Fix Me {Leo Valdez}

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Tres meses después de que Leo dejara Ogigia, sigue sin tener noticias de Calipso y se encuentra destrozado. P... Еще

Fix Me
1. La misión
2. Tamara se convierte en una dracanae
3. Alice Harries
4. Descubro las mentiras de mi madre
5. Niño de fuego
6. Cabaña de Hermes
7. Alguien muy especial hace su aparición
8. ¿Papá?
9. Alice resulta ser más asombrosa de lo que creía
10. La pequeña maldición de Afrodita
11. ¡Es sólo un pequeño gesto!
12. Decido ser honesto
13. Betty, la novia de Festo
14. Olivia Fletcher
15. ¿Celos?
16. Romperme la nariz me muestra la realidad
17. Meto la pata... de nuevo
18. Acepto la realidad, ¡esta vez va enserio!
19. Estúpido Leo
20. Campamento Júpiter
21. Ventis
22. Nunca dejen a Alice a cargo de una jeringa
23. Piper es la estratega más chiflada del mundo
25. Notre-Dame
26. No existen las pequeñas aventuras en Milán
27. Nos ataca un travesti
28. Título
29. Egle me... ¿salva?
30. Una extraña reunión
31. ¿OT qué?
32. El espíritu de un gran héroe nunca muere
33. Asclepio nos echa y... nos queda una alternativa
34. Viajes y charlas
35. Conociendo a los Bossi
Aviso
36. Inframundo y trajes de mal gusto

24. Eres lento, Leo

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<Alice.>

Convertirse en un bebé no es tan lindo y agradable como parece. Quiero decir, querer comer todo lo que encuentras, babear, tener la necesidad de orinarte encima y asustarte por cada ruido con alto decibel no es una linda experiencia. Era como estar atrapada en el cerebro de otra persona, como cuando la niñera de Sophie se enfermaba y yo tenía que cuidarla, era como lidiar constantemente con un bebé en su propio territorio, sólo que este bebé era yo.

¡Qué vergüenza! Sí, los bebés son adorables, pero repito: ERA UN BEBÉ. ¿Qué pensaría Leo ahora? Mientras estaba atrapada en mi propio cuerpo, ese era el único pensamiento que recorría mi mente. Usar pañales y medir menos de medio metro no era la forma de verme más atractiva, ¿verdad?

Estúpida Hebe.

Estúpido Leo.

ESTÚPIDOS LOS DOS.

Mis pensamientos de odio hacia la diosa de la juventud por ponerme en esta situación se vieron interrumpidos poco después de llegar a la sala de calderas.

“Nunca amenacé a una dama, pero tú eres un monstruo, y estás loca. Alice puede tener un mal temperamento y ser increíblemente terca, pero también es simpática, y la persona más amable que podrás conocer, sin mencionar que te hará hacerte encima de la risa. También es la chica más hermosa que vi en toda mi vida, con buenos gustos musicales y un corazón puro. Ah y claro, es muy fuerte, tanto que no conviene hacerla enojar. Por eso no puedo dejar que dejes así a la chica de la cual estoy enamorado, de lo contrario, te las verás conmigo.”

Mis ojos se abrieron como platos y me deje caer de rodillas al suelo -¿de mi cerebro? Bueno, de todos modos no importa- me pasé una mano por el cabello y lo eché hacia atrás.

¿Eso que acababa de escuchar era cierto? ¿O mis oídos me estaban jugando una broma?

Me puse de pie lentamente, y a través de mis ojos de bebé seguí observando la escena.

Leo me quiere.

Nos encontrábamos en la cubierta, el viento acariciaba mis hombros y los rizos de Leo, yo estaba algo roja, pero mi rubor no era nada comparado con el color que ahora yacía en sus mejillas, a causa de mi último comentario, puedo suponer.

-¿Leo? –pregunté, él miró hacia abajo, dónde nuestras manos seguían unidas.

¿Acaso le daba vergüenza? Demonios. Bien hecho, Alice. Te has equivocado de nuevo, pero, ¿qué rayos debía hacer? ¿Tomar la iniciativa?

Suspiré y me armé de valor.

-Leo –volví a insistir, el me miró y tragó bilis.

-Lo siento –fue lo único que dijo, luego tomó aire y soltó todo:-No sabía que podías escucharme, ha sido una estupidez. Ahora sentirás compasión por mí, todo será incómodo y nuestra amistad se irá por el retrete. –me miró a los ojos- Lo lamento, de todas maneras, seguro se me pasará pronto. –murmuró con amargura.

Eso se hubiese sentido como una puñalada, de no ser por su aspecto. De un segundo a otro, se habían formado bolsas bajo sus ojos y se lo veía desalmado. ¿Cómo es si quiera capaz de pensar que yo sentiría compasión?

¡Hombres! ¿Acaso yo tenía que hacerlo todo?

 Aparté mi mano de la de él, a lo cual su rostro se tornó paranoico. Me obligué a mí misma a mantener un semblante serio, y lo golpeé en el hombro.

-Idiota –fue lo único que dije, y antes de darle tiempo a reaccionar, lo tomé por los hombros y lo atraje hacia mí.

Presioné mis labios firmemente sobre los suyos, luego me relajé y el beso se tornó suave. El contacto de nuestros labios era como una explosión de sabores que pasó a recorrerme cada fibra del cuerpo. Finalmente lo solté y por poco cae al suelo, buscó apoyo en la baranda, donde logró sostenerse. Lucia como si estuviese perdido, y no miraba ningún punto fijo en particular.

-El golpe ha sido porque eres lento –le dije cruzada de brazos, aunque una sonrisa se escapó de mis labios.

-Sí.

-El beso ha sido porque te quiero.

-Sí.

-¿Me estás escuchando siquiera? –resoplé y meneé la cabeza.

-Sí.

-Bien.

-Sí.

Me eché a reír y avancé un paso hacia él.

-¿Era verdad eso de que se te pasará o sólo lo dijiste porque creíste estar despechado? –le pregunté, el sacudió su cabeza como si acabara de salir de un trance, me miró y sonrió de forma engreída.

-¿Quién en su sano juicio podría desenamorarse de Alice Harries?

Sonreí débilmente y enterré mi cabeza en su pecho, al instante sentí sus manos cerca de mi cintura, de forma protectora.

-Eh… ¿está bien esto o no? –preguntó, refiriéndose al abrazo- Lo siento, soy nuevo en todo esto –levanté la cabeza por sus palabras y lo vi sonriendo torpemente, oh definitivamente era un niño.

Sacudí la cabeza.

-Perfecto.

Suspiró de alivio, sin esforzarse en ocultarlo.

-Obviamente, soy Leo Valdez –ambos nos echamos a reír y nos sumimos en un abrazo que deseamos que fuera eterno.

No pretendíamos crear revuelo a la mañana siguiente en el desayuno, pero cuando nuestras miradas largas y prolongadas, acompañadas de una sonrisa de oreja a oreja y sumando que estábamos tomados de la mano; resultaban evidentes, fue Piper quién se dio cuenta en primer lugar.

-¡SE HAN BESADO! –gritó y nos señaló con una cuchara, en plan acusador.

Me hundí en mi asiento y dirigí una mirada a toda la tripulación, Jason, Frank y Percy estaban boquiabiertos, y a este último se le había el tenedor en su vaso lleno de malteada azul. En cuanto a Hazel y a Annabeth, ellas sonreían ampliamente en señal de complicidad.

Sabía que Leo estaba rojo de vergüenza, no hacía falta observarlo.

Asentí lentamente, y a continuación dos chillidos llenaron la habitación: Piper y Hazel. Era obvio que Annabeth no haría algo así, y no la culpo.

-Ya era hora –dijo Jason, luego de un momento.

-Todos éramos testigos de su evidente química, menos ustedes claro. ¿Cómo es que no se daban cuenta? –Annabeth se echó a reír luego de decir estas palabras.

-¿Ah sí? ¿Por qué ustedes no nos hablan de sus experiencias? –pregunté, y de pronto toda la sala se llenó de rostros sonrojados, Leo se echó a reír sonoramente y ambos chocamos los cinco.

-Bueno –Annabeth tosió, intentando ahuyentar su rubor- ¿Por qué no mejor hablamos de nuestro próximo destino? –todos asentimos- ¿Leo?

-Seguro olvidaste lo que vinimos a hacer en primer lugar, ¿no? –se burló Frank, a lo que Leo respondió por arrojarle una tostada untada en mantequilla.

-Ja, muero de la risa –dijo este, irónico.

Hazel rodó los ojos:- Concéntrense.

Annabeth asintió y dijo:- No se sabe mucho sobre él, es un dios menor, que como Quirón y Dioniso nos dijeron antes de partir, está fuera de control. Es hijo de una de las musas, y según cuenta su mito, era un joven de gran belleza que murió el día de su boda. –luego suspiró- No se sabe mucho más que eso.

Percy le apretó dulcemente el hombro y le sonrió.

-Eso es más que suficiente, gracias.

-¿Entonces qué? –preguntó Piper- ¿Recorremos Paris hasta encontrarlo?

Annabeth asintió.

-Paris es mil veces más grande que el London Eye, necesitamos un perímetro –repuso Frank- Y en caso de que alguien lo encuentre, ¿cómo nos reunimos de nuevo? En ese período de tiempo, Himeneo se habrá escapado.

-Creo que tengo una solución para eso –anuncié- La anestesia que utilicé contra Hebe, resultó durar media hora, aunque debería haber funcionado una hora. Ahora tengo otra idea perfeccionada.

-¿Qué sugieres? –preguntó la rubia, enarcando una ceja.

-Doscientos miligramos de sedante son capaces de asfixiar a cualquier persona, no sé cuánto tiempo hará efecto en un dios, pero dado los cálculos de la anestesia utilizada en Hebe, puedo asegurar que durará entre dos horas mínimo a cuatro horas máximo. –expliqué.

-¿Segura qué va a funcionar ese sedante? –me preguntó Hazel.

-Totalmente, además he perfeccionado uno en el que no todo es morfina, sino que también es en parte naloxona en nanopartículas, se lo llama Nalox, y es cien por ciento efectivo –aseguré.

-Es un plan brillante –dijo Jason- Si podemos desmayarlo durante ese periodo de tiempo, tendremos el tiempo suficiente para volver a reunirnos.

-Sigo sin entender algo –dijo Percy- ¿Por qué no lo encerramos en el frasco cuando esté inconsciente?

-No es así como funciona –intervino Hazel- El individuo que entra, debe estar perfectamente consciente, de otra manera, se genera una reacción de rechazo y el dios se libera, por lo que se reubicará y ¡puf! Adiós pista.

-Ya veo –asintió.

-¿Cuánto falta para aterrizar, Leo? –preguntó Piper.

-Media hora –contestó.

-Preparen provisiones, y estén listos –nos mandó Annabeth, y luego me miró:- Alice, ¿cuántas jeringas llenas de sedante puedes tener listas hasta entonces?

Dudé durante un instante.

-Cuatro –respondí- Cinco, con toda la suerte del mundo.

-Bien –asintió- Nos dividiremos en parejas, y no, no me refiero a ese tipo de parejas, –dijo al tiempo en que les dirigía una mirada a Piper y a Hazel, quiénes estaban a punto de acotar algo- sino a dividirnos de a dos.

-De todas maneras, resulta obvio cómo será –dijo Piper con una sonrisa.

Me eché a reír y me dirigí como un rayo hacia mi camarote a preparar las jeringas con el sedante, mi mochila-carcaj y algunas flechas.

Abrí mi maletín de medicina, busqué los químicos necesarios: cien miligramos de morfina y otros cien de naloxona. Mezclé y volqué cuidadosamente esta mezcla en la primera jeringa.

Miré el reloj sobre mi mesa de luz.

Diablos, habían pasado siete minutos.

Apresúrate, Alice.

Me obligué a mí misma a apresurarme, pero cuidadosamente, para no equivocarme.

Veintitrés minutos después, tenía cuatro jeringas llenas de un sedante mortal para cualquier humano, pero adormecedoras para cualquier ser inmortal. Tomé todo lo necesario y fui a cubierta, allí estaban todos esperando.

-La suerte no ha estado de mi lado –le dije a Annabeth, mientras le daba una de las jeringas- Pude preparar lo justo y necesario –luego le entregué una a Jason y la otra a Hazel- Tengan cuidado, por ningún motivo esto debe entrar en contacto contra cualquier ser humano, docientos miligramos es una cantidad alarmante considerando que la mitad es morfina. Cuídenlas bien.

-Hey, ¿y qué hay de mí? –me preguntó Leo, en broma- Yo quiero mi arma mortal.

-Preferiría guardarla yo –admití, riendo.

-De acuerdo –dijo Annabeth- Si alguien encuentra a Himeneo, lo dormirá y hará su respectiva señal (las que acordamos en Londres), para reunirnos en el Louvre.

Todos asentimos, estaba más que claro para todos, que las parejas eran Percy y Annabeth; Jason y Piper; Frank y Hazel; y finalmente, Leo y yo.

Leo dejó caer la escalera del Argo II, una vez que el barco quedó a diez metros en el aire, y luego de indicarle a Festo que use el modo “invisibilidad” para que ningún mortal encuentre el barco.

Sin que nadie tuviese algo más que decir, todos nos arrojamos hacia la Ciudad de las Luces.

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