Legado I: Herederos de Sangre...

By alexklyver

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Valquiria Von Engels es una de las mejores cazadoras de su generación, perteneciente a una raza de humanos do... More

Booktrailer
Personajes
Legado I: Herederos de Sangre
Prefacio
Capítulo 1. Los Cazadores
Capítulo 2. El invitado indeseado
Capítulo 3. Atormentada
Capítulo 4. Paranoia
Capítulo 5. Legado de Sangre
Capítulo 6. El Diario de Enar
Capítulo 7. El Ejercito Celestial
Capítulo 8. La decisión de Lena
Capítulo 9. Bienvenida al oficio
Capítulo 10. La Dinastia Oculta
Capítulo 11. Asuntos de Familia
Capítulo 12. Ángel o Demonio
Capítulo 13. Estirpe
Capítulo 14. El templo y la capitana
Capítulo 15. Viveka
Capítulo 16. El vikingo
Capítulo 17. The Fallen
Capítulo 18. Las Ruinas
Capítulo 19. Deimon
Capítulo 20. El Palacio Perdido
Capítulo 21. Los Herederos del Príncipe
Capítulo 22. Daño Colateral
Capítulo 23. El Otro
Capítulo 24. A Prueba
Capítulo 25. Los Descendientes
Capítulo 27. El Ángel de la Muerte
Capítulo 28. Vientos de Oscuridad y Esperanza
Epilogo
Extra #1: Escena Eliminada
Continuación
Cronología
✳ Extra

Capítulo 26. Los Hijos de la Luz

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By alexklyver

 —Sigo pensando que esto no va a funcionar —comentó Eleonora jugando con sus Sai, que eran sus armas predilectas en una pelea.

Vestía de negro, como todos, con el pelo atado en una trenza, cargando sus otras armas en su cinto y dentro de sus botas. Valquiria puso los ojos en blanco por cuarta vez en la última media hora. No llevaba un día entero junto a ella y ya no la aguantaba más.

— Nadie te está obligando a que te quedes — gruñó entre la oscuridad de la noche. Eleonora miró a su hermano, de pie frente a ella, a la espera de que dijera algo pero solo permanecía en su habitual silencio.

—Esta idea es una locura, ¿Acaso soy la única que lo piensa? — preguntó mirando a cada uno. Therón la miraba dubitativo. Probablemente pensaría igual que ella, pero no se animaba a dar su veredicto.

— Pienso igual que tu —susurró Leonardo inundado en una nube de encantamiento sobre ella. Newén y Valquiria lo golpearon disimuladamente, mientras Eleonora resoplaba malhumorada.

— A ver, decime. ¿Por qué crees que nosotros vamos a tener el éxito que los demás no tuvieron? —le cuestionó de frente, usando esa intimidatoria mirada que a ella solo le producía risa.

— Nosotros tenemos algo que ellos no tienen, nuestra sangre — le guiño el ojo solo para verla enfurecer.

Las ruedas de una camioneta frenaron ruidosamente. Todos giraron hacia esa dirección.

— Hora de irnos —dijo Leonardo mirando hacia Norbert dentro del vehículo.

Él se había alejado hacía casi una hora en busca de algo que los llevara y una vez que lo había encontrado, era mejor no preguntar como lo había hecho. Eleonora giró sus sais alrededor de sus dedos antes de guardárselas en el cinto y caminar hacia allí. Detrás de ella, Martiniano y Therón marchaban en silencio, mientras Newén y Leonardo observaban a la lejanía la camioneta.

— ¿Estás segura de esto? —preguntó Newén en medio de un suspiro.

Ella dudó pero sabía la respuesta. Nunca había estado tan segura de hacer algo realmente bien, aunque los medios no fueran los correctos. Ella es fuerte y valiente como los Von Engels, pero aun no está preparada para esto; había dicho y Augusta había estado de acuerdo. Una pequeña parte de ella había comprendido la forma actuar de su abuela tras la muerte de sus padres, pero eso no justificaba los años de soledad. Quizás Lena la odiaría en el futuro, pero prefería eso a que estuviese muerta.

— Más que nunca — canturreó dándole unas palmadas en la espalda a ambos para poder marcharse.

La forma de manejar de Norbert era tan arriesgada como la de Valquiria, aunque los que realmente corrían peligro eran quienes iban en la caja de la camioneta, y esos eran Valquiria, Leonardo y Newén. Habían preferido estar un poco aislados de los demás, y sobre todo, aislar a un Leonardo sumamente desatado. Estaba demasiados acostumbrados a trabajar ellos solos, que al estar con otros se irritaban con facilidad. Se dirigían hacia el noroeste, a una de las propiedades de Harvey, y donde supuestamente se reunían. A medida se acercaban al lugar, se alejaban del área céntrica y el ambiente se hacía más espeluznante. Antes de detenerse, dieron una vuelta alrededor de la manzana donde se emplazaba una gran estructura arquitectónica con aires clásicos. De cara a la sociedad, allí funciona una de las asociaciones más antiguas y prestigiosas de Noruega, donde figuras muy importantes han formado parte de ella; le había dicho Daryan esa misma tarde. Rodeado de arbustos e iluminado tenuemente, tenía un aspecto solemne.

— Este lugar dice a gritos que esconde una logia — murmuró Leonardo mirando el edificio.

— Demasiado obvio, ¿No? — asintió Valquiria, escéptica. Cerca de dos cuadras después, Norbert se estacionó.

— ¿Esta claro lo que hay que hacer? —preguntó él mirando a todos, que sacaron sus armas a modo de respuesta— ¿Listo prima? — sonrió con malicia hacia Valquiria, que se vio asombrada de ser llamada así tras muchos años.

— Mas lista que nunca — respondió con altanería y diversión. Los siete dieron una última mirada alrededor antes se separarse.

Agazapados, Valquiria y Leonardo recorrieron el lateral del edificio. Se movían imperceptiblemente observando meticulosamente el terreno y buscando la caja que llevaba la corriente hacia el interior. Con el cuchillo en mano, ella movía las hojas que se amontonaban sobre la pared hasta que se detuvo al encontrar la caja metálica.

— Newén, ¿me copias? —preguntó acomodando el auricular en su oído.

— Si, ¿Dónde están? — preguntó sonando concentrado.

—En uno de los laterales, encontramos la caja. ¿tu? — dijo ella.

—En la puerta de atrás, por abrir la puerta. Solo necesitas dar la orden — le indicó.

—¿los demás están listos? — inquirió ella.

—Obvio.

—Cuando gustes.

—Por supuesto —respondieron Eleonora, Martiniano y Norbert, todos en distintos puntos. Valquiria miró a Leonardo, que la agarró del brazo para acercarla.

— ¡Ahora! — gritó Leonardo disparando directamente hacia la caja.

El ruido explosivo se llevó consigo la luz y los dos corrieron hacia la parte de atrás del edificio, encontrándose con un Therón en guardia y listo para disparar sus flechas a cualquiera que se acercara.

— Somos nosotros — advirtió Leonardo obligándolo a bajar su arco.

— Qué bueno que estén bien — sonrió animado señalando la puerta. Valquiria y Leonardo ingresaron cuidándose las espaldas junto a Therón.

Le rieron un vistazo general al espacio en donde estaban. Se trataba de una cocina amplia y moderna. Newén se encontraba allí, empuñando una de sus espadas mientras la otra reposaba sobre su espalda, yendo hacia la otra puerta. El sonido de sus pasos lo alertaron de no estar solo. Cuando se giró, sus rulos se movieron saltarines y sus ojos destellaban con frenesí, y al reconocerlos, sonrió.

— Aparenta que no hubiese nadie — murmuró volviéndose hacia la puerta.

Espalda con espalda, los cuatro se movían en medio de la oscuridad a través del pasillo que daban a salones de lectura y entretenimiento. Con sus sentidos aumentados, no solo tenían su atención en el camino a seguir y en lo que veían, sino también en cualquier sonido que escucharan lejos de allí.

—¡Pum! Los tengo —exclamó Norbert saltando frente a ellos. Los cuatro se sobresaltaron y Leonardo estuvo a solo un movimiento de disparar.

— Eres un idiota —le dijo Valquiria poniendo los ojos en blanco. Él rió entre dientes mirando alrededor.

—En el piso de arriba no hay nadie, y acá tampoco — comentó girando su vara entre sus dedos. Ella cruzó miradas con Newén antes de tomar la vanguardia.

—Pero acá tienen que estar; Daryan me dijo siempre hay miembros reunidos — rechistó mirando en lo alto, a las cámaras que estaban sin funcionar. Norbert se encogió de hombros caminando hacia el hall.

El silencio dentro de ese lugar era absoluto y se entendía como un suave murmullo.

—Como voy a disfrutar el momento en que esto no funcione y te de una paliza —canturreó Eleonora, apoyada sobre una de las paredes del hall, mirando de reojo a Valquiria. Ella sonrió con diversión posando sus ojos en Martiniano, que recorría las habitaciones aledañas.

— Esto está más vacio que una clase de la Profesora Olivan — murmuró con una media sonrisa llena de maldad.

Repentinamente las luces se encendieron y los siete se miraron unos a otros. ¿Qué mierda? Sin pensarlo, se pusieron en guardia levantando sus armas y observando la llenada de un grupo de hombres armados. Formando un círculo hicieron frente a los centenares de hombres protegidos con chalecos y cascos, con armas en manos. No sabían qué hacer, siendo que habían ido a ese lugar a querer una sorpresa pero había resultado al revés.

— ¿Qué hacemos? —preguntó Therón viéndose sin salida. Esos hombres eran humanos, el objeto de su protección.

— Hay que intentar llegar al sótano —ordenó Valquiria empuñando su cuchillo, al igual que Martiniano.

— Para eso hay que pasar sobre ellos e ir hacia el ala derecha —le dijo él. Quietos con sus ojos en los hombres detenidos, listos para dispararles, se miraron.

— Entonces, ¿Quién es voluntario conmigo? — preguntó Valquiria. Todos pensaron su respuesta con cuidado y prisa.

—Ele encárgate de sacar de acá a Therón —le dijo Martiniano a su hermana autoritariamente.

—Pero... —se quejó.

—Haz lo que te digo — le gruño y ella asintió a regañadientes.

—Me encargo de que no se les acerquen —dijo Newén tras ponerse de acuerdo con Leonardo.

—Después de ti — le dijo Norbert.

Valquiria, Norbert y Martiniano. Los tres debían de llevar al ala este para poder ir al sótano, lugar donde se celebraban las reuniones. Newén y Leonardo crearon una barandilla humana, que Valquiria usó para poder saltar y terminar entre los guardias vestidos de negro. Escuchó el grito de guerra de Norbert mientras ella peleaba con los hombres para poder adelantarse. Nunca le había costado tanto una pelea. Ni siquiera le importaba que ellos tuviesen armas que no ponían en uso. Con una patada sobre uno de ellos cayeron varios, abriéndole paso a través de ellos.

A la lejanía, veía a sus compañeros y amigos pelear sin poder defenderse realmente. No sabían cómo actuar ante una situación que se habían visto venir.

— Son demasiados — escuchó decir a Newén a través de su auricular.

Deshaciéndose de a poco de los obstáculos, se encontraban a solo unos pasos de la puerta hacia el sótano pero ver esa escena era una patada emocional a sus expectativas. Toda su vida luchó contra demonios, licántropos y vampiros, pero los humanos eran más egoístas y ruines con los de su propia raza.

—Salgamos de acá —dijo Valquiria deteniéndose.

— ¿Qué?

—¿Estás loca? —escuchó las voces de varios.

—Las leyes celestiales — murmuró deseando que los demás entendieran.

—¿Y desde cuando te preocupan las leyes a ti? —preguntó Eleonora altanera.

Valquiria puso los ojos en blanco y se giró hacia la puerta del sótano encontrándose con una figura alta, tapada con una bata negra, de pies a cabeza. Nos volvemos a encontrar; las palabras retumbaron en su mente. Los ojos de Valquiria se abrieron como platos. No había nada que pudiese ver de aquella criptica figura, solo oía una voz gutural en su mente.

— ¿Quién eres? —preguntó retrocediendo. Su risa la escuchó en su conciencia, asegurándose que algo no andaba bien— ¡Salgan de acá! —gritó sintieron una presión punzando en su cuello.

— ¡Valquiria! —era la voz de Newén, llamándola a gritos.

Ella no podía responder ni siquiera moverse. Solo alcanzó a llevar su mano a su cuello donde descansaba un dardo que la dejaba inconsciente de a poco. Huyan; pensó sin la seguridad de haberlo dicho.

Un ruido sordo en el ambiente la hizo abrir los ojos bruscamente. Se sentó y miró a su alrededor, pero no había nada, solo su abuela durmiendo. La tranquilidad que rodeaba todo era devastadora para ella con los nervios a flor de piel. Sentía el interior de su panza retorcerse de la exaltación que la invadía. Tenía tantas ganas de participar en el plan que no quería perder tiempo, ni siquiera para cambiarse, y era por eso que dormía con uno de los pantalones holgados de su hermana y su remera color azul.

El latir de su corazón era apresurado y no sabía cómo tranquilizarse. Mirando hacia la ventana presto atención a las luces del exterior y lo poco que observaba de la ciudad. Hacia un tiempo quien hubiese pensado que recorrería parte de Europa cuando toda su vida no había salido de los límites de Aage. Podía notar claramente los cambios experimentados con todas esas circunstancias y estaba segura que quienes la rodeaban también. Se bajó de la cama, calzándose para ir a caminar un poco.

Cerró con cuidado la puerta de la habitación. El silencio ahí era igual al de antes, retumbándole en la mente y obligándola a pensar en todas las cosas que se imaginaba sucederían cuando el plan se pusiese en marcha. Pasando junto a la habitación de su hermana sintió curiosidad por saber que harían allí siente cazadores. Se preguntaba qué tipo de conversaciones tendrían, de que hablarían o como se tratarían unos a otros. Pensaba que quizás lo descubriría si fuese a la academia de cazadores.

— ¡Lena! —la llamó su abuela. Su voz retumbó en el pasillo y penetró en su mente; estaba preocupada y alerta. Dándose cuenta de eso, fue hacia la habitación para encontrársela vestida y con el bolso en mano—¿Dónde estabas? — le preguntó consternada.

— Fui a caminar un poco, y quería ver si estaban los otros despiertos —respondió desacostumbrada a verla tan alterada. Ella negó rotundamente. — Ellos se fueron hace un buen tiempo. Y nosotros nos volvemos a Aage —le dijo.

Lena quedó paralizada, sintiendo como un balde de agua fría emocional la empapaba con violencia. ¿Ella me dejó? Se preguntó cerrando sus manos en puños. Una y otra vez se aseguraba que Valquiria no podía dejarla, que nunca lo haría... pero en el fondo dudaba de eso.

— Tu hermana y yo lo único que queremos es protegerte —dijo su abuela pero las palabras no tenían significado alguno, solo flotaban frente a ella sin sentido.

— Soy grande y puedo elegir que querer hacer —dijo entre dientes.

—No, no eres grande y no sabes nada de este vida —con autoridad, Augusta se acercó a ella con amenaza. Un nudo se formaba en su garganta y sus ojos ardían.

— Si no sé nada de esta vida es porque tu no me dejaste tener una —le gritó con las lagrimas cayendo sobre sus mejillas— Me mentiste diciéndome que mi hermana estaba en el exterior y no podía verme, calculaste toda mi vida y la controlas para que nada me pase. No quiero más eso —agregó sonando letal para Augusta; sus ojos se ampliaron, sobresaltada y dolida.

—Yo me arrepiento de muchas cosas pero nunca, nunca de querer el bien —susurró con un hilo de voz Augusta.

Ella dudaba de todo. Estaba mareada de tantas cosas sucedidas estos días, y golpeada con la realidad. No era madura ni valiente, no podía defenderse ni luchar por lo que quería, y no era una cazadora. La tensión se arremolinaba entre ambas y notó un ligero cambio en el ambiente. Las luces del exterior parpadeaban y observó a su abuela girar hacia la ventana.

— Lena, corre —gritó en el preciso momento en que la ventana se rompió permitiendo la entrada de bombas que libera gas.

Lena la agarró del brazo y quiso correr pero la puerta estaba bloqueada por personas de negro con mascaras extrañas. Las dos se acorralaron; Augusta empuñaba un cuchillo que cayó al suelo minutos antes de que ella también lo hiciera.

—Abuela —gritó Lena tapándose la boca pero el aire entumecido entraba por su nariz hasta sus pulmones.

El escenario era caótico y desesperante. Inservible, débil y desesperada, así se sentía cuando cayó en el abismo.

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