Chapitre 62.

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20 de junio 2019

Léa

Toqué mi colgante plateado y fino, con un infinito en el medio. Sonreí para luego mirarme al espejo.

Hoy era el día que llevaba esperando tanto tiempo: mi mejor amiga se casaba. La boda se celebraría en la Costa Azul, en Niza, donde creció Gabrielle; a las orillas de la playa.

Las damas de honor: Camille, Lucía, Nerea, Amélie y yo, nos encontrábamos en una sala a parte. Las cinco íbamos vestidas de magenta, con pedrería blanca mezclada con el mismo color que el vestido en el escote, o por los hombros. Los peinados eran todos diferentes: el cabello recogido en un cola alta, en una trenza, o callendo sobre tus hombros.

—No lo puedes dejar marchar.

Levanté la vista. Miré a Lucía a través del espejo.

—No se a que te refieres.

—Sí, sí, lo sabes —sonrió. Se acercó más a mí, y cambió su vista hacia mi colgante—. No tienes porque huir de lo que te hizo feliz.

Este colgante me lo regaló Antoine por mi cumpleaños número veinticinco, hace cuatro días.

—Yo... No huyo de él.

—Si no lo haces, esta noche bailarás con él, y estarás orgullosa de ver como vives con el padre de tu hijo la boda de una persona muy especial para ti. ¿No es así?

—No es tan fácil.

—Sí, lo es. Tú lo haces difícil.

—Lucía, no quiero hablar de esto. Hoy pasará lo que tenga que pasar.

—Está bien —alzó ambas cejas, y me miró seriamente—. Pero nunca olvides que la verdadera felicidad de la vida es saber que eres amado por ti mismo o, más exactamente, a pesar de ti mismo. 

Lucía dio media vuelta y se fue, dejándome sola con muchísimas dudas.

—¡Gabrielle ya está lista! —anunció una de las fotógrafas—. Todas preparadas para ir a sacar fotos.

Me reuní con las chicas en medio de la sala. Charlamos sobre la boda, hasta que Gabrielle vino.

Mi amiga apareció con un vestido blanco, con escote y pedrería plateada. De la cintura para arriba, le quedaba ajustado a su cuerpo, y de cintura para abajo, una preciosa falda del mismo color que el escote.

El cabello lo llevaba recogido en un moño, donde también llevaba el velo.

Negué mientras mordía mi labio inferior. Gabrielle me miró con los ojos llorosos.

Me acerqué a abrazarla con Camille detrás mía. La estreché entre mis brazos, con al final, todas las chicas abrazándola.

—Estás hermosa. Espero que este día sea como el que soñaste de pequeña.

Gabrielle sonrió.

—Me siento como una princesa.

—Lo eres.

Me dio la mano y la acarició. Luego bajó la vista hacia mi colgante plateado.

—Haces bien.

—¿Tú crees? —pregunté, haciendo una mueca.

—Sí. Lo que menos me gustaría es que mi mejor amiga pasase un día malo en mi boda.

Sonreí sin mostrar los dientes.

—Este es tu día... Disfrútalo.

[...]

Ya todos los invitados estaban sentados en sus asientos. Cuando dieron las siete en punto de la tarde, las damas de honor salimos con nuestros ramos de flores hasta el altar. Allí nos posicionamos a la derecha del novio.

Á tes souhaits |Antoine Griezmann| #R&RAwards2017Where stories live. Discover now