Al día siguiente, ocurrió lo mismo. Eal habló con el hombre mayor de la esquina, pero no preguntó sobre su conversación del día anterior, y se encontró con Iván, que era lo que quería en un principio.
—¿Cuando te vas de vacaciones?— Eal no paraba de preguntar, e Iván respondía. Era su modo de hablar, el que luego utilizarían.
—Me voy en agosto, aún queda algo de tiempo— Eal respondió que el también se iba en agosto, a Alicante. Hubo un silencio en la conversación—Iván, ¿que te gusta hacer?— En este momento de la conversación ellos estaban andando, ¿hacia donde? No lo sabían, tampoco les importaba. Solo disfrutaban de las incesantes preguntas y respuestas que se les ocurrían.
—Normalmente me gusta pensar y luego, dibujar o pintar aquello que pienso. La mente es un lienzo que hay que ir terminando a lo largo de nuestra vida, o al menos eso es lo que pienso yo—A Eal esas palabras le sonaron muy maduras para los once o doce años que aquel chico tenía. —¿Y a tí, que te gusta hacer?—Iván ahora también tenía curiosidad por saber todo.
—Me gusta leer, jugar a cualquier cosa que implique moverse y resolver problemas, acertijos.— Iván esperaba algo más como "fútbol y ser popular" pero descubrió que estaba equivocado.
Eal frunció en ceño y observó al chico, ligeramente más alto que él, para luego sonreír y mirar la hora de su reloj. Iván tenía una expresión de tranquilidad en la cara, sentía que estaba haciendo un nuevo amigo.
—Me tengo que ir, hasta luego— Eal echó a correr, su madre se preocuparía si llegaba muy tarde a casa. La expresión de Iván cambió radicalmente, o eso le pareció a Eal. Ahora se encontraba frunciendo el ceño, lo que no duró mucho porque volvió a sonreír.
—¡Adios!— Iván gritó por la calle, nadie se percató de él, excepto Eal, que respondió a su grito moviendo la mano a modo de despedida detrás de él.
Eal tenía una nueva frase favorita: La mente es un lienzo que hay que ir terminando a lo largo de nuestra vida, y la guardaría en su ser para la eternidad.