Amiga de James Potter

By EGante

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UNA AMISTAD ENTRAÑABLE, UNA TENSIÓN SEXUAL INSOPORTABLE || Ajusten sus audífonos y preparen cerveza de mante... More

BOOKTRAILER
¿Conocí a James Potter?
Notas de la Autora
El chico de la enfermería, Remus Lupin
Herbología con James y Snape
El capitán de Quidditch
El ciervo
Regulus Black, el Arma Slytherin
El misterioso Pergamino
Nuevo curso, nuevos cambios
Lunático, Colagusano, Canuto y Cornamenta
En el Bosque Prohibido
El Regalo de James
La Elección de Snape
Locatis lunático Lupin
Sucumbiendo a James
Héroes del Quidditch
EL PEOR RECUERDO DE SNAPE (1)
EL PEOR RECUERDO DE SNAPE (2)
La Familia Potter
La Teoría del Giratiempo
Travesura Realizada
James vs Snape
Una Cita con Potter
Detención
Lupin, Chocolates y Filtros de Amor
SIRIUS BLACK
¡Black-tumsempra!
Marlene McKinnon
Novia de su mejor amigo
La Génesis
Tres Clausulas para salir con Sirius
James vs Mary
REMUS LUPIN
El Dormitorio de los Merodeadores
POCIÓN MULTIJUGOS
Sirius y Snape
El secreto de mi novio
EL MAPA DEL MERODEADOR
JAMES POTTER (I)
JAMES POTTER (2)
EL MORTÍFAGO
VOLDEMORT
Un espía inesperado
SEVERUS SNAPE
James Potter y el Príncipe Mestizo
REGULUS BLACK
EL ANIMAGO
FINAL
EPILOGO 1 (Marlene McKinnon)
EPÍLOGO 2 MARY MACDONALD
Preguntas y Respuestas + Explicaciones

Hogwarts 1974

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By EGante

"¿Sabes qué hicieron a Mary Mcdonald el otro día?... el concepto del humor que tienen Mulciber y Avery es maléfico. Maléfico, Sev. No entiendo cómo puedes ser amigo de ellos."

—Lily Evans a Severus Snape.

Harry Potter y Las Reliquias de la Muerte, cap 33.

 La Historia del Príncipe.

HOGWARTS 1974

Antes de adelantarme a lo referente a Potter, quizá lo mejor es comenzar este relato con aquél incidente que determinó que mi camino y el de James se cruzaran.

Fue durante el 74, y tenía entonces trece primaverales años. 

En aquellos tiempos existía una muy marcada diferencia entre nacidos de muggles y magos. Podría decirse que la pureza sanguínea era una imperiosa bandera política.

Tom Riddle se alzaba con fuerza, y tanto sus detractores como sus partidarios anunciaban su postura de todas las formas posibles. La más evidente, por lo menos en el castillo, se reflejaba en aquellos domingos dónde teníamos la libertad de elegir nuestra forma de vestir.

Daba la impresión de que todo aquél que se enorgullecía de haber crecido en el seno de un apellido de estirpe puro había salido de alguna obra shakesperiana. La vestimenta de los puristas parecía haber quedado varada en algún lugar perdido en el tiempo, con accesorios arcaicos y togas medievales.

En cambio, los nacidos de muggles, como yo, adoptábamos una tendencia más fresca que reflejaba nuestras raíces no mágicas: llevábamos peinados afros o degradados, patillas largas, pantalones acampanados y algunos incluso colgábamos símbolos hippies de nuestros cuellos... era nuestra firma.

 Y ahí estaba yo, un domingo de octubre con mis vaqueros de campana,  modelando con orgullo mis pintas en tendencia londinense "contemporánea y moderna", convencida de que así debían vestir las no-mag aficionadas al buen gusto y el glamour. 

Paseaba junto con Marlene McKinnon por el corredor del vestíbulo principal, centrando nuestra conversación entorno a los encantamientos para el cutis que recomendaba la revista corazón de bruja. 

Desde el momento que había decidido salir de mi sala común, sabía que mi indumentaria no pasaría desapercibida por los adeptos al "señor tenebroso". Mientras repasábamos los mejores consejos para desvanecer el acné, notaba como los orgullosos de la sangre-pura me miraban con desprecio. 

—Me indigesta— buffó Caradoc Dearborn a quién no había advertido tan cerca de mi. Se había asegurado de soltar una tonada suficientemente despectiva como para que lo escuchara tan claro como el cielo de ese día—. He visto elfos domésticos mendigando en el callejón Diagon mejor vestidos, y menos ridículos.

Describiría a Caradoc Dearborn como un rubio engreído que solía tener el orgullo tan inflado como un globo aerostático a punto de reventar.

Quizá no te suene el nombre, pero "Caradoc" era uno de los más allegados al círculo de Lucius Malfoy en aquellos ayeres; aun cuando su corbata escolar se teñía de azul Ravenclaw, congeniaba con los Slytherins como un igual. En aquel momento era un chico destacado del grupo de entusiastas de voldemort de mi generación, conformado por Avery, Mulciber y Severus Snape.

—...y esa asquerosa peste—continuó mofándose —¡Es insoportable el hedor de los muggles!

Me olfatee sutilmente algo avergonzada corroborando que, efectivamente, no emitiera algún hedor fuera de lugar.

 Al ver como Avery y Mulciber reían tontamente, apreté los puños con fuerza. Y sabiéndome una verdadera Gryffindor, opté por hacer todo lo contrario a lo que debía haber hecho: quedarme callada y continuar con mi camino.

—Se llama perfume, bobo—repliqué con osadía —. Deberías usarlo de vez en cuando, ahuyentaría ese par de trolls que viven orbitando alrededor tuyo.

Marlene McKinnon, a mi lado, soltó una risita que ayudó a despertar una hebra de cólera en Caradoc. Sin embargo, quienes parecían más ofendidos por mi infantil insulto fueron el par de slytherins que se mantenían a espaldas del ravenclaw.

—Cállate, sangre sucia asquerosa—exclamó Avery aproximándose a nosotras.

Ooow, que ternura, el perrito faldero de "caca-doc" se ofendió —contesté, exagerando un aspaviento.

—¿A quién llamas "perrito faldero"? —me desafió empuñando su varita.

—A ti, Avery—respondí con descaro, intentando mostrar más valentía de la que realmente sentía. Y para subrayar mi postura di un desafiante paso adelante. 

 Marlene a mi lado hizo un sutil amago de detenerme, pero por el contrario, yo sujeté mi varita  con determinación. Olfateaba un duelo y tenía interés en participar en él. Supongo que mis indomables impulsos infantiles e imprudentes eran reactivos y necios. A esa edad era un tren desbocado del que ni yo misma parecía tener mucho control.

—No sabes con quién te estás metiendo, asquerosa—me advirtió.

—No te tengo miedo, "dientes de castor" —afirmé, poniendo el mejor de mis gestos altivos.

—Deberías—sugirió enarcando una enigmática sonrisa. —¡Petríficus

Alcé la varita con una inercia instantánea y vocalicé un conjuro de protección.

Pese a mis reflejos, fue muy tarde cuando me di cuenta que el maleficio no estaba dirigido hacia mí, si no, a mi mejor amiga, Marlene.

Cayó al piso y golpeó de nuca con la piedra.

  Era la primera vez que veía el maleficio en acción y sentí algo de terror cuando reparé en sus extremidades tiesas e inmóviles pero sus vívidas pupilas desorbitadas y confundidas.

—¡Eres un idiota! —exclamé con horror —¡Se pudo hacer daño con esa caída!

Hasta ese momento, para mí la escena entera era un juego con aire de complicidad. Una excusa en la que participamos tanto Avery, Caradoc como yo, para intercambiar maleficios y molestarnos (algo habitual en un castillo lleno de magos inquietos). Pero era evidente que para ellos distaba de ser un "pleito infantil". Su odio era palpable, y lo que estaban ejecutando era una advertencia para todos los no-mag con la osadía de desafiarlos, como lo había hecho yo. Esto era un arraigado y violento odio fascista, una ideología política que comenzaba a seducir a la nueva generación de magos puros que sentían a gente (como yo) intrusos en su mundo. 

Aún no comprendía la magnitud de ese odio y sus fatídicas consecuencias, por lo que le di un empujón para que se quitara de mi camino, dando por terminado "el juego". Enseguida me encaminé para desvanecer el maleficio sobre mi amiga.

Sus intenciones, desde luego, no se iban a conformar con amenazar, molestar o insultar. Ni siquiera con petrificar a un Gryffindor y dar por ganado el duelo

Antes de darme cuenta el maleficio de inmovilidad me había atenazado las extremidades, y en la fracción de un parpadeo, estaba tan indefensa como una larva fuera de su cascarón.

Estuve por caer de lleno al piso, esta vez de boca al suelo pero antes de que esto ocurriera sentí un doloroso jalón en mi cuero cabelludo.

Avery me tiraba del pelo para poder enseguida acomodarme boca arriba. Noté que Mulciber se aproximaba con la varita en alto. En la punta de la misma destellaba una chispa escarlata, como acero al rojo vivo.

—¡Hazlo en su frente! —Propuso Avery despejando el flequillo de mi cabello.

—Chicos —murmuró Caradoc —¿En verdad lo van hacer? —cuestionó. Los slytherin intercambiaron vistazos, replanteándose la siguiente acción. Tras meditarlo, continuó hablando: —, es mejor marcarla en algún lugar que no sea visible para los profesores.

Mulciber tomó mi brazo y remangó el puño de la camisa. 

Sentí la punta ardiente de su varita quemarme. Grité, aunque sabía que no emitiría salvo algunos gruñidos desesperados bajo la parálisis. 

Por primera vez en mi vida estaba experimentando un auténtico terror por ellos, los aprendices de Voldemort. Quería gritar y salir corriendo. Estaban torturándome, marcándome y lo hacían con un gesto de éxtasis en sus rostros. 

—¡Basta!—ordenó Caradoc — Ya aprendió su lección... Será mejor desmemorizarlas antes de que nos pillen.

Vi los pies de Caradoc aproximándose y enunciar "obliviate" a un paso de Marlene McKinnon. Enseguida los talones de Caradoc giraron hacia mí y alzó su varita...

—¡Quién anda ahí! —Intempestivamente un grito sonó a lo lejos. Reconocí la voz de Filch.

—Joder—Exclamó Mulciber —¡Corran!... ¡corran!

A Caradoc no le quedó más remedio que echar a correr junto con los Slytherins. Aunque, sin haberlo previsto, el maleficio quedó inconcluso.

Nadie hubiera imaginado lo que desencadenaría aquél pequeño error.

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