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By katiealone

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Priscila ha encontrado el trabajo de sus sueños, su nuevo jefe hará su vida miserable y ella tendrá que demos... More

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🍳 Sinopsis
Guía de personajes
Introducción
Capítulo 1: La chica nueva
Capítulo 2: Cosas bonitas y un par de tragedias
Capítulo 3: Los de arriba y los de abajo
Capítulo 4: Fuertes declaraciones
Capítulo 5: Clientes especiales
Capítulo 6: Primer día
Capítulo 7: Ayuda
Capítulo 8: Tarde
Capítulo 10: Viejos y nuevos amigos
Capítulo 11: Reencuentro
Capítulo 12: Travesuras y demás menjunjes
Capítulo 13: Visitas casuales
Capítulo 14: Inesperado
Capítulo 15: Viernes
Capítulo 16: Servicios especiales
Capítulo 17: Organizando eventos
Capítulo 18: Cena
Capítulo 19: Incidente
Capítulo 20: La Fiesta Roja
Capítulo 21: La gente habla, hay que detenerla
Capítulo 22: Ooops! Problemas
Capítulo 23: Paso a paso
Capítulo 24: Esto es guerra
Capítulo 25: Evento sorpresa
Capítulo 26: Malos entendidos
Capítulo 27: Aliados
Capítulo 28: No conformidad
Capítulo 29: Las chicas tienen que estar unidas
Capítulo 30: Palabras, palabras, palabras
Capítulo 31: Un Problema
Capítulo 32: Evidencias
Capítulo 33: Desastre
Capítulo 34: Noticias
Capítulo 35: Falsedades
Capítulo 36: No basta
Capítulo 37: Visitas
Capítulo 38: Complot
Capítulo 39: Huida
Capítulo 40: Emergencia
Capítulo 41: Hermanos, después de todo
Capítulo 42: Propuesta
Capítulo 43: Descanso
Capítulo 44: Milagros inesperados
Capítulo 45: Fuertes revelaciones
Capítulo 46: Descontrol
Capítulo 47: Por las buenas y por las malas
Capítulo 48: Claro que es una trampa
Capítulo 49: Ya supérenlo
Capítulo 50: Recuerdo
Capítulo 51: Buenas nuevas
Capítulo 52: Empezaron los problemas
Capítulo 53: Enfrentando el desastre
Capítulo 54: Luces, cámara y acción
Capítulo 55: Relax total
Capítulo 56: ¿Y nosotros? Bien, gracias
Capítulo 57: Caos
Capítulo 58: Enfrentando la verdad
Capítulo 59: Halloween
Capítulo 60: Fatalidad
Capítulo 61: Luces y sombras
Capítulo 62: Fuerte
Capítulo 63: Oportunidad
Capítulo 64: Navidad
Capítulo 65: Hasta luego
Capítulo 66: Reencuentro [Final]
Epílogo
Extra 1: Master chef
Extra 2: You can't stop the beat
Extra 3: Hoy y siempre
Extra 4: Proyectos
Extra 5: Juegos
Extra 6: Roja
Extra 7: Bebé
Extra 8: McDestino
Extra 9: Papá
La boda [Parte 1]
La boda [Parte 2]
Especial 200k: Entrevista a Rachel
Especial de Halloween [Parte 1]
Especial de Halloween [Parte 2]
El chef sediento (Otro relato de Halloween)
Otras historias de la autora

Capítulo 9: Llamada

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By katiealone

Apenas si estaba llegando a la puerta de su apartamento cuando recibió la llamada. Cameron vio el número y le pareció muy extraño que lo llamara a esa hora, sobre todo si se trataba de negocios. Pero en fin, aunque se suponía que debía dormir decidió contestar. Desde esa visita en The Oak Room no supo nada de ella y la fecha de la supuesta reunión se acercaba.

—Buenas noches —dijo amablemente al contestar.

—¡Hola! Soy Anne Marie Leggat, me recuerda, ¿verdad?

—Claro, es la señorita que me ofreció el trabajo de maître por una noche.

—¡Exacto! Me alegra que me recuerde, se preguntará por qué lo llamo a esta hora.

—Es justo lo que iba a preguntar.

—Ya que usted es el maître de ese estupendo restaurante y debe andar muy ocupado para contestar el teléfono, pensé que esta sería esta la hora indicada, ¿me equivoqué?

—Para nada. ¿Tiene alguna novedad para mí, señorita Leggat?

—Sobre lo de la cena sí, tengo una mala nueva en realidad. Ya no se va a poder realizar, falleció un familiar cercano para mi madre y pues ella no quiere hacer fiestas por ahora, ya sabe cómo son esas cosas.

—Oh... lo siento mucho. Gracias por avisarme a tiempo.

—No, lo siento de verdad, sé que le prometí una cosa y luego...

—En serio, no hay problema. Estoy bastante atareado con el restaurante, no se preocupe.

—Pero me he encargado de decirle a todas mis amistades que vayan al restaurante y que su maître es muy profesional.

—Muchas gracias, es un honor para mí que mi trabajo sea apreciado.

—Una pregunta, ¿siempre es tan formal? ¿Incluso en una conversación informal por teléfono?

—¿Es una conversación informal? Si hablamos de negocios debe ser todo lo contrario, ¿no cree?

—Pues sí, era formal hasta que le dije que ya no había cena, ahora es informal.

—Informal entonces. —Cameron entró al fin a su casa y se sentó para poder hablar un rato. Después de todo le había parecido simpática la chica, aunque ciertamente debía de ser una de esas niñas ricas que de vez en cuando quieren divertirse con gente que no era de su condición social. Diversión y un poco de burla claro.

—¿Y cómo habla informalmente un maître?

—No lo sé, quizá empezaríamos por tutearnos. Soy Cameron y usted es Anne Marie, que de ahora en adelante será solo Anne. A menos que la ofenda, claro.

—No pienses así, Cameron, no me ofendo para nada —dijo en señal que aceptaba la confianza que empezaban a darse—. ¿Sabes? Mis amigas no han dejado de preguntar por ti, no desde que supieron tu número.

—¡Oh vaya! ¿Así que tú eres la culpable de esas llamadas en la madrugada diciendo una que otra cosa sucia?

—¡Rayos! Te juro que no tenía idea de que estaban haciendo eso. En fin, ya conoces a las enfermas. La verdad es que las traes locas, piensan que eres muy sexy.

—Bueno, eso es algo que, modestamente, sospeché desde un principio.

—¡Uy si! ¡Qué modestia! —dijo y ambos comenzaron a reír—. Pero no les vayas decir que te dije, además creo que uno de estos días van para allá y si sospechan que...

—No te preocupes Anne, soy muy discreto en ese aspecto. Tus lindas amigas no sospecharán que sé que soy objeto de su deseo, entre otras cosas.

—Confiaré en ti y creeré que será así. Dime, ¿qué haces?

—Acabo de llegar del restaurante, así que voy a quitarme este smoking y luego a descansar.

—¿Sabes una cosa? Decirle a una mujer por teléfono que te vas a desnudar no es muy buena idea —le dijo, haciendo que Cameron se sonría—. A menos que quieras que esa mujer piense cosas extrañas.

—Pues eso depende de la mujer, ¿no crees?

—¿Puedo tomar eso como un cumplido?

—¿Tú que crees? —Anne contuvo un grito de emoción que estuvo a punto de soltar y simplemente dio un par de golpecitos en la cama en señal de triunfo. Desde esa última vez que lo vio no se había atrevido a llamarlo, pero tampoco lo había olvidado.

—Lo tomaré como un cumplido —contestó tratando de disimular su satisfacción.

—¿Y tú que haces?

—Pues llegue hace un rato, tomé una ducha y me preparaba para dormir justo antes de que me acordara de llamarte. Así que ahora estoy bien tranquila y arropada en mi cama.

—¿Puedo decirte algo también?

—Por supuesto.

—Puedes decirle a tus amigas que estás en la cama, pero decírselo a un hombre por teléfono es muy... muy mala idea, créeme —dijo provocando las risas de la joven quien no había pensado en ese detalle—. Al menos tengo el honor de hacer que te acuerdes de mi cuando estás en la cama.

—Vaya... vaya... eres un maître bastante subliminal, Cameron.

—¿Yo? Cómo crees, es cuestión de perspectiva.

—Si claro, perspectiva. ¿Sabes, Cameron? Fue muy agradable hablar contigo sobre tus desnudos y yo en la cama, pero estoy muy cansada, de verdad.

—Lo entiendo, yo también estoy muerto.

—Dime una cosa, ¿estás libre mañana por la noche?

—Anne, ¿soy yo o me estás invitando a una cita?

—Puede ser, me gustaría verte, ¿puedes?

—Saldré con unos amigos del hotel, el chef y la jefa de recepción, grandes amigos desde cuando yo apenas empezaba a distinguir qué era el vino.

—Wow, qué interesante. Supongo que podemos dejarlo para otro día.

—Si quieres puedes venir con nosotros, no creo que les moleste.

—Ahora quien me invita a una cita eres tú. Está bien, aceptaré pues me parece muy interesante salir con un reconocido chef y una chica talentosa. Lo es, ¿verdad?

—Claro que lo es, eso no lo dudes. ¿Entonces si te interesa?

—Por supuesto. ¿Cómo haremos? ¿Nos encontramos en algún lugar? ¿Qué te parece si voy a la salida del restaurante?

—Me parece bien, aunque me hubiera sentido más a gusto yendo por ti. Pero será como tú quieras.

—Perfecto. Me encantó hablar contigo, Cameron, y disculpa por lo del evento, de verdad, sé que eres un excelente profesional y me hubiera gustado que nos ayudes con el tema.

—No te preocupes, quizá fue mejor.

—Sí, tienes razón. Nos vemos mañana. Adiós, Cameron, cuídate.

Cuando Cameron colgó, Anne no pudo evitar sonreír de oreja a oreja. Dejó el teléfono a un lado y trató de no pensar en lo que había hecho. Desde que se fue del restaurante aquel día no logró apartarlo de su cabeza. Tenía su teléfono y además la promesa de un trabajo en un evento de la familia, cosa que por cierto no se iba a dar pues solo fue un truco para conseguir su número. Se debatió por unos días sobre qué hacer, pensó en quizá decirle que no había ya ningún evento y eso era todo.

Pero al final las cosas le salieron mejor de lo que esperaba, tuvieron una conversación bastante divertida y además consiguió una cita. Quizá sus amigas iban a matarla cuando se enteren de que iba a salir con él. Aunque en el fondo sospechaba que ese asunto no era para ellas más que una especie de juego, que quizá pronto se les pasaría y encontrarían a alguien nuevo a quien molestar.

Porque conocía perfectamente a ese grupo de chicas, que a pesar de algunas diferencias, seguían siendo sus compañeras. Todas eran hijas de las mejores familias del país, acostumbradas a tener todo lo que quisieran, aunque quizá ella tampoco tenía porque excluirse de ese grupo. Las consideraba engreídas y egoístas en ocasiones, pero ella no era así. Lo mejor era aprovechar que sus amigas estaban simplemente encaprichadas y hacer de las suyas sin molestarlas.

Y en el fondo también esperaba que Cameron no la viera como lo hacían todos. Como la chica rica que le gustaba divertirse de vez en cuando, y no como una persona normal con sentimientos y que quería tener amigos, salir con los chicos que le gustarán sin importarle de que clase social o posición fueran. Aunque su familia se oponga a cualquier tipo de esas relaciones, incluyendo amistades. Pero esta vez iba a ser diferente, no se iba a dejar pisar y haría lo que en verdad deseaba.


*****************


Era ya el sábado por la tarde y Adriano estaba en su oficina revisando algunos inventarios que luego coordinaría con logística. Había sido un día bastante aburrido, incluso en la cocina donde siempre encontraba algo entretenido que hacer. Ese día llegó directo a la cocina a ver quiénes estaban presentes y buscó ansioso a Priss con la mirada. Se decepcionó al no encontrarla, y luego supo que ese era su día de descanso.

Recordaba lo bien que la habían pasado la noche anterior, hacia tanto que no sonreía de esa manera y que nadie lo hacía reír. Se sonreía sin querer recordando todo lo que hablaron, el juego con las papas fritas y hasta la pelea con su hermano. Pensó que tenían que repetir la salida, ¿y por qué no? Esa noche iba a salir con Cameron y Emily. Es más, Cam ya le había comentado que llevaría a una invitada con ellos, así que él podía hacer lo mismo si quería.

Por más de una hora se estuvo debatiendo si invitarla o no. Tenía su número pues ella lo puso en el currículo. Tenía esas hojas entre sus manos y solo bastaba con marcar y hablar con ella. Pero pensó también que sería impropio, el hecho que hubieran salido una vez y por casualidad no quería decir que ella aceptaría también salir esa noche. Tampoco quería que Priss se sintiera obligada a ir solo porque él era su jefe, debía de ser natural. Al final decidió hacerlo, aunque no tenía idea si ella iba a aceptar o ya tendría planes para esa noche con alguien más. Era mejor no torturarse y hacerlo de una vez. Marcó el número de Priss y no pudo evitar sentirse un poco nervioso y pensar de inmediato en las palabras que iba a decirle.

—Hola —dijo una voz masculina cuando contestó, pudo haberse equivocado de teléfono.

—Hola, ¿es el teléfono de Priscila Hudson?

—Si, habla su hermano —dijo de lo más normal el chico—. A ella se le olvidó.

—Joven, ¿me podría decir a qué hora podría ubicarla?

—Emmm... no tengo idea. Salió con su novio, ya sabe, los enamorados se demoran. —Cuando Adriano escuchó eso fue casi como un golpe. ¿Novio? ¿Por qué no se lo había dicho? —. ¿Con quién hablo?

—Con su jefe —respondió ya sin muchas ganas.

—¿Es urgente entonces? —preguntó con más interés el hermano.

—Solo dígale que se presente mañana temprano en el restaurante, hasta luego —dijo y colgó.

El chico dejó el teléfono a un lado y se acomodó en el sofá para seguir leyendo ese libro, aunque la verdad no tenía mucha intención de hacer las tareas de la escuela y se distraía con cada cosa que pasaba. En ese momento Priss llegó a casa y lo encontró así en pleno relajo.

—Dejaste tu celular, genia —le dijo sin apartar la vista del libro mientras le daba una ojeada al libro en busca de algo interesante.

—Lo sé, se me hizo tarde en la clase también. Dime, ¿alguna llamada perdida? —preguntó mientras lo tomaba buscando las llamadas recientes.

—Si te llamaron, le dije que estabas con tu novio.

—Si claro, el novio que no tengo —respondió y vio entonces el número de quien la había llamado—. Espera, este es el número del restaurante.

—Así es, te llamó tu jefe.

—No me... ¡Ed! ¿Le dijiste a mi jefe que estaba con mi novio inexistente? —dijo muy molesta no porque sea su jefe, sino porque era Adriano. Y no quería que él piense eso de ella, y mucho menos que tenía novio porque no era cierto.

—¿Y qué tiene? Además tu jefe no tiene por qué llamarte, escuche voz de hombre y me puse celoso. ¿Qué tiene de malo cuidar a mi hermanita?

—¡Déjate de tonterías! ¡Estás arruinando todo!

—Oye ya cálmate. No es la primera vez que hago lo mismo, no entiendo porque reaccionas así.

—¿Sabes qué? Ya olvídalo, está hecho —dijo tratando de calmarse.

—En fin, voy a seguir estudiando.

—¡No finjas que estás leyendo! ¡Estudia ahora!

—¡Estudiame esta! —dijo sacando el dedo del medio.

—¡Eres insoportable! —le gritó mientras iba camino a su habitación.

—¡Pero no podrías vivir sin mí, nena!

—¡Cierra la boca, chiquillo! —gritó.

Priscila llegó muy molesta a su habitación y trató de calmarse. Su hermano le había dicho a Adriano que tenía novio, cuando un día antes ellos habían tenido una especie de "cita" y la habían pasado muy bien. Quizá él sentiría una especie de molestia al saber que "tenía novio", aunque eso no fuera cierto. Si se suponía que era así ella debió habérselo dicho, y como no lo hizo la confianza que empezaban a tener se rompió. Su hermano no notaba que tanto había metido la pata, las consecuencias las sabría al día siguiente y esperaba que no fueran malas.


****************


Era el último día para el huésped de la suite ejecutiva, así que Camila aprovechó para limpiar en el momento en que él salía. Supuso que tendría el suficiente tiempo para limpiar con tranquilidad, así que empezó con calma. Los dos primeros días estuvo bajo la supervisión de Olivia y de otra de las chicas, pero esa vez lo haría sola. Luego alguien más iría con ella cuando el huésped se haya retirado y así dejar todo listo para la inspección. Ya tenía todo listo, hacía la cobertura de la cama, cuando escuchó que alguien entraba a la habitación. En un principio creyó que era la gobernanta que iba a supervisarla, pero se equivocó.

No había visto al huésped desde el incidente con la amante y la novia aquella vez, así que se sintió un poco descolocada. Ahora no tenía idea como afrontar la situación de él ahí dentro y qué podía decirle. Alec entró sonriendo de una forma que quizá era algo malévola, o quizá era simplemente una sonrisa. El hecho era que la miraba de pies a cabeza y sonreía. Ella trataba de esquivar su mirada, quería decir algo, pero era como si las palabras no fluyeran.

—Hola, esperaba verte el día de hoy —dijo mientras se fijaba en su nombre que tenía bordado en el uniforme—. Camila, ese es un lindo nombre.

—Gracias —contestó sin saber que más agregar—. Estaba de salida, ya termine mi deber.

—No, aún no has terminado. Nelly me habló de ti, me dijo que estaba agradecida por lo que hiciste ese día, muy agradecida en realidad.

—No sé de qué está hablando.

—Por favor, no necesitas fingir conmigo. Nelly, la chica que encontraste acá cuando viniste a limpiar, a la que ayudaste a escapar, ¿recuerdas?

—Si, claro que lo recuerdo. Pero eso ya pasó y no hice más que mi deber.

—Eso no era deber. En fin, Nelly está muy agradecida. Me dijo también que no quisiste aceptar ninguna propina, lo cual, siendo sinceros, no me parece justo.

—No quiero una propina, solo hice lo que creí que estaba bien.

—Lo siento mucho, pero no puedes irte de aquí sin que te dé lo que mereces. —Entonces sacó de su bolsillo un billete de cien dólares. La verdad ese dinero no le haría nada mal a Camila, pero primero debía pensar en su ética profesional.

—No quiero un soborno, señor, no diré a nadie lo que vi, no tengo intención de perjudicarlo.

—¿Quién habló de un soborno? Es solo una recompensa por tu discreción y por habernos ayudado.

—Señor —dijo mientras tomaba su carretilla e iba hacia la puerta—, si hice eso no fue por usted, ni lo conocía. Lo hice por la joven, no me hubiera gustado ver como humillaban a alguien que parecía ser buena persona.

—¿Entonces no vas a aceptar?

—No lo haré, no necesito propinas por eso. Lo que hice tampoco estaba bien, lo mejor hubiera sido que todas esas mentiras salieran a la luz, pero no iba a ser bueno para el hotel ni para la joven, eso es todo.

—Bien, bien. Tienes principios, linda, eso me agrada —dijo guardando el billete otra vez —. De todas maneras gracias por lo que hiciste.

—¿Le puedo hacer una pregunta? —él asintió—. ¿Por qué pidió que fuera su camarera?

—Pues es porque te necesito —dijo para sorpresa de la joven. Alec se sentó en la cama, se estiró relajado y se quitó el saco—. Ahora sabes algunos de mis secretos, quiero gente de confianza en caso de que, ya sabes, suceda algún imprevisto.

—Señor, soy la camarera, pero no voy a cubrir sus sinvergüencerías —dijo firme. Alec la miró sorprendido por unos segundos y luego se echó a reír.

—No te preocupes, linda Camila, pronto sabrás mucho más.

—Ya me tengo que ir, hasta luego —dijo tomando su carrito y dándose la media vuelta. No sabía si podría seguir conversando por más tiempo con ese hombre.






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