Touchdown

By CreativeToTheCore

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Primer libro de la serie #GoodBoys. En físico gracias a Nova Casa Editorial (este es un borrador). Inteligent... More

Sinopsis
A d v e r t e n c i a
001 | Vodka
002 | Resaca
003 | Reglas
P e r s o n a j e s
004 | Discernimiento
005 | Tackle
006 | Globos
007 | Cómplice
008 | Captura
009 | Neurótica
010 | Rito
011 | Ratatouille
012 | Incivil
013 | Brigada
014 | Fluctuación
015 | Apertura
016 | Medidas
017 | Inseguridad
W A T T P A D E R S
018 | Antropoide
019 | Sunshine
020 | Viralizar
021 | Adictos
022 | Insinuaciones
A V I S O
023 | Huesos
024 | Telón
025 | Ayer
026 | Sinfonía
027 | Ojeras
028 | Estadística
029 | Inefable
030 | Luciérnaga
031 | Acéptalo
032 | Artero
W A T T P A D E R S
033 | Sentir
034 | Taquicardia
035 | Lavanda
036 | Rosas
037 | Tradicional
038 | Indemne
040 | Límites
041 | Estrechar
042 | Eupéptico
043 | Necesidad
044 | Lío
045 | Balas
046 | Prometedor
047 | Control
048 | Irresoluto
049 | Tentar
050 | Pretérito
051 | Boa
052 | Cuentos
W A T T P A D E R S
053 | Inconmensurable
054 | Sobrevalorar
055 | Camaradería
056 | Escalar
057 | Bifurcar
058 | Halloween
059 | Halloween al cuadrado
060 | Caer
061 | Fragmentos
062 | Tempestad
063 | Más
064 | Etéreo
A V I S O
065 | Terrario
066 | Desperdiciar
067 | Dilucidar
068 | Valijas
069 | Obsequios
070 | Señas
071 | Leyes aeroportuarias
E P Í L O G O
Agradecimientos y avisos
En físico: Librerías
🎄 ESPECIAL NAVIDEÑO 🎄

039 | Intensidad

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By CreativeToTheCore

MALCOM

Mi corazón bombea desenfrenado, mis pulmones combaten por algo de aire y mis piernas queman mientras atravieso el campo corriendo tan rápido como mi cuerpo me lo permite. Siento que el sudor cubre mi frente, el pulso se acelera en mis oídos y la respiración se torna cada vez más pesada.

La sensación de tener el balón entre tus manos es complicada de explicar.

Las esperanzas de un equipo entero, la fe de los fanáticos y tu propia estabilidad emocional están almacenadas en un simple objeto inanimado como un balón, uno que cuando lo sostienes no se siente como un objeto más. Personalmente me gusta referirme al balón como un corazón, uno que compartes con cada apasionado por el fútbol americano. Al tratarse de un órgano tan frágil, pueden ocurrir muchas cosas: te lo pueden robar, se puede caer y romper, puede entrar en taquicardia por la velocidad, a veces amenaza con detenerse. El deber del futbolista no es anotar puntos, sino protegerlo para que siga con vida al terminar la jugada. Y mientras esquivo a los Warriors que se atraviesan en mi camino, en lo único que pienso es en mantener a salvo a este corazón.

Entonces, un grito atraviesa el campo sobre el murmullo de los entusiasmados hinchas. Cada hombre, niño y mujer guarda silencio por aquellas milésimas de segundo en las que se oye a Kansas gritar con fuerza.

—¡Ben, detente! —exclama.

Me giro sobre mis talones y dejo ir el balón para correr en su dirección. Ella atraviesa el campo con Harriet pisándole los talones, ambas observan con preocupación a dos cuerpos tirados sobre el césped.

El número trece está sobre el mariscal de los Warriors y no parece tener la intención de darle un abrazo. Hamilton le quita el casco a Lingard y lo lanza fuera de su alcance, entonces su puño se eleva entre las masas de aire listo para estrellarse contra la nariz del contrincante.

—¡Ben, te he dicho que pares! —Kansas llega a tiempo para desviar la trayectoria de su puño y, con todas sus fuerzas, lo empuja lejos del quarterback—. ¡¿Qué diablos te pasa?! —inquiere la castaña agarrándolo por las hombreras.

Mientras tanto Harriet se acerca para ayudar a Lingard, pero en cuanto sus dedos rozan el brazo del muchacho, Ben intenta abalanzarse sobre él nuevamente.

—¡Aléjate de ella! —brama con una furia ciega.

La inquietud y nerviosismo nace en la multitud que observa la escena desde las gradas. Los gritos son pocos al principio, pero a medida que transcurre el tiempo se vuelven una maraña de voces que aturden mis oídos.

El árbitro y los jugadores se arremolinan alrededor de lo que casi fue un gran pleito y me abro paso entre los cuerpos uniformados. En el momento en que Ben intenta lanzarse sobre Lingard me interpongo en su camino y lo obligo a retroceder.

—¡Tranquilízate! —ordeno tomándolo por los hombros. Sus ojos celestes están prácticamente azules mientras una sombría cólera cae sobre su mirada y también decora su expresión—. No vale la pena, Ben. Lo que sea que te haya dicho no vale nada si viene de él —intento calmarlo asumiendo que el chico dijo algo para hacerlo enfadar. Hamilton no es del tipo matón, en realidad es amigable con todo el mundo, así que supongo que Galileo le dijo algo realmente provocativo como para que reaccione tan mal—. Así que retrocede y aléjate, porque no quiero obligarte a hacerlo —advierto bajando el tono de voz solamente para que él sea capaz de oírme.

Sus ojos encuentran los míos y pienso que mi nariz podría ser el próximo objetivo de su puño. Sus pupilas están dilatadas y sus ojos brillantes, su rostro enrojecido y sus fosas nasales abriéndose y cerrándose con gran velocidad. Está furioso y agitado, lo cual no es una buena combinación.

Sin embargo, retrocede.

Mientras el árbitro intenta poner orden, lo sigo hasta la banca donde varios jugadores suplentes observan expectantes. Por suerte Ottis ha llevado la laptop consigo. Ahora podemos oír que Bill discute con el entrenador de los Warriors. Sé que tengo poco tiempo antes de que retomemos el partido y Shepard exija hablar con el número trece, así que me concentro en

Ben el tiempo que aún me queda.

—¿Vas a explicarme qué bendecida descarga eléctrica atmosférica ocurrió ahí? —inquiero mientras él toma una botella de Gatorade y le da un gran sorbo, como si no hubiera probado gota alguna en años. No se me escapa el hecho de que está bebiendo para evitar responder a mi pregunta, y que sus ojos siguen cada movimiento de Lingard—. Arruinaste la jugada y pudiste haber hecho que te expulsaran, si es que no lo han hecho aún, así que será mejor que tengas una buena excusa para decirle al coach —apunto—. No puedes perder el control por un insignificante y estúpido comentario, Ben. No en este equipo y no conmigo aquí, así que dime qué te dijo Lingard para que pueda solucionar esto —pido observando cómo lanza la botella a un lado para descansar sus manos en las caderas y cerrar los ojos. Parece que intenta tranquilizarse—. Sin violencia —añado, porque está claro que yo no golpearía a otro jugador.

—¿En verdad quieres saber? —dice tras unos segundos, con voz resignada—. Porque no sé si puedo repetirlo sin ir a patearle el trasero a ese mariscal.

Asiento y él habla. Me gustaría nunca haber preguntado en primer lugar.

***

—¡Tres goles de campo, cuatro touchdowns, dos conversiones y un punto extra para los Warriors de Crisville! —enumera Claire desde su plataforma de locutor—. Tenemos treinta y ocho puntos para el equipo visitante, el cual le ha dado una gran pelea a nuestros Jaguars de Betland que aún luchan por ganar este partido.

—¡Y con cuatro goles de campo, tres touchdown y tres conversiones, el equipo blanco y rojo le pisa los talones a los Warriors por solo dos puntos! ¡Dos malditos puntos, señores! —grita Gabe con desesperación mientras toma a Claire por los hombros y la sacude—. ¡Pero no todo está perdido! El tablero se ha detenido a solo unos pocos minutos del final del cuarto tiempo, así que aún queda esperanza. ¿Verdad, Claire? —inquiere a su compañera.

—Totalmente, Gabe —concuerda—. Los Jaguars tienen la oportunidad de hacer una última anotación que les dé el pase para adentrarse en la semifinal contra los Hunters de Brentall City —explica a los fanáticos que nos observan con nerviosismo desde las gradas—. Su mariscal, Malcom Beasley, está dando las últimas indicaciones al equipo mientras que los Warriors ya están en sus posiciones —añade—. ¿Será la CNU la que triunfe esta noche? ¿O tal vez la universidad de Betland sea la que se lleve la victoria?

—¡La tercera guerra mundial está por disputarse en este campo, así que les recomiendo que se arrodillen frente a sus asientos y comiencen a rezar! —grita Hyland—. Porque esta noche pocos saldrán vivos —finaliza.

—¿Cuál es el plan, Beasley? —inquiere Mercury elongando los brazos—. Tenemos exactamente un minuto y medio para anotar, así que yo sugeriría una jugada bastante arriesgada e imprevista. Necesitamos un touchdown sí o sí.

—Y exactamente por eso no lo haremos —apunto—. Ellos saben que estamos desesperados, así que vamos a hacer una jugada sencilla. En nuestro lugar sabemos que intentarían algo loco, y creen que nosotros haremos lo mismo.

—Cualquier con uso de razón se arriesgaría en este momento —añade Joe, para luego sonreír al comprender lo que tengo en mente—. Estarán tan concentrados intentando descubrir los posibles engaños de la jugada que será demasiado tarde para cuando comprendan que haremos algo realmente básico.

—Supongo que pondremos en práctica un end-around, un verdadero ciclón de traseros —adivina Timberg, sonriendo bajo su casco. En cuanto nota que todos lo observamos sin comprender vuelve a hablar—. Bueno, tal vez no debería referirme a la jugada como ciclón-de-traseros, pero creí que sonaría bien —dice encogiéndose de hombros—. Por la cantidad de traseros que se movilizan en el campo y... bueno, eso.

—End-around o ciclón de traseros —aclaro ignorando las mejillas arreboladas del muchacho—. Jugada ofensiva por carrera, es simple, la conocen: Hamilton cruza la línea de golpeo, recibe el pase por mi parte y corre como si no hubiera mañana.

—¡Vamos a patear esos traseros Crisvillences! —grita Monroe echando un puño al aire, con euforia. La multitud parece percatarse de eso porque los chillidos cargados de esperanza y albricia surcan las masas de aire.

—¡A sus posiciones, entonces! —aplaudo mientras los Jaguars lanzan alaridos de victoria al aire—. ¡Ganamos o ganamos, no hay otra opción! —advierto trotando para llegar a mi lugar.

El reloj está por empezar a correr, la adrenalina comienza a precipitarse por mi sistema y siento la presión formando un nudo en la boca de mi estómago.

Observo a los defensivos, quienes miran el ovoide entre mis manos con ojos deseosos y cargados de anticipación.

Deberán pasar sobre mi cadáver para conseguirla, al balón y a...

Me aseguro de que cada Jaguar esté en posición antes de imitarlos y esperar que se oiga el silbato. Solo se oyen las pesadas respiraciones de los jugadores y se ve a los fanáticos conteniendo el aliento; la brisa nocturna sigue soplando, los bocinazos a la distancia aún se oyen y el mundo sigue rotando. Pero en este segundo, justo antes de comenzar, todos los espectadores están congelados. No hay movimiento alguno, y eso se debe a que a veces la emoción es tan profunda e intensa que logra paralizarte.

Y solo los buenos sentimientos son capaces de entumecer el corazón por un segundo: uno de ellos, indudablemente, es aquel provocado por el fútbol.

El silbato parte el silencio y los gritos llenan el aire. Joe me pasa el balón e instantáneamente se desata la batalla entre los Warriors y los Jaguars. Los cuerpos se precipitan unos contra otros mientras retrocedo y observo a Hamilton correr en mi dirección. Los visitantes, bien dispersos en el intento de cubrirnos a todos, se percatan del número trece y comienzan la carrera hacia él. Le entrego el ovoide y lo atrapa con manos firmes antes de que sus pies prácticamente quemen el césped a su paso.

—¡Increíble, impresionante, magnífico, eso fue tan fabuloso como yo! —grita Hyland a través del micrófono, su voz cargada de euforia al igual que los alaridos provenientes de la tribuna—. ¡A veces no necesitas de cosas complejas como las matemáticas para triunfar en la vida! —compara la sencillez de la jugada con la vida cotidiana.

Entonces, todos los Warriors se percatan de lo que estamos haciendo y corren en dirección al receptor con un anhelo ciego, varios son bloqueados por mis compañeros, pero otros se zafan listos para ir tras el trasero de Hamilton.

—¡Timberg, Timberg está libre! —grito a Ben, quién sin vacilar lanza el balón. Los pases laterales no son muy comunes en el fútbol americano, y sinceramente esto no estaba previsto, pero no parece haber otra opción.

Contengo el aliento al ver que un visitante salta. Por un momento pienso que será un pase interceptado, pero Joe llega a bloquearlo y Chase aprovecha para atrapar el balón con dedos de manteca y pegar un grito rebosante de gloria. Corre como si lo estuviera persiguiendo el diablo, pero en su cabeza puedo apostar que se imagina a Bill Shepard pisándole los talones.

Los Warriors no se rinden, dejan hasta su último aliento y caloría en el proceso de llegar hasta el número dieciséis. Buscan taclearlo, derribarlo de una forma u otra, pero en cuanto uno de ellos se le acerca lo suficiente, tanto como para hacer al público retener el aliento, lo bloqueo.

—¡Esto es inédito, Chase Timberg está a punto de anotar, está a punto de demostrarnos que no es un inútil! —Gabe se pone de pie, incapaz de contener la emoción—. ¡Por amor a mi abuela, Timberg anotó! ¡Touchdown para los Jaguars de Betland!

Los cánticos y gritos de gloria penetran mis oídos mientras los muchachos de Crisville caen de rodillas en el césped y arrojan sus cascos con impotencia. Giro sobre mis talones cuando la adrenalina abandona mi sistema y da lugar a la euforia; los Jaguars corren en nuestra dirección como una jauría de perros que han visto un hueso.

Y nosotros somos el hueso.

Los abrazos, golpes, risas y hasta nalgadas se hacen presentes en medio del campo. Nos levantamos el uno al otro y hacemos sonar nuestros huesos en cuanto nos abrazamos; la satisfacción y felicidad del momento rompen cualquier límite establecido y rebasan nuestros cuerpos. Nos superan a nosotros mismos.

Entonces, formamos una línea para despedir y agradecer a cada jugador de Crisville; todos nos damos un apretón de manos y varios intercambian camisetas con amabilidad. No puedo decir que estoy triste porque perdieron, pero sí estoy seguro de que siento empatía por ellos. Perdieron la posibilidad de llegar a la semifinal, pero cabe recalcar que dieron batalla esta noche; una que es digna de un aplau...

Quedo frente al quarterback de los Warriors y mi estado de humor se transforma en otro muy distinto.

—Esto es por Jamie y Harriet —murmuro entre dientes, en voz lo suficientemente baja. —Pero sobre todo...

Y a él no le doy un simple apretón. Cierro mi mano transformándola en un puño, la elevo en el aire y la dejo caer sobre su rostro en cuanto sus ojos encuentran los míos.

— ...por Kansas Shepard.

Sé que dije que podríamos resolverlo sin violencia, pero toda regla tiene su excepción.

Y esta es la mía.

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