Fox Tears

By Kyahri

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«Portada e ilustraciones realizadas por mí» El continente de Tau es hogar de gentes y criaturas de toda índol... More

Lágrimas de Zorro.
I. Renacer
II. Estrellas.
III. Adaptación
IV. Kya.
V. ''Antimagia''
VI. Al rojo Vivo
VII. Demonio Ígneo
VIII. Azor.
IX. Camino a Ezestria.
X. Imprevistos
XI. Los Puentes de Hepdare.
XII. Nova
XIII. Verdades
XIV. Ezestria
XVI. Debates y Oportunidades.
XVII. Puntos flacos.
XVIII. N'usha.
XIX. Cerillas empapadas.
XX. Caras ocultas.
XXI. Un mundo de hombres.

XV. La Jarra de Sauce

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By Kyahri

Se sentó en la barandilla de madera y dejó los pies colgando sobre el inmenso vacío que se abría bajo ellos. Los meneó despreocupadamente haciendo caso omiso del centenar de metros que los separaban del suelo.

Se habían perdido y habían optado por subirse a una de las raíces del Gran Árbol que creaba un inmenso arco que era usado como puente. Muy por debajo de ellos transcurría tranquilo uno de los numerosos canales que repartían agua corriente a toda Ezestria. Una vez en el punto más elevado del puente se detuvieron para recuperar el aliento. 

-Menos mal que conocías Ezestria como la palma de tu mano- comentó Kya, burlona.

Sazz, que no se encontraba tan cómodo en las alturas como ella y había decidido simplemente apoyar los codos en la barandilla, jadeaba a su lado.

-Es que hacía años que no venía- se excusó el chico, fingiendo sentirse ofendido.

Una risita juguetona se escapó de los labios de Kya al mismo tiempo que le daba un codazo.

-A ver si vas a caerte con la tontería- le advirtió el.

Ella miró hacia abajo sin miedo. Le gustaba el cosquilleo que sentía en el estómago al encontrarse a tanta altura.

-Bah, lo dudo.

Oyó a su amigo reírse mientras miraba también hacia abajo, pero su risa se congeló en su garganta y apartó rápidamente la mirada. A Kya le hizo mucha gracia.

-¿Al valeroso Sazz le dan miedo las alturas?

-Al valeroso Sazz- replicó él, frunciendo el ceño- no le da miedo nada.

-Bien, supongo que entonces no hay ningún problema en que haga esto- dijo ella, dirstraidamente, al mismo tiempo que se levantaba de un salto sobre el pasamanos. Era ágil y su equilibrio era perfecto, estaba en su salsa.

Sazz palideció.

-Bájate de ahí ahora mismo.- le ordenó, muy agitado de repente.

Kya estalló en carcajadas al ver la expresión en su rostro y se dobló sobre sí misma, agarrándose el estómago.

-Tendrías que verte la cara -dijo aún con una risa residual que no terminaba de desvanecerse del todo, al mismo tiempo que se enjuagaba una lágrima.

Sazz la agarró por las piernas, de modo que Kya parecía un saco sobre su hombro y la depositó en el suelo con la facilidad de alguien que levanta una pluma. Estaba tan delgada que no le supuso ningún problema. 

El chico hizo como si se sacudiera el polvo de las manos y recuperó su actitud teatral.

-Que a mi no me de miedo no significa que quiera que te mates haciendo el idiota -se llevó la mano al pecho con aire solemne.

Kya puso los ojos en blanco y sopló para apartar un mechón rebelde que colgaba por delante de sus ojos. Apoyó las manos sobre las caderas.

-Fantasma -le espetó.

Esta vez fue Sazz el que se carcajeó. Unos hoyuelos se formaban en sus mejillas cada vez que se reía.

Decidieron retomar la marcha. Se habían propuesto encontrar la Academia ese día. Dayle les había dado indicaciones pacientemente, pero Kya las había olvidado apenas unos segundos después y Sazz no era tan bueno orientándose como decía. 

Kya levantó la mirada hacia arriba, hacia la copa de  un millar de colores del Árbol de los Cinco. Esto no pasó desapercibido para el chico Syyala.

-Hay quienes dicen que desde la copa se ve el mundo entero.-comentó.

-Sinceramente, dudo que el mundo sea tan pequeño.-respondió ella, sin desviar su mirada.

Sazz sonrió.

-Te aseguro que no lo es.

Si en algo Sazz no exageraba era en la cantidad de cosas que había visto. Desde la ciudadela de Namerma que se encontraba en el punto más al sur del continente, a las orillas del cálido mar de Radén, el hogar de los syyala sureños; atravesando el árido desierto silencioso. Pasando por las fértiles y prósperas tierras élficas, incluida por supuesto Ezestria e incluso llegaron a probar suerte en el Norte, planteándose el vivir en el Valle del Cuerno, en las gélidas tierras de Holmir. Allí la vida sucedía impasible bajo la mirada vacía de la enorme estatua de Fal, el ''Dios Gigante'', tallada directamente en la montaña más alta del continente de Tau. Sin embargo no llevaban bien  el frío extremo, pues eran gente del desierto y se vieron obligados a volver sobre sus pasos. Finalmente, cuando Sazz apenas había cumplido los catorce años, encontraron cierta estabilidad en la orilla oeste del Hepdare, trabajando como guardianes.

-Pues yo quiero verlo entero, de cabo a rabo. -Kya asintió para si misma al concluir la frase.

-Necesitarás un guía entonces.-una sonrisa ladeada se formó en el rostro bronceado del chico.

-Tienes razón. Me buscaré uno que sepa orientarse -movió la cola, divertida.

-PFFT. Como te gusta burlarte de mi, ¿eh?

La joven zorro rió con ganas.

-Lo siento, es que es muy divertido.

El sol se encontraba en su cenit cuando el estómago de Kya empezó a protestar.

-No sabré donde está la Academia- declaró Sazz. -pero sí se donde está la mejor posada de toda Ezestria.

Y eso sí era cierto. Tras caminar un rato más se encontraron ante un edificio de dos pisos que se levantaba entre un par de grandes raíces. El apetitoso aroma de la comida preparándose que inundaba el aire y la animada música procedente del interior del local los llamaban a gritos a entrar.

-De pequeño, mi padre y yo comimos muchas veces aquí.- le explicó. -la dueña es la mejor cocinera del mundo.

Entraron. La posta estaba a rebosar de gente. Por lo que había podido observar, los elfos eran gente por lo general sofisticada y educada y sus locales eran un reflejo directo de ese comportamiento. Pero ese no era un local élfico. Allí había mágicos de todos los tipos, sexos y edades.

Esquivando a camareros y comensales, se abrieron paso hasta la barra en la que una mujer grandota de caderas anchas y rostro redondeado limpiaba distraidamente una jarra de vidrio. Su cabello era una maraña de rizos color caoba, recogidos a la fuerza en un moño en lo alto de su cabeza redonda. Estaba entrada en años, pero sus ojos castaños emitían un brillo de juventud y a la vista estaba que se trataba de una mujer vigorosa y llena de energía. Le sorprendió ver que era humana.

Cuando levantó la cabeza para mirarlos una enorme y cálida sonrisa iluminó su rostro. Al parecer se había llevado una grata sorpresa.

-¡Pero bueno! -exclamó, emocionadísima- ¡Si es Sazz! Madre mía como has crecido. Ya pareces todo un hombre.

La mujer pellizcó la mejilla del syyala con sus dedos regordetes y lo sacudió cariñosamente. Kya no pudo evitar sonreír ante tal escena.

-¿Cuántos años hace? Madre mía, con lo flaco y feucho que eras entonces...que bien te ha sentado la pubertad, hijo.

Sazz sonrió, avergonzado  y se rascó la cabeza. Kya dejó escapar una leve carcajada.

-¿Cómo está tu padre?- la mujer estaba tan contenta que no podía dejar de parlotear. Entonces su atención se desvió hacia Kya. -¿Y qué tenemos aquí? ¡Pero que ricura de muchacha! ¿Es tu novia?

Kya enrojeció como un tomate.

-Pami...-murmuró Sazz, nervioso.- Ella es Kya, es una amiga. -enfatizó especialmente la palabra ''amiga''.

-Ya veo, ya...-la mujer se echó a reír y seguidamente le tendió la mano a Kya. Esta se la estrechó, amigablemente- Me llamo Pamitha, pero puedes llamarme Pam o Pami, como más te guste a ti. Soy la dueña de esta posada, la mítica Jarra de Sauce.

-Encantada de conocerla, Pam.

Pamitha sonrió, divertida.

-Ay chica, no hace falta que me hables de usted, que solo soy una posadera.- sacudió la mano para restarle importancia al asunto. -En fin, tenéis hambre, ¿Verdad?

-Has dado en el clavo- asintió Sazz.

La posadera aplaudió enérgicamente.

-¡Pues invita la casa! Hoy hay pollo a la miel y verduras asadas. Enseguida os sirvo un plato jovencitos.

Tomaron asiento en una mesa redonda de madera oscura y Kya le echó un vistazo al lugar. El ambiente era muy agradable, cálido y acogedor. No se parecía en nada a las construcciones élficas propias de  Ezestria, pues la decoración era mucho más rústica y colorida. La música sonaba por encima del barullo de docenas de voces y risas. Aquel lugar parecía infundir felicidad a todo aquel que entraba por la puerta.

Una animada charla amenizó la espera. El estómago de Kya parecía querer unirse a la conversación pues no dejaba de quejarse.

Cuando Pamitha les puso la comida delante, sintió como se le hacía la boca agua. El plato era tan delicioso como parecía. Estaba comiendo tan a gusto que ni siquiera se dio cuenta de que un fino hilo de jugo de la carne le había resbalado desde los labios hasta la barbilla. La posadera les sirvió una jarra de cerveza a cada uno. La olfateó, indecisa. No le gustaba el olor, pero Sazz bebía con avidez así que tan mal no podía estar. Le dio trago y de repente todo el vello de su cuerpo se había puesto de gallina y su cola estaba completamente erizada. Cuando aquél líquido agrio llegó a todas sus papilas gustativas sintió un desagradable escalofrío recorrer su espalda. Al ver su cara, Sazz se atragantó con su cerveza al no poder contener la risa y esta le salió por la nariz. La mujer no pudo hacer otra cosa que carcajearse con ganas ante aquella cómica escena.

Pamitha los acompañó durante la comida. Sazz la puso al día acerca de como estaba su padre y lo que había sucedido en los últimos años. La posadera también mostró interés por la historia de Kya y la escuchó atentamente.

-Entonces tú eres la chica de la que habla todo el mundo-comprendió de pronto.- pues claro, ¿cómo no me había dado cuenta? Perdona chica, es que hacía tantos años que no veía a un Syyala del norte que ya no recordaba ni como eran, te había tomado por una sureña.

Kya se encogió de hombros, restando importancia al asunto.

-No pasa nada. Total, solo soy una más. No soy nadie especial, ni necesito que me traten como tal.

Pamitha asintió, dándole la razón.

-Así se habla muchacha. Aquí somos todos del mismo montón.

Kya sonrió. Aquella mujer poseía una labia y un carisma que únicamente podía tener una posadera.

Pam volvió a ponerse manos a la obra tras haber charlado con ellos un rato.

-Pami se portó muy bien conmigo de niño, y también con mi padre. -le contó. -Yo solo tenía diez años cuando vinimos por primera vez a Ezestria y ella nos acogió sin dudarlo. Pasamos dos años aquí y me trató como si fuese su hijo. Sinceramente, es lo más parecido que he tenido a una madre.

Kya sintió su corazón llenarse de ternura.

La gente que había conocido en Ezestria era muy amable. No llevaba mucho tiempo allí pero se había sentido bien desde el primer momento. Se sentía genuinamente feliz.

Era bien entrada la tarde cuando salieron de la Jarra de Sauce. Pamitha les había facilitado un mapa pero eso no implicaba que fuesen a saber llegar a la Academia.

De un modo u otro, se las apañaron para no llegar demasiado tarde. La Academia Elemental era un árbol incluso más grande que el hospital, de tronco grisáceo y hojas verde esmeralda.

Se apresuraron a entrar. Un portón plateado permanecía abierto de par en par, por lo que no tuvieron ningún problema para acceder. Una vez dentro, se sintió completamente fuera de lugar. Todo el mundo allí vestía de forma muy elegante, con ropas caras y hermosas mientras que ella solo llevaba una camisa y unos pantalones sencillos. Se acercaron a un recibidor donde una elfa de cabello canoso ojeaba un libro muy grueso con la ayuda de unos anteojos dorados que le resbalaban lentamente por la nariz.

-Disculpe...-empezó a hablar Kya, con timidez. -venimos a ver al Rector Crassus.

La elfa levantó la mirada por encima de las gafas. Pensó que tenía cara de pedante.

-Ah, claro. La Syyala. -también hablaba como una pedante. -Sígueme- dijo mientras se levantaba.

Siguió a la elfa pedante por los intrincados pasillos de la Academia. Todas las miradas se clavaban en ella, haciéndola sentir incómoda. Sazz caminaba a su lado y eso la hacía sentirse algo más segura, pero no mucho. Tras unos minutos, se encontraron frente a una puerta verde. Parecía un espejo de como resplandecía. La mujer de los anteojos llamó educadamente y esperó. Sin emitir ni un solo sonido, la puerta se abrió ante ellos.

La elfa canosa inclinó un poco la cabeza y se retiró. También andaba de forma pedante.

Se encontraron con un elegantísimo despacho. La decoración era sobria y formal, como todo lo fabricado por los elfos. En el centro de la estancia había un gran escritorio de madera blanca, pulida y barnizada con un buen puñado de libros amontonados a un lado. Tras él se encontraba sentado en una cómoda silla, también blanca el anciano Crassus y a sus espaldas, se extendía toda una pared cubierta por estanterías e infinidad de libros. La luz anaranjada del atardecer se filtraba por las hermosas vidrieras, fragmentándose en muchos más colores.

El rector sonreía. Parecía costumbre en el.

Sazz hizo una reverencia, abrumado de encontrarse en presencia ante uno de los miembros del Consejo. Kya no.

-Me alegra ver que has cambiado de idea.

La joven syyala jugaba con sus propias manos, nerviosa. Su cola golpeaba el suelo.

-Así es. Medité sobre el tema y me pareció descortés por mi parte declinar tan amable invitación. -se sorprendió a si misma empleando un filtro tan formal.

A Sazz también pareció pillarlo por sorpresa ya que la miró de reojo y una pequeña sonrisa asomó en sus labios. 

Crassus asintió, complacido ante la respuesta de Kya.

-Es un gran honor que hayas decidido acudir al banquete, lo digo de todo corazón.

-Sin embargo, ilustre rector Crassus, no acudiré si no se me permite llevar a mis amigos.

Crassus la miró largo y tendido, pensativo.

-Está bien, puedes invitar a tus amigos. Siempre y cuando el cazador no se encuentre entre ellos. Como comprenderás, tratándose de un banquete al que asistirán los miembros del Consejo, no vamos a arriesgarnos a invitar a un asesino de mágicos potencial.

Le dolió escuchar aquello, pero no podía echárselo en cara. Era normal que desconfiasen de Azor. 

-Conforme.- asintió ella.

-Me complace saber que hemos podido entendernos.-el anciano les dedicó una amable sonrisa a los dos jóvenes.

-Una cosa más, si no es molestia.- añadió Kya.

-Por supuesto, dime.-el rector le prestó toda su atención.

-No puedo asistir vestida así. No me parece que sea adecuado.- realmente le daba exactamente igual que ropa llevar, pero se imaginaba que lo mejor era causar una buena impresión.

El anciano rió suavemente.

-No te preocupes por eso, joven. Tú y tus amigos tendréis a vuestra disposición los ropajes que os plazcan. En fin, ¿algo más?

-Nada más, ilustre rector.




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