Touchdown

By CreativeToTheCore

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Primer libro de la serie #GoodBoys. En físico gracias a Nova Casa Editorial (este es un borrador). Inteligent... More

Sinopsis
A d v e r t e n c i a
001 | Vodka
002 | Resaca
003 | Reglas
P e r s o n a j e s
004 | Discernimiento
005 | Tackle
006 | Globos
007 | Cómplice
008 | Captura
009 | Neurótica
010 | Rito
011 | Ratatouille
012 | Incivil
013 | Brigada
014 | Fluctuación
015 | Apertura
016 | Medidas
017 | Inseguridad
W A T T P A D E R S
018 | Antropoide
019 | Sunshine
020 | Viralizar
021 | Adictos
022 | Insinuaciones
A V I S O
023 | Huesos
024 | Telón
025 | Ayer
026 | Sinfonía
027 | Ojeras
028 | Estadística
029 | Inefable
030 | Luciérnaga
031 | Acéptalo
032 | Artero
W A T T P A D E R S
033 | Sentir
034 | Taquicardia
035 | Lavanda
036 | Rosas
037 | Tradicional
038 | Indemne
039 | Intensidad
040 | Límites
041 | Estrechar
042 | Eupéptico
043 | Necesidad
044 | Lío
045 | Balas
046 | Prometedor
047 | Control
048 | Irresoluto
049 | Tentar
050 | Pretérito
051 | Boa
052 | Cuentos
W A T T P A D E R S
053 | Inconmensurable
054 | Sobrevalorar
055 | Camaradería
056 | Escalar
057 | Bifurcar
058 | Halloween
059 | Halloween al cuadrado
060 | Caer
061 | Fragmentos
062 | Tempestad
063 | Más
064 | Etéreo
A V I S O
065 | Terrario
066 | Desperdiciar
067 | Dilucidar
068 | Valijas
069 | Obsequios
071 | Leyes aeroportuarias
E P Í L O G O
Agradecimientos y avisos
En físico: Librerías
🎄 ESPECIAL NAVIDEÑO 🎄

070 | Señas

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By CreativeToTheCore

MALCOM

—¡Beasley, ¿qué rayos haces aquí?! —grita Mercury desde el campo. Se quita el casco y llama así la atención del equipo y de la aglomeración de personas en la tribuna.

—Yo... —intento responder, pero la potente voz del entrenador resuena a mis espaldas.

—¡Explicaciones después! ¡Ve a cambiarte, te necesitamos! —ordena a todo pulmón, acercándose—. ¡Entras como receptor, arreglaré esto para que puedas cambiar de lugar con Troy, y más te vale tener un maldito as bajo la manga porque juro que si abandonaste a los Bears para llevar a este equipo a la derrota te enviaré de una patada en el trasero de vuelta a Londres! —advierte con rapidez.

—¡Pero yo no vine a...! —insisto en explicar.

—¡Quedan tres minutos y necesitamos más de seis malditos puntos! —Logan ha ordenado que los Jaguars se mantengan en sus posiciones antes de correr hasta nosotros con la respiración acelerada y el sudor brillando en su frente—. No sé por qué diablos estás aquí, pero nos vendría bien la jodida ayuda —dice entre dientes.

Indeciso, miro a mi alrededor para contemplar las gradas repletas de espectadores cuyos gritos penetran mis oídos. Mis compañeros de equipo me observan desde el campo con una mezcla de desconcierto y desesperación mientras que los que están en la banca intentan arremolinarse a mi alrededor antes de que Bill los obligue a sentarse de nuevo. Todos esperan una respuesta o el más mínimo movimiento que les asegure que entraré a jugar. Siento la presión recaer sobre mí a través de sus miradas y me quedo estático mientras Logan intenta convencerme tomándome por los hombros y recitando lo que dice el tablero iluminado que surca las alturas.

Yo no vine a jugar, no era mi atención aparecer siquiera aquí. Sin embargo, por lo visto, ya no me queda otra opción.

Busco a Kansas entre la multitud de fanáticos con frenesí, pero resulta ser inútil dado que ella no está aquí o por lo menos no puedo divisarla.

—¡Malcom! —llama Mercury sacudiendo mis hombros—. ¡¿Jugarás o no?! ¡Necesito una respuesta, el tiempo fuera no durará para siempre!

¿Puedo rehusarme a un último partido con los Jaguars?

La respuesta es sencilla.

—Dame dos minutos —respondo antes de girar sobre mis pies y comenzar a correr hacia el vestuario, listo para usar mi uniforme de repuesto y equiparme debidamente para lucir los colores de la Betland Central University.

Mientras corro, me despojo de mi chaqueta que queda abandonada sobre el césped. Ya a medio camino del vestidor me quito la camiseta y comienzo a desabotonar mis jeans antes de abrir bruscamente las puertas dobles que conducen al gimnasio. Atravieso el laberinto de máquinas y mi cinturón resuena al caer contra las pesas esparcidas en el piso.

Nunca antes me desnudé mientras corría, pero supongo que siempre hay una primera vez.

—¿Estás listo, muchacho? —inquirió Mark observando los alrededores del aeropuerto esta mañana.

Bill nos recogió temprano en casa de la señora Murphy, quien se levantó para preparar el desayuno prometido. Hablamos de lo que vendría a continuación, de la forma en que ella viajaría a Chicago por lo menos dos veces al mes para que pudiera ver a Zoe. Le dije que, en el futuro, si es que mis horarios me lo permitían, volvería a Betland para pasar uno que otro fin de semana con ella y la niña. Acordamos en que lo haríamos funcionar para el momento en que ruidos se oyeron desde la sala. En primer lugar, pensé que se trataba de Kansas, y de forma automática sentí el peso de una despedida caer sobre mí antes de que Zoe apareciese. La idea no me emocionó tampoco dado que no sabía qué era peor: despedirme de mi nueva hermana pequeña o de la persona que más quiero.

—¡Beasley, el hombre espera una respuesta! —exclamó Bill en cuanto no respondí al instante.

—Está bien, Shepard. —Rió Mark antes de ajustar su corbata y acercarse al coach—. Deja de gritar que no estás el campo. —Tras esto ambos estrecharon sus manos y palmearon sus hombros con afecto—. Ve a Chicago alguna vez, te estaré esperando con un jugador profesional dentro de poco —añadió haciendo un ademán hacia mí—, al que prometo cuidar bastante bien.

—Más te vale, imbécil —dijo el entrenador con una pequeña sonrisa en su rostro, sin embargo, la advertencia fue más que clara.

El miembro del equipo técnico de los Bears se adelantó y dejó que Bill y yo tuviésemos la oportunidad de despedirnos a solas.

—No quiero silencios incómodos, lágrimas, ni nada que se le asemeje. ¿Entendido? —preguntó dando un paso en mi dirección. Yo asentí de forma instantánea y él tomó una gran bocanada de aire que infló su pecho envuelto en una sudadera de la BCU—. Te vamos a extrañar, espero que cumplas tus sueños y bla, bla, bla... la cosa es que voy a decirte algo y espero que lo tengas presente desde este momento y hasta el fin de tus días, muchacho. —El sarcasmo e impaciencia son característicos de Bill, pero por primera vez noté que su voz se tornó más seria de lo normal y sentí el peso de cada palabra pronunciada con un propósito que estaba más allá de mi comprensión—. Conozco tu historia. Sé de tu padre adoptivo, de tus años en los diversos orfanatos y de la miserable vida que solías llevar; no quiero traer nada de eso a colación, pero necesito que compares lo que eras antes con lo que eres ahora. —Me sorprendió que fuera consciente de mi pasado—. Ya no eres un niño. No eres manipulable, inocente, indefenso y tampoco debes luchar para sobrevivir a la sombra de un padre alcohólico. —Me obligué a tragar con fuerza en cuanto la oración salió de su boca—. Eres dueño de tu propia vida ahora, Malcom. Fuiste capaz de luchar contra las calamidades y abrirte paso en la vida que merecías. Te ganaste cada cosa buena que te pasó y te pasará a partir de este momento, y estoy seguro de que todas tus virtudes te llevarán tan alto como sea posible. Eres un jugador estrella, eso quedó claro el primer día que tocaste un balón, pero también eres un hombre digno de admirar, y esa combinación es todo lo que alguien puede anhelar en esta jodida vida, así que intenta mantenerla incluso cuando las cosas vayan mal en el campo o fuera de él. No olvides cómo eres, de dónde eres y cómo llegaste hasta aquí. —Bill se tomó un momento para estudiar mi rostro y dejar que las palabras golpearan contra mí. Me observó con respeto y afecto, con horna—. Estoy orgulloso, Beasley. —Y a continuación se quitó su gorra de los Kansas City Chiefs para dejarla caer sobre mi cabeza—. Intenta que mi orgullo no se vaya por el retrete al hacer estupideces dentro de la NFL, porque ten asegurado que veré cada partido de los Bears.

—Jamás dejaría ir nada por el escusado a excepción de que sean heces —repliqué para ganarme una mirada asqueada por parte del coach—. Mucho menos su orgullo por mí, señor —agregué.

Bill asintió y comenzó a darse la vuelta, pero antes de marchar se tragó sus propias palabras y envolvió sus brazos alrededor de mi cuerpo.

—¿Usted no dijo que no habría abra...? —cuestioné.

—Cierra la boca o te haré perder el vuelo únicamente para que corras hasta Chicago.

—Como usted diga, coach.


—¡¿Estoy alucinando o es Malcom Beasley el que se dirige hacia el campo?! —La escandalosa voz de Gabe resuena a través de los amplificadores con emoción y desconcierto mientras corro con mi casco en mano. El peso de mi equipo parece multiplicarse en el instante en que los espectadores dejan caer sus ojos sobre mí—. ¡Creo que he dejado de respirar y se me acaba de paralizar el maldito corazón, que alguien me practique RCP ahora mismo! —Él está al borde de la mesa con una confundida Claire sentada a su lado—. Sin embargo, tengo preferencias, y deseo que la candente locutora a mi lado me haga reanimación cardiopulmonar antes de que los labios del ogro Shepard toquen los míos, los cuales, por cierto, son como un trozo de... —comienza a decir antes de verse interrumpido.

—¡El número veintisiete está de regreso! —exclama la estudiante de periodismo haciendo que la tribuna enloquezca; los fanáticos se ponen de pie en una bulliciosa ovación en la que los gritos surcan el aire y la esperanza ruge a través de la brisa—. ¡Nuestros queridos Jaguars han sido presionados por un oponente que los empuja al límite! ¡Se necesitan más de seis puntos para ganar esta noche y todos saben que hay que dar pelea, ¿pero será Beasley el jugador que necesita el equipo para alcanzar la gloria?! ¿O un cambio de último momento no evitará lo que parece ser una inminente derrota? —cuestiona aferrándose al micrófono. La última pregunta remueve mi inquietud interna y me hace considerar cuáles son las posibilidades de ganar el tercer puesto.

—Ya preparé todo para tu entrada. —Bill camina rápidamente a mi lado hasta que estamos al borde del campo y, a pesar de que debería enfocarme en su seria y determinada expresión, me encuentro analizando el descomunal tablero repleto de luces que se alza en el cielo—. Mírame, Beasley —ordena dejando caer una mano sobre mi hombrera con fuerza—. Tengo un plan de juego que requiere de ciertas modificaciones, Mercury te lo hará saber y espero que podamos patearle el trasero a estos muchachos, ¿estás listo? —inquiere en un murmuro, sus ojos perforando los míos.

—Siempre lo estoy, coach —aseguro antes de comenzar a correr.

La multitud me recibe con una ola de cálidos aplausos mientras atravieso las yardas para llegar al pequeño círculo al que se han reducido los Jaguars. Los cascos relucen al ser captados por las luces de los numerosos reflectores y el césped bajo mis pies adquiere un brillo artificial. La noche de noviembre es fresca y el escaso viento que hay corre a nuestro favor, hacia el oeste.

—Habrá tiempo para los saludos una vez que acabemos con esto, así que entréguenme un resumen, por favor —pido llegando hasta mis compañeros cuya alegría por verme se desvanece al recordar lo que está en juego y las altas posibilidades que tenemos de perderlo.

—39 a 33, tres minutos restantes —informa Ben—. Son veloces y estratégicos, no suelen descuidar el espacio y el mayor número de anotaciones ha sido gracias al 29. Barrera curiosamente defensiva débil y formación 5-3 —detalla quitándose el casco y limpiándose el sudor de la frente. Sé que internamente se está muriendo por un trago de Gatorade.

—Tenemos pensado que Timberg sea el protagonista de la jugada dado que hoy ha tenido un desempeño bastante deslumbrante para... bueno, ser Timberg —explica Joe encogiéndose de hombros y sonriéndole al número dieciséis, quien se ha sonrojado.

—¿Por qué no aprovechamos el hecho de que Chase se ha vuelto el foco de atención? Hagamos un engaño —sugiero antes de explicar lo que tengo en mente.

—Entonces vamos por la victoria, señores —concluye Mercury poniéndose su casco nuevamente y lanzándome una mirada cargada de complicidad.

Todos corren a sus posiciones con la respiración acelerada, el sudor recorriendo sus frentes y el agotamiento amenazando sus cuerpos. Sin embargo, la energía que detona la adrenalina y el anhelo se ocupan de desplazar el cansancio y reemplazarlo con excitación y nerviosismo, con decisión y salvajismo.

Corro bajo los reflectores a través del campo y encuentro mi lugar a unos pocos pies de Logan. Los Sea Lions, nuestros adversarios, llegaron desde Aderhill luciendo los colores negro y azul: se posicionan, no sin antes lanzar un grito de guerra y observarnos con fijeza, con la intención de intimidar y tal vez medir cuán preparados estamos para esto.

La tribuna es un caótico y constante flujo de gente con sudaderas, gorras, guantes de hule y camisetas de la BCU. Niños y adultos por igual contemplan el campo con ilusión en sus rostros mientras animan en un sonoro y uniforme coro a la universidad.

—¡Seis malditos minutos para saber quién se proclamará como vencedor! ¡La tensión es tan palpable como el busto de la chica a mi lado, pero a diferencia de este, lo que me genera el partido son las ganas de arrancarme la cabeza ante la incertidumbre; ¿ganarán los Jaguars o los Sea Lions? ¿Me devolverán el dinero que aposté si llegan a perder nuestros queridos compañeros de la BCU?! —La voz de Gabe es frenética a través de los amplificadores—. Si alguien tiene problemas cardíacos le aconsejo que se retire ahora mismo, ya que el final está a solo segundos y estoy seguro de que muchos corazones no lo soportarán. ¡Esto será épico, legendario, una auténtica batalla campal que podrás ver con tus propios y jodidos ojos! —exclama poniéndose de pie bruscamente y señalando al público con pasión en sus palabras. La audiencia estalla en un frenesí de aplausos, silbidos y gritos.

—¡El fin está cerca, señores y señoras! —Claire releva a Hyland y, tomándolo por el cuello de la camiseta, lo obliga a sentarse otra vez mientras continúa hablando. Gabe le guiña un ojo y estoy seguro de que le susurra algo como: «El público me ama y lo sabes, y tú también lo haces». Típico de alguien de su altivez—. La Universidad de Aderhill, mejor conocida como la UOA, luchará por mantenerse sobre la BCU y así conseguir la victoria. ¡Los Jaguars deberán dejarlo todo en el campo para alcanzar los puntos que necesitan y así superar a los visitantes, ¿podrán lograrlo?! —inquiere sembrando incertidumbre en la tribuna—. ¡Sientan la adrenalina, el miedo y la emoción que provoca este deporte, esta tradición, este espíritu! ¡¿Están listos para luchar hasta el final?! —exclama obteniendo como respuesta una lluvia de alaridos tanto de la tribuna de Betland como de la de Aderhill. El público no lo soporta y se pone de pie para dar énfasis a su contestación. El caos domina el campo, los cuerpos y los corazones.

Mi corazón palpita de forma vertiginosa dentro de mi pecho, amenaza con salirse de él. Siento que me envuelve el escrúpulo, pero a su vez también me veo circundado por una esperanza y vehemencia poco descriptibles.

El silbato suena y todo se mueve en cámara rápida. Joe pasa el balón a Mercury y nuestro quarterback da media vuelta y corre hacia atrás. Los visitantes se precipitan hacia los Jaguars con una acometividad casi irreal. Ellos desean esto tanto como nosotros, y están dispuestos a desgarrarse cada músculo del cuerpo para conseguirlo.

Comienzo a correr, corro como si me estuviera persiguiendo Bill Shepard con un zapato en mano en busca de aniquilar al arácnido que posa sobre mi cuerpo. Timberg, quien ocupa el lugar de fullback, se lanza al encuentro con el mariscal y Logan simula pasarle el balón en cuanto sus hombros se rozan por una milésima de segundo. Chase se precipita a correr hacia un lateral y los muchachos de Aderhill lo siguen, algunos con los ojos y otros dando sus propios pasos. Mercury se gira y todos son testigos de cómo extiende el brazo hacia atrás. El ovoide resplandece bajo los reflectores antes de que el morocho lo lance.

Los Sea Lions se percatan del engaño demasiado tarde y, mientras corro a través del campo y Ben se me une dispuesto a bloquear a cualquier que esté dispuesto a acercarse, el balón da giros y giros en el aire. La multitud retiene el aliento y por un momento todo lo que parece seguir avanzando es el tiempo que marca la pantalla de luces. Tres visitantes se han lanzado a la captura del ovoide y, mientras Hamilton y yo corremos formando lo que parece una interminable cadena de ADN, oímos los gruñidos del contrincante.

El balón comienza a descender y me esfuerzo por correr tan rápido como soy capaz. Por la trayectoria sé que caerá a unos pocos pies de la zona de anotación, y por un momento creo que no llegaré a cogerlo. Cae en picada, los gritos de Bill llegan a mis oídos y salto al mismo tiempo que un Sea Lion lo hace. Atrapo el ovoide y me aferro a él, lo abrazo mientras caigo y comienzo a rodar por el césped hasta entrar en la zona.

Hago un touchdown.

Entonces, cuando nuestro pateador llega al campo y comienzo a dirigirme hacia la banca teniendo la certeza de que conseguiremos ese punto extra para ganar, diviso a alguien en la aglomeración de fanáticos.

Mapache rabioso.

Ella y una pasmada Harriet me observan con una mezcla de sentimientos que no soy capaz de descifrar a la distancia. Son las únicas que se mantienen estáticas, con los labios apretados y sin emitir palabra alguna. Gesticulo en el intento de que me entiendan: «¿Kansas?»

No sé cómo es que Jamie sabe lenguaje de señas internacional y tampoco soy capaz de entender cómo sabe que yo sé. Sin embargo, para mi sorpresa, ella eleva una de sus manos y comienza a moverla, haciendo letra por letra hasta que conforma una palabra:

«Aeropuerto».

KANSAS

Imprudente y desinteresada por la seguridad de los niños:

Siempre me pregunté cómo sería querer a alguien y que esa persona te correspondiera con la misma intensidad, y ahora, gracias a esta chica que encontré, puedo responder a la pregunta.

Primero que nada, hay que aclarar que tal intensidad no se puede medir: no sabemos cuánto puede llegar a amarnos una persona, desconocemos cuánto podría ser capaz de sacrificar y, obviamente, cronometrar la pasión está fuera de nuestros límites. Esto me lleva a concluir que no somos capaces de adivinar la intensidad del amor a excepción de que el otro lo demuestre. Lo sé, no es una conclusión digna de Einstein o de Galileo, pero te sorprendería saber cuántas personas dan por sentado que la persona que está a su lado los ama tanto como ellos son capaces de amar. Es trágico que uno se percate de que el amor que da no es correspondido al mismo nivel respecto al que se recibe. Esta chica de la que hablo, para mi suerte, fue del tipo que logró demostrarme hasta qué punto llegaba su afecto por mí. Desde el primer día, desde la primera vez que la vi ella me permitió verlo todo a través de sus ojos, de su voz, de su silencio y de su característica forma de decir tantas cosas sin siquiera decir mucho.

Los primeros días me dejó saber qué le disgustaba y, para ser honesto, admito que no tuve una buena primera impresión suya. Sin embargo, los sucesos desencadenaron la oportunidad de conocernos a nivel mental y, con el tiempo, a nivel físico. Espero que estés pensando en expresiones y gestos, no en actos indecentes... En fin, la conocí, y lo más importante es que llegué a comprenderla. Sus virtudes son prácticamente innumerables y no hay nada que no haga sin un argumento, una meta, de un propósito lógico o de corazón. Este último a veces puede ser algo ilógico, pero ¿quién soy yo para hablar de las contradicciones del corazón y su inusual mecanismo? A lo que voy es que llegué a verla realmente, rasgando capa por capa de esa personalidad difícil, de ese cerebro alucinante y de su sonrisa vacilante. Me abrí camino en ella y, al tocar fondo, me conquistó. Sin embargo, esto no fue algo unidireccional, sino que se trató de algo totalmente recíproco; ambos nos vimos cautivados por el otro, nos complementamos como jamás creí que dos personas podrían hacerlo. Y las personas que no temen adentrarse en la oscuridad de tu pasado, las que intentan traer luz al presente y se esfuerzan por iluminar tu futuro son extraordinarias, es gente que marca un antes y un después, que te genera miedo la simple idea de perderlos.

Esta chica es así de extraordinaria, esta chica eres tú.

Te agradezco por ser tan valiente y comprensiva como para navegar en la oscuridad de lo que antes fui y saber exactamente qué hacer y decir. Gracias por traerme alegría y un poco de locura, por hacerme perder el control y permitirme expresar desde la más profunda ira y exasperación hasta mi faceta más débil, más vulnerable. Estoy agradecido por tanto y arrepentido por tan poco, como por ejemplo el hecho de que podría haber estado más tiempo contigo o podría haber probado alguna galleta llena de azúcares y carbohidratos de la señora Hyland.

Parece que toda mi existencia se concentró en los veintiséis días que pasé contigo. Antes de llegar a Betland yo tenía una vida, una estructurada y rutinaria, pero una vez que toqué tu puerta mi estructura se desmoronó y la incertidumbre acerca de cada segundo que pasaba en la ciudad se intensificó dado que todo fue sorpresa tras sorpresa, persona tras persona, sentimiento tras sentimiento. Vivir bajo el techo de los Shepard fue una aventura de película, de novela y, de vez en cuando, de pesadilla. Gracias por eso, Kansas.

No voy a hablar acerca de cuáles son las circunstancias actuales porque creo que ambos las conocemos bastante bien, pero lo que sí voy a decir es lo siguiente: puede que haya llegado con un único propósito para quedarme y mil motivos para irme, pero debido a ti y todo lo que Betland representa ahora tengo mil razones para estar aquí y una sola para marchar. Elijo marcharme porque la oportunidad es demasiado buena y tú la has mejorado mucho más, pero ten presente que las mil razones para quedarme se repiten en mi cabeza una y otra vez. No me olvidaré de ellas y tampoco me olvidaré de ti y, siendo sincero, espero que el futuro nos brinde la oportunidad de continuar este cuento, ya que de momento debo priorizar algo que he anhelado toda la vida. Si te amara tú serías mi prioridad, pero actualmente solo siento adoración por ti y todo lo que significas. En el futuro, y no lo diría si no estuviera seguro, te amaré si me permites regresar a lo que éramos, si me das la oportunidad de explorar tu corazón a fondo y te permites hacer lo mismo con el mío. Sin embargo, si encuentras a alguien más, a alguien que te complemente y dedique cada respiración que da, concédele una posibilidad: esas personas valen más que el cerebro de Nikola Tesla y Sthepen Hawking juntos, y mira que esos dos valen mucho.

Aferrándome a la esperanza de retomar lo que empezamos concluyo esta carta, esta exposición de pensamientos y cariño que he puesto en papel. Escribirte no resultó ser difícil, sino más fácil de lo que creí. Tal vez es porque, al fin y al cabo, estoy hablando indirectamente contigo y hablarte es sencillo porque te conozco de pies a cabeza, porque confío en ti y tu inigualable pensar y, sobre todo, debido a que tú y yo parecemos estar conectados en una forma mística, extraña y de locos. Y para que quede claro, soy un hombre de ciencia, pero en lo que a ti respecta creo en la magia... Eso sonó como un cliché para ti, ¿verdad? Puedo compensarlo hablando sobre alguna teoría del ilusionismo, si te apetece.

En fin, recuerda todo lo mencionado y el simple hecho de que te considero extraordinaria en todo sentido.

Futbolísticamente hablando fuiste un touchdown, el mejor que hice alguna vez.

      Con afecto y buena ortografía, Malcom.

—Imbécil —murmuro mientras releo la carta por segunda vez mientras espero a que terminen de llenar el tanque del Jeep.

Quedarme sin gasolina a quince minutos del aeropuerto es algo que solo me ocurre a mí. ¿Y tener que empujar el coche por un kilómetro? Eso también solo me pasa a mí.

«Las cosas que hago por ti, Beasley», pienso.

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