Amiga de James Potter

By EGante

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UNA AMISTAD ENTRAÑABLE, UNA TENSIÓN SEXUAL INSOPORTABLE || Ajusten sus audífonos y preparen cerveza de mante... More

BOOKTRAILER
¿Conocí a James Potter?
Notas de la Autora
Hogwarts 1974
El chico de la enfermería, Remus Lupin
Herbología con James y Snape
El capitán de Quidditch
El ciervo
Regulus Black, el Arma Slytherin
El misterioso Pergamino
Nuevo curso, nuevos cambios
Lunático, Colagusano, Canuto y Cornamenta
En el Bosque Prohibido
El Regalo de James
La Elección de Snape
Locatis lunático Lupin
Sucumbiendo a James
Héroes del Quidditch
EL PEOR RECUERDO DE SNAPE (1)
EL PEOR RECUERDO DE SNAPE (2)
La Teoría del Giratiempo
Travesura Realizada
James vs Snape
Una Cita con Potter
Detención
Lupin, Chocolates y Filtros de Amor
SIRIUS BLACK
¡Black-tumsempra!
Marlene McKinnon
Novia de su mejor amigo
La Génesis
Tres Clausulas para salir con Sirius
James vs Mary
REMUS LUPIN
El Dormitorio de los Merodeadores
POCIÓN MULTIJUGOS
Sirius y Snape
El secreto de mi novio
EL MAPA DEL MERODEADOR
JAMES POTTER (I)
JAMES POTTER (2)
EL MORTÍFAGO
VOLDEMORT
Un espía inesperado
SEVERUS SNAPE
James Potter y el Príncipe Mestizo
REGULUS BLACK
EL ANIMAGO
FINAL
EPILOGO 1 (Marlene McKinnon)
EPÍLOGO 2 MARY MACDONALD
Preguntas y Respuestas + Explicaciones

La Familia Potter

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By EGante

Habían perdido la esperanza de tener un hijo o hija cuando, para su asombro y sorpresa, Euphemia descubrió que estaba embarazada y nació su amado niño, James.

Biografía de Euphemia y Fleamont Potter pottermore.com


La Familia Potter

—¿Pasarás el verano en la casa de Potter? —preguntó la pelirroja.

 Doblaba cuidadosamente su corbata escarlata con franjas doradas y enseguida la acomodó cuidadosamente en un organizado baúl.

—No el verano entero—aclaré —, sólo un par de días —dije mientras flameaba la túnica para extenderla y doblarla apropiadamente—. Llegaré a su casa, al día siguiente iremos a Dublín, dónde se celebrará el partido, y posteriormente, de vuelta a Londres.

—¿Y tu madre está de acuerdo? —cuestionó suspicaz. —Quiero decir... es un chico.

— Bueno, aquí entre nos... no le dije que iría a la casa de un chico—confesé en un susurró.

Marlene había entrado a la habitación. Mi ánimo alegre y entusiasta se había difuminado de golpe. Desvié el cuello hacia la pared opuesta a ella y crucé los brazos.

—Mary, ¿Podrías devolverme mi recordadora?—pidió Marlene en modo desganado.

—Lily ¿Puedes decirle a Marlene que he dejado todos los artículos que me ha prestado en su baúl?—pedí a la pelirroja con el mismo tono distante y frío.

—Mary, esto es absurdo...—opinó una impaciente Lily. Pero cerró la boca en cuanto advirtió mi fulminante gesto hosco.

—Echa un vistazo en tu baúl, Marlene—suspiró la pelirroja. Una vez se encogió de hombros, sin intentar intervenir en la tensa situación, continuó:—Bueno, espero que te diviertas en Dublín.

Sonrió con amabilidad mientras cerraba los broches de su baúl.

—Así lo haré—procuré decirlo claro y fuerte advirtiendo que Marlene lo escuchara.

Llegamos a la estación de Hogsmade arrastrando cada una el baúl de viaje y cargando con nuestras respectivas mascotas. Yo la jaula de una mini lechuza grisácea llamada Elvendork, Lily a su manso y gordo gato que se asomaba desde su hombro.  Marlene se mantenía distante junto con Abbott, notaba con pesar que nos evitaban la mirada con incomodidad. Imagino que durante ese viaje a Londres se tuvo que apretujar en el abarrotado compartimiento de las tejonas.

  Los cuatro Gryffindors habían abordado antes que la mayoría de los alumnos, seguramente con el fin de alcanzar un oportuno y cómodo compartimiento privado, como era su costumbre. Esos chicos siempre con sus secretismos. Era algo incómodo puesto que tendría que desbordar el tren junto a James. Lo acordamos de esa manera cuando le dije que no tenía forma de viajar a Dublín desde los suburbios muggles en Manchester (donde se ubicaba el apartamento en el que vivía entonces).  Aquél propuso una idea más practica: Quedarme en su casa para viajar juntos a Irlanda por medio de la Red flu. Desde luego no puse objeción. Conocer la casa de James, y estar cerca de él, era demasiado perfecto como para proponer otro plan.  

  Ahora bien, una vez en el Expreso estaba obligada a elegir un asiento y me parecía algo extraño tenerle tan ajeno hasta llegar a Londres, siendo que estaba por ser huésped en su hogar; sentía que debíamos por lo menos charlar un tanto y no tratarle como si aún fuéramos solo compañeros de curso. Sin embargo tampoco tenía intenciones de pedirle un espacio en su compartimiento sabiéndome una intrusa entre aquél circulo de amigos.  Además estaba Lily que no le hacía ninguna gracia pasar las siguientes ocho horas de camino junto con James. 

 Así que cuando atravesamos las puertas deslizables y pillé a James con sus tres inseparables, me limité a saludarles, preguntar un tanto de su día, a decirle que estaba ansiosa por asistir al partido, y finalmente me despedí excusando que Lily me esperaba.

—Si, entiendo—dijo aquél—, ¿Te parece si te busco cuando estemos apunto de llegar? —propuso.

—Me parece bien — respondí.

James Potter me dirigió una amistosa sonrisa, Sirius se despedía con ese característico guiño acompasado con el índice sobre su frente, Peter sacudía la palma de su muñeca y Remus, con quién había labrado una buena relación gracias a su asesoría en DCAO, fue del único de quién escuché decir un "Hasta pronto Mary".

Conseguimos colarnos a un compartimento confortable, cortesía de Lily y su buen trato con un chico majo de Ravenclaw,  Aubrey Bertram, su compañero del club de calderos.  Afortunadamente era también amigo de Brennan, nuestro guardián de Gryffindor, por lo que resultó agradable y ameno aquél trayecto hasta Londres.

Entrado el crepúsculo, y cruzando las faldas de la ciudad, a pocos minutos antes de llegar a la estación, escuchamos deslizarse la puerta. Nos había pillado a mitad de una carcajada grupal.

—Bonita noche—saludó James apoyado en el umbral del compartimento. —Brennan, Lanzadora, Evans...—esto último lo había articulado con un tono seductor.

—¡Potter!—saludó Brennan amistosamente. —Pasa—invitó señalando el espacio disponible—, justamente charlábamos del partido de Gryffindor contra Ravenclaw.

Sin que se lo tuvieran que pedir por una segunda vez, James tomó la palabra del guardián de Gryffindor y fue a sentarse frente a Bertram que se ubicaba a un lado de Lily.

—¿Haz tenido un buen viaje Evans? —Preguntó a la pelirroja, la cual replicó con unos fastidiados ojos en blanco.

Aubrey que había reparado en la incomodidad de Lily se dirigió a James manteniendo el matiz amigable y jovial.

—Fue un excelente partido. He de reconocer que nos dieron una paliza ese día.

El de gafas le miraba en una dosis precisa de altivez y arrogancia. —Me gusta ir por lo que quiero, —aseguró. —... y quitarme de encima cualquier tipo de rival.

Eso último tenía una connotación desafiante, quizá hasta algo amenazante.

Aubrey Bertram desdibujó su risa. Recordé que había escrito un comentario en la famosa lista que Marlene había confiscado a principio de año. "La cabellera más sexy" le firmó a Lily. James Potter tuvo que haber reparado en eso, y notar que Bertram estaba interesado en la pelirroja, pero que a diferencia de James, a Lily Evans no le sentaba mal su compañía. En realidad, el modo en que operaba el cortejo de Bertram estaba a cien leguas de distancia de James. No era intrusivo, no era pedante ni directo. Era agradable, complaciente, ameno y atento. El tipo de pretendiente que colaba mejor con la personalidad de Lily.

—Siempre tan adorable—manifestó la pelirroja percatandose de las indirectas de James —. Dime Potter—se dirigió al de gafas— ¿Sirius sigue aburrido y has venido a buscar a quién molestar?

James rió como si aquello hubiera sido un halago. Se pasó la mano por la cabellera con vanidad.

 —No, de hecho he venido a buscar a la Lanzadora—Respondió casual, y desenvuelto se volvió hacia mí.—Entonces, "Leona", ¿Estás lista? —me pregunto.

Incómoda tras la tensión que sembró la irrupción de James titubeé un poco. —eemmm... Si... te estaba esperando —dije mientras me incorporaba del asiento. Me estiré intentando alcanzar el baúl que había acomodado en las repisas superiores del vagón.

—Ya te ayudo—Se ofreció James aprovechando para montar un pie en el asiento, obligando a que Lily y Aubrey se separaran un tanto para que dieran espacio a su inoportuno pié.

Cerré los ojos ante la punzada en la boca del estómago que me había provocado eso. Usarme como pretexto para llamar la atención de Lily. Sí que era un bastardo. Pero el trago amargo duró tan pronto desbordamos el vagón. Una vez fuera de él, James y yo volvíamos a ser una combinación perfecta, de alquimia precisa, como el sorbo del feliz felicis.  

Me despedí del grupo y salí con mi lechuza mientras James arrastraba mi baúl.

—¿Cuando veas a Keith Newton en persona le regresarás su Snitch?...

—¿Bromeas?, No es suya. Tú lo dijiste, es propiedad de la escuela—Contestó él.

—Y si es propiedad de la escuela, ¿Cómo es que la llevas en el bolsillo?.

—Es mi amuleto de la buena suerte, tengo que llevarla en el bolso durante el partido... me aseguraré de que los Puddlemere derroten a las Harpías.

—¡Ja!, ni cien Snitchs en tu bolsa harían eso posible.

—¡JAMIE!— Una señora muy entrada en canas, bien vestida y con gafas de marco fino, se abría paso entre la muchedumbre y se acercaba hacia nosotros.

—Mamá—Saludó James.

La mujer le estrujó con entusiasmo, como si fuera la primera vez que se encontrara con su hijo después de varias décadas. —Mira que grande y guapo te has puesto...

—Mamá... detente...—Pidió James avergonzado. Su madre le había deshecho su bien calculado peinado alborotado y rebelde. James se pasó una mano por la cabeza para acomodarlo a su habitual desorden. —Mamá...—. Tosió sobre su puño.   —Ella es Mary.

Extendió su mano presentándome.

—Hooo, Mary—dijo cariñosamente la señora Potter, cómo si mi nombre le recordara alguna vieja melodía de sus años más felices. Fui entonces víctima de un abrazo similar al que había dado a su hijo. —James nos platicó de ti. —Era demasiado británica como para no tener idea de cómo actuar ante intempestiva muestra de cariño —Será un placer tenerte en nuestro hogar.

—Muchas gracias Señora Potter—Contesté cortésmente viéndome intimidada tras aquél abrazo.

—oh, no me llames Señora Potter.—Rogó con la mano en el corazón —Puedes llamarme Euphemia, o mejor "Mia" —pidió desplegando una maternal sonrisa.

«Prefiero llamarte suegra» pensé.

—Sí, desde luego, Mia.

James me miró de soslayo y alzó ambas cejas. "Si, así es mi madre con todos", pude leer en esa expresión.

—¿Dónde está Sirius?, pensé que vendría con nosotros—habló preocupada la señora alzando la vista y buscando de lado a lado por el andén.

—Sirius se unirá después. Tiene que recoger sus cosas en Grimmauld Place—Informó James a su madre. A Continuación volvió a reparar en mi.—Se mudará a partir de este verano—Me explicó ante la interrogante en mi gesto. —...Larga historia. —Abrevió con una mueca.

ow, qué lástima, tenía lista la mesa para cinco —lamentó la mujer— Bueno... entonces será mejor que nos vayamos de una buena vez; la Red flu se congestiona a esta hora.... A menos, claro, que prefieras viajar por otro medio Mary. James me ha contado que tus padres son muggles así que si te sientes más cómoda podemos abordar el autobús noctámbulo.

—La red Flu está bien.

Media hora después me encontraba contemplando una acogedora estancia en un chalét muy inglés. Con tapices y muebles elegantes. Me recordaba un tanto a un retrato de época victoriana.

Podía apreciarse sobre la chimenea una serie de marcos con fotografías de James Potter en todas las etapas de su infancia: James de cuatro años saludándome con un mameluco de león, James de seis años sobre el lomo de un potrillo de pegaso; James de diez años presumiendo su carta de Hogwarts y James de once años rodeando el hombro de Sirius Black. 

  Había olvidado por completo cómo lucían esos dos en su primer año, eran de hecho muy adorables. Sirius tenía el pelo corto, un niño de ojos grises resplandecientes y rasgos finos, perfecto para un modelo en catálogo de ropa fina junior. James tenía el pelo de medio lado, más peinado de lo que se le vería nunca.

—Espero que tengas hambre, reina—Dijo la señora Potter despojándose de una bufanda de cashemir —Phixi preparó "Tartiflette" de pato y trufas.

—¿Phixi?

—Nuestra elfina doméstica—Explicó James quitandose el jersey, remangándose la camisa y estirando con pereza sus brazos. — ¿Conoces los elfos domésticos, cierto?...

—¡JAMIE! —Un hombre mayor había salido de una sala que tenía aspecto de despacho—Hijo, que alegría tenerte en casa. —Dijo cariñosamente mientras abrazaba a James.—Quería acompañarte, pero desde que me pesqué gripe de fuego, tu madre no me deja salir de noche.

—Está bien papá, me alegra verte recuperado—Contestó James.—Te presento a Mary Mcdonald.

—James, ¡Es encantadora!—exclamó —¿Qué tal querida? ¡Es un placer Mary!, James no suele traer novias a casa...—Dijo extendiéndome la mano.

—¡Papá!—canturreó James avergonzado.— ....Mary es solo una amiga—Aclaró frotándose la frente.

—Yo pensé que...

—Es un placer señor Potter. —Dije estrechándole la mano e intentando disipar la vergüenza de James.

—Jamie, mi cielo y Mary querida... ya está servida la cena—avisó la señora Potter.

Sobra decir que la cena fue cálida y agradable. Aunque me supo más a una entrevista sobre la genealogía Macdonald. Les conté sobre mi padre que trabajaba en una universidad en Toronto Canadá como biólogo investigador; dos hermanos mayores, también residiendo en Canadá, estudiantes de oceanografía y geografía; Una madre Fisioterapeuta y una abuela squib en Manchester. Mis padres no estaban separados, pero mi estancia en Hogwarts obligaba a mi madre a quedarse en Inglaterra. «Se ven cada que pueden» les tranquilicé. Les tuve que explicar en qué consistían todas las carreras y los oficios que había mencionado y se mostraban tan fascinados que parecía que les hablaba de un universo alterno el cual ansiaban conocer. 

—Hay gordo, deberíamos visitar Canadá— propuso la señora Potter palmeando el brazo de su marido. 

Luego procedí a contarles que el padre de mi abuela, a quién posiblemente debía el gen mágico, había sido un mestizo de apellido Macmillan quién había ayudado durante la primera guerra mundial (Que entre magos es mejor conocida como "la gran guerra"). Resultó que Henry Potter, el abuelo de James  también había peleado en el mismo frente que mi bisabuelo.

—¿Y de casualidad no sabes en qué casa fue asignado? —Preguntó la señora Potter.

—Basta Euphemia,—Pidió James a su madre cuando se hubo acabado su porción de tartaleta— Esto parece un interrogatorio.

—Tienes razón corazón—dijo la señora con una sonrisa cariñosa. —Deben estar exhaustos tras el viaje. ¿Por qué no suben a descansar? —Pidió poniéndose de pie mientras recogía los platos.

—Señora Potter... Mia—Corregí—¿Necesita ayuda para recoger la mesa, o lavar los platos?.

—Ho mi niña... no hace falta—aseguró la señora sorprendida por tal propuesta.

« ¿Será que los magos nunca se ofrecían para ayudar con tareas domésticas elementales?». Supongo que con una varita en mano eran tareas que se llevaban a cabo en un parpadeo, por lo que no suponían ninguna labor que ameritaba la ayuda de nadie.

—Lanzadora eso es trabajo para elfos domésticos—Me susurró James.

— No sería ninguna molestia—Les aseguré.

—Querida, apuesto que colaboras mucho en casa ¿Verdad? —Adivinó la madre de James—No te preocupes. Tú debes ir a descansar, mañana tendrán un día ajetreado.

—En ese caso. Ha sido una cena agradable y deliciosa, muchas gracias por todo.

"Descansa querida.", "Buenas noches Mary". Me despidieron los señores Potter cuando salí del comedor.

—Siento todo eso,—dijo James mientras contemplábamos a nuestras respectivas lechuzas revolotear por el terreno ajardinado en la parte trasera de la casa. Estábamos en un especie de balcón con el que contaba la habitación de huéspedes, dónde me habían alojado.—Mis padres son mayores, así que se entusiasman mucho con los invitados... debiste ver cómo sometieron a Sirius la primera vez que pisó esta casa. Al pobre no lo dejaron levantarse de la mesa durante una hora.

—¿De qué hablas? —Exclamé.—Tus padres son personas de lo más agradables.

James encogió los hombros.—Bueno, supongo que a diferencia de muchos padres puros, sí que lo son. Les agradas.—Manifestó dándome un empujón con su hombro.—Otro segundo más en la cocina y son capaces de adoptarte.

Sonreí soltando un resoplido y me volví a ver el cielo. Escuchamos por un segundo las ramillas siendo azotadas por una reconfortable brisa nocturna, acompañada del ulular de las lechuzas y el gorjeo de los grillos.

—Estuve a punto de tener una hermana, ¿sabes? —Manifestó de pronto interrumpiendo la sinfónica nocturna. Me volví a él. —...Entre los muchos embarazos fallidos de mi mamá, había uno que parecía ser prometedor.

No me atreví abrir la boca ni a emitir sonido alguno. Dejé que sea el viento quien llenara esos silencios. Por primera vez James me contaba algo tan personal e íntimo que sentí no debía escuchar.

—Era una niña.—Suspiró. Tenía la mirada fija en nuestro par de lechuzas que sobre una ramilla de fresno se encontraban tiernamente acicalándose la una a la otra—...Al perderla, mi madre no salió de su habitación por semanas. La pérdida la había destrozado.

El gesto de James endureció. Le examiné, estaba conmovida y esa faceta en él era poderosamente enternecedora.

—Lo siento mucho.—Me limité a decir con una voz muy sutil.

—No lo sientas...—Pidió cambiando positivamente su tono y esbozando una mueca de medio lado —Después nací yo.—Dijo con su habitual orgullo, como si no hubiera un regalo más exquisito para nadie.

Su siempre presente arrogancia, Ese era James. No era un hombre que escribiera sonetos a la luna, ni que soportara la melaza o el sentimentalismo... por lo menos no entonces.

Alcé la vista hacia la luna menguante que, cual sonrisa de gato, brillaba hermosamente desde su cenit

—¿Te hubiera gustado tener una hermana? —Me aventure a preguntar.

—No sé. Tal vez—Meditó y suspiró—Siempre y cuando sea el tipo de hermana que le guste el Quidditch.

Apuntó sus gafas hacia mí mordiéndose juguetonamente el labio. Me concedió esa palmada que solía propinar a sus mejores jugadores.

Cuando Remus y Sirius afirmaron que una vez abrazada la amistad de James éste la devolvía redoblada y magnánima, era verdad. James podía tener todos los defectos adjudicables a los muchachos arrogantes, pero nadie podría negar que tenía un íntegro sentido de la amistad.

—Buenas noches Lanzadora, nos veremos mañana—Se despidió.

Todo ese tiempo entrenandome para el equipo, ese gusto por el Quidditch que nos vinculaba, esas tardes debatiendo sobre equipos, los desvelos siguiendo por la radio los partidos de la liga nacional, esos abrazos efusivos e infantiles, esas competencias corriendo por la madrugada. Se habría labrado para él un afecto ajeno a cualquier vínculo romántico.

No era que no me notara por su obsesión con Lily Evans, lo hacía, pero veía a una hermana o a alguien lo más parecida a ese lazo fraternal. Jamás lo sabré.

Pero los días pasan lentos y el tiempo va saludando. Dependía de mi mostrarle que podría ser más que eso para él.  

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