IX. Camino a Ezestria.

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Durante los siguientes días, analizó meticulosamente la conducta de aquella peculiar chica zorro. Le sorprendió ir descubriendo los diferentes matices de su personalidad con cada acción que Kya realizaba. Había dos facetas suyas que destacaban y se contrastaban entre sí. Por una parte se percató de que era extremadamente curiosa y le encantaba aprender todo lo que él pudiese enseñarle. Cuando él cazaba, despellajaba a sus presas o cocinaba, ella prestaba atención en silencio y lo imitaba en lo que podía. Era evidente que quería aprender a valerse por sí misma. Hacía innumerables preguntas, pero siempre manteniendo las distancias con sumo recelo. Era muy cautelosa en lo que respectaba a viajar con él. Rehuía cualquier contacto físico e incluso cualquier mínima cercanía entre ellos. Nunca se acercaba a más de tres metros de él. Había notado también lo tensa que se ponía cuando lo veía desenfundando cualquiera de sus armas aunque solo fuese para cortar un pedazo de carne. No se lo echaba en cara, tenía motivos de sobra para desconfiar de los humanos.

Y sin embargo podía llegar a ser muy distraída en algunas ocasiones. La observaba cuando ella creía estar sola. Podía pasarse mucho rato tan solo jugando con su cola o contemplando la más mínima nimiedad que el bosque podía ofrecerle, como un simple bicho trepando por la corteza de un pino. Además, tenía un lado quizás demasiado inocente para su propio bien, debido a su desconocimiento del mundo y de los sucesos que ocurrían en el.

Pese a haber estado casi un año viviendo como una indigente en aquél pueblucho, Kya había demostrado poseer bastantes conocimientos. Si bien era cierto que ella no tenía ni idea de donde procedían estos, saltaba a la vista que había recibido una buena educación en algún momento de su vida que permanecía oculto tras el tupido velo de la amnesia. Tenía un amplio vocabulario, señal de que había sido aficionada a la lectura o muy estudiosa. Además de una lengua afiladísima que no tenía reparos en usar para dejar por los suelos a Azor o a cualquier ser humano. Esta costumbre le resultaba especialmente graciosa, pues Kya no tenía ningún filtro y decía lo que pensaba sin titubeos. Al principio, ella se esforzaba en que sus palabras resultasen hirientes, pero al comprobar que su acompañante no se sentía ofendido en ningún momento, estas adquirieron un tono más burlón que despectivo. El le respondía del mismo modo y, en alguna ocasión consiguió arrancarle alguna carcajada.

A el le parecía muy curioso el hecho de que, dependiendo de cuando la mirases, Kya parecía una persona completamente distinta. Podía parecer una mujercita con un carácter fuerte y sin pelos en la lengua y muy segura de si misma, o podía parecer una niña desorientada pero con una insaciable curiosidad y, a menudo, muy insegura y asustadiza.

Era ágil e inquieta como se esperaría de un zorro y no era extraño que se metiese en líos. A menudo le resultaba difícil lidiar con ella por que, en ocasiones, parecía más un animal salvaje que una persona.

Y hablando de animales, tenía un don para tratar con ellos, pues su caballo Dart no tardó nada en cogerle cariño. A ella le encantaba acariciarlo y trenzarle las crines y el corcel se sentía perfectamente cómodo con ella alrededor.

La sorprendió varias veces haciendo movimientos extraños frente a la hoguera que encendían cada noche. Era evidente que quería aprender a usar los poderes que hasta hacía relativamente poco no sabía que poseía. Por sus continuos fracasos, dedujo que tal vez solo se activasen en contadas ocasiones como un instinto de supervivencia o un salvavidas. De momento, solo había sido capaz de usarlos en situaciones de peligro, en el incendio y cuando se sintió amenazada la primera vez que vio a Azor frente a ella. Se desanimaba y se rendía fácilmente y seguidamente se enfurruñaba y se abrazaba a su cola con las mejillas hinchadas y el ceño fruncido. De todos modos, al día siguiente lo volvía a intentar sin falta.

Y así iban sucediéndose los días. Se movían a diario para darle el esquinazo al resto de cazadores. Azor era muy consciente de que lo que hacía iba en contra del código que los suyos debían seguir a rajatabla y que, los que antes eran sus compañeros, muy seguramente lo considerasen un traidor por haber huido junto a una joven mágica. Él le había asegurado a Kya que, si no la había asesinado, era por que confiaba en su inocencia y en que no merecía ese destino tan cruel, pero había otra razón que no tenía pensado confesarle aún. Ella era muy insistente en el hecho de que quería conocer todas las verdades que le eran desconocidas, pero Azor consideraba que su mente era aún demasiado inocente para asimilar algunas de ellas, por muy madura que pareciese a veces. 

Fox TearsWhere stories live. Discover now