—¿Me vais a contestar o...? —exigí—. ¿Podéis hacerlo cualquiera? ¿Alguno de vosotros podría transformarme a mí?
—Solo un Alpha puede —dijo alguien desde la entrada del comedor.
Aiden estaba sin camiseta presumiendo de tipazo, como no. Entró en la habitación como si nada. Lucas silbó siguiendo con la broma de antes y Aiden le fulminó con la mirada.
—Claro —murmuré—, que oportuno.
Aiden casi sonrió, se acercó a donde estaba yo y se sentó a mi lado. Me rodeó con un brazo.
—¿Me vas a explicar qué hay que hacer? —pregunté acomodándome en sus brazos.
—Sí —dijo.
Mi móvil sonó justo en ese momento. Era Clara. Lo cogí.
—Clara, hablamos luego —dije y colgué sin dejarle ni siquiera tiempo de hablar. Me volví a girar hacia Aiden.
—Te escucho —dije.
—Tienes que beber de mi sangre —dije.
—Oh, vaya que... vampírico —dije.
Aiden me miró irritado.
—Perdón, perdón —dije rápidamente—, ya me callo.
Dudó unos instantes, después continuó. Me gustaba demasiado ponerle nervioso.
—Después de beber mi sangre, tendría que morderte. Nuestros colmillos, cuando tenemos nuestra forma lobuna tienen una especie de... toxina, por así decirlo —dijo—, a mí nunca tuvieron que hacerme eso porque mi padre me inyectó la sangre de ese chico y después la toxina extraída de sus colmillos.
—¿Y después?
—Después, si eres compatible con la toxina comienza la primera trasformación.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo. ¿Si eres compatible...?
—¿Qué quieres decir? —pregunté.
—Hay personas que no soportan la transformación —aclaró—, pero realmente, en mi caso, incluso hubiera preferido morir —dijo él.
—¿Qué? No digas eso —protesté, la simple idea me aterrorizaba.
—Lynn, en la primera transformación sientes como se rompe cada uno de los huesos de tu cuerpo —explicó—, el dolor es insoportable.
Los demás parecieron recordar el momento con amargadura. Sus caras lo decían todo. Me dejó mal sabor de boca esa conversación. Me había quedado un rato callada y pensando en la situación. No contesté a las llamadas perdidas que tenía en mi móvil.