Chapitre 68.

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Léa

Me crucé de brazos y miré hacia el frente; hacia la gran pancarta que había en el Estadio. Elevé un poco el mentón y alcé una ceja.

Miles de sensaciones recorrían mi cuerpo de arriba a abajo; emoción, orgullo, nerviosismo...

Sentí la respiración de Gabrielle en mi cuello, y de fondo oía los murmullos de Tya y de Valérie, pero no conseguía entender qué decían. Yo solo me centré en examinar la pancarta. En todos los pequeños detalles que, escondiéndose el sol, lograban verse.

El color amarillo de las medallas relucía ahora más que antes. El público de fondo en pie y con varias banderas francesas. En el podio, el gran símbolo de los Juegos Olímpicos; los cinco anillos, los cuales, justamente, aparecieron por primera vez en los Juegos Olímpicos de París de 1924.

Toqué mi cuello, desnudo. Por un instante pensé que era yo, en ese mismo instante, quien las llevaba puestas. Una sensación de rechazo recorrió mi cuerpo.

Miré al suelo, aunque la mirada se desvió al vestido que llevaba; ceñido y granate. Volví a elevarla para mirar el cartel.

Una pequeña frase se me escapó.

—Ha sido increíble.

Gabrielle, que seguía detrás de mí, suspiró.

—Creo que no volveré a sentir lo mismo cuando vuelva a ganar —dijo. Sin verla, sabía perfectamente que estaba cerrando los ojos—. Los aplausos, la gente coreando; nuestra gente... Aaron dando las medallas, Víctor llorando, Margot orgullosa...

Sonreí.

—Creo que esta es la imagen que mejor representa lo que vivimos.

Encima del podio, Valérie, Tya, Gabrielle y yo sonreíamos con cuatro banderas francesas a nuestras espaldas. Cada una portaba las medallas que en esta edición ganamos: Gabrielle una de oro y otra de plata, Tya una de bronce y otra de oro, Valérie una de oro y yo tres de oro. 

La imagen recogía exactamente todo lo que fueron los Juegos Olímpicos para nosotras, y estaba orgullosa de que hayan puesto nuestra imagen en el Estadio, donde todos podían verla. Nuestros nombres se encontraban abajo en blanco, sobresaltando nuestros apellidos y, en lo alto “felicidades” en letras llamativas.

Se me habían pasado tan rápido los Juegos Olímpicos que desearía poder volver a repetirlos. Ayer mismo habían dado por finalizado los Juegos y hubo una gran celebración en el Estadio, con todos los países. Sin embargo, hoy el equipo francés haría una fiesta con todos los deportistas que puedan, en un local cercano al Estadio.

Fugaces recuerdos pasaron por mi mente. Cuando me colgaron mi última medalla, cruzando la meta, abrazando a Víctor. Pero, el que más me sorprendió y me gustó, fue sin duda el homenaje que le hicieron a mi hermano en los sesenta a metros lisos, cuando antes hicimos un minuto de silencio, por él y por las víctimas de los terroristas. Eran tantos que no me dio tiempo a analizarlos todos. Un escalofrío recorrió mi cuerpo.

—Chicas, sé que salimos muy guapas —dijo Tya. Pasó ambos brazos sobre nosotras—. Pero la fiesta nos espera.

Sonreí. Gabrielle y yo dimos un paso al frente, haciendo que Tya se desequilibrara.

Las cuatro seguimos caminando. A mitad de camino, me acordé de que, antes de ir, debía pasar por el pequeño apartamento que mis padres habían alquilado en París para asegurarme de que Adrien estaba bien.

—Chicas, necesito ir un momento a casa de mis padres —dije. Frené en seco y me di la vuelta—. Ahora voy.

—No tardes.

El apartamento se encontraba a escasos metros del local, así que no iba a tardar demasiado.

Las calles estaban oscuras debido a que el sol ya se había puesto. Solo unas pocas farolas iluminaban las calles. Nadie había por los alrededores.

Caminé con paso firme mientras pasaba paralela a un callejón. Un escalofrío volvió a recorrer mi cuerpo, avisándome de que no estaba sola.

Apreté los ojos y me apuré. Sin embargo, un objeto cayó sobre mo cabeza. Perdí el equilibrio y me caí. Comencé a verlo todo borroso, sin embargo, pude distinguir una figura delante de mí, que me recogía y me pegaba contra la pared.

Intenté abrir ligeramente los ojos, pero debido al impacto, no tenía demasiadas fuerzas. Notaba la sangre caer por mi cabeza. Pequeñas gotas caían al suelo.

No pude saber con exactitud quién era, pero los ojos sí que los pude distinguir. Desde el primer momento me parecieron peculiares. Tenían un brillo especial. Y, desde luego, nunca me habían dado buenas vibraciones.

—Marco...

Á tes souhaits |Antoine Griezmann| #R&RAwards2017Where stories live. Discover now