Expediente 512 (I)

JustAlexG

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Año 2399. Treinta colonias. Una enfermedad mortal. Siete chicos dispuestos a encontrar la cura. Un expediente... Еще

Nota de la autora
Playlist y Book Trailer
Reparto
II. Espía
III. Historia
IV. Despedida
V. Prueba
VI. Habitación
VII. Pantallas
VIII. Libro (primera parte)
IX. Libro (segunda parte)
X. Libro (tercera parte)
XI. Pájaros
XII. Enfermería
XIII. Cansancio
XIV. Chispas
XV. Segundos (primera parte)
XVI. Segundos (segunda parte)
XVII. Acostumbrado
XVIII. Acercamiento
XIX. Familia
XX. Discusiones
XXI. Mirada
XXII. Acuerdo
XXIII. Esposa
XXIV. Caminar (primera parte)
XXV. Caminar (segunda parte)
XXVI. Búsqueda
XXVII. Predicción
XXVIII. Descontrol
XXIX. Egoísmo
XXX. Seguridad
XXXI. Error
XXXII. Llorar
XXXIII. Matrimonio
XXXIV. Encajar
XXXV. Admitir
XXXVI. Explosiones
XXXVII. Verdades (primera parte)
XXXVIII. Verdades (segunda parte)
XXXIX. Verdades (tercera parte)
XL. Verdades (cuarta parte)
XLI. Recuerdo
XLII. Olvido
XLIII. Guardianes
XLIV. Navidad
XLV. Boda
XLVI. Nadie
XLVII. Ubicación
XLVIII. Amiga
XLIX. Entrada
L. Luz
Nota final: información y agradecimientos

I. Invisible

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JustAlexG

Renee Belrie
Colonia 27

Yuscca Belrie acariciaba la espalda de su hijo menor mientras él vomitaba peligrosas cantidades de sangre en un cubo que utilizaban para orinar. Renee rebuscaba velozmente en los trapos amontonados en una esquina de la habitación una pequeña jeringa con un eficaz calmante. Levantó su mano, victoriosa, al sacarla de aquel sucio lugar. Se apresuró a cruzar la habitación para llegar hasta su enfermo hermanito.

Su madre, Yuscca, ni siquiera verificó que fuera la jeringa correcta, así como lo había hecho las primeras veces que eso sucedía. Simplemente la tomó para inyectársela a su hijo en la parte interna del brazo, justamente donde resaltaba una vena que ya estaba más que acostumbrada a recibir calmantes.

Unos segundos después, Mett dejó de vomitar sangre. Se limpió con la tela menos sucia que pudo encontrar y se recostó nuevamente en el piso. Renee le había donado su almohada y dos de sus tres cobijas para que estuviera lo más cálido y cómodo posible.

La rubia comenzó a recoger todas las telas sucias. Sabía lo peligroso que era hacerlo con sus manos, pero no le importaba más. Llevaba años con la misma rutina, mucho antes de que su hermano enfermara, cuando su padre se había contagiado primero. Tanto Renee como su madre habían sido expuestas a la enfermedad, pero no se habían contagiado. A estas alturas, ya todos en la calle sabían que las mujeres Belrie eran inmunes, así que no importaba que Renee no cubriera sus manos antes de tocar cosas infectadas.

Llevó todos los desechos afuera, dejándolos con la pequeña pila de trapos sucios de sangre. La única diferencia entre ellos era que, además de las diferentes tonalidades de rojo, pertenecieron a diferentes dueños. Varios de ellos fueron de su hermano, otros de la familia Yunerie y Renee escuchó unos días atrás que la familia Quelrie fue contagiada, así que probablemente algunos de esos trapos también habían sido suyos. Era difícil decir. La sangre, sin importar a quién le había pertenecido, era carmesí.

Renee regresó a donde se encontraba su familia. Su madre estaba acariciando el largo cabello de Mett mientras tarareaba una canción que conocía bien. No parecía importarle que Mett ya estaba profundamente dormido gracias al calmante, su madre continuó tarareando, sin notar la presencia de Renee en la habitación.

Ella tan solo se quedó en el umbral de la entrada, observando a su madre esforzándose por que las últimas semanas de su hijo no fueran tan malas. Sin embargo, no se podía hacer gran cosa al respecto: la Colonia Veintisiete había sido clasificada como la más pobre trece años atrás. Comían una miserable ración al día por familia, tenían el mayor índice de personas con Zeta, no había servicio médico como tal y tampoco universidades a las cuales ir a estudiar. Los conocimientos que contenía Renee en su cabeza (muchos, comparados con el resto de los habitantes de la colonia) se debían a los libros de su padre y a este mismo. Le enseñó todo lo que sabía antes de fallecer.

Suspiró con tristeza al recordar que aquella jeringa era la última restante. El gobierno no daba suficientes dosis de calmantes para los que padecían de Zeta, aquella enfermedad mortal que estaba por matar a otro miembro de la familia Belrie.

Renee volvió a enfocarse en su hermano. Él dormía profundamente, con la respiración y cuerpo relajados. Antes de que fuera contagiado, Met solía contarle sobre sus sueños a Renee. Le decía que su sueño más frecuente era uno donde conocía una sirena con una hermosura inigualable. El corazón de la rubia se rompió al recordar lo feliz que fue su hermanito. Su voz. Su risa. Sus ojos esperanzados con que algún día conocería a aquella sirena. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que vio esas cosas. Eso y a su padre eran lo que más extrañaba.

Entró completamente a su hogar para sentarse a un lado de su madre. En algún punto de su tarareo, comenzaron a salir lágrimas de sus ojos verdes, los cuales ambos hijos habían heredado. Renee la abrazó, sabiendo de alguna manera que su madre pensó lo mismo que ella al ver a su hijo en aquel estado. Ambas extrañaban su sonrisa, sin ella... aquella habitación oscura lucía aún más triste de lo que ya era.

—Todo estará bien, mamá —susurró Renee.

La madre de Renee le devolvió el abrazo, para después secar sus lágrimas con la desgastada manga de su suéter. Renee le dio un beso en la mejilla con una sonrisa reconfortante, dejando en claro su despedida. Debía partir hacia el Punto de Revisión más cercano para ir a pedir más calmantes. En realidad, no estaba tan lejos, a una hora caminando, tal vez un poco más si tenía algún imprevisto. La última vez hizo una hora y media ya que la retuvieron en un Centro de Control al verla tan pálida. Creyeron que padecía de Zeta, pero lo único que padecía era desnutrición.

Nuevamente se puso de pie y fue por sus cosas, las cuales se reducían a un bolso con su Dispositivo de Identificación Personal, unas pastillas para calmar el hambre y una fotografía con su familia. Tiempo atrás había vendido algunas pertenencias para poder comprar comida.

Le dedicó a su madre una última sonrisa antes de salir encaminada al Punto de Revisión.

—Regresaré pronto —prometió.

Mientras Renee caminaba por la calle con rastros de pavimento desgastado por los años, escuchaba las conversaciones de los extraños que la rodeaban. Era una mala costumbre que había adquirido con el paso de los meses y la necesidad de ir al Punto de Revisión. Le ayudaba a pasar el tiempo y a veces quitaba el aburrimiento que llevaba encima.

La realidad era que no tenía amigos en la colonia, mucho menos en el pueblo. En cuanto su padre enfermó, se alejó de todos para cuidar de él. Después de él siguió su hermano. No se estaba quejando, quizás solo un poco, pero hubiera deseado tener algún amigo en el pueblo, tener alguien con quien hablar. Su madre siempre fue una opción, claro, sin embargo, Renee pensaba que si hablaba con ella de todo lo que la preocupaba entonces su madre se sentiría más culpable e impotente de lo que ya hacía.

Renee se frenó en seco al escuchar un grito.

Buscó con la mirada al responsable, hasta que sus ojos se toparon con un hombre mirando odio a una joven arrodillada en el piso. Él le gritó algún insulto y la chica se encogió, casi haciéndose un ovillo. Aún en aquella posición, ella comenzó a recoger apresuradamente las cosas que probablemente tiró al chocar con aquel despreciable sujeto.

Renee miró a su alrededor para ver si alguien tenía intenciones de ayudarla. Nadie lo hizo. Algunos solamente observaban, otros ni siquiera se dieron cuenta de lo que pasaba. Decidió caminar hacia la chica, sin embargo, se detuvo al instante que vio que al hombre alzar su mano y bajarla con velocidad, estrellando su palma con la mejilla de la chica.

Las mejillas de Renee se tiñeron del mismo color que la de la desconocida, solamente que su enrojecimiento fue causado por ira, no por un golpe.

No dijo ni una palabra y fue directo a ayudarla. El hombre probablemente estaba muy ebrio, ya que todo el mundo sabía lo que conllevaba golpear a una persona de tal manera. El Centro de Control terminaría sabiendo, como siempre lo hacía, y lo penalizaría como era debido.

Renee se agachó junto a la chica para ayudarla a recoger sus cosas, esta le sonrió agradecida a pesar de que su mejilla estaba comenzando a inflamarse. Sus pómulos estaban muy marcados gracias a la evidente mala alimentación que llevaba. El hombre salió corriendo al ver un par de Agentes uniformados de rojo, el color representativo de la Colonia Veintisiete, aproximándose a ellos.

Renee se levantó del piso en el momento que un Agente le ofreció ayuda a la otra chica, el otro siguió con la persecución del hombre que la golpeó sin vergüenza alguna. El Agente se quitó su casco y le sonrió amablemente. Renee no pudo contener la sorpresa al ver lo joven que él era, seguramente no pasaba de los veinte años.

A pesar de que Renee le estaba prestando atención poco disimulada al joven castaño (ya no parecía tan intimidante sin su casco rojo), él no parecía notarla en absoluto. No era como que importara, probablemente ella no lo volvería a ver en su vida.

Se preparó para dar media vuelta y olvidar toda aquella situación, no obstante, logró captar un vistazo de algo que el Agente le entregó a la chica. No era más que un prendedor, tal vez por seguridad o algo similar. Esos prendedores solían ser un dispositivo de llamada rápida o servían para proporcionar la ubicación en tiempo real. Pero el objeto en sí no fue exactamente lo que llamó su atención, ya que era bastante común ver prendedores. Lo que no era común en la Colonia Veintisiete era el emblema de la Colonia Tres: la figura dorada de una lechuza posada sobre una rama.

¿Por qué estarían intercambiando tal objeto? En todo caso, el prendedor debía tener la figura roja de un cuervo con sus alas extendidas, el emblema de la Colonia Veintisiete. Los emblemas no eran tomados a la ligera, cada símbolo tenía su significado, y utilizar el símbolo de una de las colonias más poderosas... ¿Se podría tratar de algún asunto oficial? ¿Por qué a la Colonia Tres le interesaría algo con el hogar de Renee, la colonia más olvidada?

Renee intentó no darle tanta importancia, pero era curiosa desde que tenía memoria. La desconocida sonrió y guardó el prendedor en su bolso. El Agente al fin notó la presencia de Renee. Se despidió con un asentimiento antes de colocarse su casco e irse por donde llegó.

Justo en ese momento las pantallas públicas se encendieron, mostrando el sonriente rostro del presidente de la colonia. Era su mensaje semanal, aunque siempre decía lo mismo. "Hacemos lo que podemos con la cura", "Pronto ustedes y sus hijos tendrán una vida digna", "Recuerden pagar los impuestos a tiempo para conseguir mejoras para la cura", "Se siguen admitiendo ingresos voluntarios a los laboratorios de pruebas".

Años atrás, cuando la enfermedad apareció, se veían eternas filas fuera de los laboratorios de pruebas. Todos eran jóvenes entusiasmados que pretendían hacer una aportación a la ciencia y aceptar experimentos dolorosos para hallar la cura para alguno de sus familiares y para el mundo entero. Por poco la encontraron. Al momento de probarla en la colonia que, en aquel entonces, era la que padecía el mayor índice de Zeta, resultó ser solo compatible con la persona que fue probada por primera vez. Por ende, sucedió el Incidente Treinta, la mayor tragedia de la década.

Renee desvió su atención de la pantalla para dirigirla hacia la joven rubia al momento que vio que se movía de su lugar. Se fue trotando hacia la Avenida Principal. Mientras Renee debatía mentalmente si seguirla o no, sus pies decidieron por ella y comenzaron a moverse en su dirección. Al parecer la curiosidad ganó.

La siguió durante algunos minutos, intentando no ser detectada. Eso era fácil para ella, ser invisible era parte de su naturaleza. Llegaron a un callejón aparentemente abandonado. La desconocida sacó el prendedor de su bolso, lo tiró y lo aplastó con el pie.

En uno de los tantos manuales que Renee leyó, decía que aquella era una forma común de activar los prendedores, así como las instrucciones para construirlos. No había mucho por leer en la Colonia Veintisiete, solo inútiles libros con datos científicos, técnicos y reales. Lo que alguien leería por obligación en cualquier institución académica, pero lo que Renee leía porque no había nada mejor que hacer.

Se escondió detrás de alguna clase de contenedor de metal, un lugar en el que podía ver lo que hacía la chica, pero manteniendo su distancia en caso de que sucediera algo malo. No pasaron ni diez segundos antes de que otros tres desconocidos saltaran desde el tejado de lo que fuera aquel edificio. Dos chicos y una chica, todos pareciendo tener la edad de Renee.

Reconoció a uno de ellos: era el Agente, solo que para aquel momento ya estaba vestido con el uniforme blanco característico de la Colonia Tres y un pequeño prendedor dorado en forma de lechuza a la altura del pecho. Definitivamente no pertenecía a la misma colonia que Renee.

Su cabeza estaba por explotar de tantas preguntas que se formaban ahí dentro. Todos intercambiaron algunas palabras que Renee no logró escuchar antes. El chico que no era el agente subió al tejado, desapareciendo de su vista.

La chica que saltó del tejado parecía vagamente familiar. Cabello castaño atado en una coleta, frente ancha, cubierta por un flequillo, y ojos marrones. Lo único que podía decir con certeza era que no pertenecía a la Colonia Veintisiete... ni a ninguna otra colonia pobre. Su forma de vestir la delataba por completo. Renee sabía que ese tipo de abrigos gruesos y largos como el que llevaba puesto no era algo que se pudiera conseguir por esa zona. A juzgar por la compañía del Agente, ambos pertenecían a la Colonia Tres.

Se encontraban muy lejos de su hogar. ¿Qué interés tendrían en un callejón abandonado de una colonia casi tan abandonada?

Estaba por analizar al Agente más a fondo para descubrir algo que delatara los motivos por los que estaba en una colonia ajena, hasta que alguien la tomó bruscamente por el codo. No pudo evitar soltar un grito. El sorpresivo agarre la estaba lastimando más de lo que debería. Renee fue lanzada hacia los desconocidos y supo de inmediato que quien la había tomado fue el chico que había desaparecido por el tejado.

No era tan invisible después de todo.






N/A

Jelouuu. Si eres nuevo en mis historias, bienvenido, espero que te gusten y ojalá te quedes por el resto de la novela. El comienzo es un poco lento, pero agradecería si me dan la oportunidad de leer al menos el siguiente capítulo c:

Va a haber varios personajes, así que, para cualquier cosa, puedes ir siempre a la parte que dice "Reparto" y encontrar cierta información clave de nuestros personajes, así despejas un poco tus ideas. Cualquier duda se irá aclarando poco a poco, pero, si no incluye spoiler, puedo responderla yo misma por un comentario.

¡Espero que les haya gustado este capítulo!

Alex.


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