Pluvo: el aprendiz de una bru...

By PsiqueMaichen

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Ren Pluvo es un estudiante que ha perdido a su único familiar, su vida es difícil y solitaria. Todo se compli... More

Dedicatoria
Antes de leer
Epígrafe
Acto
Consecuencias
Un sueño
Inicio
Cuando todo le parecía un sueño/ Parte 1
Cuando todo le parecía un sueño/ parte 2
No era un sirviente, era un criado/ Parte 2
Notas del pasado/ Parte 1
Notas del pasado/ Parte 2
El extraño hotel de un doctor triste/ Parte 1
El extraño hotel de un doctor triste/ Parte 2
San Valentín
Herencias/ Parte 1
Herencias/ Parte 2
Quien soñó con un mundo muerto/ Parte 1
Quien soñó con un mundo muerto/ Parte 2
Obsesión/ Parte 1
Obsesión/ Parte 2
Obsesión/ Parte 3
Obsesión/ Parte 4
Maldiciones/ Parte 1
Maldiciones/ Parte 2
Inspiración
Cuando olvidó lo soñado
La pianista
Pasado Acosador
Cuando olvidó lo soñado/ Parte 2
Despertar
Charla
Melancólicos
Trampas
Su querida amiga/ Parte 1
Su querida amiga/ Parte 2
Cuando ella fue por un libro
No estaban vivos
Castigo/ Parte 1
Castigo/ Parte 2
Después de una verdad/Parte 1
Los enamorados
El quiosco y el cuarto de Lil
El otro lado
Diana
Cuando se definieron
Un árbol, un mundo/ Parte 1
Un árbol, un mundo/ Parte 2
Su final

No era un sirviente, era un criado/Parte 1

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By PsiqueMaichen

No quedaba mucho de la madrugada, el sol ganaba otra batalla en contra de la noche. Las nubes adoptaron tonalidades arreboladas, y a la lejanía resonaron los ruidos de una ciudad despertando. Las luces amarillentas de pocos hogares se vislumbraron a través de las ventanas y algunos vehículos comenzaron a transitar por las calles.

A Lilith le tomó bastante tiempo poder abrir la puerta de su hogar, había perdido la llave y optó por desenterrar la oculta que escondía en el único rosal blanco. Abrió la puerta de la antigua mansión y le dio paso a Ren. Pensativo, él se quedó plantado en la entrada.

—Este será tu hogar de ahora en adelante. Estás condenado, pequeño. Ya eres mío y harás todo lo que te pida. —Soltó una risa sospechosa—. Y no es broma.

—Lilith...

—No me llames así —interrumpió—. Dime sólo Lil.

—Bien —aceptó sumiso—. Lil, tengo muchas preguntas. ¿Nosotros nos conocemos en sueños? Somos algo similares, parece que nos hicieron con la misma paleta de colores —preguntó.

—No podemos hablar de eso, ya te lo había dicho. —Frunció el ceño—. El equilibrio de la Tierra es muy delicado, si forzamos su naturaleza no saldrá nada bueno. Todo lo recordarás en su momento, como yo lo hice. —Lil levantó una ceja y clavó su mirada en Ren—. Hay muchas personas en el mundo con el mismo tono de piel, ojos, cabellos y más. Deja de preocuparte tanto, cuatrojos —aclaró.

—¿Es correcto lo qué hago? —pensó Ren en voz alta.

—¿Qué te preocupa? —Lil inclinó su cabeza y esbozó una sonrisa angelical para Ren—. Claro, entiendo muy bien. Una chica tan hermosa como yo, viviendo con un adolescente pícaro. Ah... —soltó un suspiro largo— ¿De qué serás capaz? —expresó con un tono de voz burlón.

El tranquilo rostro de Lil se trastornó, se le sonrojaron las mejillas y se delineó en su cara una sonrisa picara. Pensó en perversiones que no se atrevió a decir.

—No es eso, nada de eso. —Ren desvió la mirada penetrante deLil y decidió callar.

—Entra ya, muero de hambre. Espero que sepas cocinar, odio la comida rápida, en especial la instantánea. Yo no tengo talento culinario, así que... —Entrecerró sus ojos— tú definitivamente lo debes de tener. —Tomó el brazo de Ren y lo llevó al interior de la mansión.

Lo primero que saltó a la vista de Ren fue, un largo pasillo de suelo pulcro, donde se reflejaba el alto techo blanco, las luces y las puertas que se encontraban en las paredes. Al final del extenso pasillo había un gran salón, donde sobresalían unas escaleras de caracol que llevaban a los demás pisos. Lo que más le llamó la atención, fueron las extrañas pinturas. Se trataban de retratos de las personas que habitaron en el pasado la mansión. Estaban realizadas de una manera escabrosa, hechas para resaltar los demonios internos de los retratados. Había rostros fusionados con preocupaciones evidentes. Caras alargadas, derretidas, y ojos saltones que dejaban ver la desesperación, angustia e ira de los retratados. Y lo más escalofriante eran las sonrisas frías que hacía juego con los rasgos exagerados.

Ren se aferró aún más en la idea de que seguía soñando, el lugar era digno de un extraño sueño. Imaginó que tal vez saldría de las pinturas los retratados y se pasearían por la casa con sus terroríficas expresiones. Y de las puertas se asomarían extrañas criaturas cósmicas indescriptibles de un universo lejano.

—¿Te gusta? —preguntó entusiasmada Lil—. La amé cuando la vi, así que valió la pena gastar casi toda mi herencia en ella. Cuenta la leyenda del lugar que, la casa únicamente ha sido habitada por brujas —contó divertida—. Cada pintura que mirarás en las paredes son retratos de brujas y brujos. Algunas son horribles y escabrosas porque muestran lo que había en interior de esas personas. Cómo me gustaría que aún viviera el pinto, que por cierto era un brujo, y me hiciera una a mí. —Lil, absorta, miró por un momento las pinturas.

—Ahora entiendo por qué dan miedo. —Ren echó un vistazo rápido a todo—. La casa es muy artística y dramática. Parece que te representa bien. Tengo la idea de que cada hogar podría representar el interior de su inquilino.

—Eso es correcto, cuatrojos. —Asintió con la cabeza.

—¿Puedes dejar de llamarme cuatrojos? —pidió tímido.

—Me gustaría, pero no me has dicho tu nombre. — Lil se encogió de hombros.

—Lo siento. Soy Ren... Ren Pluvo.

—Vale, cuatrojos. Tu habitación será el ático, seguramente estás cansado y deseas dormir. Te aclaro que mi habitación es la que se encuentra debajo de las escaleras y tienes prohibido entrar. —Lil caminó muy movida por el pasillo, su andar resonó escandaloso.

—Hay demasiadas habitaciones, ¿por qué debemos quedarnos en las más extrañas? —preguntó mientras caminaba detrás de Lil.

Por un momento a Ren le pareció muy largo el pasillo, como si este tuviera vida propia y fuera digno de una pesadilla, alargándose a propósito para frustrar al soñador.

—Algunos cuartos se encuentran habitados por los fantasmas de los antiguos dueños, no les voy a quitar su espacio, aunque ya están muertos. Hay fantasmas poderosos y muy resentidos, no me quiero arriesgar. ¿Entiendes, cuatrojos?

—Entiendo... «Este sueño, cada vez se pone más extraño», pensó.

Ren siguió a Lil sin dudar, subieron por las escaleras blancas de espirales, una alfombra azul se encargaba de cubrir los peldaños que parecían estar hechos de mármol. Ren percibió el aroma del incienso que había en el ambiente. La paz de aquel hogar era similar a la de un templo.

Mientras seguían subiendo las escaleras, se visualizó un tragaluz que yacía en el techo. Algunas partículas de polvo danzaban en el aire y brillaban ante la luz que dejaba pasar el tragaluz.

Una vez ubicados en el segundo piso, otro pasillo alargado fue visible, iluminado por un traga luz que se encontraba en el fondo. Y más puertas aparecieron, ninguna era igual. Unas poseían decorado en tesela y vitral, otras pinturas armoniosas y relieves. Algunas pocas parecían sacadas de la basura. Y estaban las que eran muy simples, sólo tenían un picaporte. Era como si aquellas puertas llevaran a diferentes dimensiones.

—«Tal vez las puertas representan lo que hay adentro de la habitación», pensó Ren.

—Ya después te daré una excursión. —Suspiró Lil desganada—. La gira... enseñar, ordenar, fantasmas... mucho que hacer. En fin —divagó—. La cocina está en el piso de abajo, no te será difícil encontrarla, su puerta es de nogal y tiene un gran ccírculo de cristal. —Paró Lil y obstaculizó el camino a Ren—. La sala de reuniones, la entrada, se encuentra junto a las escaleras, es la de doble puerta. Se trata del segundo salón y habitación más grande de la casa. En la noche habrá una sesión y quiero que estés presente, así que no te ocupes. —Lil volvió a su camino y continuó subiendo las escaleras.

Y más puertas diferentes se encontraban en el largo pasillo que era el tercer piso. Lil caminó por adelante y guío a unos escalones rectos, daban acceso a la habitación que se ubicaba en el centro del pasillo. Había una simple puerta de madera pintada de blanco con un picaporte dorado. Cuando fue abierta, salió a la vista un vitral de gran tamaño que dejaba pasar la luz del día, trastornándose a tonalidades propias del decorado. La forma del vitral se trataba de un espiral de vidrios de diferentes gamas de azules. Se proyectaba un caracol azulado en la reseca madera del suelo, sin llegar a la cama que se encontraba en una esquina, enfrente de un escritorio. Aparte de lo mencionado, en el cuarto había un gran ropero pegado a un muro y otra puerta. Ren sintió vacía la habitación, pero pacífica. Por un momento creyó que dejaría sus penas atrás con sólo mirar la luz que pasaba por el vitral.

—Parece la concha de un caracol —dijo Ren en voz baja.

—Esta puerta es el baño de la habitación. —Lil abrió la puerta y echó un vistazo rápido, asegurándose de que no hubiese fantasmas en el baño—. Si te dan ganas de cultivar tu cerebro, hay una biblioteca saliendo de la habitación, a mano derecha. Por cierto, la forma del vitral no es la concha de un caracol, son espirales; representan la vida y muerte, el ciclo que pasamos todos. —Azotó la puerta del baño cuando no miró nada fuera de lo normal.

—¿Cómo Uróboros? —Ren inclinó su cabeza y observó absorto el vitral.

—Veo que no eres ignorante en el tema. —Liles bozó una delicada sonrisa—. Aprenderás rápido. Descansa por un momento.

Sin hacer alguna mención más, Lil salió de la habitación, cerró la puerta y se marchó.

Ren caminó por el lugar, la madera crujió en su andar, se encontraba reseca debido a la filtración del sol por el vitral. Vio la cama, le parecieron algo empolvadas las sábanas blancas. Giró su cabeza y su mirada reposó en la vieja mesa de la habitación, la que funcionaba como escritorio; encima tenía una lámpara metálica. Curioso, abrió el gran ropero que cubría casi todo un muro, se encontró con ganchos y mantas dobladas. El guarda ropa le pareció tan grande que se imaginó durmiendo en el interior.

Miró de nuevo el vitral por un momento, se dio cuenta de que era una ventana. La abrió. La vista otorgada le pareció un efímero sueño melancólico. Había un cielo arrebolado que coexistía con las siluetas de los grandes árboles de la ciudad. Los rayos del sol eran tiernos para considerarse que se encontraban en su mayor esplendor. A la lejanía las montañas pobladas de árboles, más cerca, las azoteas de las pequeñas casas de la zona. Ren bajó la mirada y dio con el techo del pórtico del hogar, se encontraba un gato de pelaje negro dormido ahí, enroscado en su propio ser. Sonaron de manera agradable unas campanillas de viento, colgaban de un árbol que se encontraba en el jardín de rosas salvajes de la mansión. El lugar parecía tan real, que Ren comenzó a cuestionarse si verdaderamente era un sueño. Al meditarlo, se rio desde sus adentros. Consideró que era poco lógico lo que hizo, aceptar vivir con una extraña. Volvió a entrar en su negación. Cerró la ventana y con curiosidad de saber qué era dormir dentro de un sueño, se acercó a la cama.

—Olvidé darte esto. —Lil abrió la puerta con rapidez, y lanzó un cepillo de dientes.

Ren atrapó a tiempo lo arrojado, evitó que este llegara a sus lentes.

—Gracias. —Ren, incrédulo, miró el cepillo de dientes—.Me asustaste, regresaste.

—La higiene personal es muy importante, lo demás lo encontrarás en el baño. Quiero verte siempre limpio, ¿entiendes? —Lil clavó una mirada desafiante a Ren.

—Comprendo...

Ren guardó silencio pensativo, él nunca había sido un chico sucio y desordenado, de hecho, se sentía incómodo en el desorden y suciedad.

—Ya es de día... —susurró—¿A qué horas estará listo el desayuno? —preguntó animada.

—¿No iba a descansar? «Qué sueño tan ilógico», pensó.

—Es que tengo mucha hambre. —Hizo un puchero.

En un intento de complacer las necesidades de Lil, Ren terminó en la cocina. Le pareció el lugar sumamente pudiente, no le faltaba nada. Contento, imaginó todo lo que podría preparar en la cocina, la que le pareció sacada de un catálogo demostrativo de hogares perfectos.

Buscó ingredientes para armar un platillo, abrió la alacena y algunos cajones. Sin embargo, no encontró nada de utilidad para elaborar un desayuno. Sólo había envases vacíos de sopas instantáneas, botellas de diferentes vinos, y vajillas que parecían que no fueron usadas.

—Rápido, rápido, rápido... Muero de hambre. —Apresuró Lil.

Sin saber de la situación de la cocina. Ella se encontraba sentada en una silla del largo comedor que era visible desde la barra del desayunador.

—Al menos que bebas vino a manera de desayuno, no hay nada para cocinar. Además... llegaré tarde a clases —avisó Ren cansando.

—Supongo que debemos salir de compras. —Soltó un largo suspiro—. Tengo pereza, pero valdrá la pena. —Lil llevó sus manos a sus mejillas y se recargó en la mesa con sus codos—. Con imaginarte con la ropa que elegiré para ti, me lleno de fuerzas. Lo siento, pero hoy faltarás a clases. —Alzó una ceja y clavó su ver en Ren.

—¡¿Qué?! Es extraño lo que me dices. Lil, no soy una muñeca ni nada de eso. —Cruzó los brazos y frunció el ceño—. Además, estoy en épocas de examen, no puedo faltar ni en sueños.

La idea de que todo era un sueño se hizo lejana, el cansancio, como el hambre, era muy real para él.

—Bla, bla, bla. Desayunaremos por ahí. Ya sé, ¡pastel de zanahoria! Es delicioso y a la vez un poco nutritivo, ya sabes por eso de las zanahorias —comentó Lil de manera risueña.

—Lil ...—la nombró pensativo—. ¿Cuántos años tienes? —preguntó en un hilo de voz.

Ren le dio curiosidad, pensó que Lil era muy inmadura.

—¡Eso no se le pregunta a una dama!, tarado.

Lil dejó la silla, y como si fuese una niña jugando, se deslizó por encima de la barra del desayunador. Miró a Ren de cerca, y frunció el ceño

—¿Qué sucede? —preguntó sumiso.

—Tengo veinticinco —susurró y sus mejillas se arrebolaron.

—No te comportas como alguien de esa edad. —El tranquilo semblante de Ren se trastornó a uno de preocupación—. Sabes, desayunar postres no es bueno para la salud.

—¡¿Qué dices?! —exclamó exagerando su entonación—. Eres un atrevido a decirme inmadura, y más tú, que eres un crío. Vamos, que me pongo de malas cuando no desayuno —advirtió.

Tomó de la mano a Ren y lo arrastró a la salida con ella. 

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