Legado I: Herederos de Sangre...

alexklyver

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Valquiria Von Engels es una de las mejores cazadoras de su generación, perteneciente a una raza de humanos do... Еще

Booktrailer
Personajes
Legado I: Herederos de Sangre
Prefacio
Capítulo 1. Los Cazadores
Capítulo 2. El invitado indeseado
Capítulo 3. Atormentada
Capítulo 4. Paranoia
Capítulo 5. Legado de Sangre
Capítulo 6. El Diario de Enar
Capítulo 7. El Ejercito Celestial
Capítulo 8. La decisión de Lena
Capítulo 9. Bienvenida al oficio
Capítulo 10. La Dinastia Oculta
Capítulo 11. Asuntos de Familia
Capítulo 12. Ángel o Demonio
Capítulo 13. Estirpe
Capítulo 14. El templo y la capitana
Capítulo 15. Viveka
Capítulo 16. El vikingo
Capítulo 17. The Fallen
Capítulo 18. Las Ruinas
Capítulo 19. Deimon
Capítulo 20. El Palacio Perdido
Capítulo 22. Daño Colateral
Capítulo 23. El Otro
Capítulo 24. A Prueba
Capítulo 25. Los Descendientes
Capítulo 26. Los Hijos de la Luz
Capítulo 27. El Ángel de la Muerte
Capítulo 28. Vientos de Oscuridad y Esperanza
Epilogo
Extra #1: Escena Eliminada
Continuación
Cronología
✳ Extra

Capítulo 21. Los Herederos del Príncipe

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alexklyver

No hay fuerza más poderosa que la sangre, porque lo lazos que ella crea son inquebrantables. Las palabras de su mentor recorrían su inconsciente dolorosamente. Después de todo ya no sentía enojo, melancolía o miedo. Tan solo quería saber la verdad fuera la que fuera; poco importaba si descendía de una bastardo celestial o uno infernal. A su alrededor todo giraba frenéticamente y en el caos mental solo podía encontrarse con la mirada de Norbert. Ambos habían perdido a sus padres por la sangre. Ella percibía borrosamente a los demás; Newén se veía hablando con Caleb, Joshua la observaba como siempre lo hacía y Leonardo intentaba hacerla volver a la normalidad sin resultados. De pronto, Norbert comenzó a caminar y Valquiria no dudó en seguirlo en dirección a las profundidades de las catacumbas. A través de la opacidad miraba hacia la lejanía en todas las direcciones en busca de algo que les diera respuestas y no más preguntas.

— Espera, se van a terminar perdiendo —dijo Joshua interponiéndose en el camino de ella.

Valquiria dudó y escuchó en ruido gutural desde el interior de Norbert. Él gruñía como un animal, con su vara apuntándole y con el cuerpo erguido; su aspecto y su comportamiento era digno de los Einarsen, quienes tenían a los jabalíes como animal heráldico.

— No te acerques mas porque termino con tu maldita existencia —murmuró en tono bajo. Joshua no lo miró ni le respondió pero se movió hacia atrás unos pasos.

— Los voy a guiar al lugar que quieren ir —indicó caminando unos pasos hasta girar hacia la izquierda para ingresar en una de las tantas galerías que desembocaban allí. Valquiria y Norbert cruzaron miradas antes de seguirlo.

Recorrieron los minúsculos caminos que rodeaban las sepulturas para detenerse cuando Joshua llegó a una tumba custodiada por la estatua de un ángel con las alas extendidas sobre su propio cuerpo y con la cabeza agachada. La imagen en general transmitía dolor y solemnidad. Joshua se adelantó para correr la estatua con un simple movimiento, mostrando un par de compuerta a sus pies. Valquiria levantó la vista hacia él con expresión dudosa.

— Aquí dentro, descansan los restos de los primeros Engelson —murmuró. Ella sintió un golpe de adrenalina que se envió bruscamente a través de su cuerpo. Sus ojos se agrandaron y buscó la aprobación en su primo que respondió acercándose a las compuertas para abrirlas.

Trataba de una escalera de caracol antaña. El lugar era angosto, húmedo y rodeado de plantas y hojas que se extendían a lo largo de las paredes. Joshua fue el primero en ingresar. Luego fue el turno de Valquiria que no descendió hasta tener la seguridad de que los demás estaban junto a ellos.

A medida descendían la oscuridad se volvía más absoluta y el silencio era más desesperante. La escalera se terminó y Valquiria no supo qué hacer. Sus ojos veían a través de la oscuridad pero tenía la necesidad de ver con más claridad. Un estremecimiento la recorrió, ante el tacto helado de Joshua, que la hizo erizar. No te asustes, no te haré nada; escuchó pero ella sentía que era tarde. Él ya había hecho más de lo que hubiese querido y en ese momento ella lo estaba padeciendo. Sacó su mano con brusquedad y se alejó de él. El sonido de un chasquido trajo consigo luz a través de grandes piras de fuego. Ella sabía que había sido Caleb, lo que significaba que estaban todos ahí, pero no se animaba a mirarlo a los ojos después de todo.

Con la luz pudo divisar los antiguos esqueletos reposados en los huecos de las paredes. Ella no podía determinar un número pero eran cientos de esqueletos, todos ubicados en las paredes del corto pasillo. Sin dudarlo comenzó a caminar, prestando atención en el techo donde estaban dibujadas hojas que se agrupaban en ramas que dirigían hacia la dirección en que Valquiria se movía. Las ramas comenzaban a unirse en ramas más gruesas hasta transformarse en troncos y finalmente formar lo que era un gran árbol que se dibujaba contra la pared final. Sus ojos pasaron del gran árbol a la tumba frente a ella, que no estaba dentro de las paredes sino en medio de un altar. Rodeada de piedra esculpida con símbolos que ella intentaba descifrar.

Escuchó pasos cada vez más claros hasta que divisó de reojo a Norbert. Él observó unos minutos la tumba y se fue rumbo a la pared con curiosidad.

— Yaret, el primero del linaje —dijo Joshua posándose a un lado de Valquiria pero ella hizo como si él no estuviese allí.

No sabía cómo actuar frente a él, si odiarlo por ocultarle cosas, si quererlo por abrirles los ojos, o volverlo a odiar por mentirle.

— Sé que su madre era uno de los siete, pero ella lo abandonó para protegerlo —murmuró Caleb tomando el otro lado de ella; su compostura era temerosa, retraída, y su cara era como la de un cachorro que fue recientemente retado. Ella estaba llena de intriga, con deseos de preguntar pero la furia interna le impedía verlo o dirigirle la palabra— Quiero pedirte perdón, aunque sé que no me merezco que lo hagas —volvió a hablar Caleb después de unos minutos de silencio, y con voz de solemnidad.

— No lo perdones, él te mintió. Yo también, pero lo suyo es peor. Se merece el exilio y también dejar de existir —se quejó Joshua, y Valquiria arrugó el entrecejo.

— ¿Por qué no te callas? No eres nadie para venir a decir cómo tiene que actuar y que se debe hacer conmigo —respondió Caleb enojado— Valquiria, sé que no he actuado de la mejor manera, pero siempre he intentado hacer lo correcto, y a veces, tener que hacer lo correcto no es lo mejor— agregó.

— Acá no vengas a dar tus lecciones moralistas, que ya todos sabemos que lo eres —dijo Joshua con soberbia.

— Si no se callan en este preciso momento, no sé cómo, pero voy a encontrar la forma de matarlos, cortar sus cuerpos en pedazos y dárselos de comer a un animal— murmuró entre dientes. Los dos hicieron silencio y se alejaron súbitamente de ella.

Notando el comportamiento de Joshua y Caleb, y teniendo el cuento el humor de Valquiria, Leonardo y Newén se acercaron a ella con cuidado manteniendo la distancia. Ella suspiró pesadamente con sus ojos en la sepultura.

— ¿Recuerdan el nombre Yaret? —preguntó en un suave susurro. Ambos pensaron unos minutos antes de responder negativamente.

— ¿Los símbolos dicen algo?— le preguntó Newén.

— Es hebreo antiguo y no me acuerdo mucho —respondió acercándose más para intentar decodificarlo. Poso sus dedos en la piedra fría y húmeda, recorriendo los contornos de los dibujos— Aquí descansan los restos del descendiente —leyó lentamente lo que logró entender.

Después pasó a un conjunto de símbolos del que solo distinguió un nombre. Jane. Ella descendía de unos de los siete primeros cazadores que existieron. Jane era un prodigio en el arte del combate pero no era aguerrida como lo era Dina ni tampoco tan benevolente como lo era Naomi. Lo más sorprendente era que Jane había dado origen a otra dinastía y nunca se puso en duda la posibilidad de que ella hubiese tenido un hijo con otra persona que no fuese con Uziel, otro de los siete primeros.

—¿Encontraste algo?— le preguntó Leonardo.

— Jane— murmuró— Descendemos de Jane —repitió encontrándose con los ojos de Norbert.

— ¿Jane?— preguntó Newén con los ojos desencajados.

Ella asintió y se corrió para permitirle ver el nombre esculpido en la piedra. La caída de su mandíbula fue el gesto confirmatorio de su sorpresa. Valquiria entendía la razón de su asombro. Newén pertenecía a la dinastía Warren, creada por Jane y por Uziel.

— Podría haber jurado que descendías de Dina —reconoció Leonardo detrás de ellos. Tanto Newén como Valquiria le dedicaron una mirada llena de autoritarismo, a lo que él respondió con los ojos en blanco. Volviendo a la piedra percibieron a los demás acercarse a ellos.

— ¿Qué dice acá?— preguntó Norbert apuntando a los símbolos junto al nombre de Jane.

Leonardo, Newén, Valquiria y Norbert descifraban los símbolos, pero ella notó el cambio de postura en Joshua y Caleb a solo unos pasos. Levantó la cabeza y los miró con serena amenaza.

— Hablen —les exigió. Caleb se acercó apenas para darle una segunda ojeada a los dibujos y cruzó miradas con Joshua.

— Dice: Aquí descansan los restos del descendiente de Jane y de Miguel. En su sangre corre la gloria del cielo y la fragilidad de la tierra —dijo mirando de frente a Valquiria.

Ella sintió como si el tiempo se hubiese detenido en el instante en que el nombre del gran ángel fue dicho. Ahí estaba la respuesta que había estado buscando por mucho tiempo aún cuando nunca se la había llegado a formular, y ahora, no sabía qué hacer con ella. Cómo se reacciona a saber que quien creó una raza llena de esplendor y grandeza, también fue originario de una dinastía repleta de muerte y sufrimiento. Como sentirse cuando conoces la razón de que su vida fuese como era, y no solo la suya sino también la de muchos otros Engelson. Las fuerzas de Valquiria estaban casi agotadas, no tenia ánimos ni siquiera para estar enojada o dolida, simplemente estaba sumergida en un estado de letargo.

— Creo que no hay más que podamos hacer acá— dijo en un susurro dándose la vuelta para volver por donde habían llegado.

No sabía cuánto tiempo había pasado pero parecían horas. La noche se había asentado y el viento soplaba despacio haciendo ver al lugar muy espeluznante. Recordaba esa sensación de estar en un lugar que la asustaba pero que al mismo tiempo saber que era su deber estar allí. Las primeras noches que pasó en la casona fueron realmente terroríficas. Las grandes habitaciones, la soledad que recorría los pasillos, las cientos de imágenes que inundaban la decoración y la tenebrosidad de una casa repleta de secretos. Pero con el correr del tiempo había logrado acostumbrarse porque al fin y al cabo esa era su casa, donde había nacido y donde había vivido con sus padres y su hermana... aunque no lo recordara.

Se giró al escuchar un extraño sonido, mirando directamente a la compuerta en el suelo pero aún no había rastros de nadie. Solamente era otra ilusión, aproximadamente la cuarta en la última media hora. Estaba nerviosa e intrigada, quería saber dónde estaban los demás y que hacían. Había odiado la sensación que la recorrió cuando dijo que se quedaría con su abuela, pero lo prefirió antes que escuchar el monologo de quejas que hubiese recibido después. Era extraño. Nunca había deseado ir a algún lugar aún más tenebroso para averiguar algo. Era la sensación de aventura y adrenalina, que jamás experimento. Toda su vida había estado en una perfecta burbuja custodiada por su abuela, y ahora deseaba salir para conocer cosas que nunca creyó posible.

Levantó la vista hacia la puerta. Allí estaba Augusta observando hacia afuera precavida. Vestía su uniforme de batalla, llevaba el pelo atado y su mirada era oscura pero brillante. Lena identificó perfectamente ese brillo, y era el mismo que ella misma suponía que tenía. Era el brillo del miedo y también el de la excitación. Su mano llena de arrugas descansaba sobre el arma que colgaba de su cinturón, lista para disparar ante cualquier cosa. Detrás de ella, apoyados sobre de la pared, estaba Ulla y Magne sentados a la espera de alguna señal de los demás. El cansancio se notaba en sus facciones y en la cantidad de veces que bostezaban. Conversaban entre ellos como forma de mantenerse alertas hasta que otro sonido los despertó de repente. Lena también lo escuchó y por la reacción de su abuela supo que no era otra ilusión.

Se levantó para correr hacia la compuerta, y al abrirla, se encontró con los ojos plateados de su hermana. Ella se veía como una niña allí abajo; pequeña, con el rostro serio y la mirada oscurecida. Valquiria le sonrió por unos minutos y fue el gesto necesario para hacerle entender que debía moverse de allí. La vio hacer varios pasos hacia atrás para tomar carrera y saltar hacia la apertura. Con un movimiento ágil y certero, ella terminó quedando con las piernas hacia arriba como una gimnasta olímpica, luego flexionó sus brazos y saltó hacia atrás para caer de pie junto a ella. Lena sonrió al verla hacer esos movimientos increíbles.

— ¿Encontraron algo? —preguntó. Valquiria asintió acercándose a ella para darle un abrazo y besarle la frente. Algo le pasaba, podía sentirlo, pero por la forma de ser de ella sabía que no se lo diría.

—Valquiria, ¿Qué paso? —preguntó Augusta acercándose. Suspiró antes de levantar la vista a ella.

— Todo ha sido por nuestra sangre, los Engelson se crearon con el hijo de Jane y del Arcángel Miguel —respondió sombría.

El sonido que emitió Augusta fue de asombro. Llevó su mano a su boca, con horror, y sus ojos se llenaron de lágrimas que reusaba a que salieran. Lena se estremeció con la reacciones de ambas, porque verdaderamente no entendía la real dimensión de las cosas pero le dolía ver a su hermana y a su abuela en ese estado. Su abuelo, sus padres y su tía habían muerto por esa causa pero la cruel realidad era que nunca los había conocido. No sentía su ausencia de la misma forma que ellas lo hacían. Egoísta; sonaba en su mente. La palabra dolía porque no sabía cómo hacer para no verse de esa forma. ¿Cómo se puede extrañar algo cuando nunca se tuvo?

La llegada de los demás hizo dispersar los sentimientos. Augusta secó rápidamente sus lágrimas y se acercó a ayudar a Leonardo a subir, mientras Valquiria simplemente hizo como si nada hubiese pasado. Lena se acercó a la ventana para observar la oscuridad reinante, a la espera de que todos subieran.

— ¿Llegaron al Palacio Perdido? —preguntó Magne.

— No, lo que buscábamos no estaba allí —respondió Valquiria sin ánimos de expandirse en detalles. Lena conoció su renuencia a hablar pero ambos lugareños no.

— Entonces, ¿Cómo hicieron para entrar? ¿Por donde fueron? —preguntó Ulla. Las manos de Valquiria se cerraron en puños, estaba molesta o quizás cansada. Sus ojos eran como los de un animal enfurecido que estaba a punto de abalanzarse a ellos sino la dejaban en paz.

— Debemos irnos —dijo Augusta desde la puerta. Ulla y Magne se miraron para retroceder.

El último en subir fue Joshua. Había algo, no sabía qué, que le indicaba que algo había cambiado desde que habían bajado y no era que se hubiese sumado la presencia de él. En medio de todas las caras, Lena busco el rostro de Caleb. Su postura era caída y la sonrisa que le dedicó tenía una mezcla de nostalgia y clemencia. Caminó el tramo que los separaba, tomándolo de la mano y llevándolo hacia afuera con el resto. Él siempre fue bueno con ella, enseñándole cosas nuevas y preocupando por demás, era su ángel protector pero eso no significaba que ella no se preocupara por él e intentara hacerlo sentir bien.

Atravesaban el salón principal directamente hacia la puerta para abandonar las ruinas. Valquiria estaba a punto de tocar las puertas cuando todo su cuerpo se erizó repentinamente. Lena sintió ganas de ir hacia ella al verla contornearse sobre sí misma. Pero no era la única. Newén, Leonardo, Norbert y su abuela también luchaban contra sus impulsos. ¿Qué sucede? Se preguntó mirando a Ulla y Magne, con la misma expresión que ella sobre los demás. Haciendo un gran esfuerzo, Valquiria se giró para mirar a todos. Posó brevemente sus ojos en Lena antes de terminar en Joshua y Caleb. Ella hizo lo mismo, reteniendo un grito al encontrarse con un ángel muy distinto al usual. Pero no solo él, Joshua también estaba desfigurado con sus colmillos afuera. Las expresiones suaves y delicadas habían sido reemplazadas por rasgos fuertes, deformados y llenos de fiereza. Los ojos de Caleb eran completamente blancos, como si estuviese poseído, mientras que los de Joshua eran negros. La tensión que sus cuerpos acumulaban la obligo a alejarse de ellos, haciendo que Ulla y Magne también lo hicieran.

Simultáneamente y sin necesidad de palabras, todos sacaron sus armas. Augusta sostenía el alto la pistola plateada, Leonardo sostenía sus revólveres, Norbert extendía con furia su vara, y Newén desfundaba las dos espadas sobre su espalda.

— Lena —escuchó la voz de Valquiria llamándola. Estaba preocupada, a punto de ir hacia ella cuando Caleb y Joshua desaparecieron abriendo las puertas mostrando la cantidad de licántropos y criaturas amorfas que los rodeaban— Quédate con Augusta y con ellos —le indicó señalándoles a los chicos que estaban detrás de ella.

— No los voy a dejar solos peleando —intervino Augusta dirigiéndose a Norbert y Valquiria.

— No es necesario que te pongas en el papel de abuela justo ahora, sabemos cuidarnos —murmuro molesto Norbert caminando hacia la puerta.

Valquiria estaba de acuerdo y aunque Lena no deseaba que su hermana saliera allí eso era lo correcto. Ella le dio la mejor sonrisa: brillante, altiva y llena de adrenalina, y es que pelear a ella la ponía de buen humor. Luego se encontró con Newén y Leonardo. Los tres hablaron rápidamente y tras chocarse las manos salieron a pelear.

En al exterior todo era caos. Joshua y Caleb intentaban matar a las criaturas con movimientos que ni siquiera podían percibirse. Eran pocos los momentos en que Joshua era visible debido a su rapidez, pero cuando lo era, podía vérselo con pedazos de cuerpos ensangrentados en las manos y en la boca. Caleb parecía volar moviéndose de un lado a otro con su espada y cortando en pedazos a los licántropos. Los ojos blancas le otorgaban un aspecto que no se sabía si era demoniaco o angelical.

Por su parte, Norbert desplegó más la vara para empezar a correr, clavarla en el suelo y saltar a través del campo para quedar en el medio de ellos. Golpeaba todo a su paso sin temor ni remordimiento. Antes de salir, Newén activó sus lentes de visión nocturna para ver mejor. Movía sus espadas en círculos como manera de precalentar sus movimientos y comenzó a luchar con los primeros que se le acercaban. Acabando con extremidades y desangrando a varios.

Leonardo disparaba a todo lo que estuviese a su paso mientras corría hasta que las balas se le terminaron. Volvía a cargarlas con movimientos sencillas, con los refuerzos que colgaban de su espalda. Así estuvo un buen rato hasta que se decidió por sacar de un bolsillo de su pantalón una lanza que extendió para seguir luchando. Él no era una persona que se desesperaba hasta cualquier cosa, sino que siempre encontraba algo para seguir adelante. Valquiria permaneció unos segundos de pie observando el campo, hasta que localizó su primera víctima. Sin armas en mano, corrió hacia el licántropo rabioso que al verla empezó a envestirla. Solo quedaban unos metros cuando saco una cadena de su bolsillo para luego saltar y ubicarse en su espalda. Le rodeo el cuello un par de veces, localizando al mismo tiempo a otro licántropo sobre el que salto y también amarró para que ambos se ahorcaran mutuamente. Saltando lejos de ellos, los dejó para que Newén terminara con el trabajo.

Aunque ninguno se rendía, el cansancio ya se encontraba en sus cuerpos. Las bestias parecían no acabar más, como si se multiplicaran mágicamente. Caleb descuartizó a uno y se detuvo, respirando agitadamente. Miró alrededor y todos seguían luchando con las pocas fuerzas que tenían, mientras tanto en la puerta de la casa Augusta estaba con el resto mirando con atención la batalla.

— Vayan todos adentro —susurró pero llego a oídos de todos. Se detuvieron y lo miraron sin entender a que se debía todo— Adentro —murmuró pero todos lo escucharon como un grito autoritario.

Terminaron de matar a sus oponentes y corrieron a la casa. La única que quedaba en el campo era Valquiria que tenía dificultad para deshacerse de uno. Joshua la ayudó arrancándole el corazón y comiéndoselo, después la agarró de la cintura y la llevo al interior.

— Déjame salir —exclamó haciendo fuerza pero Joshua le ganaba. Sus ojos lentamente volvían a ser verdes pero su imagen llena de sangre seguía siendo perturbadora.

— No pienso dejar de vuelvas allí —dijo él con voz ronca.

— ¿Por qué? ¿No te das cuenta que son muchos? ¡Lo van a matar! —gritó ella furiosa haciendo fuerza para irse pero Joshua no pensaba dar marcha atrás. Lo van a matar; pensaba internamente. No sabía porque pero quería salir de ahí, quería pelear y terminar con todo.

— Valquiria— la voz de Lena fue como un baño de agua fría para sus sentidos. Toda la fuerza que estaba poniendo se redujo a nada, solo quería irse para correr hacia Lena.

— Déjame ir— susurró quebradiza.

Él mantuvo su mirada firma por unos minutos antes de soltarla. Abrazar a Lena era como volver a vivir. Tu lugar es estar con ella; escuchó a Joshua en su mente. Valquiria retuvo el aire y la abrazó con más fuerza. Podía sentir la humedad en sus ojos pero no iba a llorar, no si Lena estaba bien.

Afuera, Caleb estaba rodeado y en el interior, todos observaban como sus labios se movían, parecía estar rezando. Movía su daga en sentido circular alrededor de él; Valquiria recordaba que eso había hecho cuando había defendido su casa de esos demonios fantasmales. Cuida a todos, perdóname y gracias; Valquiria escuchó la voz de Caleb en su mente. Sintió un escalofrío aterrador, el miedo de tener la seguridad de lo que haría Caleb la hizo erizar. Abrió los ojos alarmada desprendiéndose de su hermana y corrió hacia la puerta para ir hacia él.

— ¡No lo hagas! —gritó en el preciso momento en que Caleb clavó la daga en el suelo y todo se rodeó de una luz cegadora.

La oscuridad volvió a reinar alrededor del campo limpio de licántropos demoniacos. Todos intentaron ubicar a Caleb, pero él ya no estaba allí. Había desaparecido, esfumado, sin dejar rastro alguno... como siempre hacía. El clima alrededor era una mezcla de preocupación, con confusión y tristeza. Leonardo y Newén estaban en el suelo, apoyados contra una pared muy cansados. Ambos observaban cuidadosamente a Valquiria que permanecía aún en estado de shock, y entre sus brazos estaba Lena quien no podía dejar de llorar. En el otro extremo del salón, Norbert descansaba en el suelo ocupado limpiando su vara sin emoción alguna por lo ocurrido. Sumergida en la confusión, Augusta permanecía en el mismo lugar que había estado todo el tiempo, con sus ojos puestos en la puerta a la espera de que la figura de Caleb traspasara la puerta y estuviese con ellos, pero eso no sucedía. Por último, Joshua miraba hacia el suelo como un ente invisible, pasando desapercibido entre las emociones de todos y el ambiente solemne.

—Sera mejor que se vayan, no hay peligro alguno por el momento —Valquiria rompió con el silencio. Ulla y Magne dudaron en un principio, y luego desistieron de hacer pregunta alguna. Se encontraban cerca de la puerta, asustadizos e inquietos, cuando Joshua se interpuso en el camino— Josh, no —le dijo Valquiria ante cualquier daño que él pudiese hacerles.

Vio un ligero brillo, a través de la oscuridad, en sus ojos. Era la primera vez en mucho tiempo que lo llamaba de esa forma. La inexpresividad en él no cambió pero se acercó más a los dos chicos. Los miró a los ojos fijamente para luego abrirles la puerta y dejarlos irse. Gracias; le dijo mentalmente Valquiria, teniendo la seguridad de que acababa de usar sus poderes para borrarles la memoria.

—¿Qué es lo que acaba de pasar? —preguntó Augusta volviendo poco a poco a ser la misma de siempre.

— Caleb se sacrificó para destruir a todas esas cosas allá afuera— respondió Joshua.

— ¿Se murió?— la voz de Augusta se volvió inestable y más aguda— Pero, él es un ángel —agregó. Joshua movió su cabeza.

— No creo que haya muerto definitivamente. Solo dejo de existir por un tiempo o quizás para siempre, todo dependiente de cómo haya actuado durante la misma —reconoció.

— Entonces, si no se ¿murió se pueden dejar de lloriquear?— exclamó enojado Norbert mirando principalmente a Lena. Valquiria se lleno de furia pero cuando iba a responder ya le habían ganado.

—Yo lo quería mucho, por eso lloro. No tengo la culpa que seas una bestia insensible —respondió Lena secándose las lagrimas. Valquiria se sorprendió gratamente al ver que su hermana tenía más personalidad de la que aparentaba.

— Todos sabemos que agredir es tu única forma de descargarte pero no te la agarres con ella —agregó Leonardo defendiéndola.

Norbert se puso de pie, iracundo, dispuesta a ir por él a matarlo a golpes, y Leonardo no pensaba quedarse atrás, pero Augusta los frenó precipitadamente.

— Basta, no es momento para esto. Así que, si hemos terminado en este lugar es mejor que nos vayamos —indicó mirando a todos y apuntando a la puerta. Nadie dijo nada porque ella tenía razón.

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