmer... quien al parecer se ha vuelto nuestro dolor de cabeza últimamente. —

Separando la mirada de aquella sección del periódico electrónico, no dude en mirar a mi madre. Tomaba un sorbo de su café caliente y relamía sus labios con tranquilidad, dejando la taza sobre la superficie con la delicadeza que siempre la caracterizó. La vi verter mermelada en una de las tostadas calientes y ofreciéndomela en un platillo, alzó las cejas esperando por una respuesta.

—Se que no ha sido sencillo... pero es justo lo que quieren, buscar personas que como tú... los lean diariamente. Piénsalo. —explicó con suavidad ante mi silencio.

—Me molesta que hablen tan mal de Alex... él sólo está tratando de hacer las cosas bien. —

—Si, y por eso mismo estoy segura de que se salta esas secciones del periódico todas las mañanas. —apretando los labios en una débil mueca, sonrió con suavidad y luego suspiró. —Tú hermano ha... adquirido mucha paciencia con el tiempo. Eres muy sobre protectora con él, dale espacio, sabrá cómo apañárselas... ahora tiene una familia. —

Mordisquee la tostada, dándole la razón en silencio, volviendo a fijarme en el titular de la noticia que con grandes y chillonas letras ennegrecidas se podía leer "No querrás apellidarte Russo". Cerré la pantalla de la MacBook Air y terminando de darle un último mordisco al pan en mi mano, me puse de pie comenzando a recoger mis pertenencias.

—De acuerdo, iré a la oficina... tengo mucho trabajo atrasado. —informé, cerrando la mochila, colgándola en mi hombro así como el bolso, para entonces sostener el termo de mi café. —Por favor, mamá, necesito que intentes no embriagarte hoy. Sería de gran ayuda... Winston regresará en un par de horas y subirá para saber de ti. Cualquier cosa puedes llamar a mi celular. —

Acercándome hasta dar un beso sobre su mejilla, noté como en el reflejo de sus ojos había una gran muestra de arrepentimiento por lo sucedido en la fiesta. Luego de haber desaparecido junto con ella, al día siguiente Alex había llamado preocupado, pidiendo explicaciones, y por su actitud nerviosa, llena de miedo y terror, tuve que volverle a mentir a la única persona que en estos momentos estaba segura nos podía ayudar. Ni siquiera sabía con exactitud si estaba haciendo lo correcto o no.

—Si... yo estaré aquí... prepararé la cena. —informó, devolviéndome el beso para luego sonreírme con tristeza.

—Me parece excelente. —asentí, frotando su brazo para entonces comenzar a caminar hacia la salida, sosteniendo las llaves de mi auto.

—¡Oye! ¡¿Caterina?! —

Deteniendo la puerta antes de que se cerrara, asome la cabeza al interior para ver a Leonor Russo con confusión ante su llamado. Subí las cejas y notando como analizaba algunas oraciones en su cabeza, esperé con intriga ante su diminuto silencio.

—¿Si...? —

—¿Crees que puedas invitar a ese chico a comer hoy con nosotras? —

—Alessandro no debe estar en Londres, mamá. —negué, recordando cómo mi amigo resultó ser el buen abogado de Alex.

—Me refiero al chico que nos ayudo en la... fiesta. —comentó, juntando las manos frente a su cuerpo.

—¿Logan...? ¿Quieres... que invite a Logan a comer? —pregunté nuevamente, sorprendida.

—Si... fue muy amable y yo... me gustaría agradecerle formalmente su ayuda. —

Parpadeé, intentando descifrar las intenciones detrás de aquellas palabras. ¿Invitar a Logan a cenar? ¿Agradecerle formalmente? Tomé aire, y aparentando los labios, negué con seguridad.

—No lo invitaré. —

—¡¿Por qué no?! —exigió, y en esta ocasión ella era la sorprendida.

—Por que no tengo su número de teléfono, Gracias a Dios. Y por lo menos que deberías preocuparte es por darle las gracias... ya yo lo hice, le serví un poco de agua y lo acompañé hasta la puerta. —

—Cat... —

—¿Mamá? Tal vez... otro día. ¿De acuerdo? —sugerí, sonriendo incómodamente ante su terquedad.

—Pero es que... —dudó, apretando los labios con actitud rendida. —Claro. —

—Lo siento, mamá, pero seremos Winston, tú y yo. No hace falta más nadie, te veo en la noche. —observando cómo abrazaba su cuerpo flacucho, vi la puerta cerrar y suspiré con cansancio para entonces negar con rapidez.

Ojeé los correos electrónicos, de camino al estacionamiento, y contestando con algunas respuestas breves, di los "Buenos Días" al chico de seguridad que vigilaba durante el día para entonces guardar el pequeño aparato en el bolsillo de mi pantalón de vestir. Quité el seguro del auto, tomé asiento, y haciendo que el motor rugiera ligeramente, aceleré hasta mezclarme con el tráfico matutino de la enorme ciudad de Londres.

Cada vez que reconocía que mi vida había cambiado, algo en mi interior hacía que el sentimiento de desdicha creciera en mi pecho. Un padre en manos de la justicia, una madre que fue doblegada emocionalmente y que luego de desligarse de su opresor cayó en el alcohol como una manera de evitar al mundo y por último... un hermano que trata de sobrevivir a las noticias de un pasado lleno de mentiras.

¿Cómo me hacía sentir la situación? Drenada. ¿Lo superaría alguna vez? Mis problemas eran menores comparados a los de Alex, nada de lo que pudiera hacer por ellos pareciera suficiente y odiaba el sentimiento que florecía en mi persona cuando tenía la oportunidad de ver a Logan Clarke a tan solo unos metros de distancia. ¡Como si tenerlo cerca fuera un estúpido alivio!

Tecleé el marcado rápido, escuchando como el alta voz del auto se activaba y esperando a que contestaran la linea, continué de manera recta por la via de rodaje.

—Bonjour, Mon Chéri. —

Sonreí de manera automática, escuchando como la voz de mi querido Julien Colbert me ofrecía todo el cobijo que pudiera necesitar.

—Buongiorno, Julien. —

—El informe metereológico de esta mañana indica que tendremos una enorme lluvia de felicidad y una ráfaga de buenas noticias como a eso del medio día. —agregó, evidentemente feliz.

—¡Serán bien recibidas! —

—Recuerda. Lo único que necesitas para aliviar los malos ratos es un poquito de fe...—me reconfortó.

—Y una buena taza de café.—completé.

Su risa fue suficiente para que yo también sonriera, pues recordaba aquella frase como si hubiera tenido la oportunidad de escucharla desde el momento en el que nací. Y aunque era difícil de explicar mi enorme conexión con Julien, nuestra fuerte amistad comenzó por quien se quedaría con el último panecillo horneado en una panadería aquí en Londres.

—Se me hizo extraño no saber de ti durante la madrugada. ¿A qué hora te levantas? ¿A las tres? Por un momento me preocupé, luego recordé que tu mamá te está haciendo compañía. —

—Ha sido complicado... —suspiré, deteniéndome en la luz mientras sostenía con fuerza el volante. —Tuvimos que irnos a mitad de la fiesta, se vomitó, no podía sostenerse y al día siguiente pasó todo el día en la cama. —

—¿Le has sugerido el grupo de apoyo para alcohólicos que te recomendé? —

—No me he atrevido... no quiero hacerla sentir como una enferma, ya de por si piensa que es una carga. —

—Está enferma. No puedes tapar el sol con una mano, es imposible. Necesita ayuda profesional y tú eres abogada, no psicóloga. —

—Es... difícil. —

Lo escuché suspirar, y mientras continuaba con mi camino, sentí que debía darle tiempo a que organizara sus ideas y de que las mías no se atropellaran por culpa del desvelo.

—¿Le has dicho a Alex? ¿O esperas a que tenga una fea recaída para entonces sentirte culpable? —agregó con un toque sarcástico.

—Julien, no puedo simplemente... —

—Si puedes. —

—¡No es tan simple! Ella confía en mi. Le tiene mucho miedo a Alex, y no se trata de un comportamiento que es solo con su hijo si no que es con todos y cada uno de los hombres que se acercan a ella. ¡Vive encerrada en una maldita torre! —contesté, exasperada.

—¿Y cómo pretendes curarla? ¿Dejándola tomar hasta intoxicarse? ¿Permitiéndole estar encerrada en su depresión? ¡Vamos, eres mucho más lista que eso! —continuó.

—¿Y que otra alternativa tengo? —comenté, desesperada.

—¡Llevarla a un maldito psicólogo! ¡A un psiquiatra! ¡Yo que sé! Algún especialista que sepa cómo tratarla, que le ayuden a salir de esa situación. ¿Acaso me prestas atención cuando te hablo? —exigió, aparentemente molesto.

—Si lo hago... lo siento. —corregí, jugando con mi cabello de manera nerviosa. —Se lo diré a Alex, cuando lo vuelva a ver, lo prometo. —zanjé.

Un audible suspiro me hizo sentir impotente, sabía lo importante y delicado que era este tema para Julien y es que... a pesar de tratarse de mi madre... las cosas para él no han sido muy diferentes a toda esta mierda de situación.

—Sabes que John no está aquí por eso... no quiero que a tu madre le pase lo mismo. ¿Me escuchas? No permitas que la situación se torne más difícil... sabes... que se puede volver más complicada así que... haz todo lo posible por que no suceda. —

—Lo sé, lo sé. —murmuré, llegando al edificio correspondiente, tomando el primer estacionamiento disponible.

—Julien, necesitamos ayuda. Las fotos deben salir perfectas. —una voz femenina, al fondo de la línea, me confirmó el hecho de que mi amigo se encontraba en su trabajo.

—Gracias por tus palabras, yo también quiero hacer las cosas bien. —agregué, en un tono de voz muy bajo.

—Te amo con toda mi vida, Caterina Russo y odiaría verte pasar por lo mismo que yo, así que piensa muy bien en todo lo que te he dicho. ¿De acuerdo? —un simple murmullo afirmativo de mi parte. —Te llamó luego, debo seguir trabajando. La semana entrante estaré en Londres para el cumpleaños de mi hermana, Jackson quiere llevarle un regalo no sé qué de vinos. Esta muy entusiasmado, es el primer novio que llevo a casa. —

Reí, negando lentamente.

—Es un chico afortunado, no debió ser fácil convencerte. —fruncí la nariz, sonriendo con burla.

—Muy graciosa. ¿Te llamo a la noche? —

—Si, hablamos luego. —

Escuchando como la línea era cortada, inspire profundamente, intentando llenarme de valentía para todas las horas de trabajo que me esperaban pacientemente. Tomé la mochila, el bolso y el café, observando cómo en el viejo edificio un letrero blanco, a un lado de la puerta, identificaba la firma de abogados. "T & J Law Consulting".

Crucé la entrada, saludando a la recepcionista, ofreciendo amablemente las mismas palabras a todos mis colegas y mientras caminaba animadamente hasta la oficina, allí al final del pasillo, el cuerpo robusto de Charles Thompson sentado en la enorme silla giratoria llamó por completo mi atención. Ingresé, notando como aquellos ojos café sé concentraban en mi, y cerrando la puerta con lentitud, subí las cejas.

—¿Sucede algo? —pregunté, extrañada, viendo cómo su gesto sereno no se transformaba.

—Si, en realidad si sucede algo. —asintió, sosteniendo una de las gruesas carpetas sobre la pila en mi escritorio, arrojándola hacia el centro sin ningún tipo de delicadeza. —Oliver Wood. —

—Profesor de Escuela Secundaria asesinado hace un año. —

—Su familia pregunta por el estatus de su caso en los tribunales. Quieren a ese chico preso. ¿Has resuelto algo con ese tema? —

—Estoy trabajando en ello para... —

—Susan Miller. —

—Secretaria en oficina dental, el auto de Peter Young la arroyó dejándola postrada en una silla. —

—¿Avances en el caso? —

—Llamé para confirmar... —

—Eleanor Wade. —insistió.

—Ya entendí... —

—Eleanor Wade, Caterina. —

—Asesinada a manos de su ex novio. —

—¿Avances sobre el caso? —

—He dicho que ya entendí, Charles. —comenté, dejando mis cosas sobre los asientos frente al escritorio de madera.

—Se que tienes problemas familiares y no soy quien para entrometerme en ello, simplemente soy tu jefe insoportable, pero se está atrasando mi trabajo y no puedo permitir que se vea afectada la firma. ¿Comprendes, cierto? —poniéndose de pie, me fijé en su traje caro, en su postura recta y aquel cabello oscuro peinado hacia atrás, en las prendas y sus zapatos de suela costosa.

—Lo sé, prometo que no volverá a suceder. —afirmé, subiendo los brazos hasta sentir como su mano cálida se posaba sobre mi hombro con entendimiento.

—Escucha, si quieres una baja... —

—No, no puedo quedarme en mi casa sin hacer nada. Seguiré trabajando. —zanjé, viéndolo a los ojos.

—¿Estas segura sobre eso? —

—Si, estoy segura. —confirmé, abriendo un tanto los párpados con desespero.

—Bueno... entonces te dejo trabajar... por favor, intenta hacer todo lo posible por dejar los casos al día. —pidió, comenzando a caminar hacia la salida. —Tengo reunión en el centro con la firma de Walter. Te veo más tarde. —

—Espera, ¿Walter Craig? —pregunté, impresionada por el nombre de uno de los mayores abogados reconocidos.

—Si. —el orgullo en aquel monosílabo fue suficiente para hacerme reír.

—¿Por eso andas vestido tan bonito? ¡Hasta te peinaste! Walter Craig puede hacer milagros. —me carcajee, notando como el hombre frente a mi rodaba los ojos.

Espere, viéndolo marchar, y escuchando el ligero 'click' de la puerta al cerrar, giré el rostro hasta ser testigo de todo el trabajo que tenía por delante. Fruncí el ceño, e intentando no pensar en el motivo por el que Charles Thompson tenía una reunión con el indomable Walter Craig, di un sorbo a mi café y busqué mis lentes.

—Bien... empiezo o no termino nunca. —

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