Legado I: Herederos de Sangre...

By alexklyver

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Valquiria Von Engels es una de las mejores cazadoras de su generación, perteneciente a una raza de humanos do... More

Booktrailer
Personajes
Legado I: Herederos de Sangre
Prefacio
Capítulo 1. Los Cazadores
Capítulo 2. El invitado indeseado
Capítulo 3. Atormentada
Capítulo 4. Paranoia
Capítulo 5. Legado de Sangre
Capítulo 7. El Ejercito Celestial
Capítulo 8. La decisión de Lena
Capítulo 9. Bienvenida al oficio
Capítulo 10. La Dinastia Oculta
Capítulo 11. Asuntos de Familia
Capítulo 12. Ángel o Demonio
Capítulo 13. Estirpe
Capítulo 14. El templo y la capitana
Capítulo 15. Viveka
Capítulo 16. El vikingo
Capítulo 17. The Fallen
Capítulo 18. Las Ruinas
Capítulo 19. Deimon
Capítulo 20. El Palacio Perdido
Capítulo 21. Los Herederos del Príncipe
Capítulo 22. Daño Colateral
Capítulo 23. El Otro
Capítulo 24. A Prueba
Capítulo 25. Los Descendientes
Capítulo 26. Los Hijos de la Luz
Capítulo 27. El Ángel de la Muerte
Capítulo 28. Vientos de Oscuridad y Esperanza
Epilogo
Extra #1: Escena Eliminada
Continuación
Cronología
✳ Extra

Capítulo 6. El Diario de Enar

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By alexklyver

Recorrió la mayor parte de su casa en busca de Augusta. Estando Lena en cama era probable que anduviera por allí. Pero sin embargo, no había señal alguna de ella.

— Ella se fue tempano —respondió Lena que estaba despierta en su habitación. Se veía de buen humor para estar tanto tiempo encerrada con el pie inmóvil, aunque estaba mejor para ese momento— ¿Pasó algo? —preguntó al ver la reacción de Valquiria. Sus ojos se habían oscurecida de la ira que la invadía. Nuevamente el sentimiento de ser engañada la golpeó.

— Nada —respondió intentando esbozar una sonrisa.

Alejándose de la habitación de Lena salió corriendo escaleras abajo para subirse a la camioneta. Necesitaba encontrarla. Puso el motor en marcha y retrocedió bruscamente para ir hacia la casa de su abuela que estaba a pocas cuadras pero que si hacia ese recorrido caminando era tiempo perdido.

Estacionó torpemente frente a una casa sencilla y de arquitectura moderna. Con la rapidez del viento, Valquiria se bajó y subió las escaleras para golpear con fuerza la puerta de la casa, pero no contestaba nadie. Lo intentó una, dos, tres y hasta cuatro veces pero no había nada ni nadie. El enojo comenzaba a volverse más intenso mientras intentaba mantener la calma. Cerró sus ojos y apretaba fuerte con sus dedos sus sienes. Piensa, piensa. Respiró hondo y mantuvo el aire por unos segundos hasta que abrió los ojos. Se acercó a la ventana. Todo se veía estático y silencioso. Posiblemente no habría nadie.

Rodeó la casa a través de un camino de tierra, y llegó a la puerta trasera, que también estaba cerrada. Intentó encontrar alguna llave escondida pero no había ninguna. Mierda. Se volteó para observar los alrededores, donde tampoco había nadie. Eso era perfecto para que nadie sospechara. Sacó de detrás de su espalda su cuchillo, que siempre iba con ella, y con algunas maniobras logró forzar la cerradura para abrir la puerta.

— ¡Augusta! —la llamó un par de veces para estar segura pero nadie respondió.

Todo era demasiado mudo. Entró a la casa, cerrando la puerta con cuidado. Oleadas de sentimientos encontrados la recorrían a medida caminaba y veía fotos familiares. Hacía muchos años que no estaba en esa casa pero seguía tal cual la recordaba. La disposición armónica de los muebles, la sala organizada en torno a la gran mesa, la cocina con su habitual y preciso orden, las habitaciones con el olor a lavanda, todo. Ante la confirmación de que Augusta no se encontraba allí, decidió recorrer todo con mayor precisión.

En la habitación de su abuela notó la falta de algunas prendas de ropa, por lo que se había ido. Camino alrededor de la cama y después se sentó sobre ella. ¿A dónde fue? Miraba con análisis cada cosa que antes no había tomando tan en serio. Frente a ella estaba un enorme espejo de pie contra la pared. Nunca había notado las imágenes talladas, que eran bastantes atemorizantes: ángeles y demonios luchando en distintos de escenarios. Se acercó con curiosidad al espejo. En la parte superior tenía una leyenda en latín: Opus Et Conatu Sunt Columnas De Scientia. Rozó con cuidado el relieve de la inscripción mientras traducía su significado. El trabajo y el esfuerzo son los pilares del conocimiento.

Minutos después se escuchó un sonido rústico inesperado. Valquiria se mantuvo quieta a la espera de cualquier cosa. Sus ojos se agrandaron sobresaltados al ver el cristal del espejo moverse dejando al descubierto un pasadizo iluminado tenuemente. Se asomó unos centímetros dentro para asegurarse que era seguro y sin dudarlo se adentró en el angosto túnel. La iluminación era espantosa pero por lo menos permitía ver el camino. Llegó un punto en que la iluminación era mas fuerte y clara permitiéndole ver el gran salón que se abría frente a ella. Un cuarto de entrenamiento muy parecido al de su casa. Una sonrisa llena de incredulidad se formó en su cara. ¿Cómo había dudado alguna vez que existiera un cuarto de entrenamiento en esa casa? Cada paso que daba retumbaba estruendosamente contra las macizas paredes.

El salón era grande aunque más chico que el que había en su propia casa; más nuevo aunque eso no significaba que fuese mejor; y en el piso estaba dibujado el escudo familiar. Como una niña curiosa Valquiria iba de un lado a otro, revisando las armas que colgaban de una de las paredes, también la biblioteca llena de vinilos y libros. Sintió una extraña sorpresa al encontrarse en una de las paredes un gran mapa, donde se señalaban lugares y nombres que desconocía. Algunos de los nombres estaban tachados mientras que otros estaban señalados como "pendientes".

No podía evitar especular de qué se trataba. Miraba los papeles que reposaban en el escritorio en busca de algo. Los sospechosos de la muerte de tus padres. La voz de su inconsciente le advertía con cuidado. ¿Sería verdad? Varias arrugas poblaban su frente. Le resultaba inimaginable que Augusta se tomara todo eso en serio. Era alguien fría y siempre se había mantenido al margen de todo eso. Ella solo es una cobarde. Pensó desechando los papeles pero aún así todo le llamaba la atención. Quedó con la vista en el mapa y los nombres que no eran muchos hasta que se decidió por ir a la biblioteca.

No había muchos libros en ese lugar, seguramente la mayoría se encontrarían en el estudio que había dentro de la casa. La mayoría eran libros de la academia. Hechos y Personajes: Edad Media, era uno de los libros. Valquiria lo conocía muy bien y tras darle una ojeada lo volvió a dejar en su lugar. Demonología; Angelología; Inscripciones celestiales; Seres Feéricos; Seres terrestres; Mitología Japonesa. Sus ojos se posaban sobre cada título hasta que encontró algunos que no decían nada. Con cuidado los sacó e inspeccionó sus hojas. Eran textos muy antiguos, tanto que ni siquiera podía precisar una fecha. Le resultaban tan enigmáticos que decidió llevarse algunos de esos libros. Ante la ausencia de Augusta no creía que ella fuese a tener problema alguno, además su repentina huida daba mucho que desear.

Como un dolor sordo que se expande por el cuerpo, se entendía la duda creciente de que ella sabia más cosas de las que aparentaba.

Con una patada Valquiria abrió la puerta de la biblioteca. Llevaba los libros entre brazos y sus ojos se posaron en Newén, sentado detrás del escritorio ocupado leyendo. Él se veía sobresaltado. Sin duda había llegado en un momento en que estaba demasiado relajado.

— ¿Dónde estabas? —preguntó sonando casi como un padre enojado.

Ella se adentró en la habitación recorriendo todo. A un lado, sobre el sillón, reposaba Leonardo. Con las piernas extendidas y con uno de sus brazos sobre sus ojos dormía una siesta.

— Fui a la casa de Augusta, ¿Y adivina qué? No está ahí. Posiblemente haya huido o quizás se refugió en un asilo para ancianos, da igual —se quejó acercándose a Leonardo.

Escuchó un sonido parecido a un quejido silencioso proveniente de Newén. Él era demasiado correcto. Frente a Leo el rostro de Valquiria se lleno de una diversión maquiavélica y dejo caer todo el peso de los libros sobre su estomago. Un sonido ahogado salió de él, que se levanto de un salto y abrió sus ojos observando a todos lados.

— ¿Vino el apocalipsis zombi? —preguntó mirándola. Valquiria inclino su cabeza, como si meditara. Había una línea juguetona entre sus cejas.

— Casi, pero mientras tanto traje algo para entretenernos —murmuró con una sonrisa y se alejó de él.

Newén le lanzó una mirada disciplinaria a la que ella puso los ojos en blanco. Mientras tanto, Leo movía los libros y les daba un vistazo rápido.

— ¿Recetas familiares? —preguntó curioso. Valquiria tomaba asiento y estiraba sus piernas.

— Si, pero deje todo lo referido a lo italiano en la casa. Es una lástima —susurró simulando inocencia— Ahora hablando en serio... ¡ponte a leer! —señaló con un movimiento de dedos amenazante.

— ¿Y que se supone que hay que buscar? —preguntó Newén mirando a Leonardo arrugar la frente ante los libros como si se trataran de alguna especie de insecto con patas de monos, ojos de humanos y piel de serpiente— ¡Odio leer! — proclamó alejándolos de él.

Valquiria se pregunto cómo era posible que hubiese llegado tan lejos, pero se había olvidado de cómo Newén y ella siempre lo habían ayudado.

— Alguna suposición de porque la forma en que murió mi tío abuelo y mi padre es la misma —respondió.

— Y si... —comenzaba a decir Leonardo pero se detuvo ante la mirada de Valquiria y Newén— Ok, sigo leyendo —murmuró volviendo su vista al libro que reposaba en sus piernas. Los tres llevaban leyendo un bien tiempo, tendidos en el suelo como si fueses niños— ¡Es muy aburrido! —se quejó Leonardo sacudiendo su cuerpo.

Valquiria y Newén cruzaron miradas.

— ¿Le pegas tu o le pego yo? —preguntó ella impaciente. Él levantó su mano débilmente.

— Leonardo, por favor, esto es algo importante. Sabes que si no, no te lo pediríamos —su voz era tenue y calma. ¿Cómo hacia Newén para no sacarse de quicio? Leonardo bufó como un nene y siguió leyendo— Esto al parecer es un diario —comentó Newén requiriendo la atención de todos. Leonardo fue quien más pronto se deshizo del libro para mirarlo.

"El miedo crece y la paranoia nos rodea. Hay demasiadas muertes y se esperan muchas más. Nadie sabe por qué. Pero esta lucha no va a terminar tan fácil. Somos fuertes. Algunos planean huir y poblar otro lugar, pero otros como yo, dudan. Mi hermano solo piensa en el afuera pero no ve que poco a poco quedamos menos. Esto es una guerra interminable, lo sabemos, pero estamos dispuestos a dar nuestras vidas por la tarea que se nos encomendó".

Los tres quedaron en solemne silencio cuando el relato llegó a su fin. Era trágico y novelesco.

— ¿De quién es el diario? —preguntó Valquiria tras quedarse unos minutos pensando en cada una de las palabras. Newén movía las hojas en busca de algo.

— Enar —respondió mirándola.

— ¿Solo Enar? ¿Ningún apellido, alias o contraseña? Como Enar el alto, Enar el divertido o Enar el desquiciado —indagó Leonardo. Newén negó rotundamente.

— Posiblemente se trate de Enar, el justo —murmuró una voz profunda y pensativa.

Los tres se giraron hacia la puerta de donde provenía aquella voz. Joshua los miraba seriamente. Había un aura de solemnidad que lo rodeaba, extraño en él. Su mirada estaba en el piso y luego levantó su cabeza hacia ellos.

— Buenas —saludó con una brillante sonrisa, haciendo desaparecer la actitud melancólica.

— ¿Qué haces acá si...? —comenzaba a preguntar Valquiria pero antes de terminar él le señalaba el reloj. Eran pasadas las nueve y ya hacía rato había oscurecido. ¿Tan rápido podía pasar el tiempo?— ¡Lena! —exclamó poniéndose de pie.

Él levanto su mano para tranquilizarla.

— Ella ya cenó y está en su habitación —comentó. Valquiria lo miró con detenimiento y suspiró, quedándose más tranquila.

— Gracias —respondió insegura. ¿Tanto le costaba dar gracias? Y la verdad era que sí.

— ¿Sabes algo de él? —preguntó Newén a Joshua.

Él se encogió de hombros, caminando hacia ellos. Junto a Valquiria estiró su mano hacia él para agarrar el libro.

— Si, se trata de él —murmuró después de leer algunas hojas y señalando con su dedo un pasaje del libro— Tenía entendido que pertenecía a una familia noble —agregó cerrando el libro y devolviéndolo a Newén.

— ¿Algo más? —volvió a preguntar Valquiria. Él era un vampiro antiguo aunque no sabía con seguridad cuan viejo era.

— Vivió en la edad antigua y era un cazador —respondió.

— Ahí dice que habían muchas muertes, ¿sabes por qué? —preguntó Leonardo con curiosidad. Joshua los observó a los tres detenidamente.

— ¿Pasó algo que no me haya enterado? —inquirió. Las miradas de todos estaban en Valquiria que bufó por lo bajo. A ella le gustaba preguntar pero odiaba ser indagada.

— Un familiar mío apareció muerto, fui a la casa de mi abuela en busca de respuesta pero solo encontré esos libros viejos que no tienen nada que ver —murmuró.

— Ahora responde mi pregunta —exclamó Leonardo infantilmente.

— Eran cazadores y nobles, ¿No te parece obvio? —le reprochó. Algo a lo que Leo le hizo caso omiso.

Ante ninguna pregunta más la habitación se baño en silencio. Newén había vuelto a los libros y Leonardo jugaba con su celular mientras Joshua daba vueltas. ¡Huye! Escuchó un susurro. Valquiria se giró a todos lados pero ninguna tenía su atención en ella. ¡Huye! escuchó otra vez. Algo, tal vez su conciencia o su sexto sentido, le advertía que debía huir, que algo no andaba bien. Se sentía alerta y con miedo pero había algo más que desconocía. Podía percibir su propia paranoia merodeándola.

— No me hablaron, ¿No? —preguntó a Newén y Leonardo. Su voz sonaba extrañamente insegura. ¿Qué me pasa? Ninguno respondió. Solo la miraban como si acabara de recitar un trabalenguas en mandarín— Voy a suponer que eso es un no —murmuró peinándose el pelo con su mano.

— ¿Pasa algo? —Joshua la miraba preocupado.

Ella no estaba loca pero que era lo que pasaba. Negó con la cabeza, desestimando cualquier rasgo de locura que pudiera haber expresado y se alejo de ellos.

— Solo...no me hagan caso —comentó yéndose de la biblioteca.

Bajaba las escaleras cuando se encontró con una figura que la observaba con detenida desesperación. Caleb.

— ¡Te dije que huyeras! —sonaba enojado y muy sobresaltado.

Ni siquiera se veía como era usual. Había cambiado su equipo deportivo por pantalones negros, una remera oscura y una campera de cuero negra. Sobre su espalda descansaba algo que Valquiria no podía ver. Tenía el pelo revuelto y en sus ojos un frenesí que desconocía.

— ¿De qué me estás hablando? —preguntó descendiendo lentamente— ¿Y cómo rayos entraste a mi casa? —agregó enfureciéndose de pronto. Caleb cerró las manos en puños y se volteó hacia atrás, como si esperara algo.

— Tienes que irte ahora mismo de esta casa. Te lo advertí pero nunca me haces caso —exclamó acercándose.

Ambos estaban frente a frente, y aunque Valquiria no lo conocía le daba la sensación que él siempre había estado allí. Tú y Lena están en peligro, tienes que salir de esta casa. La voz de su conciencia chillo inestable. Valquiria abrió los ojos y su boca cayó. Él. Él era su voz interna. No podía simular la sorpresa que le generaba. Eso no lo podían hacer muchas criaturas y definitivamente él no era humano. Una puerta se abrió a sus sentidos con una brisa de aroma primaveral que la recorrió. Cada fibra de su cuerpo se sobresaltó y experimento su reacción ante no humanos.

— Un demonio —susurró. Caleb negó.

— Soy un ángel.

— Los demonios son ángeles —aclaró Valquiria y lo vio poner los ojos en blanco. Por lo visto los ángeles también lo hacían. Soy tu ángel protector, retumbó la voz en su conciencia— ¡¿Podes dejar de hacer eso?! —preguntó enojada.

— Solo si me haces caso. Ve a buscar a tu hermana y sal de este lugar, antes de que vengan —advirtió.

—¿Qué venga quien? Puedo pelear, soy una de las mejores.

— No creo que alguna vez hayas peleado con ellos. Huye, es lo más sensato —respondió.

Valquiria quedó mirándolo dudosa. ¿Podía confiar en él? Una voz dudaba y la otra le decía que tenía que ir. Pero posiblemente esa voz era Caleb. Ya no podía confiar ni siquiera en sus pensamientos. Fuese lo que fuese ella también sentía un mal presentimiento, y aunque no le agradara decidió hacerle caso.

Dejo que Caleb fuese en busca de su hermana mientras ella corrió a la biblioteca. Los tres la miraron preocupados antes su rostro pálido. Se precipitó sobre los libros en busca del lugar donde se encontraba la puerta para ir al sótano en busca de armas.

— Valquiria, ¿Estas bien? —preguntó Joshua interponiéndose en su camino. Su mano posaba sobre su brazo, protectoramente.

— Si pero necesito que agarren las cosas más importante, necesitamos irnos de acá —respondió manteniendo la calma.

— Pero que... —estaba a punto de hacer una pregunta Leonardo cuando Valquiria lo detuvo con la mano.

— No tengo idea de nada, simplemente agarren los libros y nuestras armas para irnos lo más pronto —dijo corriendo el libro que ocultaba el dispositivo que teclear el código. La puerta se abrió y ella corrió hacia el sótano.

Leonardo y Newén había agarrados las cosas que creían indispensables y las llevaban hacia la camioneta. Valquiria seguía sobresaltada y temerosa, pero no por ella sino por Lena. Ella era lo único que tenía y no podía perderlo. Metiendo bruscamente las cosas en un bolso sintió una agarre firme que la obligo a detenerse.

—Tranquila —la voz de Joshua era como una caricia. Sus ojos resaltaban verdes y podía leer la preocupación que sentía.

— No puedo estar tranquila sabiendo que Lena está en peligro —susurró. Su cuerpo convulsionaba de la tensión sumada a sus sentidos.

— Déjame que lleve las cosas, tu encárgate de cerrar todo —le dijo dándole estabilidad. Pocas personas podían darle seguridad y Joshua era una de las pocas, aunque no siempre se fiaba de él. Era algo que había nacido hace años y ni siquiera se había dado cuenta como.

— Está bien —asintió Valquiria y lo vio desaparecer.

Respiró hondo para volver a su eje. Y miró a su alrededor, ya no quedaba nada, solo restaba irse.

— Violet, modo seguridad activado en la casa —dijo autoritariamente.

— Como desee señorita Von Engels —respondió el sistema de seguridad.

La puerta de salida se abrió y atravesó el pasillo para llegar a una de las salidas, pero no tomó las usuales sino que se adentró en otra que terminaba en el patio trasero. Afuera, en la noche, Leonardo y Newén ya habían metido todo en la camioneta. Y Joshua estaba a unos metros de ellos.

De repente lo vio encresparse, sacando sus colmillos y retroceder. Newén y Leonardo miraron hacia donde sus ojos se dirigían venenosamente. Y Valquiria se adelanto apresurada. Caleb se acercaba a la camioneta con Lena entre brazos y la dejaba delicadamente en el asiento de atrás. Él también reaccionó de manera muy parecida. Sus ojos se oscurecieron más y su cuerpo se tensó con fuerza.

— ¿Qué hace él acá? —preguntaron ambos a coro.

Tanto Valquiria como Newén y Leo no sabían qué hacer. En otra ocasión quizás les hubiese divertido ver eso y sus consecuencias pero eso era serio.

— Porque no dejan esta pelea para otro día, donde haya comida y cerveza, y sin que nadie pretenda matarnos —exclamó Valquiria sin ánimo alguno. Ninguno de los dos dijo algo, solo se limitaron a mirarse venenosamente.

Todos llenos de confusión miraban el camino en silencio. Ni Joshua ni Caleb se encontraban entre ellos. Leonardo iba en el asiento acompañante mientras Newén cuidaba de Lena en el asiento trasero. Pese al temor de alguna reprimenda, Leonardo intento preguntar algo acerco de lo que había ocurrido pero las pocas palabras de Caleb no eran suficientes para poder explicar claramente lo que había sucedido.

Hicieron unos cuantos kilómetros hacia las afueras de Aage. Allí se encontraba una casa propiedad de la familia que servía para algunas ocasiones especiales o simplemente para el descanso. Valquiria estacionó la camioneta y mientras los chicos salían ella permaneció un tiempo. Huyendo. La palabra huida no era algo que usara muy a menudo. Quizás era la primera vez en la que podía describirse ella misma. La huida no era algo aplicable a sus valores. Los Von Engels eran honorables y valientes. Soldado que huye sirve para otra guerra era el dicho, pero Valquiria creía que soldado que huía perdía sus valores. Había que vivir o morir por esos valores. Pero su hermana lo valía, valía dejar una guerra por sobrevivir, por permanecer vivo y seguir estando junto a ella. Demasiada falta le había hecho todos esos años.

— ¿Cómo puedes ser amiga de un vampiro? —exclamó Caleb en cuanto la vio ingresar a la casa. A su alrededor, Leonardo encendía las luces y Newén llevaba a Lena a una de las habitaciones, mientras Joshua permanecía quieto como una estatua a un lado, apoyado sobre la pared. Lo miraba con indiferencia y un poco de soberbia.

— Y eso que no sabes que fueron novios —susurró Leonardo pero Caleb lo escucho y Valquiria lo miró enojada. Se veía totalmente consternado y desencajado.

— No puedo creer que una Von Engels haya salido con un vampiro —exclamó dramáticamente caminando de un lado a otro.

Ahora que se movía Valquiria pudo ver mejor lo que llevaba en la espalda. Se trataba de una especie de daga, larga y plateada con inscripciones, que presumía podía ser hebreo. Joshua murmuró algo que no llegó a escuchar pero a lo que Caleb se puso rojo de la ira.

— Porque en vez de quejarte de mi vida, nos explicas algo de la tuya —lo enfrentó con una insolente simpatía.

— Ya te dije todo lo que necesitabas saber —comentó toscamente— Soy un ángel que protege a toda tu familia como hay otros ángeles que protegen a otras familias —agregó.

— A mi familia no la protege ningún ángel —se quejó Leonardo mientras abría los aparadores, posiblemente buscando algo de comida.

— Eso es lo que tu crees —dijo sombríamente Caleb. Leonardo rebuznó como si fuese un burro, a modo de seguir quejándose.

— ¿Y que sabes de quienes iban por nosotras? ¿Qué es lo que querían? —volvió a preguntar. Caleb quedó en silencio mirándola como si frente a ella estuviese el gran misterio del universo pero no pudiera verlo.

— Sus vidas —respondió e inmediatamente desapareció.

Todos se giraron en su búsqueda pero no había nada, era como si nunca hubiese existido. Solo quedaba en el ambiente un suave aroma a primavera. El aroma celestial.

— Así son los ángeles...escurridizos —sentenció Joshua y Valquiria estaba de acuerdo. Caleb era un total misterio pero atrás de todo había un misterio más grande.

Recostada en la cama de una de las habitaciones pensaba acerca de lo sucedido. Después de todo lo que le había ocurrido hacía años y lo pasado esa misma noche creía firmemente que la hora de buscar a los asesinos de sus padres había llegado. En ellos no solo encontraría respuesta al porque sino que habría saldado la gran cuenta pendiente en su vida. Encontrarlos era la razón primordial por la que había decidido quedarse en la academia en vez de huir e intentar ser normal. La venganza no es buena consejera Valquiria. Recordaba una vieja conversación con Newén. Ella sabía que no era buena consejera pero era lo único que la ayudó a seguir en pie todos esos años. Ni siquiera el pensamiento de Lena la incentivó en su lucha porque al no estar con ella era como si no la tuviese. Allí era solamente ella y el mundo.

Estaba sola en medio de la oscuridad de la noche, al aire libre. Podía oír el ruido del agua correr. Sin pensarlo ni dudarlo caminaba hacia donde el sonido se hacía más fuerte. Una correntada de agua atravesaba un angosto rio. Se acercó a él para observar como el agua era del color de la sangre, rojo escarlata. El rio es grande pero aún no es suficiente. Escuchó una voz merodeándola. Levantó la cabeza en su búsqueda pero estaba sola. Es hora de que él regrese a tomar lo que es suyo. Otra vez aquella voz próxima a ella, pero no había nadie. ¿Quién era? ¿Qué quería decir con eso? ¡No dejes que nos encuentren! Gritó otra voz, era desgarradora y llorosa. Levantó su mirada. Del otro lado del rio estaba de pie Lena mirándola entre llantos. Sintió miedo y quiso ir hacia ella pero el rio era grande. Intentó hablar para tranquilizarla pero no le salían las palabras. Él no podrá hacer nada para protegerlas. La voz sombría retumbó en su mente. ¡Ayúdame, ayúdame! Gritaba Lena con miedo e intentando alcanzarla. Valquiria estiró sus brazos hacia ella pero no podía. Lena cayó al río entre gritos ahogados.

Despertó con el corazón desenfrenado y con miedo. Lena, susurró llena de angustia. Era un sueño, nada más que un sueño se decía así misma. Pero algo la sacó de todo foco. Un grito agudo se expandió por toda la casa y llego a Valquiria inmediatamente. Eso no había sido un sueño. El grito era verdadero y provenía de Lena.

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