Romeo, Marco y Julieta

By Ash-Quintana

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Marco oculta dos grandes secretos: Está enamorado del novio de su mejor amiga y se ha casado con una descono... More

Antes de comenzar a leer
Uno: No te cases
Dos: Sé elocuente
Tres: No entres en pánico
Cuatro: Busca contención familiar
Cinco: No duermas con su novia
Seis: Sé Magnífico
Siete: Lleva paraguas
Ocho: No beses a otra
Nueve: Sé menos obvio
Once: Bésalo
Doce: Sé discreto
Trece: Aprende a negociar
Catorce: habla con él
Quince: Conoce a sus padres
Dieciseis: No la cagues
Diecisiete: Niega todo
Dieciocho: Sé más prudente
Diecinueve: No llores
Veinte: busca un amigo
Veintiuno: Arregla tu desastre
Veintidós: Hazte cargo de lo que debes
Veintitrés: No enfades a Farrah
Veinticuatro: Me he quedado sin pasos
Veinticinco: Sigue los consejos de Leo
Veintiseis: No sigas a Jordan
Veintisiete: No la dejes ir
Veintiocho: No reveles tus secretos
Veintinueve: Termina con esto 1#
Treinta: Termina con esto #2
Treinta y uno: Sigue andando
Epílogo
Dos años después

Diez: Hazlo reír

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By Ash-Quintana


SEGUNDO ACTO: 

La mierda se prende. Y no sólo la mía.

La mirada de Jordan me pesó. 

Sus ojos siempre me resultaron algo atractivo porque nunca había sido capaz de descifrar el color o atreverme a mirarlo el tiempo suficiente como para descubrirlo ¿Verdes, grises, talvez?, ¿celestes?

Yo era muy bueno mintiendo, pero en aquel momento, con él tan atento, no me atreví a inventar algo. No porque creyera que no iba a creerlo, sino porque estaba un poco cansado ¿Qué más daba si lo sabía? ¿Qué tan grave podría llegar a ser?

Me eché en el asfalto a su lado y cerré la puerta del auto con mi pie mientras pasaba la llave entre mis dedos. Luego tendría que devolverla a su llavero si no quería perderla antes de regresársela a Jordan.

Presioné los labios con fuerza antes de atreverme a hablar.

—No se lo digas a Lola —le pedí—. No sabe nada.

Permanecimos un rato en silencio, con la vista fija en el cielo, pero no era capaz de ver estrellas entre la gran masa de nubes. Parecían estáticas. Como si el tiempo no quisiera avanzar.

Él se encontraba a tal vez medio metro de distancia de mí. Podía sentir la presencia  de su cuerpo, pero no me atreví a mirarlo ¿Qué se suponía que debía hacer ahora?

—¿Estás... estás enamorado de mí? —preguntó finalmente. Su voz se sintió casi como un alivio después de tanto silencio; y quise decirle que sí, asentir con energía y dejarlo todo en sus manos. Que él decidiera qué hacer conmigo—. ¿O es sólo algo pasajero? —Hubo otro momento de silencio hasta que su voz volvió a surgir, esta vez con un deje de diversión— Si me corto el cabello ¿Seguirás amándome?

Tragué saliva.

Se estaba burlando de mí. Qué imbécil que era.

—Cállate. —Me pasé las manos por el rostro y fue mi turno de dejarlas allí. El asfalto me congelaba la espalda, pero mis mejillas estaban ardiendo—. ¿Te parece gracioso? —Como única respuesta recibí una carcajada de su parte. Su risa me dejó un regusto amargo en la profundidad de la garganta—. Pedazo de imbécil.

—Mírame.

No lo hice, mas quité la mano de mi rostro. No quería decir nada al respecto pero allí estaba él, presionándome para hablar. Y sabía que no era correspondido, que probablemente luego me dijera de quedar como amigos ¿Qué más quería de mí?

Jordan se incorporó sólo un poco. Lo suficiente como para apoyar el codo en el asfalto y poder mirarme desde arriba, demasiado cerca para mi gusto. Ya no estaba riendo, ni parecía querer golpearme como lo quiso hace algunos minutos. Se veía más bien curioso y el cabello caía sobre su frente. Hizo una mueca de molestia y se lo apartó con un ademán desinteresado.

Necesitaba que dejara de pasar de una emoción a la otra tan rápido. Mi corazón no podía con eso.

—Si me corto el cabello, ¿dejaré de gustarte? —volvió a preguntar.

Verdes.

Sus ojos eran verdes.

No podía con eso.

—¿Para qué mierda quieres saber eso? —Lo empujé y me incorporé con la intención de volver a meterme al auto y marcharme antes de que se percatara de la cantidad de nervios que estaba conteniendo—. Vete a dormir, o a pelearte con alguien más. No me interesa.

Metí la llave en la cerradura de la puerta, pero no giró. Respiré hondo. Jalé del picaporte y tampoco cedió.

—Un mediocampista me golpeó por ir ebrio al entrenamiento. Dijo que me correspondía dar el ejemplo o algo así. No sé —Me volví apenas para mirarlo. Seguía en el suelo, acostado, sin aparente intención de levantarse, con los codos apoyados en el asfalto y sus ojos fijos en mí—. No fue tanto, pero no podía contárselo a nadie ¿Entiendes?

No entendía qué tenía que ver eso con la situación.

—Que no me interesa, Jordan.

Volví a meter la llave, sin comprender por qué no abría. Eché un vistazo al interior, donde sobre el asiento del piloto descansaba el llavero de Jordan con...con las llaves de la puerta. Apoyé la frente en el techo del auto, cerré los ojos y suspiré.

—Tendrás que llamar a un cerrajero —murmuré.

Ya no podía estar peor.

Lo único que recibí de respuesta fue otra carcajada de su parte y comencé a molestarme. Hacía frío, estaba lejos de casa, era más de media noche, añoraba mi cama y Jordan posiblemente supiera durante todo este tiempo que yo estaba enamorado de él.

Pensé en la audición de Romeo y Julieta: el apareciéndose y reclamando el protagónico con descaro. Poniéndome nervioso delante de todos.

—Lo haré ver mañana —dijo de buen humor—. Puedes quedarte en en el sofá de mi casa. —Sin dignarme a mirarlo, inspiré hondo. No quería estar cerca suyo. No en ese momento. Me sentía demasiado vulnerable y no tenía idea de lo que iría a decirme si me quedaba más tiempo—. No homo, si es lo que te preocupa —bromeó.

Menudo imbécil.

Chasqueé la lengua, me volví y le lancé la llave molesto. El castaño se llevó los brazos al rostro para protegerse y comenzó a reír. Se estaba pasando por el culo lo que me estaba sucediendo.

—Eres una falta de respeto.

Rodeé el auto para marcharme. No iba a ganar nada pasando más tiempo con él. Sólo que se burlara.

—¿A dónde vas? —oí a mis espaldas— ¡Eh, no te vayas!, ¡Anda, era una broma! —soltó otra risa—. ¡Marco, exagerado!

Subí la capucha de mi chaqueta y seguí andando. En el cielo, un trueno retumbó.

Esperaba que la lluvia no me agarrara, porque mi casa estaba lejos.

***

FARRAH

Echó un vistazo al reloj de su teléfono y resopló.

Eran las tres de la mañana.

Posiblemente habría pasado los últimos treinta minutos intentando salir de debajo del armario sin éxito. Y no, no se trataba de una metáfora sobre su homosexualidad latente.

Ella era persistente, pero su paciencia tenía un límite y si no conseguía librarse en los próximos minutos, se suicidaría. Lo que fuera con tal de acabar ese letargo.

¿Y si no lo conseguía y acababa muriendo de hambre, aplastada por sus muebles? Y luego de varios días, cuando su cuerpo comenzara a descomponerse, Jordan pasaría a buscar su estúpido libro y se encontraría con su cadáver aún atrapado. Podía verlo todo con claridad en su mente.

No es que fuera una muerte poco digna: le gustaba. Era original. Pero le habría encantado poder disfrutar aunque fuera un poco más de su vida antes de morirse.

«¿Qué estás pensando, estúpida?».

Sacudió la cabeza y cerró los ojos. Quizá pudiera llamar a Jordan por teléfono, aunque la idea de pedirle un favor no terminaba de gustarle. A Marco, tal vez. Si conseguía despertarlo y que se dignara a responderle, quizá pudiera amenazarlo para que volviera.

Hizo un último esfuerzo por salir. Afortunadamente, primero cayó sobre ella el colchón, así que el impacto contra su cuerpo no había sido tan grave. Sobre éste, la cama, y sobre ésta, el maldito armario. Si no estuviera tan desesperada, se habría reído un rato largo.

No iba a aguantar hasta que llegara el italiano.

Marcó el número de Jordan y aguardó. Para su sorpresa, él atendió en seguida.

—¿Estás despierto?

—¿Disculpa?

Volvió a cerrar los ojos con alivio. Se aclaró la garganta antes de hablar.

—¿Recuerdas cuando dijiste que podías ayudarme con lo que fuera? —preguntó.

Hubo unos segundos de silencio en los que creyó que le cortaría. Ya de por sí le resultaba algo extraordinario que el chico le hubiera atendido a esa hora. Quizá estuviera mirando películas.

—¿Con qué quieres que te ayude a las tres de la mañana?, ¿con un cuerpo?

—Cállate. Mira —se pellizcó el puente de la nariz e intentó calmarse. Una lluvia ligera había comenzado hace rato y a algunos metros de distancia se había formado un charco que comenzaba a crecer paulatinamente. No debía ser antipática con su única salvación—. Estoy atorada. Toma mis llaves y ven a ayudarme antes de que muera por inanición.

—¿Qué?

—¡Jordan! —le dio un golpe a la cama, que no se movió ni un centímetro. Estaba perdida—. Debajo de la maceta. Ven. Ahora.

Colgó el teléfono antes de darle la oportunidad de excusarse y aguardó. Tardó varios minutos en oír la puerta de entrada abrirse, en la planta baja, y por un momento creyó que el idiota se habría dormido, como solía hacer en clase.

No entendía qué era lo que Marco veía en él: siempre estaba distraído, somnoliento, y las pocas veces que lo encontraba espabilado, parecía de mal humor. Sólo era un chico lindo y bobo. Y de esos, ella sabía, abundaban.

—¿Farrah? —la voz del muchacho hizo eco un piso más abajo.

—¡Arriba!

Oyó la puerta de entrada cerrarse, los pasos de Jordan en las escaleras, cada vez más cerca, y luego la luz se encendió. Se llevó una mano al rostro y cubrió sus ojos antes de intentar enfocarlos en el visitante.

Él comenzó a reír.

—¿Qué te da gracia? —preguntó desde el suelo. El muchacho se encontraba apoyado en el marco de la entrada, completamente espabilado. Su cabello estaba desordenado y la ropa mal acomodada, pero no lucía como si acabara de despertarse—. Sácame esta cosa de encima.

Jordan se acercó más y la examinó a ella y los muebles. Se percato de que llevaba una camiseta con el dibujo de dos palos cruzados y alguna frase payasa sobre el lacrosse. Intentó no rodar los ojos.

—¿Cómo acabaste así?

—¿Qué te importa? —La pelirroja sintió sus mejillas arder, más por rabia que por vergüenza. No le gustaba que la ayudaran y mucho menos que se rieran de ella. Se sentía estúpida—. Ayúdame a salir de aquí para que pueda partirte la cara como se debe.

Jordan volvió a reír y ella sintió la extraña necesidad de golpearlo.

Para alivio suyo, el muchacho se acercó hasta quedar junto a ella y procedió a alzar el armario. Tuvo que hacer un poco de fuerza, pero en la posición que se encontraba no le costó mucho trabajo quitárselo de encima. La cama le tomó menos tiempo y en unos minutos Farrah estuvo liberada.

El muchacho dejó la cama detrás de ella, colocó el colchón encima, y Farrah permaneció en el suelo, demasiado agotada como para moverse siquiera. Suspiró, cerró los ojos y miró al rostro a la persona que la había salvado. Hizo una mueca.

—Gracias —musito, como si fuera una palabra que estuviera cediendo a la fuerza.

—¿Qué habías intentado hacer?

Ella abrió apenas un ojo, para observar al castaño sentarse a menos de dos metros de distancia, con las piernas cruzadas en el suelo, frente a ella.

—Había una gotera y quise mover la cama —fue su única respuesta.

El cuarto era muy pequeño y para cambiarla de posición debía pararla. Todo iba perfectamente bien hasta que se le vino encima al intentar arrastrarla.

—¿Estás aburrida? —acabó por preguntar él para devolverla al presente.

Ella se llevó las manos al rostro y abrió los ojos.

—Te he dicho que no pienso hacer nada contigo —aclaró, algo irritada—. Mira, mejor vete.

—Ti hi dichi... —lo vio levantarse de nuevo y alejarse unos pasos. Él le dio la espalda y luego de unos segundos, se encontraba tendiéndole el mismo libro de esa tarde—. Léelo.

—¿Estás demente? —Farrah apoyó la espalda en la cama, sin dejar de mirarlo ¿pero qué clase de enfermo era?— ¿A las tres de la mañana?

—Es el mejor momento para leer —le aseguró—. Y podrás adelantar los quince capítulos.

La pelirroja resopló. Era más tarado de lo que pensaba si creía que ella era capaz de leer quince capítulos en una noche.

—En serio, mejor vete. No estás aportando nada bueno.

—Bueno ¿quieres aprobar o no?

Volvió a fijarse en él, parado frente a ella, con el seño fruncido. Le habría resultado más intimidante si no tuviera el cabello adorablemente alborotado.

Cerró los ojos y apoyó la cabeza en el colchón detrás de ella. Se le había ido el sueño, pero no quería hacerlo. Sí quería aprobar. Lo necesitaba, pero...

—Léeme tú.

Creyó que con eso el muchacho se ofendería. Quizá le dedicara una de esas miradas de indignación tan sobreactuadas y se marchara. Pero en su lugar sacó un cigarro del bolsillo de su pantalón, lo encendió, se sentó en la cama y abrió el libro.

—Pásame un cenicero.

—Tómalo tú, vago —murmuró, mitad sorprendida, mitad cansada como para mover un sólo músculo.

Ahora fue el turno de Jordan de suspirar. Sintió que el peso de él cambiaba de posición y se lo imaginó acomodándose mientras buscaba algún cenicero. Sus piernas estaban colgando, junto a la cabeza de ella.

Cerró los ojos e inspiró hondo.

Jordan tenía un aroma extraño, dulce y fresco.

—No te duermas —le pidió él.

—No, claro que no —le aseguró la pelirroja.

Por alguna razón tenía la intención de oírlo leer. Quería ver si llegaba a permanecer despierta hasta el capítulo quince, o si él lo hacía, aunque acabaran durmiéndose luego de que saliera el sol.

§°§°§

¿Es muy pronto para preguntar cuál es el ship favorito de ustedes?

Estoy mega emocionada porque mi parte favorita de la historia ya viene. Estamos a quizá siete capítulos de la mitad de la historia, donde se concentra lo más denso. Es una aproximación.

PREGUNTA:

Si pudieran hacerle una sola pregunta a cada personaje (una pregunta por personaje) ¿Cuál sería? Se las voy a responder en los comentarios.

Marco

Farrah

Jordan

Lola

Marnie

Giorgia

Kit

Vincent

¿Otro? ¿La mua?

Los amo *llora *

Bai <3

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