Grandeza sin límites |Ouran h...

By eihctaM

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Su padre se casó con una mujer de gran fortuna, por lo que Rei tiene que cambiar todo lo que una vez conoció... More

🌸Prólogo: Un mundo extraño.🌸
🌸01. Lo que significa ser un chico.🌸
🌸02. Bienvenido al club.🌸
🌸03. Secreto no secreto, parte 1.🌸
🌸04. Secreto no secreto, parte 2.🌸
🌸05. Algo importante.🌸
🌸06. Es sólo un recuerdo.🌸
🌸07. A los gemelos les gusta divertirse, parte 1.🌸
🌸08. A los gemelos les gusta divertirse, parte 2.🌸
🌸09. La destreza de Honey.🌸
🌸10. La casa Murakami-Hashimoto.🌸
🌸12. El Síndrome de Haruhi.🌸
🌸13. Hitachiin VS el destino.🌸
🌸14. Un romance sin precedentes, parte 1.🌸
🌸15. Un romance sin precedentes, parte 2.🌸
🌸16. ¿Qué sucede con Rei-chan?, parte 1.🌸
🌸17. ¿Qué sucede con Rei-chan?, parte 2.🌸
🌸18. La estrategia perfecta.🌸
🌸19. Padre tonto.🌸

🌸11. Tamaki, y sus celos.🌸

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By eihctaM

El presidente del club miraba fulminante desde su posición al aparente chico que estaba de rodillas frente a él. Rei torció los labios, lamentando ser tan respetuosa con cualquier figura que sea un Senpai.

- Hagamos esto de nuevo, Rei-kun. - murmuró suspirando - ¿Qué le pasó a tu cara?

- Me caí. - respondió instintivamente, casi como un robot programado.

- ¿Qué dijimos sobre mentir, Rei-kun?

- Que los chicos bonitos no lo hacen. - respondió en un susurro.

Maldijo a Kami por hacerla reencarnar con una intensa mala suerte. Si no se hubiera peleado con esos chicos de otra escuela en una de sus escapadas al Arcade, no hubiera quedado con un ojo morado y no estaría siendo regañada por el presidente del club al cual pertenecía.

Y por otro lado, a Tamaki no le hacía gracia el que a uno de sus anfitriones tuviera arruinada su apariencia, ya que de eso se supone que se trata el ser un anfitrión, el que un chico guapo le haga compañía a la clienta. Pero, sobre todo, estaba molesto y frustrado.

No le gustaba el que una chica tuviera tal marca en su rostro. Una mujer no debía de tener ese tipo de cicatriz tan violenta, sobre todo si fue provocada por un hombre. Le producía rabia el simplemente no hacer nada por Rei, y lo haría... Pero esa maldita apariencia.

Era su Kohai, debía guiarla, y corregirla si hacía algo mal. Este era uno de esos momentos donde debía cumplir su deber de Senpai. Pero sus sentimientos se interponían en su rol. No podía evitar ser un tanto hostil hacia Hashimoto, ya que había logrado acercarse de manera especial a Haruhi. De tan sólo pensarlo; le hervía la sangre. Tamaki sabía que eran amigas y demás, pero sentía el odio brotar en su pecho al verlas reír y conversar tan familiarmente. Él quiere lograr que Haruhi ría, él quiere hablar de lo que sea con ella. Y ver que alguien, otra persona, Rei, lo había logrado sin el mínimo esfuerzo, lo enfurecía. Si no estuviera vestido de chico, no la sentiría como una amenaza en su relación con Haruhi. Era una pelea constante entre su sentir y razonamiento, según lo que se muestra ante sus ojos.

Y Kyoya observaba el problema desde su lugar, analizando la relación entre esos dos. Eran tan similares y distintos al mismo tiempo. Uno los miraba desde lejos y podría confundirlos con hermanos o primos. Pero su personalidad era totalmente opuesta; Tamaki es elegante y atento, Rei es básicamente tsundere, lo único que tenían en común era Haruhi. El único interés que compartían, era esa chica.

El problema, además de ser la chocante relación que tenían, era que Fujioka terminaría alejándose de ellos. Kyoya ya notaba la incomodidad de la plebeya, mirando atenta y enfadada el sermón. Estaba seguro que estaba molesta porque Tamaki era muy duro con Rei, y porque Rei se mete en líos.

Tenía que hacer algo, y pronto. Antes de que todo vaya de mal en peor.

...

- ¿Qué es esto? - murmuró casi sin palabras Tamaki, con la espalda pegada a una de las paredes del armario, mirando fijamente a Hashimoto que estaba en la misma situación.

Ambos no entendían que estaba pasando.

- Estarán ahí hasta que se lleven mejor, ¿Sí? - habló el vicepresidente del club, simulando simpatía con su gélida sonrisa dirigida a las puertas cerradas del armario.

- ¡¿AH?! - gritaron ambos rubios, tratando de forcejear las puertas en un intento de escapar.

- Es por su bien, deben entender. - los chicos dentro del mueble se calmaron un poco al escuchar el suave tono de Haruhi del otro lado de la fina madera, pero no lo suficiente.

- ¡¿Cómo va ser por nuestro bien?!, ¡Ella es capaz de matarme! - ese comentario hizo que Rei tuviera un tic en su ceja derecha.

La chica sujetó con fuerza el cuello de la camisa de Tamaki, olvidó por completo que era su Senpai, y lo sacudió con fuerza - ¡Sigue hablando y lo consideraré!

- ¡Kyoya, sácame de aquí! - suplicó desesperado el hijo del director de la escuela, casi desgarrándose la garganta de lo fuerte que exclamó.

- Lo siento, no podemos, nos vemos después de las actividades del club. - se despidió el recién nombrado, siendo seguido por el resto del club, el cual estuvo de acuerdo con el plan llevado a cabo; en una parte por preocupación, y en otra por diversión.

Hashimoto detuvo sus movimientos a la hora de escuchar los múltiples pasos alejarse, y se apresuró a golpear desesperada la puerta, en un intento de detenerlos.

- ¡Haru, no te vayas! - no recibió respuesta. Golpeó otra vez, y gritó con más fuerza - ¡N-no!, ¡Haru, Haruhi!, ¡No me dejes sola!

El corazón de la recién nombrada se estrujó al escuchar la voz quebrada de su amiga, sentía que la estaba traicionado. Pero sabía que era necesario.

- ¡Haru! - llamó nuevamente, mientras Tamaki acomodaba su corbata y la miraba molesto - ¡Honey-senpai, Kaoru, Mori-senpai! - volvió a llamar, empezando a rendirse - ¿Hikaru...?

No, estaba segura que, aunque llamara a ese gemelo, no la ayudaría.

Suspiró resignada, echándose hacia atrás en el mueble, chocando su espalda con una de las paredes.

- No te muevas tanto, hay poco espacio. - sermoneó Tamaki, exhausto de la situación.

A Hashimoto no le quedó de otra que obedecer, acomodándose como podía en el lugar.

El rubio analizó su posición, y se removió incómodo - ¿No puedes ponerte de otra forma?, Con tus piernas así no me puedo mover.

La chica lo pensó unos segundos. Ella estaba apoyando su espalda paralelamente a las puertas del clóset, mientras que Tamaki estaba contra una de las paredes laterales.

Las mejillas de ella se colorearon violentamente.

- ¡O-obvio no!, A menos que quieras entrelazar nuestras piernas, o que uno de los dos esté entre las del otro. - además de que estar hombro con hombro no era una opción.

A Suoh no le costó pensarlo, tampoco dudar de su respuesta - No, definitivamente no quiero eso.

Estuvieron en silencio por los próximos 15 minutos, los cuales se sintieron como horas. Seguramente a Kyoya lo picó un mosquito malvado que lo hizo más malvado de lo que ya era, y elevó unos cuantos grados a la calefacción de la sala, ya que ambos empezaban a sudar como si estuvieran en un caldero.

Tamaki no lo soportó más, y se quitó el saco de su uniforme, además de desabrochar los dos primeros botones de su camisa tras aflojarse la corbata. En cambio Rei fue más despreocupada; además de sacarse el saco y la corbata, se desabrochó la camisa completa. No era necesario un mayor drama, pues siempre llevaba una camisa de tirantes bajo el uniforme.

- No deberías desvestirte frente un hombre. - se quejó Tamaki, desviando la mirada a cualquier parte menos Rei.

- Pareces una anciana anticuada. - bufó ella en respuesta, ganándose un gruñido de parte de su ajeno.

Volvieron a estar en silencio, uno muy incómodo, a decir verdad. Si no fuera por la buena calidad del mueble, hubieran escuchado el constante "tic tac" del reloj en lo alto del salón, y hubieran enloquecido.

El tiempo pasaba, y no parecía haber indicios de que los demás volverían pronto. Suoh empezaba a quedarse dormido, y Rei abrazó con fuerza sus piernas. Decidió cerrar los ojos y respirar con un ritmo calmo, sin apresurarse. Los lugares cerrados no son para ella.

De un extremo a otro, su coraje se iba debilitando, sintiendo las paredes encerrarla cada vez más, la oscuridad cegarla, el oxígeno acabándose, recordando esa vez que con la piel llena de moretones y sangre fue encerrada de forma violenta en uno de los casilleros, donde guardaban los suplementos de limpieza del aula, en una de las escuelas medias a las que asistió. Había tenido una riña con tres de sus compañeros de clases, y las cosas no salieron para nada bien.

Estuvo toda la noche encerrada en el cubículo, con la sangre de su nariz y labios seca, el ojo izquierdo amoratado e hinchado, sus nudillos rojos con raspones ardientes. Recordó el frío que la hizo temblar, y le provocó fiebre. Su encierro duró hasta la madrugada del siguiente día, pues su padre no la encontró en casa cuando llegó y era tarde por la noche, por lo que informó a la policía de inmediato para empezar su búsqueda que duró 5 horas hasta ser encontrada.

Cuando era la hora en la que comenzaba la jornada escolar, todavía estaba la ambulancia y un par de patrullas afuera del establecimiento. A los estudiantes no se les hizo difícil reconocerla a medida que llegaban. Estaba sentada en el borde de la ambulancia con una manta térmica sobre sus hombros y una taza de chocolate caliente en sus manos, la cual no recibió ni un sorbo de su parte. Su padre no se separó de su lado, intentó hablar con ella, saber quiénes eran los responsables, pero ninguna palabra abandonó los labios de Rei. Se sentía tan exhausta, además; estaba segura que, aunque diera nombres, no habría un gran cambio. Lo más seguro, era que los chicos con los que tuvo la pelea hayan huido al ver las luces de los vehículos en la entrada de la escuela.

De inmediato una multitud de personas se aglomeraron en la entrada, para observarla su cara hinchada bajo las vendas. El rumor de que fue violada en la escuela no se demoró en aflorar de boca en boca. Para todas las personas, en realidad, les pareció que había sido víctima de violación, y cabe destacar que el más desesperado en saber la respuesta era su padre. Inmediatamente negó el haber sido asaltada de esa forma, y omitió que estuvo a punto de serlo.

Lo último que fue de la pelea, dos de los chicos la sujetaron de los brazos para inmovilizarla, y cuando pensó que el tercero la iba a golpear aprovechando su estado de vulnerabilidad, sintió el verdadero terror recorrer su sangre cuando lo vio desabrocharse el cinturón mientras se relamía los labios con una mirada de superioridad. Se sintió, por primera vez en un enfrentamiento de esa índole, débil y pequeña, cómo una presa sin garras ni colmillos. No le costó imaginar lo que se avecinaba al ver que el chico dejando ver el borde de su ropa interior a medida que se acercaba, riéndose de la expresión de ella. El interior de Rei lloró con miedo, y en un acto desesperado, impulsado por una corriente eléctrica, atinó la patada más fuerte que jamás había dado en la entrepierna del chico. Todo fue borroso desde entonces, sólo sintió un puñetazo en la nariz, y su cabello tironeado al ser arrastrada hacia el interior de un casillero. Fue lanzada con tanta fuerza que dejó sus piernas entumecidas por el golpe que recibió su espalda.

Esa vez, su padre la regañó como nunca antes lo había hecho. Él nunca le había dicho algo muy importante respecto a las peleas en las que se metía, sólo un "No es bueno para ti, deberías dejar de meterte en problemas" mientras curaba sus heridas, tratando de ser amable y no parecer el villano. Pero esta vez, la sujetó de los hombros y la sacudió mientras le suplicaba que parara, que era suficiente, que no podría superar otro susto así. Nunca olvidaría esa mirada dorada que heredó soltando lágrimas. Esa fue la primera y última vez que vio a su padre llorar. Se odió por hacer preocupar de esa forma a su viejo, hasta el punto de hacerlo llorar por el susto.

Intentó abandonar esa rabia que la guiaba a desquitarse con cualquier persona dispuesta a recibir el daño que ella también buscaba. Porque se odiaba desde antes, siempre lo hizo. Pero esta vez fue distinto, porque por odiarse, su padre sufrió. Y no sólo eso, se dio cuenta que su padre sufría todo el tiempo. El único ser que amaba, sentía el dolor de ver a su hija lastimada porque ella buscaba eso, se sentía impotente porque no podía hacer nada para proteger a su niña.

Obviamente, no resultó el dejar la agresión del día a día. No duró más de dos meses, meses en los que tuvo clases particulares y pequeñas compensaciones monetarias de parte de la escuela a la que asistía para mantener su reputación ya manchada, y pedir disculpas de cierta forma por lo que pasó.

Y el rumor de que fue agredida sexualmente se propagó al barrio, y se ganó miradas de compasión de parte de muchos vecinos. Incluso, se llegó a pensar que había quedado embarazada, porque no salía mucho de casa. Aún recuerda cuando la casera le llevó una bolsa llena de vegetales y carne para el inexistente bebé. Obviamente, Rei aceptó el regalo, y no sólo por cortesía, ya que de todas formas no está demás el tener suministros.

Ahora, se veía encerrada en un lujoso armario, en una lujosa escuela, porque tiene una lujosa vida. Pero se sentía de la misma manera que la primera vez que fue encerrada: Sola y miserable. Los recuerdos se volvían cada vez más reales. El frío de la noche la hacía temblar, la fiebre la hacía sudar, y el miedo lo empeoraba más.

La adrenalina subió contra la gravedad por su cuerpo, provocando espasmos en su ser. Se sintió de nuevo con 13 años, con su seifuku arrugado y ensangrentado, con los huesos doliéndole. El actual ojo morado a la edad de 15 lo hace todo más real.

Sujetó mechones de su cabello con fuerza, tironeando de ellos sin poder sentir el dolor que esto provocó. El ritmo de su respiración se rompió, haciendo todo peor para ella.

Tamaki se dió cuenta, sabiendo que algo no está bien.

- ¿Estás bien, Rei-kun? - preguntó extrañado, viendo a su acompañante encogerse y jadear.

No recibió respuesta, sólo la dificultad para respirar de su Kohai. Suoh sabía que eso no era bueno.

- Rei, escúchame, debes respirar. - llamó suavemente, dirigiendo sus manos al recién nombrado.

Fue completamente ignorado, interrumpido por el movimiento brusco que hizo Hashimoto al nuevamente forcejear contra las puertas del mueble en busca de aire y liberación. Rasguñaba con fuerza, dejando leves marcas en la madera y lastimándose la punta de los dedos. Esa fue la señal en rojo para el mayor.

Se apresuró a rodear con sus brazos el cuerpo de la chica, la cual chilló como un animal salvaje al sentir el toque. Ambos rubios forcejearon en el reducido espacio, Rei intentando zafarse y Tamaki evitando que eso suceda.

Hashimoto intentaba sacar sus brazos, pero Suoh se lo impedía. Hashimoto quiso ponerse de pie, pero él no lo permitió. Por obvias diferencias de tamaño y fuerza, el mayor terminó ganando tras hacer caer el armario para atrás, ahora con las puertas trabadas como techo y ellos acostados de lado.

Rei gruñía arisca, aun intentando liberarse de la prisión de huesos y carne que la tenían inmovilizada.

- Ssh, respira... - susurró Tamaki en el oído de Rei, una y otra vez.

Pasaron un rato más así, hasta que el anfitrión más reciente se cansó y calmó, relativamente.

- Así se hace, buena chica... - susurró nuevamente el rubio mayor, aflojando un poco el abrazo - Respira, hazlo conmigo, ¿Sí?

El pecho de él subió alto y lentamente, chocando con el de ella para que siguiera el ritmo. Tomó un par de segundos para que ella lo empezara a imitar. Sus diafragmas se expandían en sincronía, y sus respiraciones se liberaban al mismo tiempo y velocidad.

El perfume de ambos se mezcló, al igual que sus cabellos sobre la madera en la que tenían sus cabezas apoyadas. Tenían su barbilla en el hombro contrario, siendo incapaces de ver el rostro del otro; era mejor así, en el anonimato sin pudor que tenían presente.

Cuando Rei estaba evidentemente en sus cabales, Tamaki decidió preguntar: - ¿Qué fue todo eso?

Hubo un silencio relativamente largo entre ellos, en el que nació la duda de que si acaso habría respuesta.

- ... Soy claustrofóbica.

Tamaki miró de reojo la nuca contraria, viendo los cabellos rubios enredarse elegantemente. No entendía cómo alguien de tan poca clase como Rei podía poseer semejante belleza.

Pasaron nuevamente al silencio, uno tan distante que los hacía olvidar que estaban prácticamente pegados uno al otro.

Las respiraciones de ambos creaban eco entre la madera, y los mantuvieron despiertos en el espacio tan cerrado en el que estaban.

El calor rodeándola, los suspiros tras su cabeza, el latido ajeno contra su pecho, todo lo correspondiente a su Senpai la hacía concentrarse en él, sólo en él. En los brazos largos y fuertes rodeando los suyos, la sien contraria sobre su cabeza, el aroma del otro, nada la hacía desviar la atención, y lo agradecía de cierta forma.

En un punto del silencio que se implantó, Rei alzó sus brazos y correspondió al abrazo, sintiéndose protegida y en paz, sin la preocupación de mantenerse siempre alerta. A Tamaki le tomó por sorpresa la acción de Rei, pero eso le permitió omitir la fuerza en sus brazos para volverlos menos firmes.

Eran libres de estar cómodos con el otro, dejando las diferencias de lado. Ahora Suoh entendía en qué consiste la forzosa psicología de Kyoya.

Podría por fin entenderla. Ahora que sólo sentía a una Kohai asustada, la cual necesitaba de su apoyo, no a un potencial rival amoroso.

- ¿... ¿Cómo llevas tu cambio de vida? - se atrevió hablar, y para su suerte, ella no tenía problemas en responder.

- Todo es distinto a como era antes. - se tomó unos segundos para colocar en palabras sus pensamientos - Es más fácil.

- ¿Fácil? - preguntó interesado.

- Si. Ahora no tengo que pasar días ahorrando para comprar algo que quiero, o preocuparme del mantenimiento de la casa. - se encogió de hombros ella, desviando los ojos de manera pensativa.

- Supongo que el estar en el Host club también es distinto. - comentó en respuesta, tanteando terreno importante para él.

- Oh, sí. Nunca había estado en un club, o había tenido amigos.

Tamaki alzó una ceja, queriendo respuestas - ¿Hablas de Haruhi?

Rei suspiró, con una leve sonrisa.

- Si... Nadie se me había acercado como ella. Es amable y atenta conmigo, agradezco mucho haberla conocido. Es una gran amiga, me gusta mucho. - el alma casi se le sale a Suoh al escuchar lo último - Pero también lo digo por Honey-senpai, es muy lindo conmigo, también me gusta mucho.

Tamaki reflexionó sus palabras, y se sintió en paz por primera vez desde la llegada de aquella rubia. Eso necesitaba oír, el sentimiento que quería ver en Rei para no sentirse más amenazado. Pero seguía curioso sobre su Kohai - ¿Hay algo que extrañes, de tu antigua casa?

A Rei le tomó un poco de tiempo contestar - No mucho... Tal vez el tatami, crecí con él y me acostumbré. - la mansión de su madrastra era enorme, siendo de un estilo occidental - Aunque podría pedirle a Haruka-san permiso para hacer un salón del té con el piso de tatami. - murmuró pensativamente.

- ¿Haruka-san? - consultó curioso Tamaki, teniendo un extraño presentimiento sobre el tema.

- Ah, es mi madre... - murmuró un tanto apenada la chica. Se sentía agradable decir eso, decir que tenía madre.

- Pensé que era tu madrastra. - sé sintió un pinchazo de incomodidad en el ambiente.

- Bueno, sí, lo es. - dijo en respuesta ella, frunciendo el ceño extrañada.

- ¿Qué pasó con tu verdadera madre?

Y con eso se rompió el momento. Tamaki había cruzado la raya invisible de "Quiero saber de ti" y "De mi incumbencia". Y a pesar de lo que le dijo Kyoya, quería escucharlo directamente de la boca de ella.

No sabía que fue lo que le hizo pensar que era buena idea.

De un momento a otro, Suoh sintió un escalofrío al sentir a la chica separarse de él. Hasta ese momento, no se había percatado lo juntos que estaban.

Dos manos se posaron delicada y peligrosamente a ambos lados de su cabeza. Su rostro quedó a la altura del ajeno, y torció los labios en una mueca incómoda al ver esos ojos miel, antes desesperados, mirándolo con advertencia. Ni siquiera el hecho de que uno estaba casi cerrado por la hinchazón del amoratado párpado lo hizo cambiar de sentir.

El corto y lacio cabello de ella caía cerca de la cara de él, provocando aún más peligro por lo cerca que estaban.

Cuando la voz femenina iba a pronunciar algo, las puertas del mueble fueron abiertas, dejando a la vista las cabezas curiosas de los demás integrantes del club.

"Salvado por la campana" queda corto.

- Oh vaya, quería que sus lazos se estrecharán, no sus cuerpos. - comentó en broma cruel y pícara el vicepresidente del club, ganándose respuestas de la misma índole de parte de los gemelos Hitachiin mientras reían.

Rei se apuró y enderezó. Salió del mueble, llevándose consigo su saco y corbata, dejando a su Senpai aún dentro del armario en la misma posición en la que lo dejó.

El rostro de Tamaki enrojeció de la vergüenza y enojo.

- ¡NO DIGAS ESO! - ahora que lo pensaba, tenía el recuerdo de tener dos acolchadas almohadas contra su pecho, cosa que lo hizo a avergonzar más - ¡HARUHI LO PUEDE MALINTERPRETAR!

La recién nombrada estaba a lo lejos, pues tras abrir el armario que no estaba como lo habían dejado (cosa que la preocupó), un vuelco extraño se removió en su estómago tras ver a ambos rubios tan cerca, uno arriba del otro y con la ropa desordenada.

Sabía que no había pasado nada, era obvio. Rei no era de esa clase de chicas, y Tamaki no era de esa clase de chicos. Además, se llevaban mal en un inicio, obviamente iba a ser un malentendido.

Pero... Ver a Tamaki compartiendo esa distancia (la cual se atrevería a decir que ha sido la única con la que la tuvo) con otra persona, la hacía sentir invisible e ignorada.

Y era la misma sensación al ver a Rei para nada arisca con otra persona que no haya sido ella.

En ese momento, Haruhi supo que estaba verdaderamente confundida.

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Me tomó su buen tiempo

Pido perdón :"0

Pero aún así, espero que sigas disfrutando de esta historia

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