Pluvo: el aprendiz de una bru...

By PsiqueMaichen

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Ren Pluvo es un estudiante que ha perdido a su único familiar, su vida es difícil y solitaria. Todo se compli... More

Dedicatoria
Antes de leer
Epígrafe
Acto
Consecuencias
Un sueño
Inicio
Cuando todo le parecía un sueño/ Parte 1
Cuando todo le parecía un sueño/ parte 2
No era un sirviente, era un criado/Parte 1
No era un sirviente, era un criado/ Parte 2
Notas del pasado/ Parte 1
Notas del pasado/ Parte 2
El extraño hotel de un doctor triste/ Parte 1
El extraño hotel de un doctor triste/ Parte 2
San Valentín
Herencias/ Parte 1
Herencias/ Parte 2
Quien soñó con un mundo muerto/ Parte 1
Quien soñó con un mundo muerto/ Parte 2
Obsesión/ Parte 1
Obsesión/ Parte 2
Obsesión/ Parte 3
Obsesión/ Parte 4
Maldiciones/ Parte 1
Maldiciones/ Parte 2
Inspiración
Cuando olvidó lo soñado
La pianista
Pasado Acosador
Cuando olvidó lo soñado/ Parte 2
Despertar
Charla
Melancólicos
Trampas
Su querida amiga/ Parte 1
Su querida amiga/ Parte 2
Cuando ella fue por un libro
No estaban vivos
Castigo/ Parte 1
Castigo/ Parte 2
Después de una verdad/Parte 1
Los enamorados
El otro lado
Diana
Cuando se definieron
Un árbol, un mundo/ Parte 1
Un árbol, un mundo/ Parte 2
Su final

El quiosco y el cuarto de Lil

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By PsiqueMaichen

Cuando llegó la mañana, los ruidos de los pájaros alejaron el extraño sueño de Ren. Al momento de abrir los ojos, él se encontró solo en su habitación. Esperaba ver el rostro de Lil antes que nada. Al mirar que seguía vestido, se preguntó qué fue parte de un sueño y qué no.
Después de un largo baño y alistarse, Ren bajó a la cocina con ganas de beber una gran taza de café. En el camino se encontró con Melia, sonreía de oreja a oreja y llevaba en las manos una lista larga y varios recibos.   

—Lil nos ha encargado realizar una importante misión: pagar los recibos e ir de compras. —Melia, sonriendo, entregó la lista a Ren.

—No es una misión importante —Ren hizo un ligero puchero—, te mintió. ¿Lil no vendrá? 

—No, me dijo que creará una gema que viva en el mundo físico y contenga magia del lado oscuro. Estará muy ocupada todo el día.

Ren echó una mirada a la larga lista; ropa para Melia, cigarrillos, vino, quesos, pastas, chocolates, pasteles, pagar los recibos... entre otras cosas. Suspiró desganado al imaginarse lo aburrido que sería su día sin Lil. No obstante, agregó a la lista ir con el oculista por unos lentes nuevos, algo que le dio propósito y le alegró la salida.

—¿Te habrá picado algún insecto? —preguntó Melia y se acercó más a Ren para contemplar los moretones que él tenía en el cuello. 

—No le digas así a Lil —dijo risueño y guardó la lista en el bolsillo de su pantalón.

Después de desayunar, partió con la compañía de Melia. Ella, emocionada, miraba de un lado a otro. La salida se alargó más de lo esperado debido a las pausas innecesarias que realizaba Melia. Sin embargo, Ren disfrutó de ver a Melia contemplar el mundo de manera minuciosamente, llena de curiosidad y asombro. Le contagió el ánimo de mirar las cosas que ignoraba la mayor parte del tiempo por suponer que siempre estuvieron ahí, en la vida de la humanidad. También, en un par de ocasiones se rio por adentro, al ver como la joven bruja se asustaba de la tecnología. Cuándo Ren pasó el código de un recibo para pagarlo, Melia se espantó mucho con el sonido que hizo la máquina automática. Asombrada, dio vueltas e intentó buscar al humano que creyó estaba adentro y controlando la máquina. A Ren le demoró tiempo explicarle superficialmente cómo funcionaban las máquinas y cajeros.   

Después de realizar los pagos, Ren y Melia pasaron al oculista, donde no solo él salió con lentes nuevos, Melia también necesitó de unos para ver mejor. El día pasó con rapidez. Lo más difícil para Ren fue encontrar la tienda de ropa ideal para Melia. Ella poseía gustos anticuados, pero al final se conformó con vestidos largos donde no se llegara a mostrarse sus huesudas rodillas. Al caminar para tomar el tren ligero que los llevaría de regreso, de un momento a otro, Melia se desvió del camino y se alejó de su acompañante. Ren se percató de que Melia ya no estaba cuando le preguntó por qué ella no era algo prohibido en la Tierra a pesar de haber estado en otra dimensión por décadas. Vislumbró a la lejanía la esbelta silueta de Melia 

perdiéndose en contracorriente de la marea de los transeúntes. Ren, cargando casi todas las compras, fue detrás de ella. Ante la mirada de preocupación de Ren, se abrió paso un insólito y a la vez encantador escenario. Había un gran quiosco ubicado en el centro de la ciudad, rodeado por elegantes edificios coloniales y grandes templos. Casas de acampar yacían adentro y fuera del quiosco. Y por algún motivo, policías mantenían la zona acordonada, no dejaban pasar a nadie. Las torres puntiagudas de algunos templos, que parecían ser siluetas grises en un lienzo azulado y blanco, se abrían paso en el cielo, conviviendo con las nubes que no podían alcanzar. El brusco viento arrastró con las flores y hojas dejadas por los árboles que vivían controlados en las amplias jardineras. El suelo estaba alfombrado por flores lilas aromáticas y follaje seco. Los candiles de la zona comenzaron a brillar, la oscuridad llegaba a pazos gigantescos en cada minuto. Los fantasmas errantes del lugar cobraron relevancia con la luz amarillenta que pintaba su silueta. Algunos caminaban de un lado a otro, sin rumbo fijo. Otros aparentaban ser humanos que se dirigían a algún lugar. Ren estaba acostumbrado a ver algunos fantasmas como humanos e ignorar los que tenían un aspecto escabroso. Sin embargo, en esta ocasión los fantasmas no eran lo más llamativo en el lugar. Ren enfocó su mirada, entrevió a la distancia a extrañas personas que resaltaban entre la multitud y a Melia cerca de una jardinera, se apresuró donde Melia se encontraba observando. 

—¿Quieres que Lil me mate? —preguntó Ren preocupado—. Si te pierdo, ella...

—Ella jamás te haría daño, bobo. —Melia hizo un puchero—. Mira. —Señaló hacia el quiosco—. Son brujas paganas. ¿Qué hacen aquí? Se están exponiendo demasiado —murmuró y enserió su rostro de amenas facciones.

Ren llevó su ver hacia el quiosco. Vio que las brujas portaban máscaras realistas de animales, tan reales que Ren pensó que tal vez eran las cabezas disecadas de lobos, leones, jirafas, elefantes, zorros, cabras, siervos y cuanto más. Sin embargo, descartó toda idea cuando miró máscaras de gatos y aves gigantescas, igual, realistas. Las paganas eran enormes, vestían túnicas harapientas, sus cabellos arrastraban en el suelo, algunas tenían rastras y llevaban consigo, como si fueran caparazones, sus pocas y más valiosas pertenencias. Se apreciaba diversas cosas enganchadas en las ropas, cinturones y cuello de las brujas. Hierbas secas, frascos con pócimas, huesos, semillas, varas y más objetos que les servían en su día a día. Algunas brujas portaban en su cabeza cornamentas de alces y venados. La que parecía ser la líder, portaba la cornamenta más grande y ancha, se trataba la de un alce; media aproximadamente unos dos metros. Su máscara era la de un león y la única en llevar prendas negras. La alta e imponente bruja pagana se encontraba cerca de un caldero, lanzó un puñado de hierbas en el interior de este, un humo espeso y blanco se alzó hasta el cielo. Las siluetas oscuras de los fantasmas que rondaban por el lugar se desvanecieron con el aroma desprendido de las hierbas quemadas.

—Son las paganas... —comentó Melia—. Sé poco de ellas. En sus ropas, adentro de las túnicas, llevan sus más apreciadas pertenencias, por eso parecen ser más enormes de lo que son, es el bulto de las cosas. Utilizan máscaras que representan su animal guía. La del caldero de seguro es la líder en turno... es gigante. ¿Qué comerá? —Alzó una ceja y barrió con la mirada a la bruja.

—Pensé que era una obra de algún teatro callejero. —Ren enserió—. Lil me habló de ellas, buscan al culpable de matar al árbol cósmico que protegían y veneraban. —Tragó saliva—. Me buscan a mí. 

—Mejor vámonos. Me marea un poco acostumbrarme a mis nuevos lentes. —Melia tomó la mano de Ren que estaba cargada con las compras y lo jaloneó con ella.

Cuando regresaron al hogar, la noche estaba puesta, era una noche calurosa. La luna yacía oculta en su propio espacio y únicamente los grillos se encargaban de matar el silencio con chirridos escandalosos. Al entrar Melia y Ren, la joven de ojos de témpano se fue corriendo a su habitación con las compras hechas para ella. Tropezó un poco en el camino al no estar acostumbrada a la graduación de sus nuevos lentes. Ren la miró a la distancia y sonrió al pensar en ella como una hermanita. 

—Por fin... ¡Mis vinos han llegado! —gritó Lil a la lejanía.   

Salió corriendo de su habitación al recibidor, se escuchó retumbar las pisadas de sus pies descalzos. Ren se asombró a ver Lil vestida con una de sus camisas de él y usando unos jeans. llevaba su largo cabello recogido en un chongo alto, tenía varias plantas y ramas atascadas en su cabeza. En el apacible rostro de la bruja se contemplaba un evidente agotamiento, sus ojos de joyas estaban enmarcados por unas profundas ojeras negras. Al estar enfrente del asombrado, le exigió las botellas de vinos, mientras lo miraba con los ojos entornados y sus labios temblaban. 

—Lo siento, Lil. —Negó con la cabeza—. No he sacado mi credencial de mayoría de edad y no me pudieron vender ni una gota de alcohol. 

—No, no, no. —Suspiró y dio un par de vueltas en sí misma—. Era lo único que me daba fuerzas—reveló y llevó sus brazos en los hombros de Ren. —No me siento bien —dio a saber antes de desvanecerse.

Ren se apresuró a sostenerla en brazos, al recibirla, se percató la fuerte fiebre que tenía Lil. Preocupado, la llamó, pero se encontraba fuera de sí misma, respiraba pausadamente y sus mejillas estaban arreboladas. Dejó en el suelo las bolsas de las compras y cargó a Lil en brazos. Le pareció que era muy ligera para la estatura y cuerpo que poseía. Se apresuró con Lil en brazos hasta llegar a la habitación de ella. La puerta se encontraba abierta, sin dudar, Ren bajó con cuidado en los escalones que se presentaron. Se asombró al ver el salón que era la habitación, no por el desorden de los libros esparcidos, las plantas parlantes, los libreros llenos de raros libros, los estantes con frascos que contenían ingredientes insólitos, amuletos que colgaban de las paredes, la recamara antigua, sino por la enorme pintura en un muro, era muy realista y vivida. El cielo de la pintura se encontraba, de manera exagerado, tapizado de estrellas y fusionándose en el horizonte con el apacible mar. En el primer plano de la pintura, en una pronunciada roca cerca de la costa, descansaban en la superficie hermosas sirenas mientras contemplaban el firmamento, en sus escamas detalladas se reflejaba el brillo de las titilantes estrellas. Ren pensó por un momento que podría cruzar el mural y llegar a otro mundo. Sin embargo, se enfocó en Lil. Caminó con cuidado de no pisar los libros regados en el suelo de mármol. Se dirigió donde había tres puertas, en búsqueda del baño del cuarto. Pensó en dejar a Lil en la enorme cama de sábanas negras y flores exóticas bordadas a mano; sin embargo, en la cama había más libros, macetas con plantas que susurraban y hierbas. Las hierbas que estaban en el mullido colchón poseían en sus hojas colores llamativos y a la vez alarmantes, como si estas dijeran: «no me toques o te mato».

Ren abrió la puerta de en medio, de las tres puertas que había, por suerte dio con el baño del lugar a la primera. Era más grande que su propia habitación. Todos los muebles y detalles del baño derrochaban en lujo. La armonía y elegancia del lugar se vio perdida, por la ropa sucia esparcida en todos lados. Un lujoso diván de tapizado aterciopelado tenía encima un bulto de ropa. Ren dejó a Lil en el diván y encima de la ropa. Abrió la puerta corrediza quedaba acceso a la bañera, al verla se llevó una sorpresa, era enorme. Ren supuso que tal vez le entraban cinco personas al mismo tiempo. Abrió las llaves de la tubería, eran doradas, como el oro, eran de oro. Volvió por Lil cuando la blanca tina de mármol se llenó a la mitad. Sin dudarlo, Ren llevó a Lil a la tibia agua con intensiones de bajarle la temperatura. Al sentir el agua, la bruja abrió sus ojos y pegó un grito. 

—¡Está fría! —Con sus manos chapoteó y salpicó a Ren. 

—Lil, tienes  fiebre, hay que bajarla mientras llega un doctor —dijo preocupado—. Llamaré a un doctor, espérame aquí. 

—No. —Negó ligeramente con la cabeza y sumergió su cuerpo en la tina, dejando su rostro en la superficie—. Cuatro ojos de lentes nuevos, un doctor no puede curarme la fiebre, es una fiebre de pasión. Es mi interior que desea ser tocado y estremecido por ti, se ha exteriorizado en forma de fiebre. Estaré mejor cuando... —Lil dejó de hablar al ver la expresión de vergüenza en el rostro de Ren. 

—¿De verdad? ¿Esas cosas pasan? —preguntó asombrado.

—Es broma. Es fiebre de cansancio, mi cuerpo me exige descansar. Semas que no duermo bien. —Recargó su cabeza en el borde de la tina—. Ayer logré dormir un poco, pero no fue suficiente. Crear la gema me consumió mucha energía y no está completa del todo. —Suspiró desganada—. Gracias por despertarme, cuatrojos. —Sonrió despreocupada—. Necesito dormir y reponer fuerzas. 

Lil se incorporó de la tina y salió del baño escurriendo el agua. Caminó hacia la cama y en el proceso se secó por encima con una toalla que tomó en el camino. En su cansancio jaló la sábana donde yacían los libros y amenazantes plantas, lanzó todo al suelo y sin dudarlo se echó en su cama con la ropa empapada. 

—Lil, no puedes dormirte así, te vas a resfriar, cámbiate las ropas —advirtió Ren, quien fue detrás de ella. 

—Tienes razón —reconoció—. Necesito dormir, no te preocupes más por mí.

Lil se desvistió, tiró a fuera de la cama su mojada ropa y se cubrió con la orilla de la colcha de su cama. Rápidamente ella cayó en un profundo sueño. Ren se acercó, llevó su mano en la frente de ella, la fiebre había bajado. Permaneció más tiempo en la habitación, era la primera vez que estaba ahí. La débil iluminación era proporcionada por varios candelabros de cristal en forma de lluvia. No obstante, la luz y el aire se veían obstaculizadas debido a tantas pertenencias regadas. En un estante yacían varias macetas de plantas, se movían como si un fuerte viento las estremeciera. Ren se acercó a las plantas y miró las hojas aterciopeladas; eran oscuras y en los bordes tenían un color chillante azulado. 

—Hey, no —murmuró una de las platas.

Ren la observó asombrado.
—No, no, no. No mire —pidió en susurros otra de las platas.

—Hey, uh, uh, hey, uh, uh, uh —dijo otra planta mientras se movía de un lado a otro.
Suspiró hacia sus adentros y se alejó. Recogió los libros regados, los apiló en una esquina, las hierbas las guardó en bolsas plásticas y acomodó las plantas que cayeron al suelo; metiendo la tierra y raíces a las macetas de nuevo. Tomó las ropas empapadas, fue al baño, donde les exprimió el agua. Recogió todas las prendas sucias y dejadas en el lugar, salió con prisas del cuarto de Lil, y se dirigió al cuarto de lavado con la ropa sucia en brazos. Después de ordenar el lugar y meter a lavar la ropa de la testaruda bruja, pasó un largo rato en la cocina, preparando la cena.

Melia no apareció en toda la noche, se encontraba en su cuarto, sumergida en un libro que le pidió a Ren comprara para ella. Se trataba de una historia desarrollada en un internado. El protagonista veía fantasmas, creía que enloquecía como su madre, cual terminó encerrada en un manicomio. Mientras dudaba de su salud mental, él mantenía una relación de amistad y romance con el alumno nuevo. El nuevo era un chico con actitudes destructivas y capaz de envenenar a quien le molestara y llamara enano pecoso. Melia estaba encantada con el libro.
Cuando Ren regresó a la habitación de Lil, llevaba en manos una bandeja con alimentos recién preparados. Ella se encontraba despierta y vestida con una larga túnica negra que cubría el vestido que usaba del mismo color, a excepción de los encajes blancos en la manga, borde, y el cuello de babero. Lo más extraño para Ren fue ver a Lil con un sombrero típico de brujas de cuentos, de ala ancha y puntiagudo. Lil tomó la bandeja y señaló en la cama, en la esquina había un sombrero y una túnica para Ren. Él tomó las cosas y, atónito, las observó. Ella comió de la sopa mientras contemplaba a Ren risueña.

—Cuatro ojos, no hay que perder el tiempo. No confió en Cos y en la gema que te dio, tampoco en como están actuando —dijo con la boca llena—. Vamos a ir al lado oscuro y terminaremos de darle vida a la gema que tengo preparada. —Lil apuntó con su dedo índice en la pintura del mural. 

—¿Qué? —dijo Ren desconcertado. 

Lil terminó los alimentos y tomó un gran bolso oscuro que contenía algunas pertenencias que anteriormente ella guardó. 

Ren pensó que ella estaba bromeando y que tal vez por culpa de la fiebre decía incoherencias. Se dirigió donde ella se encontraba, Lil, apresurada, guardaba más cosas en el bolso, Ren colocó su mano en la frente de ella: se encontraba más fresca que una lechuga.
Lil le ordenó a Ren que se colocara la túnica y sombrero. Después de hacerle caso, ella se acercó a la gema que Ian le dio a Ren y la retiró del cuello de él tomándola de la cadena. Y con cuidado de no tocar la gema, mientras la miraba con desprecio, la dejó en la cama.
Después, Lil tomó la mano de Ren y le dio a cargar el pesado bolso en la otra mano. 

—Sígueme, cuatrojos —ordenó decidida.

Sin dudar, Lil caminó hacia la pintura del muro, retumbó en la habitación el eco de sus pisadas. Ren la siguió, creyendo que ella chocaría con el muro. No obstante, y para la sorpresa del incrédulo, de un momento a otro, la bruja entró en la pintura. Lil jaló la mano de Ren y lo arrastró directamente a la dimensión donde ella se encontraba.

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