MAGNATE AMADO

By Ale_AlvaradoG

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Alexander Hudson un multimillonario, el magnate de magnates, uno de los hombres más ricos y poderosos del mun... More

Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capitulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35

Capítulo 1

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By Ale_AlvaradoG

El rugido furioso del Lamborghini, resonó sobre la carretera al meter más a fondo el acelerador.

Sin ningún tipo de respeto por las reglas de condición, o el límite de velocidad, el lujoso auto paso como fantasma por entre los demás coches de aquella avenida.

Las llantas rechinaban sobre el asfalto, y solo optó por acelerar más.

Tras un peligroso trayecto, el flamante auto se estacionó en la entrada de un gran edificio.

Una verdadera belleza arquitectónica.

Bajo del auto azotando la puerta, y entro por las pulcras puertas de cristal.

Todos huyeron estúpidamente de su camino al verlo llegar.

El terror que impartía su sola presencia era increíble.

Subió al ascensor, marcando el último piso, donde se encontraba su oficina.

Al salir lo recibió un pasillo desierto, con solo su secretaria en su escritorio afuera de la puerta.

—Que nadie me moleste — ordeno sin molestarse en saludar.

Y sin esperar respuesta azoto la puerta a sus espaldas.

Vio en su escritorio una pila de documentos esperando por él.

Antes de hacer cualquier otra cosa.

Camino a su mini bar, donde saco una botella de su mejor coñac, y sirvió generosamente en un pequeño vaso de cristal.

Al sentir el sabor del líquido, hizo sentir un poco más tranquilos sus pensamientos.

Su familia temía, que se hiciese más dependiente a aquella bebida, pero era lo único que calmaba su atormentada mente.

Camino hasta su escritorio, con el vaso en la mano.

Y como era su rutina, se enfrasco en su trabajo por largas horas, olvidándose hasta de ingerir alimento.

Con forme los días, luego las semanas y los meses pasaban, caía más y más en aquella rutina.

No ingería alimento, su dieta se limitaba al alcohol, y al café que tomaba por las mañanas para disminuir la resaca, que el mismo alcohol le dejaba en aquellas noches largas de insomnio.

Prefería mil veces aquel insomnio, que aquellas pesadillas que siempre le atormentaban cuando cerraba sus ojos.

Por esa razón trabaja prácticamente las 24 horas del día, y cuando el sueño hacia mella en él, se bebía tanto alcohol que prácticamente se quedaba completamente inconsciente.

Inconsciente... Como hacía tanto tiempo se sentía.

El nivel de alcohol era tan alto, que ni siquiera sentía su cuerpo cuando todo se volvía oscuridad.

Mucho menos aquellas pesadillas.

El alcohol era un mal necesario para su atormentada mente.

Para su propio equilibrio mental, le ayudada de alguna forma para no perder por completo la cordura, y caer en la locura y desesperación.

Para él, hacia mucho que no brillaba el sol.

Hacía mucho que todos sus días eran nublados, y tormentosos.

Solo quería que su mente de ocupara en el trabajo, negándose a recordar todo.

Su fortuna crecía de forma des mensurable, desmedidamente ganaba tanto dinero que llegaría un momento donde ya no sabría que hacer con él.

Tenía varios bancos que solo trabajaban para él, resguardando el dinero que otros dirían con esfuerzo le habría tocado ganar.

Pero lo cierto era, que para él era bastante sencillo, debido a su inteligencia.

¿Pero que ganaba con todo aquel dinero?

Nada.

Esa era la única respuesta en su mente.

Y sin permitir que su mente viajara, rápidamente se enfocó en otra carpeta con más documentos.

Tan monótono, tan gris y nublado.

Mientras que afuera de su oficina, algo más ocurría.

Las puertas del elevador se abrieron una vez más, dejando ver a un hombre joven.

Cabello rubio, casi dorado, con unos bellos ojos dorados como el sol, barbilla marcada muy masculina, vestido con un costoso traje a gris perla.

Pero su aspecto estaba lejos de lucir presentable, pues su corbata se hallaba desalineada como si hubiese estado tirando repetidas veces de ella.

Sus ojos se encontraban oscurecidos, con una pequeña capa de cristal sobre ellos.

Su rostro estaba enrojecido por completo, casi viéndose gracioso.

Camino con pasos acelerados y torpes, hasta llegar a la secretaria que aguardaba fuera de la gran puerta de madera.

Una vez más tomó con desespero su corbata tirando de ella.

La mujer detrás del escritorio lo observó fijamente, y fruncio su ceño en señal de confusión.

Era claro que no tenía ni la menor idea de quien era.

—¿Puedo ayudarle en algo? — pregunto la secretaria desconcertada.

¿Como aquel hombre había pasado seguridad?

—Nece... Necesitó hablar con su jefe... — tartamudeo torpemente.

La secretaria alzo una ceja.

—No, lo siento pero el señor no está para ver a nadie... Quizás pueda agendar una cita con su mano derecha, solo necesito su nombre — respondió educada mente la secretaria.

El hombre la observo, y mordió su labio negando con la cabeza.

—Yo necesito verlo a él..
Necesito ver a ese bastardo — gruño golpeando el escritorio.

La mujer se sobresaltó ante el arrebató de furia y presiono un botón para llamar a seguridad.

—Le pido que se tranquilice... Y por favor vallase... Ya le dije que el señor no esta disponible para nadie — hablo la mujer con precaución.

El hombre sonrió con sorna, y se giro caminando a la puerta.

—¡No! Alto no puede pasar — grito la secretaria.

Pero eso no lo detuvo, y empujó las puertas de madera.

El estrepitoso sonido llamo la a atención del dueño de aquel edificio, quien subió rápidamente su cabeza para mirar con ojos chispeantes al que se había atrevido a entrar sin su consentimiento.

El hombre rubio casi se fue para atrás, al ver el aspecto del hombre frente a él...

La furia desbordaba sus ojos avellana.

Sin embargo no pudo moverse ni un centímetro, al sentir la secretaria detrás de él, con hombres de seguridad a su lado.

—Señor... Lo lamento tanto, trate se detenerlo pero el joven — la explicación apresurada de la secretaria se vio interrumpida por su jefe.

—Miller... — pronunció con su elegante voz un poco ronca.

El mencionado sintió su estomago retorcerse al escuchar el tono con el que pronuncio su apellido el hombre frente a él.

—Hudson... — respondió Christoper Miller mirándolo.

Ambos se miraron con desafío, aún que los avellanos del magnate casi hicieron que Christoper retrocediera saliendo del epicentro.

—Señor... Nos lo llevaremos inmediatamente — dijo uno de los guardias haciendo el amago de arrestar a Christoper.

El magnate hizo un amago con la mano restándole importancia.

—Dejenme a solas con él caballero — respondió con indiferencia.

La secretaria, acompañada de aquellos hombres, salieron de la habitación.

Dejando a ambos hombres en un silencio sepulcral.

El magnate lo miraba con ojos entrecerrados, sus rasgos afilados y aristócratas, lo observaban desde arriba con desdén.

Hudson levantó su mano y con un movimiento un tanto despectivo le señalo las sillas frente a su escritorio para que se sentara.

Christoper con hombros tensos, se acercó y se sentó en la mullida silla, casi soltando un suspiro de satisfacción, al sentir el cómodo material.

Sin embargo los ojos avellanos que le veían, lograron intimidarlo y fue incapaz de mirar fijamente a Hudson frente a él por más de treinta segundos.

Aún así cada que sus ojos chocaban, no podía evitar mirarlo con odio.

Con la rabia corriéndole por las venas.

—¿A que debo tu visita Miller? — interrogo el magnate desviando sus ojos a los papeles en sus manos.

Una clara señal de que le importaba una mierda cual fuera el motivo de su presencia ahí.

—¿Que hiciste, maldito? — habla Christoper haciendo puños sus manos.

El magnate no ignoro olímpicamente o tal vez simplemente no le importo en lo más mínimo responder.

El silencio tenso reino sobre la habitación, pero al magnate le importo un carajo.

Christoper observo los ojos del magnate, tan helados pero a su vez trasmitían, determinación y poder, pero ahora también transmitían con una enorme  triste, como si la sombra de una gran pena se reflejara en estos.

Pero no Christoper, no se dejaría ver acabado, aún le daría batalla, no iba a dejar que ese mal nacido le arrancara todo como lo hizo con su padre.

Aún cuando se hallaba la posibilidad de perder todo, intentaría seguir demostrando que él es quien tiene el poder en la habitación.

Sin poder evitarlo retuerce sus dedos de las manos, mirando al magnate como si quisiera matarlo en ese mismo instante.

Christoper aceptaba que habían sido sus propias decisiones lo que le llevaron ahora mismo a estar frente al magnate.

Todo el poder e influencias que un día gano, habían desaparecido de la noche a la mañana, fueron sus malas decisiones, meses problemáticos, lo que afectaron de manera negativa todas sus empresas.

Pero el mismo debía admitir, que su peor y más grande error fue el desafiar el poder de el gran Alexander Hudson.

Un error que le había costado muy caro, y por eso mismo ahora se hallaba apuntó de perderlo todo.

Eso hizo que su sangre hirviera más.

—¡Contéstame! ¡¿Que fue lo que hiciste?! — grito Christoper enrojecido de furia.

Los helados ojos chispeantes de furia que se clavaron en él, debido al grito que soltó, eso lo hicieron estremecerse.

Aquel hombre emanaba tal poder que era abrumador.

Hizo el amago de levantarse cuando observo al magnate, levantarse de su silla.

Que más bien parecía como un trono, en el controlaba a todos los que le rodeaban, pareciendo insectos a su lado.

Camino con tranquilidad hasta la licorera junto a uno de los ventanales que daban una increíble vista de la ciudad.

El magnate sirvió whisky en un vaso de cristal cortado, el líquido se escurrió entre los hielos.

Volvió a su lugar, sentándose con elegancia, para beber el líquido del vaso y después mirarlo  como a un vil despojo.

Estaba tan al pendiente de los movimientos del magnate, que no se dio cuenta de cuando una tercera persona hizo aparición en la habitación.

Carlos Williams, uno de los pocos seleccionados en el pequeño grupo de amigos del magnate, hizo aparición, esperando en la puerta

—No sé de que me hablas, Miller — la voz fría del magnate lo hizo mirarlo nuevamente.

Golpeó el escritorio con sus puños en un acto de impaciencia y enojo.

Carlos dio un par de pasos, preparado para intervenir de ser necesario.

—¡¿Quieres arruinarme?!... — grita Christoper colérico.

Alexander lo miro con falta de interés, para después elevar una de sus finas cejas en un acto de cinismo.

—Debes estar muy equivocado, Miller... Solo me he quedó mirando como tus propias estupideces te arrastraban al desastre que tu mismo causaste — respondió el magnate mirándolo con cierta burla en sus palabras.

Fue la gota de derramo el vaso de Christoper.

Se levantó violentamente y se impulso hacía delante, para apoyar ambas palmas de sus manos en la superficie del escritorio.

—¡Cabrón! — grito furioso.

El magnate solo lo observo, y se recargo en el respaldo de su asiento.

Junto sus manos en una posición chula, y lo miro como si de basura se tratará.

—¿De verdad creíste que eras un oponente para mi? — pregunto el magnate arqueando una ceja.

Christoper se atraganto con aquella pregunta.

Su cara de puso roja debido a la humillación que sentía en aquellos momentos.

¿De verdad se había sentido al nivel de el gran Alexander Hudson?.

Ahora a estas alturas tenia que admitir que no.

Quiso desafiarlo y se llevo la peor parte, ahora todo el patrimonio de su familia peligraba solo por culpa de él y su orgullo herido.

Si perdía todo... Solo Dios sabía que jamás su familia se lo iba a perdonar.

Sería la muerte de su padre si se enterará.

El reto estaba muy alto, y Christoper Miller quedo en el camino.

Debía hacer lo imposible por tratar de sobrevivir, tenía que salir del epicentro de aquél desastre.

Pero sabía que Alexander no se lo iba a permitir... Estaba en su mira.

Y todos los que estuvieron bajo esa mirada avellana, se jodieron

Los destruyo... Arrasó con todo lo que tenían, los dejo en la calle, ni siquiera un trabajo modesto pudieron conseguir.

Por lo que investigo supo que muchos de esos empresarios millonarios, tuvieron que huir del país, refugiarse en los que él magnate no tenía influencia o al manos pudieron pasar desapercibidos.

Pero esto casi se les hizo imposible.

Sabiendo todo aquello... Quiso ponerse en pie de guerra con él.

Y ahora él era el único que peligraba en la cuerda, porque por lo que sabía los negocios de él magnate iban como viento en popa.

—Eres un maldito hijo de perra... ¡Te mereces la peor de las desgracias! — grito Christoper con tanta ira que su garganta ardió.

Por primera vez observo como el rostro aristócrata del magnate perdía su careta.

Su rostro se descompuso dejando ver el dolor y tormento que cargaba en los ojos.

La destrucción en la mirada del multimillonario magnate le heló la sangre.

En cuestión de segundos se recompuso.

Poniendo esa barrera de hielo en su mirada, que ahora sabía no era eterna.

¿Que le habrá pasado a aquél multimillonario para cargar con tanto dolor?

La ultima vez que le vio se le miraba tan temible como siempre pero tenia un gran brillo en su mirada... Como si una enorme felicidad estuviera en ella.

Y ¿ahora?.

Su mirada estaba tan apagada y oscura que le daba un aspecto mucho más temible.

—Los malos manejos que has tomado en estos últimos meses te han llevado al filo de una bancarrota que parece inmediata... Solo vendiendo todos tus activos podrás proseguir con el estilo de vida que tiene hasta ahora... No tienes más remedio que vender parte de tus empresas — habló el magnate con claras intenciones en sus palabras.

La malicia con la que hablaba y la oscura superioridad con la que le miraba, eran impactantes.

Si... Fue un grave error el meterse con el hombre frente a él.

Jamás se hubiese imaginado que con solo un chasqueo de dedos, Alexander lo destruiría en menos de un mes.

El significado de las dichas palabras lo golpearon con fuerza.

—¡Jamás!... Escuchame bien, ¡Jamas tendrás mis empresas! — negó frenéticamente.

Sabía que estaba perdido, que no tenía otra alternativa más que aceptar y poner todo a la venta.

Y esperar que la suerte le sonriera... Pues quien querría comprar una empresa con bancarrota asegurada.

Pero no... Estaba seguro que el magnate la compraría solo para demostrarles a todos porque era  el gran Alexander Hudson.

Hacerse respetar por en cima de todo y de todos.

Demostrar su poder y él porque era el rey.

Darles una lección a todos lo que quisiera meterse en su camino.

Era algo así como un depredador llegando con una presa nueva y presumir ante todo su reino demostrando quien tenía el poder.

Alexander lo observo con tanta indiferencia que lo hizo sentir patético ante los ojos del magnate.

—Es tu única salida — dijo el magnate con indiferencia, haciendo un ademán de mano restándole importancia.

Como si el magnate supiera algo que Christoper no.

A pesar de eso, Christoper sonrió con aire de superioridad.

Sabe que está perdido, que no tiene otra alternativa que aceptar y declararse derrotado.

Pero no podía...

Todos los hombres tienen dentro de cada uno, una vena de orgullo que no les permitía ver más allá de lo que tenían enfrente.

Aún que ya hayan caído definitivamente.

—¡Esas empresas son mías! No me importa lo que intentes hacer, no voy a permitir que me las arrebates... He luchado mucho para llegar en el lugar que estoy, no pienso permitir que un hijo de puta como tú me arrebate lo que me pertenece... ¡No lo pienso permitir! — vociferó con irá.

El magnate soltó un suspiro, harto de todo aquella pérdida de tiempo para él.

—De hecho no hay nada que puedas hacer para evitarlo — respondió el magnate tomando todo el whisky restante de su vaso.

Christoper lo miró confundido.

No logrando captar el significado de las palabras dichas por aquellos finos labios.

—¿Como dices? — preguntó completamente perdido.

No podía significar lo que él pensaba...

O ¿si?.

El magnate lo observó para hablar con una tranquilidad asombrosa.

—Tus socios decidieron lanzar las empresas a la bolsa. Al parecer están en completo desacuerdo con la forma en la que has actuado a sus espaldas... Revocándote de al presidencia, tomaron la decisión de cotizar en el mercado... — informó el magnate con tranquilidad.

La respiración de Christoper se atoró y sus manos comenzaron a temblar.

—¿Q... Que? — tartamudeo torpemente.

Hudson lo miró con desinterés antes de soltar el peor golpe.

—Compré el 51% de tus empresas hace un par de horas. Eso me hace ser el socio mayoritario y presidente la mesa directiva — soltó el magnate.

La piel de Christoper perdió por completo el color, y casi cayo de la silla donde estaba sentado al sentir como el piso bajo sus pies se abría.

Su garganta se seco, y se llevo una mano al nudo de la corbata con sus dedos temblando.

No sabía nada de todo aquello.

Su pecho se agita con fuerza, respirando entrecortada mente.

—¿No lo sabías? — pregunto Alexander arqueando una ceja con cinismo.

Temblando levanto sus mirada a la avellana del magnate.

—Creí... Creí que tenía más tiempo — susurro sin fuerzas para hablar.

El magnate lo observo con su poder a máximo esplendor.

Tanto que le abrumada de forma impactante.

—Soy el presidente de las empresas Miller desde está mañana... Así es la vida, a veces se gana y otras veces se pierde — término por declarar el magnate.

Con la ultima frase la voz del magnate se escuchó extremadamente vacía.

Tan seca... Tan sola y tan atormentada.

Para Christoper solo fue una humillación.

A pesar de que sentía su cuerpo descompuesto, se levantó hecho una furia.

No.

En su cabeza no podía consentir que había caído con él mismo hombre, con él que había caído su padre.

Ese hombre había destruido su familia una vez más.

Se puso de pie con furia, la silla cayó al piso al momento que se abalanzó contra el magnate.

Levanto su puño, intentando golpearlo pero el multimillonario con extrema facilidad lo esquivó y empujó.

Se resbalo hacia atrás cayendo al piso, totalmente acabado y humillado.

Ahora había entendido que con Alexander Hudson... Nadie se metía.

El magnate se levantó, y camino alrededor de su escritorio.

Paso a un lado de Christoper, el cuál aún se hallaba en el piso, tan descompuesto para si quiera intentar levantarse.

Alexander lo miro desde arriba, como siempre había hecho.

Le dedico una mirada tan fría, sin una pizca de misericordia ni piedad, solo una gran indiferencia que lo hizo sentir como la peor basura que pudo cruzar por la mirada de el magnate.

Los ojos avellana lo despreciaron para después pasar de largo y caminar a la puerta de la oficina donde se encontraba Carlos Williams con el rostro desencajado.

Ni él mismo Carlos esperó ese golpe de el magnate.

Nunca supo que ese había sido su plan desde un principio.

Supo reconocer que su colega había sido en extremo inteligente, hizo un excelente movimiento, una jugada perfecta.

Pero un movimiento muy duro.

Aún que el mismo Carlos sabía que con Alexander Hudson nadie se metía.

Carlos sintió remordimiento, aún cuando no tuvo nada que ver, se sintió mal por ver la desesperación en los ojos dorados de Christoper.

Sintió una compasión que el gran Alexander Hudson, no sentiría jamás.

Menos ahora con aquella desgracia sobre él.

Sobre ellos en realidad.

Pero no podía permitir que su mejor amigo se siguiera destruyendo como lo venía haciendo en aquellos meses.

Ni que siguiera impartiendo aquel reinado de terror, que dictaba desde aquél trágico día.

Pero justo ahora como se encontraba... Sería un suicidio intentar razonar con Alexander.

Justo como ahora se hallaba, nadie se atrevía a tratar de tranquilizarlo.

Y la verdad es que nadie podía.

Nadie podía, calmarlo, ni tranquilizarlo... No había alguien con el coraje suficiente para detener su irá... Ni su dolor.

Aquél dolor que carga en sus hombros tan pesado como el mundo.

Sólo había alguien... Sola una persona que lo podría apaciguar, pero bueno...

Ella...

—Llama a seguridad, que acompañen al caballero a la salida — dicto la voz dura y fría de Alexander.

Despego la mirada de la inmóvil figura de Christoper, solo para mirar a su mejor amigo.

Encontrándose con los ojos de Alexander, mirándolo... Dirigiéndole una mirada dura.

Adivinando que siente remordimiento.

No pudo aguantar la mirada tan fría de su mejor amigo y bajo la mirada al piso, asustado de su mejor amigo.

Sintiendo temor de que él también sufriera la furia de Alexander.

¿Como habían llegado a eso?

Ahora ni siquiera podía mirarlo por mas de unos cuantos segundos, por temor y sin poder soportar el dolor en los ojos de Alexander.

Desde aquél día, en el que le dijo ese

"Lo siento"...

No pudo volver a verlo a los ojos.

Nadie en realidad.

Ni el mismo Dominik podía con aquella mirada.

—Como ordenes, Alexander — respondió Carlos mirando al piso.

Sintió unos segundos más aquella pesada mirada, y solo pudo mover sus manos nervioso.

Al escuchar los pesados y poderosos pasos de Alexander alejarse, se permitió levantar la mirada y solo ver la espalda cubierta por el costoso saco perderse por en el elevador al cerrarse las puertas.

Suspiro largamente, tratando de calmar su acelerado corazón.

Se acerco a Christoper tendiéndole la mano para ayudarle a levantarse del suelo.

No esperó que en el momento en el que Christoper estuvo de pie, se abalanzara sobre él.

Abrazándolo, y llorando como niño perdido.

—Ayúdame... Ayúdame por favor — suplicó Christoper entre llanto.

Carlos se sintió tan mal, y con remordimiento le regreso el abrazo.

Después de todo... Si había sido un error el que Christoper haya desafiado el poder de Alexander.

Pero... Nunca imagino que Alexander le hiciera aquello.

Que golpe tan duro.

—Tranquilo... Te ayudaré, mi hermano no puede destruirse así — susurro Carlos.

Si Alexander se enteraba...

Dios sabe si se lo perdonaría.

Lo más probable era que nunca se lo iba a perdonar.

Pero era por el bien de Alexander... No iba a dejar que su mejor amigo se echará más culpas en cima.

Aún cuando esté no se lo permitiera.

Iba a ir contra la palabra de el gran magnate.

~Perdonáme hermano ~ pensó Carlos.

Para después ayudar a Christoper a salir de la oficina de Alexander.

(...)

Las construcciones pasan por su vista con rapidez, pero no con la necesaria a su parecer así que acelero más su auto.

Sostenía con fuerza el volante entre sus manos, haciendo que sus nudillos se pusieran blancos.

Ese día en especial se sentía en extremo exhausto, su cuerpo pesaba como si mil cadenas le amarraran.

Se había acostumbrado a esa pesadez pero hoy en especial, las sentía con más fuerza.

Mucha más fuerza.

Su corazón vivía tan oprimido, su garganta siempre tenía ese nudo que le impedía a veces hablar, su pecho dolía cada día un poco más.

Y su temperamento empeoraba con cada día.

Si seguía así, tendría que mudarse a un lugar completamente solo.

Ya no podía seguir tratando a los demás así...

Si lo mejor sería largarse y volver a perderse en su soledad con sus demonios... Los cuales ahora eran más y mucho más poderosos.

Todo desde aquél día...

Ese maldito día, el cual quedaría marcado por el resto de su vida.

Pero por más que quisiera huir y hundirse en su miseria.

No podía...

No podía si la dejaba ahí.

Jamás.

~Ohh vida mía... No sabes cuanta falta me haces ~ pensó Alexander.

Sintió sus ojos llenarse de lágrimas, impidiendo ver el camino.

Rápidamente se limpio los ojos con su puño, y aceleró más.

Freno frente a la verja blanca de aquel lugar donde reposaba su pequeña amada.

Respiro hondamente, y apretó más el volante, siempre era lo mismo cuando llegaba ahí.

Era como si su cuerpo se congelará, no podía avanzar más allá sin hacérsele malditamente difícil.

Sus ojos se llenaban de lágrimas.

Una vez más limpio sus ojos, y al abrirlos diviso el auto BMW i8 de Alfredo.

El cual iba saliendo del estacionamiento de aquél lugar.

Observo su rostro lleno de moretones, y su mirada oscurecida, con los ojos irritados .

Alfredo también se estaba destruyendo a su manera, de una forma más física que él.

Hasta donde Alexander sabía, Alfredo y Danielle se estaban metiendo en carreras y peleas ilegales.

Alexander ya no tenía cabeza ni siquiera para cuidarse a él mismo, se destruía a su manera.

Todos lo hacían a su forma.

Observó el auto alejarse a una verdadera velocidad peligrosa, para terminar de desaparecer derrapando en una esquina.

Suspiro y volvió su vista al frente.

Por más que quisiera pisar el acelerador, sentía una cadena que le impedía moverse.

—Perdóname mi amor... Pero no puedo — susurro sintiendo una lágrima bajar por su mejilla.

Retrocedió el auto y piso el acelerador, haciendo que las llantas rechinaran sobre el asfalto.

Golpeó el volante con fuerza sintiéndose imponente.

—¡Maldito cobarde!— grito furioso.

Pero no podía...

Dios sabía que no podía.

Era un infierno todo aquello, todos los días despertaba implorando que todo fuera una cruel pesadilla.

Pero todo era tan real.

Y el dolor era prueba de ello.

Llego a la mansión, derrapando el auto frente a la puerta principal.

Bajo y azotó la puerta, siendo la ira sobre él.

—Señor buenas noches, su cena ya está servida — dijo una empleada al verlo entrar.

Alexander no respondió nada y subió la escalares para ir directamente a su habitación.

Tiro de su corbata, sintiendo que lo asfixiaba y la tiro en algún lugar de la habitación.

La realidad era que no se trataba de la corbata, no era que el nudo estuviera muy ajustado.

Solo era ese nudo en su garganta el cual le asfixiaba.

El dolor que callaba todo los días lo estaba matando.

Y por eso al cerrar la puerta se quebró.

Aquella frialdad se rompió.

Se rompió en un llanto doloroso, y sollozos rotos que lastimarían a cualquiera que lo escuchara.

Desabotonó su camisa apretando sus labios, haciendo el inútil intento de callar su llanto.

Aquél hombre imponente, frío y calculador, desaparecía por completo al cerrar aquella puerta.

Toda aquella actuación se rompía al estar en aquella soledad... Esa soledad la que se había vuelto su fiel amiga.

Los pasos imponentes ahora se volvían titubeantes.

Anduvo hasta su armario donde sus rodillas se vencieron igual que su careta, y cayeron al piso.

Solo al ver aquellos finos tacones azúl turquesa, guardados en los estantes junto a sus zapatos.

Cerro sus ojos recordando aquél momento.

—Ahora todo es real... — dijo Aleidy con una hermosa sonrisa mirándolo.

—Es perfecto — le respondió él para después besarla.

Abrió sus ojos con nuevas lágrimas en ellos.

Era demasiado.

Se levanto con esfuerzo y salio del armario, para dirigirse a su cama.

Donde se sentó, y saco una botella de whisky de su mesita de noche.

La abrió para darle un gran trago directamente.

Paso su mano por sus cabellos castaños, y las lágrimas bajaron por su mejilla.

Cerro sus ojos.

Y nuevamente los recuerdos pasaron por su mente.

Cada te amo... Cada beso... Cada caricia... Cada entrega... Cada sonrisa... Cada mirada.

La amaba... Siempre la iba a amar.

Bebió otro trago de la botella, y su vista se distorsionaba cada vez más.

—¿Por que, mi amor? — susurro en el silencio.

Una pregunta que aún no tenía respuesta.

Su garganta ya no ardía con el alcohol, pero no era suficiente para deshacer el nudo en su garganta, nada bastaba, su voz se atoraba tanto que prefería permanecer en silencio.

El silencio que lo acompañaba en aquellos meses.

—Te llevaste mi último te amo — musitó con voz ronca.

Pero no importaba cuando tiempo pasará... Jamás la dejaría ir.

Solo el día en el que él también tuviera que partir, se irían juntos.

De ninguna otra forma

Y si en está vida no se pudo.

En la otra vida... Que Aleidy le regalará una cita.

Pero aún debía luchar por ese amor, debía ser fuerte por los dos.

Aún que al caer la noche su fuerza cayera, debía seguir.

Aún que por dentro esté destrozado, por fuera seguirá siendo la torre más alta que se imponga ante la ráfaga más cruel de el viento

Sería difícil...

Pero él era el gran magnate Alexander Hudson.

Y aún que el viento sople con fuerza... La montaña no se reverenciará.

Fue un magnate enamorado...

Pero lucharía por convertirse en un...

Magnate Amado.

∆∆∆∆∆∆∆∆∆∆∆∆∆∆∆∆∆∆∆∆∆∆∆∆∆∆

Atrévete a seguir en está historia y descubre todas las aventuras que guarda.

Recuerda... No todo es lo que parece.

Próximo capítulo 6 de diciembre.

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