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By katiealone

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Priscila ha encontrado el trabajo de sus sueños, su nuevo jefe hará su vida miserable y ella tendrá que demos... More

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🍳 Sinopsis
Guía de personajes
Introducción
Capítulo 1: La chica nueva
Capítulo 2: Cosas bonitas y un par de tragedias
Capítulo 3: Los de arriba y los de abajo
Capítulo 4: Fuertes declaraciones
Capítulo 5: Clientes especiales
Capítulo 6: Primer día
Capítulo 7: Ayuda
Capítulo 8: Tarde
Capítulo 9: Llamada
Capítulo 10: Viejos y nuevos amigos
Capítulo 11: Reencuentro
Capítulo 12: Travesuras y demás menjunjes
Capítulo 13: Visitas casuales
Capítulo 14: Inesperado
Capítulo 15: Viernes
Capítulo 16: Servicios especiales
Capítulo 17: Organizando eventos
Capítulo 18: Cena
Capítulo 19: Incidente
Capítulo 20: La Fiesta Roja
Capítulo 21: La gente habla, hay que detenerla
Capítulo 22: Ooops! Problemas
Capítulo 23: Paso a paso
Capítulo 24: Esto es guerra
Capítulo 25: Evento sorpresa
Capítulo 26: Malos entendidos
Capítulo 27: Aliados
Capítulo 28: No conformidad
Capítulo 29: Las chicas tienen que estar unidas
Capítulo 30: Palabras, palabras, palabras
Capítulo 31: Un Problema
Capítulo 32: Evidencias
Capítulo 33: Desastre
Capítulo 34: Noticias
Capítulo 35: Falsedades
Capítulo 36: No basta
Capítulo 37: Visitas
Capítulo 38: Complot
Capítulo 39: Huida
Capítulo 40: Emergencia
Capítulo 42: Propuesta
Capítulo 43: Descanso
Capítulo 44: Milagros inesperados
Capítulo 45: Fuertes revelaciones
Capítulo 46: Descontrol
Capítulo 47: Por las buenas y por las malas
Capítulo 48: Claro que es una trampa
Capítulo 49: Ya supérenlo
Capítulo 50: Recuerdo
Capítulo 51: Buenas nuevas
Capítulo 52: Empezaron los problemas
Capítulo 53: Enfrentando el desastre
Capítulo 54: Luces, cámara y acción
Capítulo 55: Relax total
Capítulo 56: ¿Y nosotros? Bien, gracias
Capítulo 57: Caos
Capítulo 58: Enfrentando la verdad
Capítulo 59: Halloween
Capítulo 60: Fatalidad
Capítulo 61: Luces y sombras
Capítulo 62: Fuerte
Capítulo 63: Oportunidad
Capítulo 64: Navidad
Capítulo 65: Hasta luego
Capítulo 66: Reencuentro [Final]
Epílogo
Extra 1: Master chef
Extra 2: You can't stop the beat
Extra 3: Hoy y siempre
Extra 4: Proyectos
Extra 5: Juegos
Extra 6: Roja
Extra 7: Bebé
Extra 8: McDestino
Extra 9: Papá
La boda [Parte 1]
La boda [Parte 2]
Especial 200k: Entrevista a Rachel
Especial de Halloween [Parte 1]
Especial de Halloween [Parte 2]
El chef sediento (Otro relato de Halloween)
Otras historias de la autora

Capítulo 41: Hermanos, después de todo

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By katiealone

Samantha salió de la habitación de Adriano aún molesta por lo que había pasado. No entendía por qué Sandra había aparecido ahí, ¿qué quería esa mujer? Había sido bastante buena al no echarla a patadas y de verdad se había contenido para no hacerle un verdadero escándalo en el hospital. Quería asegurarse que esa mujer no volviera más, que ni se atreva a acercarse a su hermano con su lengua venenosa y todas sus mentiras.

Y es que esa Sandra era ese tipo de personas que tenían una extraña habilidad de engañar a todo el mundo con esa sonrisa cálida y actitud de chica buena. Pero claro, siempre hubo algo en su mirada que no terminaba de convencerla. Al principio también logró engañarla, incluso le pareció la chica ideal para su hermano y creyó que podrían llevarse bien como cuñadas. Fue su madre quien le abrió los ojos. "¿No te das cuenta? No puede mantener la mirada por más de diez segundos, ¡no te mira a los ojos! Esa chica es una mentirosa".

Samantha creyó en un principio que su madre exageraba, que quizá solo estaba celosa porque su hermano parecía querer mucho a esa chica y siempre la colmaba de atenciones. Incluso a ella le parecía muy tierno, parecía que el romance iba viento en popa. Pero hasta pareciera que eso fue planeado por aquella mujer. Pasaron algunos meses y ya las cosas cambiaron completamente.

Adriano parecía consumido por ella, solo le prestaba atención a ella y no le interesaba nada más. Supo la realidad de esa relación cuando fue de visita a New York por una semana y se quedó en el apartamento de su hermano. Solo le bastaron esos días para detestar a Sandra. Todos los días por la noche discutían por teléfono por temas que Samantha consideraba absurdos, como por qué no la llamó por la mañana, o por qué se demoraba tanto en llegar, o por qué conversaba con una amiga, y cosas parecidas. Le parecía una estúpida engreída, insegura e inmadura, que hacía problemas en vano solo para sentirse mejor. Y una noche simplemente ella se hartó de escuchar a su hermano y no decirle nada.

—Pero Sandra, escúchame por favor... —decía desesperado él por teléfono.

—Yo no tengo nada que escuchar, si a ti no te interesa creo que es mejor dejar las cosas ahí.

—¿Qué? ¡Pero qué es lo que he hecho! Es mi compañera de clases, quiere ser mi socia, ¿qué tiene de malo?

—¿Qué tiene de malo? ¿Crees que soy idiota?

—¡Es solo una amiga, Sandra! Entiende que es a ti a quien amo. ¿Por qué haces esto conmigo? —Adriano hablaba al borde de las lágrimas y golpeó fuerte la pared con su puño, de verdad se notaba al borde del colapso.

—Ya te dije que no...

—¡Pero escúchame por favor! No pienses cosas que no son...

—¡Deja de poner excusas tontas! No te creo nada. ¡No soy estúpida, Adriano!

—Por favor... —dijo una vez más. Samantha salió, no podía soportar más esa discusión. ¿Quién se creía que era esa mujer? Lo manipulaba como quería, sabía que lo tenía en sus garras y disfrutaba de jugar con él a terminar la relación, para luego sentirse mejor cuando le rogaba. Sin importarle nada, Samantha le quitó el teléfono a Adriano

—Escúchame bien, estúpida —le dijo por teléfono—. Si eres una mujercita insegura vete a un maldito psicólogo, pero deja a mi hermano en paz. ¿Me entiendes? ¡Como vuelva a escuchar que discuten y tú no la cuentas! ¿Quién demonios te crees que eres? —Sandra no respondió, se quedó en silencio un rato y luego colgó.

El escándalo vino después con Adriano. Por más que intentó hacerlo entrar en razón y que se diera cuenta de cómo era en realidad Sandra, lo único que ganó fue a su hermano más ofendido y molesto que nunca con ella, diciéndole que lo había arruinado todo, que por su culpa iban a terminar y más tonterías. Samantha casi se rinde, esa mujer lo tenía dominado casi al completo. Incluso habló con Cameron para que también intervenga. Pero él también había recibido el mismo trato, no podía ayudar mucho. Y aunque en un principio intentó no meterse en la relación, ya se la tenía jurada a Sandra.

El asunto empeoró cuando quedó embarazada y pensó que no le iba a quedar de otra que aceptarla en la familia y hacer lo posible por llevar la fiesta en paz, después de todo llegaba al mundo un niño inocente y precioso que sería su sobrino. Debió de sospechar que usaría al bebé para seguir manipulando a Adriano. Y justo cuando el proyecto del restaurante estaba por lanzarse de una vez, cosa que el chef llevaba más de un año intentando que se cumpla. Lamentó mucho que su hermano abriera los ojos cuando ya era demasiado tarde, provocando los nervios de la chica en el embarazo. Asunto que terminó en la muerte de bebé.

Nunca olvidaría las cosas horribles que le gritó a su hermano después de aquello, y encima delante de todos. Estaban Cameron, Adriano, su madre y ella. Apoyaban a Adriano en ese momento tan difícil, pues él no dejaba de repetir que era su culpa, que jamás debió dejarla sola. Hasta que ella, quien estaba en silencio hasta el momento, los echó a todos de la habitación y se quedó a solas con Adriano. Ellos solo salieron porque creyeron que de verdad iban a hablar, pero no se imaginaban lo que seguía. Ella sabía bien que escucharían todas las palabras que diría y por eso hablaba en voz alta, buscando humillarlo.

Le decía cosas horribles, como que no quería volver a verlo, que él tenía la culpa de todo, que él mató al bebé. Gritó "asesino" quién sabe cuántas veces, y cuando Adriano quería calmarla o decirle algo, ella interrumpía con un insulto. Samantha no soportó más, y como aquella vez al teléfono, entró a la habitación sin importarle nada para sacar a su hermano de ahí. Cuando entró lo encontró parado ahí sin saber qué decir ni que hacer, con los ojos cubiertos de lágrimas y sin poder moverse. ¿Acaso Sandra no se daba cuenta a él también le dolía?

—Sal de aquí —le dijo a Adriano intentando que reaccione. En ese momento entró Cameron y se lo llevó del brazo, tampoco soportaba lo que le estaban haciendo a su amigo—. Escúchame, Sandra —le dijo cuando ya estaban solas—, no volverás a hacer daño a nadie, no quiero volver a verte nunca más y mucho menos cerca de mi hermano, porque te juro que te mato.

—¿Eres insensible o qué? ¿No oíste lo que me hizo? ¡Por su culpa tu sobrino está muerto!

—No es culpa de nadie y déjate de estupideces, ¿acaso crees que él no sufre con esto? Pues bien, si dices que no quieres volver a verlo, así será. Pero te digo una cosa, soy yo quien no quiere volverte a ver cerca de él. Podrás haberlo engañado por años, pero a mí no me engañas. ¿Has entendido?

—¡Eres insensible! ¿No te das cuenta por lo que estoy pasando? —decía llorando. Un llanto muy bien fingido. No salía ni una sola lágrima.

—Ahórrate ese llanto que no te creo. Y mírame bien, porque será la última vez que nos cruzamos, ¿has entendido?

Y si, esa fue la última vez que se cruzaron, hasta ese día en el hospital. Después de todo lo sucedido con Sandra, para su hermano fue difícil recuperarse. Lo bueno fue que inició con The Oak Room y su fama subió como la espuma, estaba tan concentrado en el trabajo y la perfección que no tenía ya tiempo para nada, ni para el amor ni la familia. Ese fue su único escape para olvidar todo lo que había pasado con Sandra, para alejarse de todo el sufrimiento que le causó.

Ahora aparecía esa chica, esa tal Priss. No quería pensar que su hermano haya caído una vez más en las garras de una manipuladora, pero tenía miedo de algo parecido. Si Adriano se había escapado del hospital solo para verla y pedirle perdón, y ella no se había dignado a aparecer todo ese tiempo, le parecía muy sospechoso. Pero iba a conversar con él más tarde, quería que le cuente toda la verdad y estaba segura que así iba a hacer. Después de todo, era su hermano pequeño y siempre sabía sacarle las confesiones al final.


*************


—Ah... ya entiendo —le dijo Priss a Adriano cuando terminó de contarle sobre la visita de Sandra y porque su hermana estaba tan molesta. Quizá ella tenía otra visión de Sandra, y ya comprendía la razón tanto alboroto. Después de todo no era la mujer sufrida que aparentó aquella vez. Sintió rabia al pensar que quizá ella misma fue usada para cumplir parte de su venganza con Adriano.

—Es una historia complicada, no me gustaría que seas parte de esa tontería —le dijo mientras acariciaba sus manos. Ella estaba sentada a su lado, los dos tenían las manos cruzadas mientras conversaban.

—Tu hermana tiene toda la razón de ponerse así, después de todo debió ser duro, además apenas saben quién soy. Recién aparezco, tienen razón de enojarse conmigo...

—Ya, ya, no hablemos más de eso —dijo besando sus manos—, tú y yo sabemos lo que pasó, ya no quiero pensar en que Sandra logró lo que quería. Nos peleamos, pero ya eso está atrás.

—Pues lo único que creo que logró al final fue unirnos más —le dijo ella acercándose para darle un beso. Su sola presencia había hecho que se olvide que Sandra fue hasta ahí para armar intrigas una vez más. No la entendía, ¿por qué tanto odio? Al final no fue él quien la dejó, sino ella. ¿Era necesario que quiera vengarse? ¿Vengarse de qué? Ahora él sabía que se había comportado como un tonto a su lado, que no escuchó los consejos cuando tuvo que hacerlo y que todo había terminado mal—. No entiendo por qué lo hace —le dijo de pronto Priss, como si estuviera leyendo sus pensamientos—. ¿Por qué ahora? Si ustedes hasta trabajaban juntos en lo de las bodas, y yo que creí que era muy profesional...

—Si, yo tampoco entiendo. Pero de verdad, ya no quiero hablar de ella. No quiero que te involucres en esto, déjame solucionarlo. Mi pasado no tiene que dañarte.

—Está bien, tampoco es que haya venido acá para hablar de ella, estoy aquí porque quería verte, porque te extraño y quiero que estés bien pronto. —No pudo reprimir las ganas de besarla otra vez. Se quedaron mirando a los ojos muy cerca, sonriendo y dándose suaves y cortos besos de rato en rato.

—Cuando salga de aquí —le dijo él suavemente—, estoy pensando seriamente en raptarte.

—Ah si —contestó con una sonrisa—. ¿Y a dónde me piensas llevar?

—No lo sé, además si te lo digo ya no sería sorpresa, ¿no crees? Tengo ganas de desaparecer contigo por unos días.

—¿Hablas de vacaciones?

—¿Por qué no? ¿No crees que merecemos alejarnos de todas estas tonterías por un tiempo? Al volver podría reinaugurar el restaurante, llegaría renovado, con nuevas ideas para la carta, todo sería mejor.

—Claro, sería una buena idea. Si tu salud no corre riesgos.

—De eso no te preocupes, solo estaré un par de días más acá en observación y luego todo tranquilo, ya sabes, es por prevención. Podemos planificarlo bien, tiene que ser algo tranquilo y a medida, ¿qué opinas?

—Me encanta la idea, quizá cuando regrese ya pueda encontrar un trabajo nuevo, en serio necesito despejarme de todo.

—Pues de eso ni te preocupes, puedes ser mi socia en el restaurante, ¿qué te parece?

—¿Yo? No, no, estás de broma, ¿acaso quieres que me endeude en el banco para poder poner capital?

—No tienes por qué hacerlo, eres mi novia y no tienes que dar un centavo. Pero podemos trabajar juntos, ¿no?

—Sé que no es momento y no lo tomes a mal, pero quiero crecer profesionalmente yo sola. Es difícil, lo sé, debió de ser igual en un principio para ti también. Y sé que quieres ayudarme, pero quiero hacer eso sola, no me gustaría que después digan que me cuelgo de tu fama o que me quiero aprovechar de ti ni ninguna de esas estupideces.

—Pero no tienen por qué hacerlo. Además, a nadie tendría porque importarle... —"Aunque pensándolo bien...", se dijo. A Sandra le pasó algo parecido. Él ya era conocido entre los círculos gastronómicos más importantes y ella apenas empezaba a surgir, era común escuchar que Sandra se colgaba de su fama. Quizá en realidad pasó eso y nunca se dio cuenta.

—Sabes que lo harán, la gente es cruel e insensible, no quiero que tengamos que pasar por eso.

—Tienes razón —contestó sonriendo al final. Claro, no quería hacerla pasar por nada parecido, sería difícil. Y además de alguna forma le gustó que ella quisiera ser independiente, una persona cualquiera hubiera estado de acuerdo de inmediato en aprovecharse de él, ya tenía un lugar ganado en la gastronomía—. Pero si nos vamos de vacaciones, ¿verdad?

—Ya te dije que sí, aunque tendríamos que ver la fecha.

—Tú en eso no pienses. ¿Recuerdas que te dije que te iba a raptar? No lo sabrás hasta que estés a bordo.

—Bueno, entonces esperaré ese secuestro con muchas ansias —volvió a darle un beso y se quedaron los dos así un rato. Lo que él más deseaba era salir del hospital pronto y estar con ella a solas. Pero no así, sino a solas de verdad, dejando atrás todos esos problemas.

Pronto tuvieron compañía. La madre de Adriano, quien regresaba de hablar con el médico, llegó a ver a su hijo. Al entrar y encontrarlos así adivinó inmediatamente que esa chica solo podía ser esa tal Priss por quien su hijo se escapó la noche anterior. Cuando escucharon que entraba los dos se separaron. Fue entonces que cruzó mirada con la muchacha. Priss le sonrió, no necesitó mucho tiempo para saber que ante ella estaba "la suegra".

—Mamá... —dijo Adriano ni bien la vio—. Qué bien que estés acá, quiero presentarte a alguien especial.

—Entonces ella debe ser Priss —dijo la madre. Por alguna razón el hecho de que actuara con total naturalidad, que mantuviera su mirada y sonriera, le dio confianza. Parecía agradable. Siempre había sido buena en su juicio con las personas, a primera vista podía filtrar a la gente—. Un gusto, yo soy Sophia, la madre de Adriano.

—El gusto es mío, señora —le dijo y se acercó a saludarla. Adriano sonrió al ver a las dos encontrarse. Sabía que con su familia las cosas iban a ser mucho más fáciles.


***************


La noticia de que el chef Hartmann al fin fue dado de alta después del horrible accidente que sufrió fue cubierta por algunos de los medios locales, quienes lo esperaron a la salida del hospital. No se concentraron mucho en sus acompañantes, entre quienes se incluían la familia, Cameron, Emily, Kate y Priss. Él respondió con amabilidad un par de preguntas sobre su salud y les dijo que pronto volvería con The Oak Room más recargado que nunca, con nuevas recetas y un nuevo diseño que les encantaría. La prensa terminó encantada, y su hermana, quien de momento estaba haciendo de su representante, les dijo que en unos días tendría un par de apariciones públicas e inauguraciones, una conferencia y una aparición en la televisión.

Y aunque Adriano quería descansar un poco, sabía que todo aquello era necesario si de verdad quería seguir vigente como el mejor chef del país. Sabía muy bien como era ese mundo, fue difícil llegar a donde estaba y no quería perder eso. Así que cuando al fin respondió lo necesario y nadie hizo preguntas personales, subieron al auto y se fueron hacia el apartamento de Adriano. El camino fue bastante animado, él estaba feliz de volver a casa al fin, de estar libre. Aunque igual le habían dicho que necesitaba de cuidados y reposo. Tenía una dieta especial que seguir, entre otras cosas.

Priss era quien menos hablaba del grupo, todos parecían tener algo en común que compartir. Y claro, ella apenas si se estaba integrando. Además, se sentía muy observada por Samantha, incluso se incomodó un poco. Durante los otros días que Adriano tuvo que pasar en el hospital se habían visto solo un rato y saludado con cordialidad, aunque igual la chica sentía que había una valla invisible entre ellas y creía saber cuál era. Quizá era desconfiada por naturaleza, quizá también ella se comportaría así con sus cuñadas después de una mala experiencia con Sandra.

Llegaron al fin y se pusieron cómodos. Y aunque Priss había salido con él muchas veces, jamás había ido a su apartamento. Por alguna razón era exactamente como lo imaginaba. Alejado de la ciudad, en lo alto de un edificio desde donde se tenía una bonita vista de la zona. El apartamento era un duplex bastante amplio y cómodo, muy ordenado también. Tenía incluso una zona al lado de la sala donde había varios estantes llenos de libros de cocina de colección de todas partes del mundo.

Como siempre, lo primero que hizo fue meterse en la cocina. Mientras los demás tomaban asiento en la sala, Priss lo siguió. La cocina era grande, con la más moderna tecnología y además con todo el equipo necesario de las mejores marcas. La vajilla se lucía en su mejor sitio, muy fina por cierto. Todo lucía muy pulcro y ordenado, mucho en realidad.

—Por si quieres saber, no usamos nada —le dijo Samantha. Apareció justo detrás de Priss, los había seguido—. Ordenábamos comida, sabemos lo histérico que te pones cuando tocan tu cocina. —La chica no pudo evitar reír con ese comentario, mientras que Adriano se veía un poco enojado.

—¡Eso no es cierto! Es solo que a veces tocan cosas que no deben o que no se usan de esa manera.

—Es lo mismo, ¿acaso crees que vamos a quemar todo? ¿Olvidas quién te enseño a cocinar, jovencito?

—Pues freír un huevo no cuenta como enseñar a cocinar.

—El hecho es que no puedes admitir que te pones histérico cuando alguien toca tu cocina.

—Es cierto, Adriano —agregó Priss—. Te pones histérico cuando tocan tu cocina, igual que en The Oak Room.

—¡Ves! Te lo dije —Samantha sonrió, la conversación se ponía animada.

—Pues contigo nunca me puse histérico —le dijo indignado a Priss—. Además, no es que siempre ande de maniático, si no quiero que toquen nada es porque quiero manos expertas, gente que sepa de su trabajo y que no confunda una coladora de panadería con una de pasta, ¿o quieres que te recuerde lo que sucedió la última vez?

—¿Yo? ¡Me ofendes, Adriano! ¿Me quieres decir que no sé cocinar? —le dijo su hermana.

—¡Al menos no profesionalmente!

—¡Si no te agarro a patadas es porque acabas de salir del hospital! —Priss se mataba de la risa con esa pelea de hermanos, sabía que no iban en serio, era algo que ella misma vivía con Eduard—. Es más, ¿por qué no preparamos algo juntos? Vas a ver que te gano.

—¡No hay forma que deje que toques mis cosas!

—¡Pues entonces métetelas al culo! ¡Que se te pudran y se te malogre todo por egoísta!

—En serio, no puedo más.... —se reía Priss—. Adriano, no seas cruel. Si quieres yo asesoro a Samantha en la cocina, hacemos equipo. ¿No dices que solo permites que manos profesionales toquen tus cosas?

—¿Qué? No, no... tampoco es que te haya traído para que hagas de cocinera.

—¿Qué pasa, Adriano? ¿Tienes miedo que tu novia y tu hermana te ganen? ¿Que inauguremos un restaurante juntas? —bromeó Priss.

—¡Claro que no! ¿Cómo se te ocurre algo así? Entonces preparemos algo y el que lo hace mejor gana. Claro que no quiero humillarlas, seré benevolente —dijo burlón.

—¿Ah si? Pues no tienes por qué serlo, chef Hartmann. ¿Recuerdas que me sé todos tus estándares de recetas de cocina? —le dijo Priss en igual tono—. Así que más te vale que te pongas a innovar.

—¡Ahora qué dices a eso! —agregó Samantha poniéndose de su lado.

—¡Eso no se vale! Solo recetas originales, entrada y plato de fondo —dijo Adriano. Era momento de poner las reglas del juego.

—Será a cajón cerrado —agregó Priss—. Un plato para cada uno de los que están afuera, nosotros no incluimos.

—Empezamos en cinco minutos, tienes diez para hacer el mise & place.

—¿Traducción? —le preguntó Samantha a la chica.

—Que tenemos quince minutos para juntar todos los materiales y alistarnos para cocinar. Debemos atacar la nevera pronto y escoger los mejores insumos.

—Está bien, yo agarraré lo primero que se me cruce...—dijo despacio Samantha

—Y empezamos por la comida en cinco, cuatro... —comenzó Adriano con la cuenta regresiva—. Tres, dos, uno y...

Y Samantha salió corriendo hacia la nevera a coger todo lo que se le cruzaba, Priss corrió a recogerlo. Felizmente ella y su madre habían hecho las compras un día antes. Adriano también se adelantó y los tres reían mientras se empujaban por coger lo mejor. Luego se dirigieron a los estantes para agarrar otro tipo de insumos y condimentos.

—¡Ajá! —gritó Adriano cuando ya habían terminado—. Yo tengo la sal, ¡están perdidas!

—¿Ah si? —dijo ahora Priss y presumió uno de sus insumos—. Pues yo tengo los caldos de fondo, ¡veamos como sale tu comida sin ellos, Hartmann!

—Pues... —Adriano buscó entre sus cosas—. ¿Qué sabor tendrá tu preparación sin esto? —Y le enseñó el orégano.

—¡Pero cómo es posible! —reclamó Priss.

—Muy lindos y todo, ¿podemos empezar a cocinar? ¡Quiero patearle el trasero a mi hermano! —dijo Samantha.

Así empezó la pequeña competencia en la cocina de Adriano. Cuando afuera se enteraron de tanto alboroto, se pusieron de inmediato a la expectativa de probar aquellos platos y decidir por el ganador. Aunque su madre creyó que quizá no era muy buena idea que ni bien salido del hospital se pusiera en esa situación, lo vio tan animado y concentrado que decidió no meterse. Además, hasta le pareció un milagro que dejara que Samantha tocara sus implementos de cocina, jamás hacía algo como eso. Quizá era porque esa chica Priss estaba con ella, quizá ella lo influenciaba para bien de alguna manera. Salió a sentarse a conversar con los demás, esperaba que la competencia no dure mucho porque se estaban muriendo de hambre.

Adentro había algo de silencio, interrumpido de rato en rato por Adriano cuando gritaba que así no se agarraba el cuchillo, o que ese era el cuchillo para carnes y no para pollo y esas cosas. Por otro lado estaba Priss, matándose de la risa de las ocurrencias de Samantha y Adriano, que parecía la versión Edu y Priss fase dos.

—Samantha... —le dijo Priss bajito—. Necesitamos harina...

—No había en la alacena, ¿no habrá algo con qué reemplazarlo? —De pronto Adriano empezó a toser para llamar su atención.

—¿Buscaban esto? —Y les enseñó el paquete de la harina.

—¡Desgraciado! —gritó Samantha—. Vas a tener que darnos eso si quieres que te demos el fondo de carne.

—¿Intercambio? —dijo dudoso—. No lo creo. Ya hice mi propio fondo...

—Pero todo chef sabe que el fondo recién hecho no tiene tan buen sabor ni textura que uno preparado con anticipación. ¿Cuánto tiempo lleva el tuyo? ¿Media hora? ¡Ja! ¡Me rio en tu fondo! —se burló Priss.

—Eso no es justo, así que se quedan sin harina, ¡ya dije!

—Pues será por la fuerza... —dijo por lo bajo Samantha y Priss asintió con una sonrisa malévola.

—¡Hey! Ustedes dos, ¿qué piensan hacer? —Pero fue demasiado tarde cuando las dos se acercaron por ambos lados para quitarle la harina. Adriano la tomó entre sus manos y luchó por retenerla mientras que Priss le hacía cosquillas y Samantha tironeaba de un lado. En medio del forcejeo, la mitad de la harina se salió del paquete y acabó en la cara de Samantha. Al ver a su hermana así, Adriano no pudo evitar las carcajadas.

—Ya te dije, espera que estés bien sano y de mí no te salvas —decía mientras ambos se mataban de risa, pues Priss tampoco pudo evitarlo—. Y tú eres de mi equipo, ¡apóyame!

En medio de las risas, Adriano se quedó en silencio un momento, ellas no lo notaron al principio, pero luego se dieron cuenta de su gesto de dolor. Las chicas se preocuparon, más cuando se llevó la mano al pecho, a la altura del corazón.

—¡Voy por ayuda! —gritó Samantha mientras se alejaba. Quizá el juego les había salido muy caro.

—Mi amor, estoy aquí, tranquilo...—le decía Priss tratando de mantenerse serena.

—Agua... —Fue lo único que pudo pronunciar. La chica miró a su alrededor y el bidón de agua estaba al otro lado de la cocina, así que corrió lo más rápido que pudo y llenó un vaso. Para su sorpresa, cuando se volteó encontró a Adriano tranquilo echándole el fondo que Samantha cogió a la olla de su preparación.

—¡Y encima le agregas orégano! —gritó Priss molesta al verlo en acción—. ¿Cómo pudiste? ¡Casi me matas del susto! —decía mientras se acercaba a él. En ese momento un preocupado Cameron entró junto con Samantha, pues esta salió corriendo a avisar que Adriano se sentía mal, pero lo encontró al borde de la risa.

—¿Qué pasó? —preguntó el maître extrañado, afuera ya estaban por llamar a la ambulancia.

—Nada —dijo Priss irritada—, que el muy chistoso fingió un ataque para agarrarse nuestro fondo.

—¡Qué! —gritó igual de indignada Samantha.

—¿Qué? En una competencia todo vale —decía Adriano mientras se volvía a concentrar en la comida. Pero Priss se acercó a él con el vaso de agua en la mano y mirándolo con seriedad. Cuando él se dio cuenta de eso se sintió tan arrepentido que no pudo evitar pedirle disculpas—. Lo siento, no quise preocuparte, yo...

—¡Lo siento nada! —dijo ella—. Idiota... —Sin vacilar, le echó toda el agua en la cara. Luego se acercó Samantha, quien no había soltado la harina todo el rato, y mientras él intentaba secarse el rostro, le cayó todo un puñado de harina en la cara.

—¡Y la próxima te mato! —agregó poniéndose del lado de Priss—. ¡Pero cómo eres tramposo! —Aunque parecía ser un momento medio tenso, Cameron comenzó a reír. Las dos lo miraron con seriedad, pero él seguía riendo.

—Lo siento, pero es que se ve tan gracioso —les dijo. Bueno, y la verdad es que si se veía muy chistoso con el cabello cubierto de harina. El hecho de que primero haya tenido toda la cara mojada y que luego le haya caído harina había creado una especie de masilla pegajosa. Adriano también rio para que las dos se relajen un poco, al final ellas sonrieron y disfrutaron de lo chistosa de la situación.

—¡Pero cómo eres tarado! —le dijo Samantha entre risas—. ¡Ni se te ocurra volver a hacer algo así porque me olvido de tu convalecencia y te reviento a patadas!

—¡Fue una broma inocente! Además, ya nos queda poco tiempo, ¿y si nos concentramos en cocinar?

—Si, mejor —le dijo su hermana—. Con respecto al fondo que nos robaste, pues que te dure. Y que se te pudra y que... ¡Priss ayúdame!

—Y que no le hayas echado suficiente romero, ¡y que te hayas olvidado de la pimienta en grano!

—¿Ah si? Pues que tu harina sea pastelera y te quede con grumos la bechamel.

—Que se te haya pasado la mano con el fondo y tarde más minutos en hervir y que se le vaya el sabor, y que el vino que le echaste sea... sea... —se quedó pensativa unos segundos—. ¡Cameron, ayúdame!

—Pues que... ¡Ya sé! Que tu vino sea semiseco de la cosecha de 86 —hubo silencio, nadie entendía—. ¡Todos saben que fue la peor cosecha!

—Ahhh ya... —le dijeron las dos a la vez.

—Por cierto, hermano, ¿apagaste tu hornilla?

—No, ¿por qué?

—Porque está apagada... —ellas también miraron la suya y se dieron cuenta de que tampoco estaba encendida.

—No me digan que...

—Como que nos olvidamos de pagar el gas —dijo Samantha. Todo estaba a medio preparar y hasta que llamen para que repongan el servicio ya iba a ser demasiado tarde para la comida.

—¡Perfecto! ¿Y ahora qué? —dijo Adriano mientras miraba como había quedado la cocina después del "concurso". Harina por todos lados, insumos tirados por toda la cocina, charco de agua. Era un desastre

—Ordenamos comida, ¿qué más? Y rápido que me muero de hambre —le dijo Cameron—. Aunque igual creo que Priss y Samantha hubieran ganado.

—¡Chúpate esa! —le dijo su hermana.

—¿Qué? ¿Y cómo estás seguro de eso? —le preguntó Adriano.

—Es simple, ellas no hicieron trampa.

—Igual yo hubiera ganado —contestó este de lo más creído.

—¡Pues para la próxima si hay gas y te la vas a ver con nosotras! —le dijo Priss.

—¡Oh si! ¡Seremos un dúo dinámico! —Todos reían. Adriano siempre tuvo la teoría que la cocina y la comida era lo único que unía de verdad a las personas. Y sentía como si su teoría se hubiese comprobado al ver reír juntas a su novia y a su hermana, como si fueran las mejores amigas del mundo.



************

Awwwwwww Quién comparte la teoría de que la comida y la cocina unen a la gente? <3



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