Ángel "Un beso silencioso"

Od cesarvelasquez965

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Para Anna la importancia de su vida es poca, pasa noches en fiestas y siempre está en problemas, todo esto pa... Více

Prólogo
Capítulo 1: Anna
Capítulo 2: Steven
Capítulo 3: Anna
Capítulo 4: Steven
Capítulo 5: Anna
Capítulo 6: Steven
Nota
Capítulo 7: Anna
Capítulo 8: Steven
Capítulo 9: Anna
Capítulo 10: Steven
Capítulo 11: Anna
Capítulo 12: Steven
Capítulo 13: Anna
Capítulo 14: Steven
Capítulo 15: Anna
Capítulo 16: Steven
Capítulo 17: Anna
Capítulo 18: Steven
Capítulo 19: Anna
Capítulo 20: Steven
Capítulo 21: Anna
Capítulo 22: Steven
Capítulo 23: Anna
Capítulo 24: Steven
Capítulo 25: Anna
Capítulo 26: Steven
Capítulo 27: Anna
Capítulo 28: Steven
Capítulo 29: Anna
Capítulo 30: Steven
Capítulo 31: Anna
Capítulo 32: Steven
Capítulo 33: Anna
Capítulo 34: Steven
Capítulo 35: Anna
Capítulo 37: Anna
Capítulo 38: Steven
Capítulo 39: Anna
Capítulo 40: Steven
Capítulo 41 : Anna
Capítulo 42: Steven
Capítulo 43: Anna
Capítulo 44: Steven
Capítulo 45: Anna
Capítulo 46: Steven
Capítulo 47: Anna
Capítulo 48: Steven
Capítulo 49: Anna
Capítulo 50: Anna
Capítulo 51: Steven
Capítulo 52: Anna
Capítulo 53: Steven
Capítulo 54: Anna
Capítulo 55: Steven
Capítulo 56: Anna

Capítulo 36: Steven

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Od cesarvelasquez965


Existe la posibilidad, ¿Que tres idiotas de más de tres siglos de edad sean engañados por una joven de diecisiete años?

Por alguna razón desconocida Vladimir parecía molesto, sus vestimentas formales mostraban a alguien tan fino y oscuro que quizás hasta el mismo Oscar de la renta; seria opacado por su elegancia, cosa que al parecer le pareció gracioso al moreno que caminaba junto al ángel de la muerte.

—¿Qué mierda es tan graciosa? — suelta el castaño frunciendo el entre cejo.

Anthony observa como su acompañante se saca de sus casillas al ver el rostro enrojecido de Steven.

—Verte caminar junto a nosotros y en un traje de pingüino, creo que es algo gracioso. — rio sin parar por más de un minuto.

No le importo la pesadez de sus alas, ni aquellas ondas que le jalaban cada cinco minutos, por primera vez en su vida río con libertad. Sus acompañantes carecían de sentido del humor, ya que Anthony como todos los seres celestiales no comprendía las burlas hacia otros.

—Puedes aparecer de un solo junto a David y liberar a Anthony. — expone el moreno recobrando la postura.

Después de caminar más de una cuadra, Vladimir parecía sumirse en pensamientos que por lo que reflejaban su rostro eran perturbadores.

—Creo que aún no comprendes ¿cierto? — responde Anthony y el moreno lo observa por el rabio del ojo.

Antes de poder responder a su pregunta, siente como todo su cuerpo es jalado de nuevo, aquel doloroso procedimiento comenzaba de nuevo, ahora aquel hilo invisible tiraba de su columna vertebral lentamente, este apretó los dientes inclinándose un poco, sus plumas se tensan y sus alas se tornan pesadas de nuevo, acelera el paso y el dolor comienza a disminuir, era como si su cuerpo no pudiera permanecer separado de su pupila, justo cuando algo no marchaba bien todo su cuerpo pedía la cercanía de Anna.

—Tenemos que apresurarnos...— dice recobrando el aliento.

—¡Como tú quieras! — sonríe Vladimir avanzando hasta quedar junto a Steven, este se había acostumbrado a su sobria presencia.

—¿Acaso no sentiste todo de nuevo? — pregunta el moreno a Anthony; quien caminaba de lo más normal.

—¿Que más prueba quieres? — chilla el susodicho, el moreno lo observa sin comprender y este fija su vista en otro ángel.

—Solo avanza y cierra tu asquerosa boca, niño. — responde en tono voraz, pero Anthony no podía con las cosas por lo que continua. — ¡NO! — aúlla.

—Anthony, ¿Qué sucede?

—Nuestras alas pesan, tenemos que caminar, y por primera vez en la existencia no podemos estar ¡cerca de nuestros pupilos! — alza la voz dos tonos más altos, parecía estar molesto.

Justo como cuando Anna discutía con los demás, pero ¿los ángeles no pueden estar molestos? Eso es de humanos. Piensa el ángel observando como los labios se tornan blancos de la furia en su compañero.

—Los encontraremos. — lo consuela Steven.

—No comprendes cierto. — repite el mismo dialogo el ángel. — todo es culpa de Anna, ¿Acaso no lo ven?

—La barrera de sal fue interesante. — piensa Vladimir en tono de burla.

—No la pueden culpar a ella. — expresa el moreno. — No van a culparla. — se corrige a si mismo apretando los puños.

—No voy a perder mis alas por ellas, no sobreviviría ni un día como ángel caído. — tiembla Anthony lleno de nerviosismo.

—No vas a perder tus alas, bueno las tuyas no. — dice la muerte con doble sentido y le guiñe el ojo a Steven.

—No tengo miedo perder mis alas por ella. — canta y todos lo miran perplejos. —Anna nunca ha hecho nada malo, y ustedes lo saben, ella es una alma pura y noble. —dice sonriendo ampliamente, la confianza de sus palabras les brindó tranquilidad a sus alas.

—La devoción nos lleva por caminos inesperados, hacer cosas inesperadas. — alardea su compañero de forma afable.

—No perderé mis alas por una niñata. — se queja de nuevo Anthony.

Para todos ser un ángel caído pensaba que era permanecer en la tierra, pero la verdad es otra, simplemente es pasar aquella que llaman eternidad en un lago de fuego.

Pero aquellas palabras para nombrar castigos eternos eran muchos, Steven conocía muy bien las oportunidades que tenían los seres humanos para reivindicarse, sobretodo ellos como ángeles podían caer en el camino incorrecto, pero sin importan las cosas que sucedieran también conocía el perdón, y con ello su salvación.

—Todo regresará a la normalidad cuando lleguemos. — propone el moreno para calmarlos, su piel marquesina brillaban con los rayos del sol, por un segundo sintió la calidez de estos, quería estirar sus alas y observar como un día termina de la forma perfecta.

—Creo que el barco de la normalidad partió hace mucho tiempo. — dice Anthony, y hace un gesto con una mano. El sonido de un reloj se hace presente y los tres observan el bolsillo de Vladimir.

Este lo saca y sonríe de forma picara, justo en ese momento pasaban por un restaurante, un sujeto en una de las mesas exteriores comienza a toser de forma desesperada, la mujer de unos treinta años da gritos de auxilio y de un momento a otro la masa de personas lo rodea de golpe.

—Al parecer el trabajo me llama. — dice la muerte acercándose a la escena.

Avanzan junto alsusodicho para presenciar las cosas desde el primer plano. La mujer que pedíaayuda parecía ser su esposa, esta no podía contener el llanto desesperado porel estado de su esposo, uno de los camareros le brindaba primeros auxilios para revivir al hombre, cada intento por ayudarlo desvanecía lentamente según los pasos medidos de Vladimir avanzaban, no sabía si aquel disfrutaba aquella lentitud, o si simplemente él tenía un tiempo estimado para hacer su trabajo, sin importar la respuesta a las preguntas que el ángel tenía en su cabeza, la muerte avanzo de forma sigilosa.

Coloca su mano en el pecho del hombre y un escalofrió recorre en la espina dorsal de los dos ángeles que los rodeaban.

—Lo siento, ya no puedo hacer nada. — dice el camarero, y la mujer abraza al caído soltando un alarido ensordecedor. Todo el aire se hace pesado y frio a la vez, del cuerpo de hombre, una versión doble se levante del suelo por el mandato de Vladimir, observa su cuerpo en el suelo y su gesto se entristece.

—¿Estoy muerto? — dice el sujeto. Mira como su esposa lo llora de forma desesperada, y hasta el corazón de los otros ángeles se hace pequeño, la muerte le hace un gesto de aprobación arrastrando su cuerpo lejos de la escena. —¿Puedo despedirme?

— No George, tenemos que irnos. — propone Vladimir algo aburrido...

—Solo quiero decirle a mi esposa que todo está bien, que estaba listo. — dice el hombre y sus ojos se cristalizan. El otro lo observa rodando los ojos; como si todo aquello no tuviera el mínimo sentido para él.

—No hay tiempo...— Responde con agrio y áspero.

Steven avanza entre las masas y se coloca junto a la mujer que abrazaba a su difunto esposo, sus espectadores quedan perplejos al ver la acción del otro, coloca su mano en el esternón de la mujer; justo como lo hacía con su pupila. Toda la tranquilidad y paz que emanaba de su cuerpo es transmitido para la dama que por un segundo puede verlo. Ella mira aquellos ojos de Avella, y justo antes de pronunciar palabra el ángel habla;

—George dice que estaba listo. — sonríe de forma serena. — todo estará bien, no te preocupes por él.

—Su nombre es María. — suelta justo al lado de Vladimir.

—Siempre serás su María, él te ama y quiere que lo sepas. — concluye el ángel, y la mujer sonríe con la calma que le transmitió Steven, la cual la ayudaría a superar su perdida.

—Gracias, yo también lo amare siempre. — responde ella limpiando el resto de las lágrimas y abrazando más fuerte el cadáver.

Las luces de las sirenas aparecen en la escena y logran llevar el cuerpo de George a la morgue, María no se despega de aquella camilla donde descansa su esposo, mientras la ambulancia desaparece de la escena la masa de personas de disipa simplemente dejando a los ángeles en aquel lugar.

—Muchas gracias. — canta George, Steven le hace un gesto con la mano, y continua su camino junto a Vladimir.

—Todo lo que piensas. — comienza Anthony. — ahora es provocado por esa niñata. — lo acusa. — y nada bueno saldrá de todo eso...

—¡Vete al diablo! — expone el moreno y continua su camino. — no me importa lo que pienses, sabía que era lo correcto.

La disputa entre lo correcto he incorrecto con el otro ángel sería una pérdida de tiempo, y él lo sabía, sobre todo porque en una cosa tenía razón, su manera de pensar había cambiado, y no solo se trataba por Anna, sino porque finalmente todo lo que su cerebro procesaba podía expresarlo, sin importar las consecuencias.

—Espero llegar pronto y terminar con todo esto. — se queja Anthony, sus pasos se aceleran y Steven trata de llevarle el paso, ninguno de los dos había vuelto a sentir aquel doloroso tirón que los impulsaba a seguir con más rapidez por lo que sus pasos medidos indicaban la cercanía de sus pupilos.

Llevaban media hora caminando, no sentían cansancio, ni malestar, sus alas aun no podían ser extendidas, así que la palabra volar queda desestimada. Steven cierra los ojos por un segundo y se concentra en aquel trans-plano que lo lleva al otro lado celestial, donde podía ver sus otros compañeros, el silencio de Anthony comenzaba a incomodarlo.

—Por favor...— dice entre dientes, y después de varios intentos ninguno se hacía presente, por lo que seguir con su compañero de camino era su única opción.

Estaba tan aburrido que hasta la compañía fría de Vladimir le caerían bien en aquellos momentos.

—Si no estuviera contigo en estos momentos. — comienza Anthony en un tono agridulce. —diría que ya eres un ángel caído...

Observa a su compañero por el rabio del ojo, y la bilis se le retuerce, por un momento la pesadez de aquella palabra le calo en la espalda.

—¿¡No veo cual sería el problema!? — miente tratando de ser casual, la valentía de hace un minuto había descendido desde el momento que sintió la soledad retratada en el trans-plano.

—El amor que hablan los humanos es el que te esta cambiando. — dice monótonamente, como si le molestara la presencia del otro ángel.

—Esa el mismo amor que sentimos por nuestro Dios. — se defiende Steven, aquel quería que Anthony recordara el sentimiento que impulsaba a la humanidad.

—No te confundas Stev, El amor que sentimos los ángeles es puro, sin manchas y sin arrugas, es como la luz del sol de brilla tan fuerte para dar luz a todos. — propone de la forma más condescendiente posible.

Había algo en el otro ángel que aún no parecía agradarle a Steven, algo que cambió en todos los años que no había visto a Anthony, como si su presencia se tornaba simplemente diferente para el otro.

—No lo comprendes porque tu no amas a nadie. — propone Steven en tono voraz.

—El amor de los humanos, es hiriente, perverso, atroz, egoísta, no hay nada bueno en ellos, y lo sabes. — arruga la nariz atestiguando aquello como un hecho, más que como una afirmación.

—Llevas años siendo ángel guardián de los humanos, y no los conoces en lo más minino, siento lastima por ti. —Expresa Steven aruñando aquella fina coraza de su compañero, caminando dos zancadas más rápido.

—¿Cuántos pupilos llevas? — interroga deteniendo su paso, Steven gira para serle frente y aquel frunce el entre cejo. —¿Dos? ¿Cinco quizás? — duda en tono de burla lo cual saca de quicio al ángel que comienza apretar los puños.

—Estas caminando por un terreno muy peligroso Anthony. — reprime conteniendo la ira.

—Llevo más de diez pupilos, en un siglo, y sin importar la historia todos terminan de la misma forma. — presenta acercándose las dos zancadas que los separaban. — tratamos de hacer que ellos se reivindiquen y sin importar cuanto te esfuerzas el humano es autodestructivo por naturaleza.

En aquella escena Steven sintió algo de pesar por su amigo, aquel ángel parecía haberle ido mal con cada pupilo, muchas veces los ángeles se aferran tanto a sus custodios que cuando su vida termina mal no queda más que seguir el protocolo de reasignación y seguir adelante.

—Anthony, no todos son así. — propone Steven con tranquilidad, la ira había desaparecido.

Su memoria divagó hasta el recuerdo de su segundo pupilo, un soldado de guerra, el joven Chris uno de los cinco cadetes que sobrevivieron en la frontera de la guerra contra Alemania, después de todo lo que paso, su mente no podía procesar más cosas que muertes, así que su desenlace marco una pequeña fisura de tristeza en una versión más joven de Steven, quien comprendió en ojos ajenos; que la palabra dolor se expresaba de muchas maneras.

—Estoy despierto, y estoy vivo. — repite haciendo una nota mental que decía todos los días el apaleado Chris tratando de sobrevivir en la guerra.

Anthony suelta una carcajada ensordecedora llamando la atención del ángel que se había perdido en sus recuerdos.

—¿Qué es tan gracioso?

—Crees que ella marcará una diferencia entre los demás, ¿Cierto? — asevera mordiendo su labio inferior, parecía contener la risa desde el fondo de sus entrañas. — Lo que sientas por tu pupila no es real, solo estamos para vigilarlos, recuerda Steven. Solo es una niñata consentida. — alza regresando al camino.

—No conoces nada de Anna, no tienes derecho a hablar de ella...

—Conozco suficiente a los humanos para saber cómo terminará todo esto...— ríe de forma ladina.

—¿Entonces porque nuestro padre los ama tanto? — indica el moreno para llamar la atención de Anthony. — si tú los conoces tan bien, porque no simplemente los seleccionas. — hace una mueca de burla, lo cual saca de las casillas al otro que arruga la nariz.

—¡Eso es lo que hacemos! — expresa. — sacas las manzanas podridas de las canastas y te quedas con lo mejor de la cosecha. — presenta haciendo dibujos con sus manos. — no veo la diferencia con los humanos.

Steven quería golpearlo tan fuerte que sus manos se hicieran pedazos, arrancarle aquellas alas que le habían puesto de adorno, quitar pluma por pluma. Ese era el verdadero Anthony un ser que simplemente hacia su trabajo.

—Eres un maldito hijo de...— muerde su lengua antes de terminar la frase, aquel abre los ojos como platos quedando perplejo ante la mirada seria del moreno. — Eres el peor ángel que ha existido. — aúlla tan fuerte que su rostro enrojece de la furia. — Todos merecen ser salvados, es por eso que los guiamos por el buen camino, de la misma forma todos merecen ser amados, cosa que tú ¡nunca lo sabrás!

—Ni tu tampoco. — alza recobrando la postura. —porque la niñata no ama a nadie, y en lo muy profundo de tu ser lo sabes, ella es egoísta y solo mira por si misma...

Era todo lo que necesitaba Steven, una corriente eléctrica atraviesa su cuerpo apoderándose de cada minúscula partícula que componía su ser, sus labios forman una media luna y su cuerpo se materializa de la misma forma que el cuerpo de Anthony quien con una risa burlona lo observó detenidamente.

Una suave y pequeña pluma color blanco cae de sus alas, y desciende hasta el mar de concreto. El moreno convierte sus manos en puños y suelta un golpe tan fuerte en la mejilla de su compañero, el sonido fue tan hueco que parecía haber golpeado una pared de concreto, Anthony cae al suelo al mismo tiempo que lo hace la pluma.

Steven lo observa puntualizando sus prioridades en aquel segundo.

Un labio partido...

Una pluma menos...

Un sentimiento de libertad...

¡Una regla rota!

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