Á tes souhaits |Antoine Griez...

By NereeRusher

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«No todos los que te aman van a abandonarte». #898 en Fanfic // 8/04/2017 #865 en Fanfic // 13/04/2017 #819 e... More

Sinopsis.
Chapitre 1.
Chapitre 2.
Chapitre 3.
Chapitre 4.
Chapitre 5.
Chapitre 6.
Chapitre 7.
Chapitre 8.
Chapitre 9.
Chapitre 10.
Chapitre 11.
Chapitre 12.
Chapitre 13.
Chapitre 14.
Chapitre 15.
Chapitre 16.
Chapitre 17.
Chapitre 18.
Chapitre 19.
Chapitre 20.
Chapitre 21.
Chapitre 22.
Chapitre 23.
Chapitre 24.
Chapitre 25.
Chapitre 26.
Chapitre 27.
Chapitre 28.
Chapitre 29.
Chapitre 30.
Chapitre 31.
Chapitre 32.
Chapitre 33.
Chapitre 34.
Chapitre 35.
Chapitre 36.
Chapitre 37.
Chapitre 38.
Chapitre 39.
Chapitre 40.
Chapitre 41.
Chapitre 42.
Chapitre 43.
Chapitre 44.
Chapitre 46.
Chapitre 47.
Chapitre 48.
Chapitre 49.
Chapitre 50.
Chapitre 51.
Chapitre 52.
Chapitre 53.
Chapitre 54.
Chapitre 55.
Chapitre 56.
Chapitre 57.
Chapitre 58.
Chapitre 59.
Chapitre 60.
Chapitre 61.
Chapitre 62.
Chapitre 63.
Chapitre 64.
Chapitre 65.
Chapitre 66.
Chapitre 67.
Chapitre 68.
Chapitre 69
Chapitre 70
Chapitre 71

Chapitre 45.

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By NereeRusher

Léa

Tres semanas habían pasado ya desde que Antoine y yo supimos que íbamos a ser padres; las tres semanas más duras de mi vida.

Los mareos seguían presentes pero ya no tan fuertes como antes.

La familia de Antoine ya sabía sobre mi embarazo y, a decir verdad, se alegraron ellos más que nosotros.

Mis amigos ya lo sabían, pero les advertí que no era seguro (como hicimos con la familia de Antoine). Mi familia no lo sabe, por eso viajaré hasta Niza unos días sin Antoine para darles la noticia.

Por otra parte, en atletismo seguiré asistiendo pero solo al gimnasio, ya que no me encuentro tan bien como para entrenar tres o más horas.

Y Antoine Griezmann, el padre del "esperado" bebé, seguía sin apoyarme ni atenderme.

Me ignoraba por completo y cada vez que tenía que ir al baño a vomitar él ni se molestaba. Yo seguía yendo a ver sus partidos y al terminar intentaba felicitarlo o animarlo pero él siempre me esquivaba.

Es muy difícil llevar una relación así.

Hoy por la mañana debía ir al ginecólogo y seguramente sola. Estaba muy nerviosa y en mi mente estaba la opción de abortar.

Si ninguno de los dos quiere problemas... ¿Por qué los tendríamos que generar?

Salí del baño y me hice una cola alta. Seguidamente cogí mi pequeña mochila donde llevaba las llaves, una botella de agua y mi móvil.

Puse mi mano en el pomo de la puerta y en seguida Antoine gritó:

—¿A dónde vas?

Me volteé y resoplé.

Antoine estaba en el último escalón con una cantimplora de un jugador de baloncesto en la mano.

—Al ginecólogo —respondí—. Te recuerdo que estoy embarazada.

Él abrió los ojos como platos y bajó un par de escalones.

—Las embarazadas no pueden conducir —habló y siguió bajando las escaleras.

—Si que podemos —contesté abriendo la puerta.

Antoine llegó por detrás y dio un portazo. Agarró el pomo de la puerta y me apartó.

—Te dije que no.

Su pelo rubio estaba despeinado y tenía unas pocas de ojeras.

Estiró su brazo y dejó la cantimplora en la mesilla al lado de la puerta.

—Antoine déjate de tonterías. Llego tarde.

Intenté apartarlo pero él era mucho más fuerte que yo.

—Voy a ir contigo.

Fruncí el entrecejo.

—Te he dicho que las embarazadas no pueden conducir —tragó saliva nervioso y cogió las llaves de mi coche.

Abrió la puerta y entró en mi coche.

—¿Vas a venir o no? —preguntó.

Resoplé y cerré la puerta tras de mi.

Entré en el coche, dejé la mochila en mi regazo y me abroché en cinturón. Seguidamente me crucé de brazos.

Admitía que estaba muy nerviosa, pero me enfurecía la actuación de Antoine.

—Puedes sonreír un poco —susurró Anto.

Me volteé dándole la espalda y mirando hacia la ventana.

—¿Por qué estás así? —volvió a hablar.

—Lo que se ve no se pregunta.

Se quedó en silencio.

—De verdad que no tengo ni idea.

Me volteé y volví a mirar hacia él.

—Hace unas semanas me estabas gritando por el niño y ahora quieres venir conmigo al ginecólogo.

—Sabes el por qué...

—Lo se —respondí calmada—, claro que lo se. Lo que no se es porque tu interés ahora.

—Quieras o no soy el padre del bebé... Y siempre es emocionante verlo por primera vez.

Rodé los ojos; ahora la que no quería saber nada de él era yo.

—Sigues sin quererlo... ¿Verdad? —pregunté con un hilo de voz.

—No creo que esa sea la palabra idónea —el semáforo se puso en rojo y aprovechó para mirarme—. Es una experiencia nueva ser padre, pero no creo que este sea el momento... Tú eres muy joven y yo también. Nuestro trabajo no nos permite estar muy juntos ahora siendo dos, imagínate cuando seamos tres.

Por mucho que me costaba admitirlo, tenía razón.

El semáforo se puso en verde y seguidamente giró a la izquierda.

—No eres el único que piensa eso —incoscientemente toqué mi vientre—. Pero la que sale peor aquí soy yo. Son nueve meses de gestación en los que ocurren muchas cosas, entre ellas el mundial de atletismo, en el cual yo competía en tres carreras... No tendré tiempo para entrenar y en ese entonces estaré apunto de dar a luz.

Desvíe mi mirada hacia el suelo del coche.

—Sería mi primer mundial.

Antoine seguía en silencio, escuchando cada palabra.

—A muchos franceses le hubiera gustado ver una vez más la bandera de Francia elevándose a lo alto del estadio brasileño. Y a mi me hubiera gustado estar encima del podio con una medalla colgando de mi cuello, sonriendo y cantando la Marsellesa.

Cuando me quise dar cuenta ya estábamos en el aparcamiento. Antoine paró el coche y me miró.

—No lo había pensando así... De verdad que lo siento mucho, pequeña. Las madres siempre tienen que sacrificarse por sus hijos.

—Solo espero llegar a tiempo para los Preolímpicos.

Antoine sonrió por primera vez en lo que llevaba de día.

Tragué saliva nerviosa y me desabroché el cinturón.

Salimos del coche y entramos al edificio. Nos sentamos en la sala de espera.

Cada minuto que pasaba yo me ponía más nerviosa. Iban llamando a mujeres que entraban con sus maridos y todas salían llorando y riendo. Veían con curiosidad varias fichas y no paraban de reír y de hablar. Tenía miedo de que eso no pasara con nosotros.

El orgullo podía conmigo pero ya estaba lo suficientemente nerviosa y necesitaba el tacto de Antoine.

Antoine tenía la pierna izquierda apoyada en su rodilla derecha y yo mi pierna derecha apoyada en mi rodilla izquierda. Por lo tanto nuestra rodillas estaban a la par.

La mano de Antoine reposaba en su rodilla y vi el momento perfecto para juntarnos de nuevo.

En un leve movimiento empujé la pierna de Antoine, haciendo que su mano cayera en mi rodilla.

Acaricié su mano y la agarré. Apreté fuertemente nuestras manos y suspiré.

—Me pudiste haber dicho que estabas nerviosa y me necesitabas. No armar todo esto —rió.

—Estuviste ignorándome estas dos semanas y se que cuando lleguemos a casa va a pasar igual... No soy tonta Antoine, nadie quiere verte en las portadas de las revistas diciendo que eres un antipático y quisquilloso.

Él suspiró.

—No tienes porque estar nerviosa. Cuando veas a nuestro niño se te quitarán todos esos nervios.

Gruñí porque había cambiado de tema, pero él sabía que íbamos a hablar cuando llegásemos a casa. Sin embargo, decidí aprovechar los pocos minutos juntos.

—Es mi primera vez —murmuré.

Antoine movía lentamente sus dedos, acariciando una parte de mi mano.

—Ojalá pudiera decir lo mismo.

En seguida me alarmé. Levanté la vista bruscamente y lo miré asustada.

—¿Ya has sido padre? —interrogué.

Él me sonrió tiernamente.

—Ya he estado aquí cuando mi hermana estuvo embarazada de Hugo.

Suspiré.

—Me asustas, Antoine —me relajé y le volví a hablar—. ¿Por qué el padre de Hugo nunca está presente?

—Embarazo no deseado.

Lo dijo con la mirada fija en nuestras manos y se notaba que estaba incómodo.

"Todos los embarazos en tu familia tienen que ser no deseados" pensé.

Un hombre con una bata blanca apareció por el pasillo.

—Léa Aubriot.

Reí cuando pronunció mi nombre; todos los españoles lo dicen mal.

Me levanté y tiré de Antoine. Él pasó su brazo por mi cintura y caminamos tras el hombre.

Entramos en una sala bastante pequeña y de color blanca. Tenía una maquina, varios cajones y un fregadero.

—Vaya acostándose en la camilla. En seguida viene el ginecólogo.

Antes de irse se disculpó.

—Perdón si he pronunciado mal su nombre. ¿Cómo es?

—No se preocupe. La última "t" no se pronuncia.

El hombre asintió y se despidió.

—El español ya lo llevas genial ¿eh? —rió Antoine sentándose en el taburete, al lado de la camilla.

—Bueno, algo he aprendido —reí.

Me acosté en la camilla y esperamos a que viniera el ginecólogo.

—Buenos días Léa.

Una mujer de unos treinta años entró en la sala. Me saludó con dos besos y a Antoine le dio un apretón de manos.

—Soy Victoria González y seré tu ginecóloga. Dime, ¿cómo lo llevas? —preguntó la doctora mientras veía varias cosas en la máquina.

Sonreí al escucharla hablar francés. Así seria todo más sencillo.

—Estoy bastante nerviosa.

—Es tu primer embarazo, ¿verdad? —asentí—. Se nota.

Victoria se acercó a mi y me levantó la camiseta. Puso un líquido espeso sobre mi vientre.

La ginecóloga comenzó a examinar mi vientre. Antoine cogió mi mano y la besó.

—Aún no está bien formado, pero aquí podemos distinguir la cabeza y lo que tiene al lado es la pierna. Está hecho una bola.

Sonreí mirando la pantalla.

—Exactamente estás de cinco semanas. A penas mide diez milímetros.

—¿Cuándo sabremos el sexo del bebé? -preguntó Antoine.

—Eso es depende de cuan impaciente sean: a partir de ocho semanas, con un examen de sangre. A partir de diez semanas, con un examen de orina casero o con exámenes genéticos invasivos que tienen algo de riesgo para el bebé. A partir de las trece semanas, a través de ultrasonidos, dependiendo de la pericia del técnico de ultrasonidos para interpretar las imágenes, o de la posición que tiene el bebé en el momento de la ecografía. A partir de las dieciseis semanas, a través de un ultrasonido. Con más posibilidades de acertar, pero aún dependerá de la posición del bebé y de la experiencia del técnico de ultrasonidos.

—¿Qué recomienda usted? —pregunté yo.

—Yo prefiero que sea a partir de las dieciseis semanas, ya que es mucho más claro. No pasa nada si lo intentamos a las ocho semanas, pero no es seguro.

Seguimos mirando la pantalla sonrientes.

—Escuchen. Eso es el corazón.

Sonreí con lágrimas en los ojos. Miré a Antoine; él no se había aguantado las lágrimas.

—Es muy bonito ser padres por primera vez —sonrió Victoria al ver nuestras reacciones—. Muchas felicidades a los dos.

-Gracias -susurramos al unísono.

La ginecóloga me hizo un par de pruebas más; entre ellas confirmamos que solo vamos a tener a un bebé.

—Ahora te tengo que hacer una serie de preguntas: ¿has tenido otros embarazos?

—No.

—¿Tienes antecedentes en la familia con cáncer?

—No.

Así me fue haciendo varias preguntas más.

Cuando terminó, apuntó varias cosas en una hoja.

—Te daremos cita para hacerte unos análisis de sangre y de orina y dentro de un mes tendrás que volver para ver como va el bebé. También te mandaremos el exámen de la hormona para decirte si hay riesgo de alguna enfermedad para la niña o niño. Y por último tendrás que tener cuidado con las verduras, el pescado, la carne, embutidos, carnes crudas, etcétera.

Asentí.

Antes de irse, Victoria nos dio la foto del bebé y varias hojas con información. Se despidió y yo me levanté de la camilla. Me puse bien la camiseta y miré a Antoine:

—¿Me vas a seguir gritando? Porque entonces tendré en cuenta la opción de irme a vivir a otra casa o de vuelta a Niza.

Él suspiró.

—Es difícil de asimilar.

—¡Llevas tres semanas ignorándome!

Él se levantó y gruñó.

—Vamos a casa, no me apetece discutir aquí.

Salí yo la primera con los papeles en la mano. Antoine agarró mi cintura y besó mi mejilla.

—No te pongas de buenas ahora, que ni siquiera la gente sabe que vas a ser padre.

—Yo te quiero, Léa.

—Demuéstralo.

[...]

Nada más entrar en casa me hice un moño. Dejé la mochila en mi habitación y bajé al salón.

Antoine estaba viendo un partido de baloncesto. Lo miré por varios segundos hasta que me cansé.

Fui a la cocina a prepararme un jugo de naranja.

—¿Niño o niña?

Fruncí el ceño y me asomé al salón.

—¿Qué?

—Prefieres un niño o una niña.

Él sonrió y dirigió su mirada al partido de nuevo.

—Ya lo sabes —respondí—. Niña.

Volví a la cocina cuando noté unas manos sobre mis hombros.

—Creo que yo también.

Me moví incómoda y suspiré.

—Tú tampoco ayudas —habló.

Terminé de hacer mi jugo y me volteé.

—Esto ya es bastante duro y no veo ningún interés por tu parte.

Me quedé sorprendida al oírlo. ¿Acaso era una broma?

—Espero que no lo digas en serio —hablé.

—¡Claro que lo digo en serio! No me ayudas a seguir.

Dejé el vaso sobre la mesa y me acerqué mucho más a él.

—No se si te has dado cuenta, pero has estado tres semanas ignorándome y no he tenido ningún pilar en el que apoyarme... ¿Ahora vienes con estas historias?

—Bueno claro, ¿y el tiempo de donde lo saco?

—¿Y yo? —agarré su muñeca y lo miré desafiante—. Me acabas de arruinar mi carrera de atletismo y todo con la puta broma del bebé. No eres el que sale mal de aquí, que te entre en la cabeza, Antoine.

Tras decir eso me volteé, cogí mi jugo y subí a la habitación.

Cerré de un portazo y me senté en mi cama. Bebí mi jugo y dejé el vaso sobre la mesilla de noche.

—No tengo tiempo, no me ayudas, no aportas nada —murmuré imitándolo.

—Ábreme.

Tocaron varias veces a la puerta. Esa no era la voz de Antoine.

Abrí la puerta y me encontré a Nairylein. Me abrazó y lloró sobre mi hombro.

—¡Es increíble que estés embarazada!

Por educación le sonreí y le agradecí, aunque en realidad era la peor sensación del mundo, para mi.

—No llores, por favor —supliqué—. ¿Qué haces tú por aquí?

Ella se separó y entró a mi habitación.

—Antoine me había llamado para hablar contigo, él pensó que un reencuentro te alegraría. Al parecer llegué en el mejor momento.

Dejó su bolso en un esquina y se sentó en la cama.

Me fui a sentar con ella para seguir platicando cuando entró otra persona a la habitación.

Fui a abrazar a Álvaro y detrás de él se encontraba Antoine.

—Muchas felicidades —sonrió el madrileño.

Me separé de él y se fue a sentar junto a su novia.

Antoine esperaba respuesta alguna por mi parte, pero simplemente me volteé y me senté en una silla con ruedas.

El francés se quedó apoyado en el marco de la puerta mirándonos.

—Nosotros también estamos esperando un niño —soltó de sopetón Nay.

La miré sorprendida.

—¿En serio?

—En verdad no —negó el español—. Estamos intentando tener un hijo, pero cuesta mucho.

Resoplé; a nosotros no nos había costado tanto.

—Si vais a tener un hijo, estar seguros de que lo queréis y que por vuestra mente no esté la idea de abortar —habló Antoine.

Me crucé de brazos y lo miré seria. Si él no quería ningún hijo, que esté bien atento a lo que hace.

Pasamos el resto de la conversación mandándonos miraditas entre nosotros. Nay y Álvaro lo notaban, pero no hacían nada al respecto.

Antoine, para calmar la situación, se sentó en un taburete al lado mía. Se quedó varios segundos mirándome y eso me incomodaba.

—La negación sólo es útil, noble y piadosa cuando da paso a una nueva afirmación.





biebsxpurpose para ti, mi amor 💗.

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