Cerró los ojos esperando que todo fuera una pesadilla, los apretó hasta que dolieron, para cuando los abrió se encontró con esa mirada frívola que hacía que se estremezca cada parte de su piel. Se vio pronunciando el "Si quiero" y salio de la mano de su ahora esposo... Charles, con esa decisión sellaba su destino para siempre o al menos hasta que la muerte se apiadase de ella y vinera ante su suplica.
Subieron al carruaje que los conducía a su Mansión o mejor dicho su prisión, para cuando llegaron los sirvientes los esperaban felices en la entrada. Jane simplemente hizo una mueca y caminó directamente hacia su habitación, no le apetecía compartir su momento de "felicidad" con nadie y menos con aquellas personas serviles a Charles.
–No es necesario que subas a tu habitación– sujetándola del brazo.
–No tengo nada que festejar– con desdén.
Charles se molestó y apretó más fuerte el brazo de Jane.
–Cuida tus palabras, no creo que quieras pasar unos cuantos días en cama...Querida.
–¡Porque no me matas de una vez!– con la respiración entrecortada.
–Eso es lo que tú quisieras– tomando aire–Lamento decepcionarte, pero no pienso darte ese gusto.
A Jane le recorrió una lágrima.
–¿Que es lo que quieres?– observándolo con los ojos vidriosos.
–De ahora en adelante tendrás una doncella que te acompañará todo el tiempo.
–No la necesito.
–Eres mi esposa y harás lo que yo te diga, ¿te quedó claro?– apretando los dientes. –Te espero para la cena– dejando que se marchase.
Una vez en su recámara camino de un lado al otro debía intentar una vez más escapar y sino lo conseguía se ahorcaría con las sábanas de su cama, dió un pequeño golpe a la pared cuando repentinamente escuchó el llamado de la puerta.
–¡Pase!– a voz de grito.
Era su doncella quién abrió tímidamente la puerta.
–Disculpe señora, he venido ayudarla con su vestido– dijo con cierto tartamudeo. Jane ablando la mirada, y posó sus ojos en ella. La muchacha era diminuta de unos ojos verdes profundos, no parecía mala persona, con algo de suerte podría convencerla de que la ayudase en su plan pero ¿Cual plan? Sólo se había propuesto escapar pero no tenía idea de cómo iba hacerlo.
Jane se sentó frente al espejo mientras la doncella procedía con cierto nerviosismo a peinarla, no le gustó lo que veía ya que todavía tenía un hematoma bastante notorio cerca de la mejilla, se llenó de rabia y quiso romper el espejo. Sin embargo, la doncella se lo impidió.
–¿Quiere que la vuelva a golpear?– dijo con voz de susurró.
Jane abrió los ojos como platos y giró para verla.
–Por favor, ayúdame– con voz de angustia.
–No puedo, no sé cómo ayudarla.
–Hay una forma, debes ir al burdel que regenta Leila y decirle que Charles me tiene encerrada en contra de mi voluntad.
–Es casi imposible que pueda llegar, todos los que tienen trato con usted están vigilados.
Jane no quito su mirada y se mantuvo observándola fijamente –Debe haber otra forma.
– Tal vez si se muestra dócil y coopera, el señor cambie su actitud, debe hacer que confíe en usted.
Lo que la doncella proponía tenía sentido, estaba tan enojada y encolerizada que no se detuvo a pensar por un momento en otra salida que no fuera enfrentarlo, se hizo daño, le hizo daño y su situación se había convertido en una ruleta rusa.
–Tienes razón, debo poner mi mejor sonrisa.
–Si señora, no se preocupe. Ahora déjeme terminar de peinarla, yo escogeré un vestido que se vea radiante en usted.
–Gracias– dijo con una sonrisa. –Antes de qué te marches ¿Cuál es tu nombre?
–Laura– cerró la puerta y Jane se sentó al borde de la cama, sabia que no permanecería mucho tiempo sola, era cuestión de tiempo antes de que Charles irrumpiera su habitación, dicho y hecho Charles entró con una radiante sonrisa y se sentó al lado de ella, la tomó de la mano y la acarició tiernamente, para Jane ese gesto era asqueroso, lo odiaba con todo su ser.
–¿Que se siente estar casada?
–No sabría decirte– con una sonrisa fingida.
–Sabes Jane, el matrimonio no es tan malo, si te comportas y cumples con tus deberes maritales...Prometo no volver a golpearte.
Jane, volteó la cara para verlo, debía actuar con astucia.
– Está bien.
–¿Lo dices enserio?– iluminándose los ojos.
–Si.. estoy cansada de pelear.
–Esto es lo mejor del día, ahora bajemos a comer
Una vez en el comedor, Jane se sorprendió de ver la mesa llena de manjares, en otras circunstancias hubiera reaccionado diferente.
–Espero que la comida sea de tu agrado.
–Lo será– de manera seca.
–Hay algunas cosas que debemos poner claras– mientras sorbía su vino.
–No podrás salir de la casa a menos que seas escoltada, escúchame bien, ni se te ocurra cuestionarme y tampoco intentes escapar porque ya sabes quién pagará las consecuencias con tono socarrón.
–Algo más su Majestad– masculló entre dientes.
–Disfrutemos de la velada
–De acuerdo– con un hilo de voz.
Pasada la cena, Charles reclamo sus derechos maritales, Jane fingió sentirse complacida aunque por dentro quería gritar, llorar, morir... dió gracias a Dios de que Charles se retirara hacia su habitación, porque de tenerlo toda la noche a su lado no hubiera sabido que hacer, al ver que cruzaba la puerta respiró aliviada.
Los siguientes días, Jane comenzó a trazar su plan, a pesar de que Charles prácticamente la dejó sin salidas. Una tarde cuando estaba en el jardín acompañada de Laura llegó Charles con una sonrisa radiante.
Jane lo miro y se sintió indispuesta, fingir no se le daba muy bien pero debía hacerlo.
–¿Que es lo que pasa?
–Hemos sido invitados a una velada que será este sábado.
–¡Esplendido! Pero no tengo nada que ponerme– dijo con tono apenado–Laura puede acompañarme a escoger unos hermosos vestidos.
–No es necesario, ya encargue unos para ti, llegarán mañana.
–¡Maldito!– grito para sus adentros.
–Muchas gracias.
–Es lo menos que puedo hacer, además quiero que te veas bellísima.
–¿No te preocupa lo que digan las personas?
–Son sólo chismes, la sociedad pronto olvidará mi desliz.
Jane se clavó las uñas en la palma de la rabia que traía dentro, e hizo una risita nerviosa.
–Querida, me voy a mi despacho– se acercó a darle un beso en la frente, una vez que se marchó Jane se frotó la frente hasta que casi sangro.
–¡Señora, no se haga daño!
–¡No sabes cómo lo odio!
El carruaje iba a paso seguro por aquellas oscuras calles que sólo estaban iluminadas por la luz de la luna, no hubo necesidad de decirle al cochero que se detuviera porque él conocía perfectamente el camino.
–Excelencia, hemos llegado.
–Gracias– contestó, caminó unos cuantos pasos hasta llegar a la puerta de la Mansión miró a los lados y dió un leve suspiro, uno de los sirvientes le pidió su abrigo y sombrero de copa, asintiendo de forma inmediata, elevó un poco la mirada para ver si reconocía a alguien, hasta que a lo lejos vislumbró a una mujer que llamó su atención, era de cabellos rubios y por su andar notó que poseía una leve cojera pensó en Jane y fue tras ella pero fue interceptado por Lady Andrews y la Señora Liechester .
–Excelencia que grato tenerlo por aquí.
–Lo mismo digo– sin comprender como lo habían reconocido, aunque era sabido que esas dos mujeres poseían olfato de un sabueso.
Cuando pudo librarse de ellas, busco con la mirada a la mujer de cabellos rubios, sin éxito.
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¿Quien la encontrará primero Ian o Alexander?
Gracias por seguir leyendo
Besos.