Chapitre 32.

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Léa

Ya todos estábamos listos, solo faltaba Amélie, como siempre.

—¡Ya llegó Amélie! —exclamó Nay desde abajo.

Le metí prisa a Nerea para que terminara de abrocharme el vestido.

—¡Que no puedo! La cremallera no sube —suspiró.

Cuando Nerea consiguió abrocharme el vestido Amélie entró a la habitación. En cada mano traía un tacón y me los entregó.

—Rápido —musitó.

Me los puse lo más rápido que pude, me miré al espejo y bajé.

—¡Qué empiece la fiesta! —exclamó Marc, el novio de Gabri.

Nay rápidamente puso la música y Amélie me apartó.

—¿Qué pasa?

—¿Podrías salir un momento? —me suplicó.

Asentí y me dirigí a la entrada.

Abrí la puerta con delicadeza y, sin esperar quien había al otro lado, sonreí.

—Tú otra vez —susurré en medio del abrazo.

—Te dije que nos volveríamos a ver —musitó y me atrajo más a él.

Al separarnos, nuestros labios se juntaron en un beso corto, debido a la atenta mirada de Amélie.

—¡Bien! —exclamó Amélie. Nos volteamos y estaban todos mirándonos.

Anto me agarró de la mano y pasamos al salón.

—¡Oigan la fiesta sigue en el jardín! —gritó Morata.

¿En qué momento habían montado una fiesta en mi casa sin yo darles la aprobación?

Salimos al jardín y los pocos árboles que tenía estaban decorados con luces. En medio de este había varias bolsas de confettis y máscaras.

Desde mi casa se podía observar el gran reloj de la capital, que marcaba las once de la noche.

Mientras los chicos traían los altavoces, sentí unas manos posarse en mis caderas.

—Aun queda una hora para el nuevo año —dijo con la voz ronca.

Besó mi cuello con delicadeza y yo gemí.

—Anto... Ahora no —sonreí tímida.

—Que sepas que eres la única que puede saciar esto...

Me sonrojé y cuando me quise dar cuenta Antoine ya estaba dándolo todo en la "pista de baile".

Lucía me dio un codazo y Nay me miró con los brazos cruzados.

—¿A qué vienen esas miraditas? —pregunté.

Nay cambio la expresión de su rostro y empezó a reír.

—No sabíamos esa faceta ¿eh?

—Bueno, yo tampoco supongo —reí y acordamos hablar de ese tema más tarde.

Bailábamos y bebíamos, bailábamos y bebíamos, así lo que quedaba de año.

A punto de ser las doce, Antoine trajo un muérdago y lo escondió detrás de la espalda.

Todos ansiosos esperábamos las campanadas. Pese a la propuesta del español traer las doce uvas (que según él es típico en España) todos negamos para no perder la costumbre.

—Uno, dos, tres, cuatro, cinco...

Así sucesivamente íbamos cantando los números, y cuando sonó la última campanada Antoine me atrajo hacia él y me besó ansioso. Levantó el muérdago sobre nosotros y yo sonreí entre medio del beso.

Á tes souhaits |Antoine Griezmann| #R&RAwards2017Where stories live. Discover now