Touchdown

By CreativeToTheCore

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Primer libro de la serie #GoodBoys. En físico gracias a Nova Casa Editorial (este es un borrador). Inteligent... More

Sinopsis
A d v e r t e n c i a
001 | Vodka
002 | Resaca
003 | Reglas
P e r s o n a j e s
004 | Discernimiento
005 | Tackle
006 | Globos
007 | Cómplice
008 | Captura
009 | Neurótica
010 | Rito
011 | Ratatouille
012 | Incivil
013 | Brigada
014 | Fluctuación
015 | Apertura
016 | Medidas
017 | Inseguridad
W A T T P A D E R S
018 | Antropoide
019 | Sunshine
020 | Viralizar
021 | Adictos
022 | Insinuaciones
A V I S O
023 | Huesos
024 | Telón
025 | Ayer
026 | Sinfonía
027 | Ojeras
028 | Estadística
029 | Inefable
030 | Luciérnaga
031 | Acéptalo
032 | Artero
W A T T P A D E R S
033 | Sentir
034 | Taquicardia
035 | Lavanda
036 | Rosas
037 | Tradicional
038 | Indemne
039 | Intensidad
040 | Límites
041 | Estrechar
042 | Eupéptico
043 | Necesidad
044 | Lío
045 | Balas
046 | Prometedor
047 | Control
048 | Irresoluto
049 | Tentar
050 | Pretérito
051 | Boa
052 | Cuentos
W A T T P A D E R S
054 | Sobrevalorar
055 | Camaradería
056 | Escalar
057 | Bifurcar
058 | Halloween
059 | Halloween al cuadrado
060 | Caer
061 | Fragmentos
062 | Tempestad
063 | Más
064 | Etéreo
A V I S O
065 | Terrario
066 | Desperdiciar
067 | Dilucidar
068 | Valijas
069 | Obsequios
070 | Señas
071 | Leyes aeroportuarias
E P Í L O G O
Agradecimientos y avisos
En físico: Librerías
🎄 ESPECIAL NAVIDEÑO 🎄

053 | Inconmensurable

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By CreativeToTheCore

KANSAS

«Te quiero».

Escuché bien, sé perfectamente lo que acaba de confesar hace solo minutos atrás: me quiere. Eso dijo, eso escuché, eso me estremeció e hizo saltar mi ya acelerado corazón.

Me resulta difícil de explicar lo que siento. De seguro es porque la realidad es que no estoy sintiendo nada en absoluto. No puedo respirar, mucho menos pensar o sentir mientras aquellos ojos azules vacilan antes de tomar una decisión. El entumecimiento hace pesar mis músculos y presiento que voy a caer en cualquier momento y, como Malcom parece estar tan estático como yo, asumo que voy a terminar besando el piso.

Y no barro hace tres días, así que debe estar sucio.

—Necesito que abras la boca y me respondas, porque no creo que pueda seguir soportando tu suspenso de telenovela —aclaro.

—Una vez leí que el cerebro humano recibe 36 litros de sangre cada hora, eso equivaldría a 864 litros por día —dice antes de acercar su mano a mi rostro. Un escalofrío me recorre la espina dorsal en el segundo en que sus cálidos dedos hacen contacto con la piel de mi cuello y su pulgar acaricia suavemente mi mejilla—. Esto implicaría la llegada de unos 0,6 mililitros por minuto, y en los últimos sesenta segundos en los que te he estado observando la sangre parece haberse drenado de ti, estás pálida y pareces no tener reacción. Ni muscular ni cerebral... —simula el diagnóstico de un médico y la misma expresión que este usaría para dar una mala noticia.

—No sé de qué hablas, eso no tiene nada que ver con esto. —Me sorprende la forma en que mi voz sale, como si se hubiera tornado más débil.

—Hay muchas causas por las que palidecemos, pero creo que tú lo haces porque tienes miedo —sigue, y en cuanto sus palabras penetran mis oídos mis músculos entumecidos vuelven a la vida únicamente para tensarse—. Palideces porque tus capilares sanguíneos se estrechan y así se logra mandar la sangre a lugares de tu cuerpo que son más aptos para huir. Porque estás asustada, Kansas. —Su tono es ronco y bajo, cargado de seguridad y cierta preocupación—. Y aún no logro saber el porqué.

—Tal vez sea porque no quiero escuchar la respuesta en caso de que no sea la que yo quiero oír —declaro—. Ese es motivo suficiente para querer salir corriendo de la habitación, Malcom. —Sonrío, pero la sonrisa divertida que quiero exteriorizar termina por ser el antónimo de tal adjetivo—. Supongo que tengo miedo al rechazo, pero ¿quién no lo tiene?

Las comisuras de sus labios se elevan con suavidad y, a pesar de que no es una sonrisa que muestra sus dientes o que llega hasta sus ojos, la considero la mejor sonrisa que he visto en toda mi vida.

—No deberías tenerle miedo al rechazo —apunta deslizando su pulgar de mi mejilla hasta mi boca. La yema traza una línea imaginaria a lo largo de mi labio inferior, la cual es seguida por su aguda mirada—. Porque dudo que alguna vez alguien vaya a rechazarte, Kansas.

—¿Y qué hay de ti?

—Yo no soy la excepción.

Estamos tan cerca que soy capaz de sentir la calidez de su cuerpo y, en cuanto la última palabra sale de sus labios, mis manos se lanzan desesperadas en su búsqueda. Rodeo su cuello y él lleva su mano libre a mi espalda, acercándome con una leve y pequeña presión.

—¿Entonces escribimos un cuento? —Enarco una ceja.

Él no responde, solo se limita a mirarme a través de las largas y delgadas pestañas que posee. El color oceánico de sus ojos se intensifica y me escanea, absorbiendo cada detalle de mi rostro.

Él asiente.

Y me besa.

O eso intenta hacer.

—¡Las cebollas no se pelan solas, Beas...! —La puerta de la habitación de huéspedes se abre a la velocidad de la luz, revelando a un Bill Shepard con delantal floreado y una expresión nunca antes vista.

Las palabras mueren en la punta de su lengua en el segundo en que sus ojos acaramelados caen sobre nosotros. Detrás de él aparece una Harriet realmente agitada, como si hubiera corrido a lo largo de las escaleras para impedirlo. Jamie hace acto de presencia con un cucharón de salsa en mano, y en cuanto sus ojos nos encuentran, se abren de par en par, levanta el utensilio sobre la cabeza de Bill y veo la intención en su mirada.

Dudo que mi padre quede inconsciente por un golpe hecho por un cucharón de salsa.

¿Dónde está Zoe con el vodka cuando se la necesita?

—Ni se te ocurra —gesticulo mirando a la pelirroja y alejándome de Malcom lentamente. Cualquier movimiento brusco puede detonar la bomba dentro de Bill Shepard—. Papá, ya hablamos de esto, ¿recuerdas? —inquiero trasladando mis ojos al hombre a solo pasos de nosotros—. Digerir, aceptar y superar —digo trayendo las palabras al presente.

—Es complicado digerir algo cuando ni siquiera te lo has comido, hija —replica entre dientes. Sus ojos están fijos en el número veintisiete, y tengo el presentimiento de que está pensando en Malcom como sinónimo de carne—. ¿Sabes a qué velocidad puede viajar el puño humano, Beasley? —inquiere y, como buen sabelotodo, Malcom está a punto de responder—. Bueno, lo averiguarás si no llevas tu trasero a la cocina y comienzas cocinar. —Eso es lo que se necesita para que trasero europeo mantenga la boca cerrada—. Créeme, es mejor derramar lágrimas por una cebolla que por un puñetazo.

Malcom, tal rayo McQueen, se precipita por el pasillo. Sin embargo, soy consciente de las palabras que mi padre añade en voz baja cuando pasa por su lado: «Tenemos que hablar más tarde, hablar de verdad».

Sus ojos recaen en mí por última vez antes de girarse sobre sus pies y salir de la habitación, dejándome a solas con Jamie y Harriet.

—Eso no salió bien —reconozco.

—Deberías haberme dejado golpearlo —replica la pelirroja dando pequeños golpes con el cucharón en su mano.

—Por primera vez en mi vida estoy de acuerdo con Jamie —añade la futura abogada con la respiración acelerada.

Pasos vuelven a escucharse desde las escaleras y las tres nos tensamos.

—¿Qué hacían todos aquí arriba? ¿No van a cocinar? —inquiere Zoe asomándose por el pasillo y observándonos con curiosidad—. Tengo un hambre de muerte —añade arrebatándole el cucharón a Jamie para llenar su pequeño dedo con la salsa que aún queda en el utensilio.

—No digas eso, Zoe —la reprocho al oírla utilizar tal expresión—. Suena realmente feo, y sabes que a tu madre no le agrada que digas cosas como esas.

—Lo siento —se disculpa llevándose el dedo a la boca—. Estoy realmente alcoholizada —se corrige sin entender a lo que me estoy refiriendo.

Bueno, Zoe es Zoe, no hay mucho que se pueda hacer al respecto.

—Deberíamos bajar —murmura Harriet recuperando el aliento—. Escuché el auto de Ben afuera y eso quiere decir que los Jaguars están llegando. —Soy testigo del leve sonrojo en sus mejillas—. Además, no es seguro dejar a Malcom a solas con Bill, no con lo que acaba de suceder.

—Buen punto.

***

—Touchdown! —La multitud de jugadores amontonados en mi sala grita de forma eufórica cuando Alex Smith anota, estableciendo la victoria definitiva para los Kansas City Chiefs.

—¡¿Vieron eso?! —exclama Timberg sentado sobre la alfombra—. ¡Fue épico, majestuoso, de locos! —dice sorbiendo un fideo con un chasquido y salpicando salsa en los alrededores.

—¡De locos será lo que te van a cobrar para comprarme una alfombra nueva si esas manchas de tomate no salen! —ladra mi padre señalándolo con su dedo índice—. ¡Más vale que limpies eso, Timberg! Y si de paso quieres asearte, te lo agradecería —añade arrugando su nariz—. Porque aquí huele fatal y no tengo duda de que fuiste tú.

Los Jaguars comienzan a maldecir cuando el olor de un putrefacto gas se eleva entre las masas de aire e irrita las fosas nasales de todos, incluidas las mías.

—¡Te cagaste horrible, Timberg! —acusa mi padre agitando una mano frente a su rostro, con fastidio y desagrado.

Tengo la certeza de que esta vez no fue él queriendo encubrir uno de sus deslices dado que los gases de mi padre son verdaderamente ruidosos, este, por otro lado, fue más que silencioso.

—¿Sabían que una flatulencia normalmente está constituida por un 21% de hidrógeno, 59% de nitrógeno, 9% de dióxido de carbono, 7% de metano, un 3% de oxígeno y el 1% que resta puede ser una mezcla de azufre y otros elementos? —inquiere Malcom ganándose una mirada cargada de severidad por parte de mi padre.

Bill ha estado lanzándole miradas fulminantes durante toda la velada, y hasta ha intentado hablar con él a solas. Sin embargo, Harriet, Jamie y yo nos encargamos de que eso no sucediera. Sé por la forma en que el entrenador le habló al número veintisiete más temprano que lo que sea de lo que tengan que conversar es algo serio, y posponerlo solamente logra impacientar a mi padre. Pero lo único que deseamos es una noche tranquila, cosa que logramos gracias a que los Chiefs jugaban hoy contra los Denver Broncos, porque de otra forma Bill no hubiera cedido a posponer la conversación.

—¡Qué información más útil, Marcos! —replica Gabe en el sofá a mi lado, subiendo sus pies a la pequeña mesa ratona—. Decirle a la gente que acabas de lanzar algo de metano por tu trasero no los tranquilizará. Sin embargo, tengo que admitir que es bastante genial —añade—. Si lo dices de esa forma suena como un superpoder.

—¿Saben qué otra cosa es tan sorprendente como el metano? —inquiere Logan sentando donde usualmente lo está Joe.

No fue una gran sorpresa cuando no se presentó esta noche, y eso se debe a que Sierra me envió un mensaje dejándome saber que había convencido a Donna para que le dijese la verdad.

Aún no sé exactamente por qué Montgomery está ayudando a la embarazada, y la realidad es que la curiosidad se incrementa con cada segundo que paso sin recibir respuesta alguna. Sin embargo, lo que más me preocupa es Joe; ¿se encuentra bien? ¿Cómo lo tomó? ¿Qué hará? Jamie intentó tranquilizarme con el hecho de que el domingo hablaríamos con él, dado que creía que necesitaba algo de tiempo a solas para asimilarlo. Acepté la oferta de esperar dos días, pero aclaré que eso era algo que no pospondríamos.

—Es asombroso el hecho de que Harriet siga durmiendo a pesar de los gritos y el hedor que hay aquí —finaliza Mercury tras tragar algo de pasta y hacer un ademán en dirección a la rubia.

Harriet estaba realmente agotada, y no fue una sorpresa que comenzara a cabecear a mitad del juego.

—Tiene el sueño pesado —argumento dejando mi plato vacío a un lado de los pies de Gabe y comenzando a incorporarme para despertarla.

Ella se durmió sentada en una de las sillas de la cocina, con sus brazos sobre la mesa y su cabeza sobre ellos. Probablemente se encuentre adolorida por la mañana por pasar tanto tiempo en esa posición, así que es mejor despertarla.

Una Harriet quejumbrosa y con contracturas musculares no es nada bueno con lo que lidiar.

—No la despiertes —se precipita a decir Ben antes de llegar a mi lado—. Se notaba cansada, deberías dejarla.

—Le va a agarrar tortícolis —objeto—. Solo le voy a decir que suba a mi habitación, puede quedarse a dormir. ¿Verdad, papá? —inquiero, pero este está demasiado ocupado atacando a Chase y engullendo una bola de fideos que posiblemente ni entre en la palma de mi mano.

—En ese caso yo me ocupo, Sunshine —asegura Ben en voz baja, y en sus ojos brilla un sentimiento que pocas veces contemplé en su mirada.

Mientras vuelvo a mi lugar e intento pretender estar interesada en la conversación que acaba de emerger, por el rabillo del ojo soy testigo de la forma en que Hamilton se acerca a Harriet con cuidado. Pasa una de sus manos detrás de sus rodillas y otra a lo ancho de la espalda de la muchacha y, sumido en silencio, la acomoda entre sus brazos para luego dirigirse hacia las escaleras. La imagen logra verter azúcar por todo mi sistema, o así se siente dado que reprimo una sonrisa que veo como una manifestación de dicha dulzura.

Jamie tuvo que irse temprano dado que mañana a primera hora debe ir a hacerse unos análisis de sangre, nada fuera de lo común. Pero si ella estuviera aquí probablemente estaríamos compartiendo esa mirada que les das a tus amigas cuando una de ellas tiene un momento con el chico que le gusta.

Esas miradas son de las mejores.

—¿Recuerdan el juego de los sinónimos? —inquiere Ottis sentado al lado de mi padre, quien le cede su tazón de fideos cuando al muchacho se le acaban—. ¿Jugamos?

—Solamente si al perdedor le hacen un desafío, uno que yo mismo elegiré —está de acuerdo Bill.

Los Jaguars se ponen de acuerdo mientras imágenes de los juegos anteriores vienen a mi mente; es realmente sencillo, solo se deben dar sinónimos de una palabra sin repetir ni pensar por más de cinco segundos. Luce inocente, pero créanme que no lo es. Lo peor de todo es la consecuencia al perder.

Un vez Timberg se vio obligado a orinar al aire libre en pleno campus de la universidad, en otra ocasión tuvo que usar naranjas simulando que eran senos durante una semana entera —hasta en los partidos, lo que lo posicionó como la burla de la BCU y lo avergonzó ante un equipo de otro condado que no hacía más que lanzarle besos y piropos—, y la última vez que perdió... Será mejor ni mencionarla. El hecho es que Chase siempre pierde, y exactamente por eso a mi padre le encanta decidir los castigos.

—Hagamos como si fuera un duelo —propongo pensando que el pobre Timberg ya tuvo suficiente humillación en lo que va de la universidad y la vida entera—. Uno contra uno. Los restantes deben elegir a quién apoyar, y si su elección pierde deben cumplir la prenda junto a él.

—Consecuencia colectiva —apunta mi padre acariciándose la barbilla—. Me encanta que mi sangre y maldad corra por tus venas, Kansas. Escoge los competidores y comencemos con esto.

—Hyland y Beasley.

MALCOM

Me percato de que Ben está llevando a Harriet escaleras arriba por el brillo que destella en los ojos de Kansas. Una sonrisa parece querer tirar de sus labios, pero ella, como toda una Shepard, la reprime y deja que su mirada lo diga todo.

Hay complicidad en sus ojos en el momento en que estos se encuentran con los míos a través de las masas de aire. La diversión y perspicacia abundan en el verde y marrón de su mirada, en ese lienzo de colores tierra que el proceso biológico de reproducción creó.

Entonces, me percato de que todos me están mirando.

Literalmente lo están haciendo. Todos.

—¿Ocurre algo? —inquiero desconcertado. ¿Por cuánto tiempo la he estado contemplando? Porque parece que acabo de perderme una conversación entera.

—Guerra de sinónimos —resume Bill—. ¿Estás dentro o no, Beasley? —interroga cruzando sus brazos sobre la amplitud de su pecho.

—Una guerra de sinónimos no suena muy rudo, es más intelectual —señalo.

—Por eso te nominé —señala Kansas imitando el gesto de su padre, pero el hecho de que tenga senos hace que luzca una decena de veces mejor que el coach—. Empieza Gabe, en tres...

—Espera, espera. ¿Contra Hyland, de ver...?

Me interrumpe.

—Dos...

Esto será realmente sencillo.

—¡Uno! —se precipita un impaciente Bill y, seguido de esto, varios jugadores comienzan a gritar nuestros apellidos y se reacomodan en la sala como si hubiera dos equipos; unos pocos detrás de Gabe y una cantidad considerable detrás de mí.

—Grande. —Sonríe Hyland colocando sus manos detrás de su cabeza en un gesto cargado de confianza.

—Exorbitante.

—Gigante —dice arqueando una ceja con desafío.

—Desmesurado.

—Enorme.

—Colosal —ataco casi al borde de mi asiento.

—Descomunal —contraataca.

—Mayúsculo.

—Desmedido.

—Ingente —replico.

—Teddy.

—Inconmensura... ¿Teddy? —inquiero con confusión.

—Ese no es un sinónimo de grande, Hyland —apunta Mercury, y por lógica debo apoyarlo.

—En realidad lo es —replica el muchacho haciendo un ademán a sus pantalones—. Teddy tiene un tamaño antinatural, así que su nombre debería ser considerado como un sinónimo de grande.

Exceso de información, información innecesaria y sospechosa. No confiar en el origen de la misma.

—¡Eso es más repugnante que Timberg, Gabriel! —exclama Bill con su preclaro desagrado—. ¡Largo de mi casa, moco...!

Sus palabras se desvanecen en el segundo en que un maloliente aroma llena el aire.

—No otra vez, por favor —se queja Kansas observando a su alrededor, como si estuviera buscando al culpable.

—¡Eres un cochino, Timberg! —se queja el entrenador poniéndose de pie.

—¡Yo no fui, coach!

—¡No mientas! ¡No me gusta que mis jugadores nieguen tirarse gases cuando sé que lo hicie...! —Shepard es obligado a cerrar la boca cuando un chillido penetra los oídos de todo el mundo.

—¡Billy, tú no puedes gritarle así a Chase! —reprocha Zoe, sentada en la alfombra dibujando en uno de sus tantos cuadernos rosados. Adam, el primo de Gabe, se encuentra con un libro en su regazo a la derecha del parásito—. Él no tiene la culpa de haber comido tanto chocolate y haberse tomarse más de una taza de leche —dice con su pequeño ceño fruncido.

Entonces, el silencio llena la habitación mientras los ojos de cada persona caen en la remera amarilla y rosada de la niña, la cual tiene una gran mancha marrón en el frente.

Es la evidencia.

Adam, quien es lo suficientemente inteligente a pesar de su corta edad, abre los ojos como platos antes de deslizarse silenciosamente lejos de Zoe, quien ha vuelto a dibujar despreocupadamente en su cuaderno sin percatarse de las decenas de ojos anclados en ella.

—Zoe, ¿no tienes otra cosa que decir al respecto? —inquiere Kansas acercándose a la cría en un intento por mantenerse seria, pero parece imposible.

—Solamente que Timberg debería dejar de comer chocolate —dice moviendo sus trenzas de un lado a otro, es una gran actriz, a decir verdad—. Pero no debes preocuparte, Chase —dice mirando al muchacho que se encuentra perplejo a mi lado—. Los gases son completamente naturales —recuerda poniéndose de pie y atravesando la horda de corpulentos jugadores de fútbol, quienes le abren paso. No sé si lo hacen por el olor o por pura caballería. Una vez que llega a Timberg abraza una de sus piernas en forma de consuelo—. No debes avergonzarte, está bien.

Otra silenciosa y mortal flatulencia se eleva en el aire. Bill ya está abriendo las ventanas de toda la casa para el momento en que las risas llenan el lugar.

Zoe es bastante ingenua.

Y mentirosa.

Pero al fin y al cabo es una niña, una a la que estoy tomándole cariño por desgracia. Un gusto acerbo me llena el paladar al percatarme de que dentro de siete días ya no estaré aquí para ver esta clase de cosas. Porque eso me queda en Betland, una semana más y luego me mudaré a Chicago.

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