Chapitre 53.

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Antoine

—¿Quiéres parar? Me estás estresando.

Negué con la cabeza y seguí movimiendome intranquilo. Se suponía que ya tendría que haber salido del entrenamiento y estar en casa sabiendo si mi bebé seguía vivo o muerto.

—Griezmann, va a salir todo bien —murmuró Fernando abrazándome. Él era el único que me entendía porque su mujer estuvo a punto de perder a su hija menor en el parto—. El ginecólogo dijo que lo más probable es que no se muriese.

—Ya lo se —respondí—. Pero con tantos vuelcos que me ha dado la vida ya no se que pensar.

Fernando me abrazó por los hombros y me hizo sentarme junto a él mientras esperábamos a que el entrenador nos dejara irnos a nuestras casas.

—¿Léa te ha mandado algún mensaje? —esta vez fue Felipe el que habló.

Yo negué. Juraría que la había oído decir que no se llevaría el móvil al médico y que prefería decirme las cosas a la cara.

—¿Dónde está Simeone? —pregunté.

—Parece ser que el hijo se ha caído y lo han tenido que llevar en una ambulancia al hospital. Debería estar a punto de llegar.

Me revolví en mi asiento nervioso. Todos me decían lo típico: no te preocupes, va a estar todo bien, pero sabía que no era así. El doctor me lo dijo una y otra vez, pero yo no lo quería asimilar, no quería asimilar que la cantidad de sangre que había perdido Léa era bastante. Se que el ginecólogo es el especialista en esto y vio al bebé bien (dentro de lo que cabe) pero solo lo vio físicamente. Sus respiraciones y ritmo cardiaco eran normales, eso fue lo único que nos dijo al terminar. No subestimo su trabajo ni como lo hace, pero me tenía muy preocupado el resultado final.

El entrenador por fin entró al vestuario y yo suspiré. Me levanté y cogí mi mochila, aunque aún tenía que esperar a que diera explicaciones.

—Lo siento chicos. Solo quiero deciros que hoy habéis trabajado muy bien y mi hijo se encuentra mejor, ya ha llegado al hospital y está todo controlado. Os podéis ir a casa.

Intenté salir lo antes posible, pero Simeone me detuvo.

—Léa está bien.

Eso había sonado a una afirmación. Puede que la haya visto en el hospital.

—¿Cómo lo sabes?

—Lo supongo. Tranquilízate —dijo y en ese momento mis esperanzas se esfumaron—. No pierdas fuerzas.

Se lo agradecí internamente y fui corriendo al aparcamiento. Conduje lo más rápido que pude a mi casa, aunque en mi opinión iba más lento de lo normal.

Entré en casa y lo primero que hice fue gritar su nombre, pero nadie contestó. Dejé la mochila en la entrada y busqué en todas las habitaciones.

—¡Léa! —grité de nuevo.

Entré en mi habitación y nada, en la suya tampoco y solo me quedaba buscar en la de Adrien.

La puerta estaba cerrada y yo la abrí con sumo cuidado.

Abrí la boca sorprendido al ver toda la habitación pintada y amueblada tal y como lo había pedido Léa. Yo no había tenido tiempo a hacerla, y me sorprendí al verla lista.

Observé a Léa en medio de la habitación sonriéndome. Me había preocupado mucho al no encontrarla en ningún rincón de la casa.

—Me asustaste —murmuré dándole un fuerte abrazo y luego posando mis labios sobre los suyos—. ¿Qué ha pasado con Adrien?

Á tes souhaits |Antoine Griezmann| #R&RAwards2017Where stories live. Discover now