Touchdown

By CreativeToTheCore

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Primer libro de la serie #GoodBoys. En físico gracias a Nova Casa Editorial (este es un borrador). Inteligent... More

Sinopsis
A d v e r t e n c i a
001 | Vodka
002 | Resaca
003 | Reglas
P e r s o n a j e s
004 | Discernimiento
005 | Tackle
006 | Globos
007 | Cómplice
008 | Captura
009 | Neurótica
010 | Rito
011 | Ratatouille
012 | Incivil
013 | Brigada
014 | Fluctuación
015 | Apertura
016 | Medidas
017 | Inseguridad
W A T T P A D E R S
018 | Antropoide
019 | Sunshine
020 | Viralizar
021 | Adictos
022 | Insinuaciones
A V I S O
023 | Huesos
024 | Telón
025 | Ayer
026 | Sinfonía
027 | Ojeras
028 | Estadística
030 | Luciérnaga
031 | Acéptalo
032 | Artero
W A T T P A D E R S
033 | Sentir
034 | Taquicardia
035 | Lavanda
036 | Rosas
037 | Tradicional
038 | Indemne
039 | Intensidad
040 | Límites
041 | Estrechar
042 | Eupéptico
043 | Necesidad
044 | Lío
045 | Balas
046 | Prometedor
047 | Control
048 | Irresoluto
049 | Tentar
050 | Pretérito
051 | Boa
052 | Cuentos
W A T T P A D E R S
053 | Inconmensurable
054 | Sobrevalorar
055 | Camaradería
056 | Escalar
057 | Bifurcar
058 | Halloween
059 | Halloween al cuadrado
060 | Caer
061 | Fragmentos
062 | Tempestad
063 | Más
064 | Etéreo
A V I S O
065 | Terrario
066 | Desperdiciar
067 | Dilucidar
068 | Valijas
069 | Obsequios
070 | Señas
071 | Leyes aeroportuarias
E P Í L O G O
Agradecimientos y avisos
En físico: Librerías
🎄 ESPECIAL NAVIDEÑO 🎄

029 | Inefable

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By CreativeToTheCore

KANSAS

Malcom tira de mi cuerpo hacia el suyo. Siento que sus fuertes brazos se envuelven a mi alrededor. Su cuerpo es cálido y seguro, un lugar donde ni el propio frío ni la soledad pueden alcanzarme por completo.

Cada uno de mis músculos se tensa ante su proximidad, pero antes de que pueda alejarme él se aferra a mí con más fuerza. Se niega a que escape, a que me distancie.

—Está bien —susurra contra mi oído, su aliento me provoca un escalofrío.

Esas dos palabras son todo lo que necesito para volver a quebrarme, y en cuanto mis hombros comienzan a sacudirse ante el silencioso llanto, siento que una de sus manos acaricia mi cabello de forma suave y lenta, con consuelo y calma.

Él me deja hundir la cabeza en su pecho y mis dedos se adueñan de su camiseta, retorciéndola una y otra vez en el arrebato de emociones. Mi mano es un puño que se cierne sobre la prenda, que tira, afloja y vuelve a tirar una vez más. Su agarre es tan firme como suave y logra mantenerme entre sus brazos a pesar de que estoy temblando en mi éxtasis de ira e impotencia. Porque eso es lo que siento: furia en su más puro estado.

Estoy enojada porque mi padre me ocultó su noviazgo por tanto tiempo, y ni hablar del hecho de que se vaya a casar. Si tan solo me hubiera dicho en septiembre del año pasado que se estaba viendo con una mujer, estoy segura de que lo hubiera tomado mucho mejor. No hace falta decir que, de todos modos, me hubiese dolido, porque en cierta parte aún conservo la minúscula pizca de esperanza de que mi madre se recuperará y volverá. El casamiento es algo totalmente diferente, pero claro está que si hubiera sido consciente de que estaba saliendo con Anneley hace más de doce meses, no hubiera explotado como una granada.

—Te ves linda cuando te deshidratas.

Mi llanto es interrumpido por la risa que trepa por las paredes de mi garganta involuntariamente. Beasley es definitivamente la única persona que puede tornar las cosas de lo más agridulces.

—Cierra la boca —le espeto. Respiro lento y pausado mientras absorbo la mezcla de colonia y jabón que se adhiere a la piel de su cuello.

—¿Quieres hablar de lo que acaba de pasar? —pregunta sin dejar de acariciar el desorden que es mi cabello. Su pecho se infla y se desinfla con lentitud y su corazón golpea bajo mi palma.

—No, no quiero hablar —replico. Cierro los ojos y me concentro en aspirar su fragancia que está muy cerca de ser una droga para mí—. Y agradecería que cerrarás la boca. —Rio.

Siento que una de sus manos baja hasta mi espalda y otra se desliza hasta mi mejilla. Me obliga a mirarlo, pero yo aún mantengo mis párpados cerrados mientras su pulgar se desliza en un vaivén sobre la piel de mi rostro.

—Kansas... —llama.

Abro los ojos para observar su mirada azulada, la que en cierta forma me recuerda al océano, con su capacidad de ser tan serena como turbulenta. Un lugar donde a veces el sol baña las aguas y las olas acarician la arena, un lugar donde también se puede desatar la más caótica tempestad.

—Tengo un sistema auditivo bastante eficaz —insiste—. Y si quieres hablar conmigo, puedes hacer...

—No me importa tu sistema auditivo, sin ofender —confieso cuando lo interrumpo—. Solamente quiero que me abraces, ¿puedes hacer eso, Beasley? —inquiero al borde de la exasperación—. Y por favor, deja de hablar.

Él me observa en silencio por unos breves segundos antes de que las comisuras de sus labios se curven en dirección al cielo con cierta diversión.

—Creo que puedo hacerlo.

Está a punto de volver a estrecharme entre sus brazos en cuanto se oyen pasos subiendo la escalera.

—¡¿Qué estás haciendo, Beasley?!

No.

No.

No.

—¡La vas a terminar de deshidratar! No puedes apretarla así —chilla Zoe dejando una bandeja sobre mi escritorio y corriendo en nuestra dirección—. ¡Estás exprimiendo el agua de su cuerpo como se exprime el jugo de las naranjas! —lo acusa señalando las lágrimas que, poco a poco, comienzan a secarse en mis mejillas.

La niña se interpone entre nosotros y observa a Malcom con cara de pocos amigos, claramente su actitud es adorable —pero agresiva—; cruzada de brazos pareciera decir algo como: «Aléjate».

Intento reprimir mi risa.

—¡Fuera de la habitación! —ordena Zoe, y automáticamente el muchacho se incorpora y se aleja con las manos en alto, en señal de rendición.

La niña se voltea y toma mi rostro entre sus pequeñas manos mientras me examina. Sobre su hombro veo a Malcom gesticulando en voz baja.

—Sea lo que sea que hagas —advierte—, no comas las galletas.

Cierra lentamente la puerta, con el atisbo de una sonrisa asomándose en sus labios.

***

—¿A dónde vamos? —inquiero girando el volante.

—Por un helado —responde Zoe sentada en el asiento trasero del Jeep.

—Por séptima vez... —dice Malcom—, no vamos por un helado, parásito.

—Pero podríamos —indica la niña.

Hace más de diez minutos que estoy manejando en lo que a mi parecer son círculos, pero según el inglés con el mapa desplegado en el regazo vamos en la dirección correcta.

—Estamos en el medio de la nada —espeto observando el infinito campo que se extiende tanto a mi derecha como a mi izquierda—, y si me hiciste venir hasta aquí para enseñarme a ordeñar vacas, será mejor que lo pienses dos veces.

Me gustaría saber en qué estoy metida, pero honestamente no tengo ni la menor idea de qué estoy haciendo y por qué acepté tener a Beasley como copiloto.

Cuando él apareció en mi habitación horas más tarde, justo en el momento en que me había comenzado a arreglar para la cena, no tenía idea de que terminaría a las afuera de Betland, rodeada de ganado vacuno.

Malcom me propuso faltar a la cena y, obviamente, yo acepté.

Bill aún no había llegado para preparar la salsa, y supuse que había ido a buscar a Anneley. No verlo me ayudó a aclarar mis ideas respecto a la noticia del casamiento, así que terminé decidiendo que, en cuanto lo viera atravesar la puerta, me lanzaría a decirle todo lo que pasaba en mi cabeza de una forma civilizada y tranquila, si podía. Luego tendríamos la cena y dejaría en claro que no tenía problema con el noviazgo, pero que con respecto al compromiso creía que deberían esperar, eso terminaría con una salida triunfal con un plato de salsa y tallarines que comería en mi habitación. Lo que en verdad me sorprendió fue el hecho de que el mismísimo Beasley se presentara y que, en contra de todos sus modales y principios, me propusiera hacer lo que en verdad enojaría a mi padre: no asistir a la cena.

Soy consciente de que en algún momento voy a tener que sentarme y hablar con Bill, pero hoy fue un día demasiado revelador y agotador como para enfrentarme a Shepard. El drama, rencor, dolor y el propio odio se pueden posponer por unos días, o por lo menos hasta el viernes. Voy a tener dos días para asimilar bien las cosas que ha dicho Sierra, plantearme a qué se deben ciertas actitudes de mi padre y decidir si estoy dispuesta a perdonarlo. Claro está que él tuvo sus motivos para hacer lo que hizo, pero yo también tengo razones para enfadarme. Creo que el tiempo puede sanar las heridas o abrirlas otra vez. Espero que en mi caso se trate de la primera opción.

Saber que no veré a Bill hasta el viernes es un alivio, ser consciente de que dejaré plantada a Sierra es todo un deleite, y tener a Zoe y a Malcom encerrados en un mismo coche es un calvario.

—Estoy alcoholizada —se queja la niña frotándose el estómago—. Quiero un helado.

—Y yo quiero a Travis Kelce, pero no lo tengo —me quejo observándola por el retrovisor.

—Pero me tienen a mí —dice Beasley.

Mis ojos se desvían hasta el irritante copiloto que no ha podido mantener la boca cerrada desde que se subió al Jeep. Nos ha explicado desde la comercialización del trigo en la actualidad hasta la forma correcta en que se debe ordeñar una vaca.

Sin embargo, por más desastroso guía que sea, me agrada que me haya sacado de mi casa.

Me agrada que esté aquí.

—Sigo prefiriendo el helado —murmura Zoe.

MALCOM

Estoy seguro de que Bill Shepard no me perdonará el hecho de haber raptado a su hija y haberla arrastrado hasta un descampado. Definitivamente no lo hará.

Ya es suficientemente malo no asistir a la cena, y sé que me buscará por cielo, agua y tierra para hacerme correr más millas de los que puedo hacer.

Estuve meditando las consecuencias de esto y, teniendo en cuenta que el coach se va a Kansas City por la mañana, se puede decir que tengo dos días a mi ventaja. Espero que el pequeño viaje a otra ciudad calme las aguas turbias en las que estoy nadando con Bill, y rezo a todos los dioses para que los Chiefs ganen, porque de otra forma su enfado se multiplicará y seré hombre muerto.

Aún me cuesta comprender por qué Kansas se encontraba tan furiosa y dolida por una simple cena, y la verdad creo que exageró en más de un aspecto, pero la realidad es que no pude soportar verla llorar. Sus lágrimas, sus ojos hinchados, su respiración desigual y su agarre en mi camiseta fueron una combinación que absorbió hasta mi última gota de empatía. En cuanto Zoe me echó de la habitación, me mantuve detrás de la puerta intentado encontrar una forma de hacerla despejarse de sus problemas.

¿Y qué mejor opción que el fresco aire del campo junto a un espectáculo de lampíridos?

—Detente aquí —le pido.

—¿Aquí? —inquiere observando a nuestro alrededor con el ceño fruncido—. No hay nada aquí, Malcom.

El motor se silencia de a poco mientras los neumáticos del coche se detienen en medio de una gran hectárea de campo. El bosque comienza a varios pies de nosotros y estamos en el centro de la nada misma.

Perfecto.

—Ese es el punto.

Ella clava sus ojos en los míos y una advertencia destella es sus pupilas. No parece estar muy feliz por mi elección de espacio, y sé que probablemente me esté dedicando todas las palabras que ofenden a Jesús mentalmente.

—Dame una razón para no patearte fuera del auto y marcharme a un McDonald's.

—Solo espera, no seas impaciente— digo inclinándome para ver a través del parabrisas.

El sol está a punto de desaparecer por la línea del horizonte, y lo único que queda son los colores de un atardecer que va muriéndose poco a poco. La noche cobra vida a los alrededores del campo, y las estrellas nacen en las alturas del cielo.

—¡Miren eso! —chilla la niña desde el asiento trasero, antes de pasarse al asiento delantero y tomar lugar en el regazo de Kansas—. Es una bola de luz —murmura pegando su rostro al parabrisas, fascinada.

—No es una bola de luz, linda —le dice la castaña rodeándola con sus brazos—. Es una luciérnaga —le explica.

Entonces, mientras la oscuridad se abre paso a nuestro alrededor, Kansas me observa con cierta complicidad e intriga en sus ojos. La luciérnaga que Zoe señaló se pasea entre las masas de aire, sola y diminuta, y no es más que un punto brillante que surca la noche.

Entonces, otro punto aparece.

Y uno más.

No necesito esperar mucho tiempo para presenciar cómo los ojos de ambas chicas se iluminan y, siendo sincero, ya no estoy tan seguro de qué es lo más brillante que existe en este lugar.

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