De Margaritas y Un Amor itali...

By autumn-may

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Tiziano Amรฉndola es un hombre de negocios y padre soltero. Desesperado por encontrar a alguien que cuide de s... More

๐ŸŒผ Aclaraciรณn ๐Ÿฆ
๐ŸŒผ Sinopsis ๐Ÿฆ
๐ŸŒผ Prefacio ๐Ÿฆ
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๐ŸŒผ Epรญlogo ๐Ÿฆ

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By autumn-may

En marzo del siguiente año, en el mismo día en que ambos se habían visto por primera vez en Buenos Aires, habían decidido contraer matrimonio. El civil y la boda por iglesia habían sido el mismo día, por la mañana temprano el civil y por la noche el casamiento y en el país de ella. La muchacha había estado encantada que él eligiera su ciudad para casarse. La preciosa joven llevaba un ramo perfecto de margaritas, flor nacional del país de Tiziano, para darle un regalo como estimación a él y su país natal. El vestido se había confeccionado en Italia y su primo la llevó hasta el novio.

Stefano fue el encargado de llevar los anillos y Matilda se encargó de tirar pétalos de margaritas y gerberas sobre la alfombra. Améndola no podía con su felicidad de verla caminar hacia él. Su madre tuvo que frotarle la espalda para calmar sus nervios y le regaló una sonrisa para tranquilizarlo más.

Génesis suspiraba a medida que avanzaba y se derritió aún más cuando lo vio sin barba y se le llenaron los ojos de lágrimas al darse cuenta cuanto amaba a ese hombre, mientras que Alejo le sujetaba la mano que llevaba sobre su brazo para reconfortarla.

Apenas llegó al altar, su primo se puso a un lado y Tiziano tomó la mano de la joven para entrelazarla con la suya. El hombre casi nada había escuchado de lo que hablaba el cura, solo estuvo atento cuando le hizo la pregunta que quería responder con firmeza porque amaba a aquella mujer. Fue el turno de la argentina contestar la pregunta y lo hizo con la voz quebrada de emoción. El italiano acarició su mano que aún tenía sujeta a la de él y se la besó en señal de amor y luego de mirarse a los ojos, se sonrieron.

Media hora después, los novios salieron de la iglesia para ser felicitados por los invitados. Cuando todos se retiraron de la entrada de la capilla, quedaron los recién casados para sacarse algunas fotos allí y luego irían a tomarse otras más en varios escenarios y, parques. Al retornar después de casi dos horas de fotografías y llegar a la casona que habían elegido para la celebración, se escuchó de fondo la balada Per Amore para darle la bienvenida a la sala principal a la pareja.

Después de dos horas en las cuáles comieron algo del cóctel que se estaba ofreciendo y luego el primer plato de la noche, bailaron el primer vals, la canción elegida por ambos había sido Nessun Dorma y la segunda que bailaron fue de nuevo escuchar Per Amore. Posterior a esas dos canciones, le siguió el clásico vals y los invitados que quisieron bailar con los novios.

Cinco horas más tarde, los familiares y amigos se habían ido de la fiesta y quedaron ellos dos que se fueron al departamento de la joven donde tenían las cosas ambos.

Apenas llegaron, subieron las escaleras y cada uno entró a una habitación diferente. Más o menos tardaron una hora en ducharse y vestirse y cuando bajaron con las maletas, salieron del apartamento y entraron al auto de ella para ir al aeropuerto.

El vuelo en primera clase era lujoso pero muy largo también, a pesar de intentar dormir en el viaje, la joven se mantuvo casi siempre despierta de ansiedad y de vez en cuando despertaba al italiano para charlar con él y el hombre la miraba y le decía que durmiera un rato.

―Duerme unas horas, amore mio (mi amor) ―le dijo acariciando su mejilla con una sonrisa y tapándola con la manta que la azafata les había entregado.

―Lo siento por despertarte, estoy ansiosa ―le comentó sintiendo la suave caricia que él le hacía a su mejilla.

―Duerme ―le respondió acercándola más a él para que ella recargara su cabeza contra la almohada que le habían dado.

―¿Cuánto falta? ―preguntó por curiosidad.

―Mucho, cariño... por eso, duerme un poco.

―Bueno... trataré de dormir algo ―le dijo con una sonrisa.

Él se acercó para besarla y la abrazó por la espalda, mientras se la acariciaba. Pronto volvió a quedarse dormido y ella trató de hacer lo mismo.

Muchas horas después, Tiziano levantó en brazos a Génesis para entrar al bungalow del resort que había reservado para la luna de miel en La Polinesia Francesa. La joven quedó encantada con el interior y él pronto la depositó en la cama.

―Es temprano para el desayuno ―le dijo separándose un poco de ella mientras se miraban a los ojos―, ¿qué te parece si vamos a nadar un poco en el océano? ―le formuló con una sonrisa.

―De acuerdo, me parece bien ―le respondió regalándole otra sonrisa.

Se levantaron de la cama y cada uno dentro de su maleta buscó su traje de baño. Mientras ella entraba al baño, él se desvestía y ponía el speedo. Cuando ella salió con la bikini, lo miró atentamente.

―¿Es el mismo speedo del fin de semana en el hotel de Roma?

―Así es ―le contestó con una pícara sonrisa―. Tu bikini es nueva.

―Sí, ¿te gusta? ―le preguntó dando una vuelta frente a él.

―Me encanta, pero más me gustaría sacártela.

―Si eres un buen hombrecito, puede que a la noche te deje ver algo más ―le dijo con sarcasmo y entre risas.

Tiziano la tomó de la mano y luego de besarla, salieron a la terraza abierta del bungalow para bajar las escaleras que daban al mar. Nadaron de la mano y los dos se sumergieron más en lo profundo del océano, ella lo tomó de la nuca para besarlo como aquella vez cuando fueron a bucear. Ahora todo era diferente y estaba más que feliz de compartir la vida con él como su esposa. Cuando subieron a la superficie, continuaron besándose abrazados, ella aferrada a su cuello mientras que él la sostenía de la nuca y espalda.

El desayuno lo degustaron en la terraza y mientras tomaban sol sobre una red con cojines que por debajo estaba el agua del mar, se echaron una siesta hasta el horario del almuerzo. En aquel momento decidieron ponerse algo de ropa cómoda y veraniega e ir a comer algo en el restaurante del resort.

Al caer el sol, vieron el atardecer sentados en la red y abrazados, escuchando el oleaje del océano y disfrutando de los colores que les ofrecía aquel maravilloso paisaje, con tintes turquesas profundos, naranjas, amarillos y magentas, para darle paso luego a un precioso color lavanda y así terminar por caer el anochecer.

―Es abrumador... no puedo describir lo que acabo de ver ―le expresó ella con sinceridad―, te ves perfecto sin barba, no lo esperaba, me quedé subyugada al verte en la iglesia ―le confesó mirándolo a los ojos―, te veías divino ―declaró con la voz entrecortada de nervios y ansiedad.

Tiziano tenía a Génesis entre sus piernas y la joven le dio un beso en la mejilla para pasar luego su brazo y acariciar con sus uñas el cuero cabelludo de él y bajar hacia la nuca.

―No hagas eso ―le contestó sujetándola de las caderas y mirándola fijamente a los ojos.

―¿Por qué no? ¿Acaso estoy jugando con fuego? ―inquirió con una sutil risa.

―Sí y sabes bien que vas a quemarte ―le respondió con tanta afirmación que la joven sintió que los nervios se apoderaban de ella.

Améndola la observó con tanto detenimiento que la muchacha tuvo que tragar saliva dos veces porque tanto la boca como la garganta se le habían quedado secas. El hombre besó la curva del cuello femenino yéndose al hombro y volvió al cuello. La abrazó por la cintura y aunque sabía que era algo nuevo para ella, subió las manos hacia sus pechos por encima del vestido. Génesis se quedó estática pero luego se relajó. Lo besó recargando su cabeza sobre el hombro masculino mientras que él le correspondía el ósculo y la sujetaba de la nuca. El italiano acrecentó mucho más el beso y ella se aferró con un brazo debajo del suyo para intentar sujetarse del hombro de él.

―¿No tienes hambre? ―le preguntó ella entre su boca.

―Tengo hambre de ti, ragazza (chica).

Para Génesis haber escuchado aquellas palabras se sintió como si se habría fundido en fuego líquido, la puso nerviosa pero se derritió también. Ambos se pusieron de pie en el deck de la terraza y sin que ella se lo esperara, él la levantó de nuevo en brazos para ir hacia la alcoba. Cuando la acostó sobre el medio de la cama, le dio otro beso y el hombre se alejó para correr las cortinas que separaban la terraza de la habitación. Apenas se giró para caminar con paso firme hacia el lecho, no la vio más allí.

Vio la luz del baño encendida y sonrió cuando se percató de que quizá estaba nerviosa. Se había equivocado rotundamente, cuando la divisó salir del sanitario su boca había quedado por completo seca y debió tragar saliva varias veces.

―¿Te dejé mudo, Tizianito? ―le inquirió con burla y arqueando una rubia ceja.

―Un poco, creí que habías entrado al baño por nervios.

―Estoy nerviosa pero quiero seguir con esto ―le respondió tragando saliva con algo de impedimento―, ¿quieres deslizar las cortinas del dosel de la cama también? ―le sugirió.

―Está bien ―le contestó intentando tranquilizarla.

En el instante en que ella cerró las cortinas de alrededor de la cama, volvió a tragar y continuó sujetándose de la tela. Estaba con los nervios a flor de piel y no podía evitar tener un leve temblor de manos y piernas. Cuando intentó caminar bordeando el lecho, se encontró con Tiziano.

―Creí que entrarías a la cama ―le expresó con la voz entrecortada de nervios.

―Sí, pero entraré contigo en un rato ―le confesó con una encantadora sonrisa y luego la besó de lleno en los labios.

Génesis suspiró en la boca masculina y enredó sus brazos al cuello de su marido. A partir de aquel momento, no pudieron separarse más. Él desató la bata de encaje que llevaba puesta mientras que ella desabotonaba su camisa. A pesar de que sus manos temblaban levemente y las sentía frías de nervios, terminó por quitársela. Lo mismo hizo con su pantalón de lino, desprendió el botón y no pudo seguir más. El miedo la acobardaba y solo esperaba que él hiciera el resto.

El italiano deslizó la bata de ella por los hombros y esta cayó al piso sin ningún contratiempo. La joven quedó tan expuesta que con solo mirarlo a los ojos sintió que toda su piel se erizaba.

Él la besó con ansias y ella lo abrazó por el cuello para sentir su piel contra la masculina. Ambos gimieron contra sus bocas.

―Llévame a la cama ―contestó la joven sin separarse de él.

Tiziano avanzó hacia el colchón mientras ella iba hacia atrás y antes de subir a la misma, él volvió a levantarla en brazos para terminar ambos sobre la cama. El hombre no pudo contenerse por más tiempo y comenzó a dibujar un sendero de besos por todo su cuerpo casi desnudo, mientras que la acariciaba con suavidad para que Génesis se sintiera cómoda y relajada. Cuando la boca de Améndola cayó sobre la fémina, él subió sus manos hacia los pechos de ella y con delicadeza los acarició. La argentina se sintió sofocada apenas percibió aquella sensación y dejó que él actuara como quisiera. Tiziano besó la garganta y fue bajando despacio mientras que ella sentía el aliento contra su piel para llegar a uno de sus pechos. Tragó saliva y cerró los ojos cuando experimentó el roce de la lengua contra su piel. Améndola desanudó una de las cintas de la ropa interior de Génesis, era la única prenda que le quedaba sobre su cuerpo y cuando la tuvo completamente desnuda para él, sintió que se ponía nervioso también.

―Estoy sin saber qué hacer ―le contestó mirándola a los ojos.

―Haz lo que quieras, Tizi ―le respondió con una sonrisa.

―Eres preciosa, Génesis ―expresó con sinceridad y ella le dio un beso en los labios luego de una encantadora sonrisa.

Tiziano volvió a besarla con pasión y trató de que estuviera cómoda y relajada, se miraron a los ojos y ella abrazándolo por el cuello lo comió a besos también. Apenas se separó un instante de su cuerpo, bajó de la cama para quitarse el pantalón y el bóxer, ella aprovechó en desarmar la cama. No quería pensar mucho en lo que iba a suceder pronto, solo atinó a extender hacia abajo el cobertor y las sábanas y meterse dentro para luego taparse.

―Apaga la luz, por favor ―le pidió ella sin poder evitar mirarlo por completo.

Él hizo lo que le pidió y cuando la habitación quedó a oscuras, las luces de la zona de relax reflejaban destellos a través de la tela transparente de las cortinas que dividían la recámara del deck de la terraza.

El hombre corrió un poco la cortina del dosel y entró a la cama para acercarse a ella. A pesar de la penumbra del cuarto, el cuerpo y el rostro de la joven eran nítidos gracias a la iluminación del exterior. Él tocó su mejilla y volvió a besarla.

―¿Estás más cómoda sin luz? ―le preguntó entre sus bocas y mirándola penetrántemente a los ojos.

―Un poco, ¿crees que soy una idiota si te digo que tengo miedo? ―le inquirió sintiéndose intranquila y sofocada de nervios.

―¿Por qué crees que pensaría eso? ―formuló dibujándosele una sonrisa contra los labios femeninos.

―No lo sé, pero me siento algo así ―dijo con una risita temblorosa.

―Puedes sentirte como quieras sentirte, los nervios pasarán ―le expresó con una sonrisa.

Aunque la joven no lo distinguía del todo bien en la oscuridad, más ansiosa y nerviosa se puso saber que le estaba regalando una sonrisa, creía que en penumbras el momento romántico que estaban compartiendo era más perfecto. Tiziano mientras la besaba y ella correspondía a los ósculos también, posó una de sus manos en la cara interna del muslo izquierdo de ella. Pánico y ansias la atravesaron en partes iguales. Génesis no aguantó y exhaló un pequeño gemido cuando sintió esa sensación.

―Lo siento... ―contestó apenada.

―¿Por qué lo sientes? Es lo más normal, principessa (princesa) ―respondió y le dio un beso―. ¿Voy muy rápido?

―No, no... no vas rápido.

Cuando Améndola escuchó de la boca de su mujer aquella respuesta, fue como si habrían encendido la mecha y no se detuvo hasta hacerla suya. Génesis por inercia abrió sus piernas para que Tiziano se acomodara entre ellas. Él pasó el brazo por detrás de su cintura para levantarla un poco del colchón y ubicarla en el medio de la cama, la acción hizo que ella riera contra la boca masculina.

La muchacha enredó el cabello del hombre mientras lo besaba de nuevo y él acariciaba toda la curva del contorno de su femenino cuerpo, no podía soportar por más tiempo aquella sensación. Ella pasó sus brazos por la tonificada espalda del italiano y se aferró a sus hombros cuando intuyó que él iba a ir más allá de todos los sentidos.

Génesis solo pensaba en que a pesar de la sensación de presión que sentía, era todo perfecto, el estar con Tiziano ya era perfecto y mágico. Suspiró un poco más cuando el hombre se hundió por completo en su interior.

―¿Estás bien? ¿Sientes algo raro?

―A ti ―respondió un poco graciosa.

―Incluso ahora sigues siendo directa ―contestó con una risita que le enterneció lo que ella le había dicho.

―Y... estoy bien.

El beso que la muchacha le había dado, dio indicio a que él continuara. Tiziano intentó ser lo más delicado y suave que pudo haber sido y la amó como no había amado a ninguna otra mujer en su vida. Para cuando la joven se acostumbró un poco más a él y comenzó a disfrutar, sin que él lo supiera, hizo lo conveniente para dejarlo sobre el colchón y dominar la situación, Tiziano quedó entre pasmado y encantado y dejó que ella le hiciera el amor como pudiera. Le embargó una sensación de ternura y protección cuando quiso ser valiente en su primera vez y sujetándose de la cintura de la joven, se echó hacia atrás para recargar su espalda contra la cabecera de la cama y quedar sentado frente a ella.

Cuando el acto íntimo se acrecentó más y juntos culminaron entre jadeos y gemidos, él volvió a recostarla sobre el colchón para besarla con pasión.

Quince minutos después, quedaron acostados boca abajo y tapados hasta la cintura, mirándose a los ojos entre las sombras de la alcoba, sonriendo en complicidad.

―Te amo, Génesis ―le confesó con todo el amor que sentía por ella.

―Y yo a ti, Tiziano. Muchísimo.

―Te tengo dos sorpresas más. Esta luna de miel termina dentro de tres semanas, por lo que iremos a dos países más, Grecia y Austria ―le respondió sonriente.

―¿Por qué? ―preguntó sorprendida.

―Quise hacerlo. Quiero que tengamos una luna de miel maravillosa ―le expresó tomando su mano.

―Solo con tenerte a mi lado es más que suficiente ―le manifestó con amor.

Tiziano se acercó para acariciar toda su espalda y darle un beso en la sien de la joven y otro en el centro de la nuca, aquel rincón donde había tenido el deseo de depositarle un beso, aquella tarde en Buenos Aires, cuando le hizo los masajes en los hombros. Luego la abrazó por la cintura para atraerla contra su cuerpo, aunque ella quiso estar recargada sobre el cuerpo de su marido y de aquella manera la estrechó contra él, mientras que la muchacha pasaba su brazo por el abdomen del hombre.

―¿Estás mejor así? ―formuló mirándola a la cara.

―Sí, mucho mejor, me gusta demasiado así cuando me abrazas contra ti, te amo inmensamente Tiziano Améndola ―confesó ella con amor y una sonrisa encantadora.

Él quedó más enamorado de su mujer que antes.

Ti amo fino al infinito, Génesis Améndola (Te amo hasta el infinito, Génesis Améndola) ―expresó el italiano con devoción y amor, sellando con un beso aquella entrega mutua de sentimientos en palabras.

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