Ángel "Un beso silencioso"

由 cesarvelasquez965

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Para Anna la importancia de su vida es poca, pasa noches en fiestas y siempre está en problemas, todo esto pa... 更多

Prólogo
Capítulo 1: Anna
Capítulo 2: Steven
Capítulo 3: Anna
Capítulo 4: Steven
Capítulo 5: Anna
Capítulo 6: Steven
Nota
Capítulo 7: Anna
Capítulo 8: Steven
Capítulo 9: Anna
Capítulo 10: Steven
Capítulo 11: Anna
Capítulo 12: Steven
Capítulo 13: Anna
Capítulo 14: Steven
Capítulo 15: Anna
Capítulo 16: Steven
Capítulo 17: Anna
Capítulo 18: Steven
Capítulo 19: Anna
Capítulo 20: Steven
Capítulo 21: Anna
Capítulo 22: Steven
Capítulo 23: Anna
Capítulo 24: Steven
Capítulo 25: Anna
Capítulo 26: Steven
Capítulo 27: Anna
Capítulo 28: Steven
Capítulo 29: Anna
Capítulo 30: Steven
Capítulo 31: Anna
Capítulo 32: Steven
Capítulo 33: Anna
Capítulo 34: Steven
Capítulo 35: Anna
Capítulo 36: Steven
Capítulo 37: Anna
Capítulo 38: Steven
Capítulo 39: Anna
Capítulo 40: Steven
Capítulo 41 : Anna
Capítulo 42: Steven
Capítulo 43: Anna
Capítulo 44: Steven
Capítulo 45: Anna
Capítulo 46: Steven
Capítulo 47: Anna
Capítulo 48: Steven
Capítulo 49: Anna
Capítulo 50: Anna
Capítulo 51: Steven
Capítulo 52: Anna
Capítulo 54: Anna
Capítulo 55: Steven
Capítulo 56: Anna

Capítulo 53: Steven

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由 cesarvelasquez965


— "El Paraíso". —pensó el ángel.

Todo lo que hacían, y por todo lo que fueron entrenados; se debía a un plan mayor. El no podía sentir absolutamente nada que no fuera devoción y honor. En aquel momento mientras se mantenía aferrado a una pequeña sombra que cubría su "improvisado" escondite.

Su percepción de las cosas cambio desde el momento en que su última pluma bailó imponente en el aire, mostrando que nada cambiaria, que nada iba a hacer como antes, y sobretodo que el olvidaría.

De todos los pupilos que el moreno había tenido, ella era la única que lo hacía sentir de esa manera. Es como si cientos de hilos invisibles los ataran de formar que no se pueden explicar. Cuando apenas era un novato escuchaba leyendas de uno de sus pupilos de más de sesenta años. Este hablaba de la novia de un ser celestial.

"La novia del ángel"

Para aquel anciano que estudiaba libro tras libro, su vida era un relato de historias, una versión más pequeña de Steven disfrutaba ver la cara de su audiencia. Quien parecía creer todo lo que aquel contaba.

El ángel deseaba que aquellos relatos fueran verdaderos, de esa forma los finales tendrían sentido.

Para la leyenda de la novia del ángel, su relato se formaba en un romance prohibido, una unión más fuerte que la vida misma, decía que: esta misteriosa joven nacía una vez cada cien años, ella con un alma tan fuerte que su fuego interior; era una llama tan fuerte que no estaba destinada a brillar por mucho tiempo. Pero en el poco tiempo que se encontraba en la tierra, tenía la virtud de cambiar el destino de muchas personas.

Su relato cambió según pasaba las generaciones, dándole diferentes nombres y virtudes a la misteriosa mujer, pero que sin importar cuantos enredos añadieran. El final siempre era el mismo.

Ambos terminarían siendo polvo de estrellas, destinados a dar luz al camino de las personas que cambiaron su destino.

Se preguntó en ese momento si ese sería su destino, no imaginaba a la castaña como una persona que personificaría esa leyenda, su Anna era osada, y al mismo tiempo abnegada. Podía ayudar a otros si quisiera, pero siempre tenía esa fachada de mala, que le costaba muchas penas.

Dio una ojeada aquel enorme pasillo, solo bastaba un segundo para que su fuga fuera un éxito, o una falla total. Había noqueado a dos ángeles para llegar hasta ese punto donde se encontraba, no se sentía orgulloso de aquello, pero si quería volver a ver a la menor, necesitaba comprometerse de verdad.

—Bien Steven, puedes hacerlo. —se dice a sí mismo.

No conocía muy bien aquel lugar, pero era de esperarse que las cosas cambien en cien años, traga una boconada de aire, y tomando todo el valor que su indicador interno le permitía corrió por aquel largo pasillo.

—¡Deténganlo! — gritó uno de los guardias.

Dos ángeles con un gesto serio se colocan como escudo justo en la salida más cercana, el moreno sonríe sin parar su paso, al contrario, corre más rápido. Sus oponentes quedan paralizados ante su movimiento, usa su cuerpo, impulsado por su propio peso taclea a uno de los guardianes, que choca con la pared que tenía en su espalda, su compañero que parecía inerte a lo que pasaba no logró hacer ningún movimiento, cuando el ángel lo sujetó del brazo usándolo como palanca para doblarlo en el suelo.

No dudo dos veces en seguir su camino por la hilera de árboles que tenía en su paso, al parecer las tierras de aquel lugar habían aumentado tanto que frenó su carrera al ver un gran muro de concreto.

—Estúpidas alas. — Masculló al sentir como sus fieles compañeras parecían mas aturdidas que dormidas.

Se gira al escuchar como unas voces lo llaman por su nombre, varios de sus compañeros le pedían que no lo hiciera, este sin hacer el menor de los casos comenzó a trepar impulsándose por las piedras que brotaban de la enorme pared.

Estaba a la mitad del muro cuando un tono dulce, y suave como la seda llamó su atención. Se detiene y mira de reojo el rostro de Angélica, que le suplicaba que detuviera toda aquella locura.

Aquella joven, quien el moreno admiraba por su fuerza y determinación se vio opacada por la sonrisa de la castaña que brilló en la memoria más profunda del ángel. Mantuvo ese recuerdo guardado tan secretamente que hasta él mismo creyó que lo había olvidado, pero algo en su interior le decía, que incluso si le lavaran el cerebro, el no olvidaría a la persona que cambio su vida.

Siguió su camino acompañado por el coro de gritos de sus compañeros, tenía un objetivo en su mente, y no pararía hasta no cumplirlo. Al llegar a la cima del muro, de nuevo lo esperaban dos guardianes, reconoció a uno de ellos.

—Hermano, tienes que...— no terminó su relato cuando el otro lo tumbó hacia el suelo, aquel abrió las alas para elevarse por los cielos, su compañero que solo visualizó aquel acto, no se percató de la estrategia del moreno, que antes de un segundo ataque ya se había lanzado a la frontera del lugar.

Correr...

Por alguna razón el nunca había usado tanto sus pies, era una experiencia nueva. Siempre se mantenía aferrado a sus alas, o simplemente aparecía en los lugares que los vinculaban con sus pupilos, pero ahora parecía más un humano fugitivo que un ángel. Se detuvo en un tronco seco de un gran árbol para recobrar el aliento. Su pecho subía y bajaba según el aire invadía sus pulmones, sus aletas olfativas ardieron llenando su paladar con un extraño sabor custodio su escenario.

Se encontraba en un denso bosque, las copas de los arboles tan altos que apenas se colaban ciertos rayos de sol, estos tan imprudentes iluminaron su rostro, mostrando a un Steven algo cansado, su tez clara, ahora estaba pálida, dos lunas oscuras se formaron debajo de sus parpados, su labio inferior estaba roto; y debajo de este unos penosos colores morados y verdes reflejaban el morete de victoria ante su huida.

—¿Dónde estoy? — Se pregunta a si mismo sin reconocer ni siquiera el musgo que decoraba el suelo.

Prosiguió su camino dando zancadas medidas y sigilosas, aquel enorme bosque parecía absorber hasta el detalle más mínimo del lugar, como si se hubiera tragado una ciudad entera. ¿Se encontraba en tierra sagrada? ¿tendría salida aquel lugar? eran las preguntas que llenaban su cabeza, mientras se movía de forma lenta recordó como él y la castaña estuvieron en un lugar como aquel; cuando Rojo la había secuestrado.

—Espérame mocosa, voy por ti. — Dijo en voz alta para darse valor.

Camino por más de una hora sin llegar al fin de aquel denso bosque, se detenía cada quince minutos para analizar su escenario esperando no ver algo familiar que le indicara que simplemente estuvo dando vueltas. Pero nada se parecía, y entre más caminaba; los árboles se hacían cada vez más altos.

Se detiene para tomar aire, su cerebro comienza a idear un plan, quizás si trepaba uno de los arboles podría ver su escenario desde otra perspectiva. Suspira observando con recelo como se aferraría aquellas ramas sin caer cuando sintió como un calor se apoderó de aquel lugar, los rayos de sol iluminaron todo el lugar, y antes de que su acompañante hablara el moreno; ya sabía de quien se trataba.

—¿Qué quieres Gabriel? — musitó al ver el gesto altanero del arcángel.

—¿Hasta cuándo vas a seguir con esto? —Respondió con otra interrogante, cruza sus brazos como dos barras de metal, parecía cansado de la actitud del novato. —No puedes estar con ella sin que te castiguen. —presenta, Steven hace caso omiso a su alegato aferrándose a las ramas del árbol, sube más de medio metro cuando su compañero chasqueo los dedos, y el tronco desapareció.

—No espero que lo comprendas...—canta el menor, sintiendo un leve dolor en sus nalgas por la caída. — Pero voy a seguir hasta que la vea una vez más... — agudiza buscando otro tronco por el cual intentarlo de nuevo.

—Todo lo que sientes no es real, ni siquiera lo que ella siente lo es. —dice en tono aburrido, el no sentir lo tenía marcado en el rostro el arcángel quien pronunciaba las palabras como si estuviera leyendo un periódico. —¿Crees que ella se hubiera fijado en ti de ser humano?

—Te diré sus palabras Gabriel. —anuncia Steven con una sonrisa marcada en el rostro. —¡Vete a la mierda! — grita, con una línea dibujada de media luna hasta sus mejillas buscó otro árbol, para comenzar a subir de nuevo.

Aquel acto canso al arcángel que cambio su postura, todo en aquel lugar se paralizó, podía sentirse la tensión hasta en el leve aleteo de algunas aves.

—¡SUFICIENTE! — chilló, todo cambió para el menor.

En un parpadear de ojos se encontraba de nuevo en su antigua celda. Como si todo ese tiempo estuviera jugando con su cerebro, y el nunca salió de aquel lugar. no sintió ira, o enojo. En su lugar la tristeza lo invadió. Parecía como si le hubiera fallado a la castaña que se encontraba esperándolo.

—Es por tu bien, tienes que-e...— se atragantó con la última palabra, el moreno observa como el arcángel se desploma en el suelo, como si estuviera durmiendo su sonrisa reposa sobre sus hombros. Su atacante mira a Steven algo aburrido, camina dos zancadas hasta estar a un paso de su encuentro.

—Arcángeles, jodidamente pretenciosos. —Sonríe Vladimir de forma ladina.

Mira como el ángel de la muerte se sienta en su cama, jugueteando con una de sus plumas como si fuera lo más normal del mundo.

—¿Qué haces aquí? —Interroga el moreno, no sabía cuánto tiempo dormiría Gabriel por lo que necesitaba saber ¡El porqué de la visita del otro!

—Miré todo lo que Gabriel hizo... ¡Horrendo! — se burla, chequea el estado de sus uñas esperando a soltar alguna estupidez, pero esta no llegaba. —¿No estas aburrido de este lugar?

—¿Qué diablos quieres? —dice el moreno con una nota de rabia, no se encontraba lo suficientemente feliz como la lidiar con aquel sujeto. Si Vladimir sabía algo tenía que escupirlo ahora, o desquitaría toda la furia oculta con su cara.

—Un trato...— presenta con una sonrisa dibujada. —Te llevaré a la tierra para que veas a la pequeña Anna...

—¿Cuáles son las condiciones? — Sus alas como si tuvieran vida propia pesaban más de lo normal, aquello era un indicio que todo en ese lugar estaba mal. Recordó que siempre que aquel ser intervenía las cosas siempre se salían de control.

—Iras a la tierra, pasaras veinticuatro horas con ella...— pronuncia con voz rasposa. —pero en todo ese tiempo no puedes besarla, si no lo haces, te puedes quedar con ella todo el tiempo que gustes. —alza con un timbre chillón, como si aquello fuera lo más fácil del mundo. —Súper simple...

—¿Cuál es la trampa? —dice frunciendo el entrecejo, aquel hace un gesto indignado; como si no ganara nada con su trato. —¡Cual es la parte que tu arruinas todo, y alguien muere!

—Ya no soy así, solo quiero ayudar a un amigo. —suelta haciendo un puchero.

—Recuerdo que no tienes amigos...—se burla el moreno. —¿Qué ganas con esto? ¿Cuál es la trampa? —repite, un rugido se apodera de su pecho. Iba a golpearlo si seguía evadiendo la respuesta, su paciencia había desaparecido.

—Si pierdes...—comienza el ángel de la muerte. —terminaré lo que empecé el día del accidente... ella morirá. —índica con voz pastosa. Una nota que perturbó a Steven, no quería que ella terminara de esa forma, tenía mucho que recorrer.

Pero si analizaba la situación era fácil, simplemente permanecer a su lado, y no besarla. Solo lo había hecho una vez, solo un beso silencioso que los llevó hasta donde estaban en ese momento. Podía hacerlo, mira como el arcángel comienza a moverse despertándose lentamente, el tiempo se le acababa la decisión tenía que ser rápida.

Sabía que, si hablaba con la verdad a la menor, ella entendería. Estarían juntos para siempre si todo salía bien.

—Puedo hacerlo. —masculla el moreno sonriendo de forma ladina.

—Exacto. —coincide el otro con un gesto torcido. —Escucha bien, tienes que pasar veinticuatro horas con ella, no puedes besarle, ni puedes decirle nada de este trato. — ¡Mierda! Pensó el ángel perdiendo una oportunidad que facilitaría su triunfo. — serás humano o ángel como prefieras, si la besas ella muere... ¿Trato?

—¡Acepto! — respondió Steven alzando su mano en el aire para tomar la del otro. Al unirla sintió como un fuego que sobrepasa los límites se extendió por todo su cuerpo, cada partícula de sus terminaciones lo abandonaba para pasar a un trans-plano y regresar al lado de la única persona que realmente importaba.

El arcángel abre los ojos y mira como la sonrisa de Vladimir se extiende, divisó un triunfo, una perdida, y un trato letal, donde el no leer las letras pequeñas indicaban la perdición.

—Esto dolerá como el infierno. —concluyó el ángel de la muerte con un gesto inexpresivo.

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