Legado I: Herederos de Sangre...

By alexklyver

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Valquiria Von Engels es una de las mejores cazadoras de su generación, perteneciente a una raza de humanos do... More

Booktrailer
Personajes
Legado I: Herederos de Sangre
Prefacio
Capítulo 1. Los Cazadores
Capítulo 2. El invitado indeseado
Capítulo 3. Atormentada
Capítulo 4. Paranoia
Capítulo 5. Legado de Sangre
Capítulo 6. El Diario de Enar
Capítulo 8. La decisión de Lena
Capítulo 9. Bienvenida al oficio
Capítulo 10. La Dinastia Oculta
Capítulo 11. Asuntos de Familia
Capítulo 12. Ángel o Demonio
Capítulo 13. Estirpe
Capítulo 14. El templo y la capitana
Capítulo 15. Viveka
Capítulo 16. El vikingo
Capítulo 17. The Fallen
Capítulo 18. Las Ruinas
Capítulo 19. Deimon
Capítulo 20. El Palacio Perdido
Capítulo 21. Los Herederos del Príncipe
Capítulo 22. Daño Colateral
Capítulo 23. El Otro
Capítulo 24. A Prueba
Capítulo 25. Los Descendientes
Capítulo 26. Los Hijos de la Luz
Capítulo 27. El Ángel de la Muerte
Capítulo 28. Vientos de Oscuridad y Esperanza
Epilogo
Extra #1: Escena Eliminada
Continuación
Cronología
✳ Extra

Capítulo 7. El Ejercito Celestial

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By alexklyver

El grito hizo que su corazón se detuviera. O por lo menos lo había sentido así, siendo recorrida por una punzada dolorosa que atravesaba su pecho. La adrenalina empezó a fluir por sus venas haciéndola sentar en la cama. Mientras sentía su cuerpo erizarse agarró el arma sobre la mesa de noche y salió corriendo hacia la habitación de Lena vistiendo un pantalón y una vieja camiseta, y sin preocuparse en calzarse.

A mitad de camino se encontró con Leonardo y Newén; ambos tan exaltados como ella y cargando sus armas de preferencia. Los tres se miraron y sin intercambiar palabras ya sabían como había que actuar. Newén tomó la vanguardia para abrir la puerta de una patada, dándole paso a Valquiria y a Leonardo que apuntaban con sus pistolas hacia el interior de la habitación. Dieron un rápido vistazo para asombrarse con que no había nada. Tan solo estaba Lena sentada en la cama con la luz prendida y con una expresión llena de miedo. Valquiria observó como el miedo de su hermana se transformaba en horror al verlos apuntándole con sus armas. Solo se asustó al despertar en otro lado; pensó ella bajando su arma pero aún así sintiendo la necesidad de ver si había peligro alguno.

Como si todos hubiesen entendido la situación al mismo tiempo, Leonardo y Newén también bajaron sus armas, ocultándolas de los ojos desencajados de Lena. Y mientras Valquiria se acercaba a ella, ambos se aseguraban que en la habitación todo estuviese bien. Lena estaba a punto de gritar nuevamente cuando Valquiria llegó a su lado. Dejando el arma en la mesa y posando su mano sobre la boca de su hermana.

— No te asustes, no pasa nada —le susurró despacio peinándole con la otra mano el pelo hacia atrás. Los ojos de Lena estaban desorbitados, grises como nubes y con lágrimas que no se atrevían a salir.

— No hay ningún peligro —murmuró Newén con solemnidad a Valquiria. Ella asintió y esperó a que ambos dejaran la habitación para poder centrarse en su hermana.

Respiró hondo para poder tranquilizar la fiera interna que llevaba y que no la dejaba relajarse por completo. Se encontró con la mirada horrorizada de Lena y sintió un dolor interno. No sabía si era culpa, remordimiento o algo parecido; hacía años que no experimentaba esos sentimientos. Lena acababa de verla como era realmente y presentía que rechazaría por completo ese mundo. Los ojos de Valquiria se oscurecieron de repente, volviéndose sombría y frágil al mismo tiempo. Siempre le era extraño como su hermana la hacía sentir: débil y emocional.

— Si saco mi mano, ¿Vas a volver a gritar? —preguntó con precaución.

Lena no respondió inmediatamente. Quedó detenida unos minutos y luego negó dudosa. Lentamente Valquiria sacó su mano, observándola con cuidado. Tras recorrer la habitación con la vista, los ojos de Lena recayeron en su hermana con firmeza.

— ¿Dónde estamos? —preguntó; su voz era un quebradizo susurro.

— Este lugar pertenecía a nuestro bisabuelo, puede ser que Augusta te haya traído. ¿Lo recordas? —preguntó y ella asintió con tranquilidad; sumergida en un mar de pensamientos que Valquiria moría por decodificar.

Paulatinamente la palidez de Lena se había esfumado y volvía a tener un color rozagante en sus mejillas, al igual que un ligero brillo en sus ojos.

— ¿Por qué estamos acá? —preguntó— Quiero la verdad —exigió con una seguridad que sorprendió a Valquiria.

Valquiria quedó en un profundo silencio. En su interior se debatía que hacer y qué decir. Quería poder mentirle a su hermana para que su vida siguiese siendo como era, pero ella era grande y después de haber huido, no tenía la seguridad que todo pudiese ser como antes. Tampoco se imaginaba como Lena podía llegar a reaccionar ante la verdad. Una verdad que le abría la puerta a un mundo inmenso, oscuro y peligroso. Tras debatirse internamente, notó la intriga en el rostro de su hermana. Y sabía que si no lo intentaba, nunca sabría como reaccionaria.

— Tuvimos que huir de nuestra casa porque estábamos en peligro ahí —le dijo con tono sereno— No sé porque querían atacarnos, solo sé que teníamos que protegernos, y protegerte —agregó. Los gestos de Lena cambiaron y una arruga se formó en el entrecejo.

— ¿Si nosotros no hemos hecho nada? —preguntó desorientada.

Valquiria tragó saliva, se sentía nerviosa. ¡Mierda! Exclamó mentalmente sin recordar la última vez que había estado nerviosa. Creo que cuando la volví a ver; pensó instantáneamente repasando las líneas suaves de su rostro.

— No es por lo que hemos hecho, es por lo que somos —indicó acomodándose en la cama— Lena, nuestra familia es diferente a otras familias de Aage o del mundo entero. Tanto la nuestra como la familia de Newén, Leonardo, y muchas más, pertenecemos a una especie de elite.

Valquiria movía sus manos con gracia como si canalizara su nerviosismo allí.

— ¿Pertenece a una logia? —preguntó inquieta. Creo que eso sería más fácil de explicar.

— A una raza —sentenció y vio los ojos de Lena expandirse.

— ¿No somos... —las palabras no lograron salir de sus labios. Valquiria movió ligeramente su cabeza negando.

— No somos humanos propiamente dicho. Somos una línea que tiene un ligero parentesco a los humanos. Somos más evolucionados —respondió. La palidez en Lena volvió, e inclusive podía sentir el latir de su corazón— Sé que esto es algo muy fuerte para escuchar así como si nada, pero me pediste la verdad. Y esto es solo una mínima parte de una verdad mucho mayor —comentó Valquiria— No sé si está bien que te diga todo de una vez y tampoco creo que pueda porque es mucho. Solo quiero que sepas que todo va a seguir siendo igual en tu vida, no tiene por qué cambiar —podía oír en su propia voz un ligero temblor que la obligó a detenerse.

— ¿Y porque tendría que cambiar? —preguntó con intriga.

La inexpresividad inundo el rostro de Valquiria, que se volvió como una máscara y Lena notó ese cambio. Poso con cuidado su mano sobre la de su hermana, en un gesto que le daba a Valquiria la fuerza necesaria para poder seguir hablando.

— La raza a la que pertenecemos es una especie de humano que solo tiene un objetivo en este planeta. Somos cazadores, también llamados kamikazes y ángeles terrenales; el ejercito de Dios en la tierra. Fuimos creados hace miles de años para matar criaturas que en tu vida normal solo existen en esas series y películas que te gustan —explicó— En nuestra vida, el entrenamiento empieza desde muy chicos. Todas las familias envían a sus hijos a la academia, donde se forman como cazadores y además de otras cosas —agregó notando el silencio sepulcral de Lena— Todo el tiempo que creíste que estaba en un internado en Berlín y en la universidad, me encontraba en la academia de cazadores donde Augusta me envió tras la muerte de nuestros padres.

Cada minuto que Lena permanecía en silencio le parecían millones de años. Veía sus gestos cambiar pero no decía nada. En un momento notó la brillantez de sus ojos y las lagrimas que se amontonaban en sus ojos. Valquiria le peinó el pelo con suavidad, rememorando una de las últimas noches en donde la vida de Lena aún era normal.

— La abuela no pudo haberte mandado a ese lugar, ella no me mentiría —exclamó con voz entrecortada. Valquiria no dijo nada, solo la miraba comprendiendo como las mentiras de su abuela repercutían en la ingenuidad de su hermana.

Lena estaba sufriendo; lo podía ver y hacía sentir a Valquiria inútil no poder darle las respuestas que necesitaba oír. Por un minúsculo momento, se puso en el lugar de Augusta; era entendible que le mintiera a Lena. Cómo iba a decirle que su hermana se estaba criando sola y austeramente recibiendo entrenamiento militar, mientras ella se divertía en el jardín con sus amigos y juegos.

— Ella hizo lo mejor que pudo por la dos, solo intentaba protegernos —comentó sintiéndose extraña justificando a su abuela cuando no le creía ni una palabra; solo quería que Lena no perdiera la imagen que llevaba de ella. Lena pestañeó y algunas lágrimas cayeron rápidamente. Pasando su mano por su mejilla asintió aunque no se la veía conforme con la respuesta— Y en cuanto a cómo llegamos acá... fue por tu profesor de gimnasia. Él fue quien nos advirtió del peligro —comentó secando las lagrimas que quedaban en las mejillas de su hermana. Lena la miró asombrada.

— ¿Caleb? —preguntó y Valquiria asintió.

— Resulta que él es un ángel, nuestro ángel guardián —agregó sonando tan asombrada como Lena.

— ¿Existen? —preguntó Lena.

— Por lo visto sí. He visto muchas criaturas en mi vida pero nunca un ángel —comentó.

Su hermana no dijo nada, pero podía notar un brillo peculiar en su expresión. Curiosidad. Quien le decía que Lena tomara todo bien pero lo que importaba en ese momento era que le había dicho toda la verdad y que se sentía aliviada por eso.

Miraba hacia la ventana a medida se acercaba a la mesa de la cocina. Estaba amaneciendo y el cielo comenzaba a hacerse más tenue, rodeado de un mando de nubes. Algunos rayos de luz dispersos se filtraban e iluminaban la casa. Leonardo y Newén estaban sentados ahí mientras desayunaban, aún con la ropa de ayer. El primero que notó la presencia de Valquiria fue Newén, quien la miró con serena preocupación.

— ¿Todo bien? —preguntó. Ella asintió.

— Le dije lo mas que podía, solo queda esperar —indicó en busca de una taza de café.

— ¿No te dijo nada? —preguntó Leonardo con una tranquilidad y compostura muy rara en él.

— Solo está sorprendida. Y me preguntó si nosotros le mentimos en todo —comentó con una amarga sonrisa— Ella solo tenía miedo de que en verdad nosotros tres no fuésemos amigos —agregó.

— ¿Y qué le respondiste? Escuche una vez que Valquiria Von Engels no tiene amigos —susurró Leonardo con picardía. Ella sonrió y puso los ojos en blanco, sin responder a su pregunta.

Se acercó más a ellos y los vio rodeados de papeles y libros.

— ¿Qué andan buscando? —preguntó cambiando de tema. Leonardo y Newén se miraron con una mueca divertida mientras ella se sentaba entre ellos.

— Yo sigo leyendo el diario de Enar y ayudo a Leonardo a ubicar a los sospechosos de Augusta así busca información —explicó Newén. La sonrisa de Valquiria se volvió petulante mirando a Leonardo.

— Bien, encontraste algo en lo que ser útil —le dio una palmada en la espalda.

— Soy muy útil en otras cosas, pero necesitamos estar a solas —comentó guiñándole un ojo.

— ¿Puede ser que todas sus conversaciones rocen el doble sentido? —se quejó Newén. Valquiria y Leonardo lo miraron con espanto.

— Eres el único que le escucha doble sentido —dijo ella y Newén movió sus manos en el aire tratando de olvidarse de hacerlos madurar.

— Ahora —dijo Newén en un intento de poner orden antes de que ellos dos comenzaran a pelear.

— ¿Puedes traducirme que intentaste escribir acá? —preguntó mostrándole a Valquiria la hoja donde había anotado los nombres de los sospechosos. Ella puso los ojos en blanco mientras tomaba su café. Leonardo le sacó el papel a Newén y lo miró.

— Eres un dramático. Ahí dice Helder Mourinho —dijo— Y la dirección es en Brasil —agregó. Newén movía su cabeza en reprobación. Solo ellos podían decodificarse la letra mutuamente.

—Era el único que estaba resaltado, así que debe ser importante —indicó Valquiria.

En medio del silencio que los rodeo sintieron la presencia de alguien. Giraron hacia el pasillo que dirigía hacia las habitaciones e identificaron a Lena, de pie y observándolos con curiosidad. Llevaba la ropa de la noche anterior, un jean y una remera verde, y había atado su pelo en un rodete que la había ver parecida a Valquiria. Ella sintió como su corazón se acelero ante la visión de su hermana.

— Lena —susurró incrédula. Ella se acercó con lentitud, como si se tratase de un animal indefenso en medio de un territorio desconocido.

— ¿Molesto? —preguntó bastante más animada que antes.

— Por supuesto que no —respondió Valquiria moviendo ofreciéndole una silla junto a ella y Newén. Tanto él como Leonardo la saludaron con prudencia para después ofrecerles algo para desayunar.

— ¿Cómo dormiste? —le preguntó Newén a Lena intentando pasar por alto la forma en que había despertado.

— Bien —sonrió Lena sentándose y viendo a Leonardo ir a la cocina a prepararle algo. Valquiria respiró aliviada, sintiéndose ayudada por los dos. Volvió su vista a las hojas intentando simular tranquilidad— ¿Qué hacen? —preguntó Lena observando también las hojas. Los ojos grises de Valquiria fueron directamente a los ojos oscuros de Newén.

— En casa de Augusta había una lista que nos interesa investigar —respondió él con total serenidad.

— ¿Por qué? —indagó.

— Porque puede darnos respuesta a porque estamos huyendo —le dijo.

Lena asintió mientras Leonardo le alcanzaba una taza llena de chocolate caliente. Valquiria la observaba detenidamente intentando saber que pensaba. Muchas veces había podido hacerlo pero ahora parecía que su don se había agotado. Escuchó la voz de Newén volviendo a la tarea y centró sus pensamientos hacia la lista.

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