Touchdown

By CreativeToTheCore

48.4M 4.6M 3.6M

Primer libro de la serie #GoodBoys. En físico gracias a Nova Casa Editorial (este es un borrador). Inteligent... More

Sinopsis
A d v e r t e n c i a
001 | Vodka
002 | Resaca
003 | Reglas
P e r s o n a j e s
004 | Discernimiento
005 | Tackle
006 | Globos
007 | Cómplice
008 | Captura
009 | Neurótica
010 | Rito
011 | Ratatouille
012 | Incivil
013 | Brigada
014 | Fluctuación
015 | Apertura
016 | Medidas
017 | Inseguridad
W A T T P A D E R S
018 | Antropoide
019 | Sunshine
020 | Viralizar
022 | Insinuaciones
A V I S O
023 | Huesos
024 | Telón
025 | Ayer
026 | Sinfonía
027 | Ojeras
028 | Estadística
029 | Inefable
030 | Luciérnaga
031 | Acéptalo
032 | Artero
W A T T P A D E R S
033 | Sentir
034 | Taquicardia
035 | Lavanda
036 | Rosas
037 | Tradicional
038 | Indemne
039 | Intensidad
040 | Límites
041 | Estrechar
042 | Eupéptico
043 | Necesidad
044 | Lío
045 | Balas
046 | Prometedor
047 | Control
048 | Irresoluto
049 | Tentar
050 | Pretérito
051 | Boa
052 | Cuentos
W A T T P A D E R S
053 | Inconmensurable
054 | Sobrevalorar
055 | Camaradería
056 | Escalar
057 | Bifurcar
058 | Halloween
059 | Halloween al cuadrado
060 | Caer
061 | Fragmentos
062 | Tempestad
063 | Más
064 | Etéreo
A V I S O
065 | Terrario
066 | Desperdiciar
067 | Dilucidar
068 | Valijas
069 | Obsequios
070 | Señas
071 | Leyes aeroportuarias
E P Í L O G O
Agradecimientos y avisos
En físico: Librerías
🎄 ESPECIAL NAVIDEÑO 🎄

021 | Adictos

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By CreativeToTheCore

KANSAS

Me gusta pensar en los días de la semana como partes de un platillo. Siempre dividimos la comida —en especial los postres—, en dos secciones: lo menos apetitoso y lo más rico. Entonces, comemos primero aquello que no es tan suculento y nos guardamos la parte más deliciosa para el final, independientemente de si viene alguien y se come lo que te corresponde. Eso me pasa muy seguido.

En fin, los lunes no son la parte más sabrosa del platillo.

Tras pasar alrededor de diez minutos buscando un lugar para estacionar, me adentro en la cafetería para dirigirme a mi mesa usual. Harriet resalta la Constitución de Estados Unidos con sus decenas de colores. Esa chica marca desde los químicos que se nombran en las botellas de acondicionador hasta los avisos fúnebres del diario, me sorprende que sus marcadores nunca se gasten.

—Buen día —saludo sentándome frente a ella.

—No son buenos días, definitivamente —replica subrayando con demasiada fuerza un párrafo entero. Me sorprende que el papel resista tanto.

—Ignórala —dice Jamie dejándose caer en el asiento a su lado—. Está de mal humor por lo de ayer —explica deslizando mi café con leche a través de la mesa.

—Me picaron más especies de mosquitos de las que puedo contar —salta la rubia rascándose el antebrazo con vigor—, tengo ampollas en los pies, picaduras por cada extremidad de mi cuerpo, un gran dolor de cabeza por la insolación y un trauma generalizado por las imágenes de ayer.

—Yo la pasé genial —espeta Jamie—, en especial con toda la cosa del ritual de iniciación —agrega con diversión en su voz.

Harriet automáticamente se sonroja y la incertidumbre me golpea con fuerza.

Sin mi teléfono celular, quedé completamente desconectada de mis compañeras de espionaje, por lo que no tengo ni la menor idea de qué ocurrió ayer. Mi computadora tiene más virus que años y no hay teléfono fijo en casa dado que Bill se deshizo de él en cuanto descubrió el mundo de la tecnología.

—Fue horrible —habla Harriet al mismo tiempo en que Jamie dice «Fue estupendo» en silencio—. Sabía que los hombres eran primitivos, pero no tanto —sigue la rubia con la bombilla de su licuado entre los dientes—. Ellos llegaron a una cascada y comenzaron a desnudarse, Kansas.

—¿Mi padre también? —es inevitable preguntar.

—¡Sí! —responde Jamie con emoción—. Pero tranquila, a diferencia de los Jaguars, él usaba una tanga masculina.

—Se llama slip de baño, no tanga —corrige Harriet.

Borrar imagen.

Borrar imagen.

Es imposible borrar la imagen en este momento, intente más tarde.

—Lo que sea —sigue Jamie—. Nunca vi tantos traseros juntos en toda mi vida, fue asombroso.

—Me es imposible creer que Beasley se haya desnudado —añado, y en verdad creo que me siento un poco celosa de lo que vieron mis amigas.

—Bueno, el equipo insistió por más de veinticinco minutos, pero lo hizo. —Eso sí suena un poco más a Malcom—. El ritual se basaba en subir hasta la cúspide de la cascada y tallar el número del jugador en una piedra —explica antes de sacar su celular y mostrarme una fotografía sacada entre los arbustos. El veintisiete está rodeado de un montón de números: siete, trece, dieciséis, veintiuno y decenas más.

—Hay más dígitos de los que puedo contar ahí.

—Es porque es una tradición de hace décadas, o eso es lo que le dijo Bill a Malcom —explica Harriet—. Tu padre y abuelo también tallaron sus números.

—¿Y por qué lo tienen que hacer desnudos?

—No lo sé, porquería de que el hombre se debe mostrar como su madre lo trajo al mundo y volver a sentirse hombre.

Eso no tiene mucha coherencia, pero algunas personas, y en especial mi padre, tampoco la tienen.

—Luego de eso, el trasero europeo se tiró por la cascada y la pool party empezó —finaliza Jamie—. Quise grabarlos, pero Harriet dijo que no tenía permitido subirlo a PornXtube —se queja.

PornXtube.

Diablos, eso me hace acordar a Derek Pittsburgh y a su indeseable aparición.

—Jamie, necesito que hable... —alguien me interrumpe.

—¿Kansas?

Levanto la mirada para encontrar a una maraña de rizos castaños, e instantáneamente me percato de quién se trata. Con su camisa entallada y jeans planchados e impecables, Claire me observa mientras retuerce la tira del morral que cuelga de su hombro.

—Hola. —Puede que la palabra en sí se utilice para saludar de forma informal, pero saliendo de mis labios parece el comienzo de un discurso fúnebre.

—Me enteré lo que ocurrió en la fiesta, ¿Malcom está bien? —pregunta con auténtica preocupación.

—Tiene la nariz como una berenjena —ejemplifica Jamie dando un trago a su chocolate caliente—, pero sobrevivirá.

—Creo que tendré que verlo por mí misma —dice riéndose—. En fin, Joe se olvidó tu teléfono en el sofá y no quería esperar hasta esta tarde para devolvértelo —explica antes de sacar mi celular de su morral.

—¿Esta tarde? —inquiero.

—Sí, me encontré al entrenador en las piscinas de natación y dijo que podía ir a entrevistar a Malcom a tu casa. —Sus ojos cafés se arrastran hasta encontrar los míos—. No te molesta, ¿o sí? —interroga algo insegura.

No sé qué decir y eso en verdad me preocupa.

Claire parece ser una buena chica, y sobre todo una muchacha amable y sencilla, cosa que valoro muchísimo en las personas. Y, aunque que quiero decir que no me molesta, mi lengua parece estar hecha un nudo.

Nunca antes me detuve a considerar si la presencia de alguien me molestaba o no, yo simplemente tenía muy en claro, y aún tengo, qué personas que me caen bien y cuáles no. No tendría que vacilar ante su pregunta, pero algo en mí parece negarse a decir lo que Harriet, Jamie y la mismísima Whittle esperan escuchar.

—Claro que no... ¿A dónde se fue? —interrogo desconcertada, observando su lugar vacío.

—A clases, ya ha tocado el timbre —explica la rubia juntando sus libros—. Tuvimos que responder por ti, te quedaste en estado vegetativo por un momento.

—¿En qué pensabas? —interroga Jamie colgándose la cartera al hombro.

Doy un gran sorbo a mi café con leche para no responder, pero por la mirada que comparten las dos chicas frente a mí, estoy segura de que tienen alguna teoría dando vueltas.

—Kansas, ¿te agrada Claire, verdad? —inquiere Harriet.

—Supongo que sí.

—¿Supones? —espeta arqueando una de sus depiladas cejas en mi dirección.

—No lo sé, no la conozco lo suficiente como para decir que me agrada —replico mientras comenzamos a trazar nuestro camino a través de la cafetería.

—¿Por qué siento que algo cambia en ti cada vez que Claire anda cerca o se la menciona? —La curiosidad de Harriet me está molestando un poco.

—No lo sé —murmuro.

Pero me gustaría saberlo.

***

—El amor es definido de diversas formas según los diferentes puntos de vista e ideologías. —Ruggles comienza a hablar mientras sus ojos negros se pasean por la multitud—, pero todos concordamos con que se asemeja a una droga, y esto se debe a que la química del amor es capaz de tener un efecto de montaña rusa en nosotros. Un constante subidón, bajón y neutralización de emociones —explica mientras camina por el centro de la sala—. El amor es algo así como un alucinógeno... ¿Alguien entiende lo que quiero decir y le gustaría compartir un ejemplo? —inquiere.

—El amor puede alterar nuestra percepción de la realidad, tanto como nuestras emociones, al igual que una droga —respondo antes de que Sierra y su exasperante boca se adueñen de toda la atención—, y al igual que cuando una persona es adicta, hay serias consecuencias.

—Como, por ejemplo, el hecho de que se desarrolle una dependencia emocional —agrega Montgomery, porque claramente no es capaz de mantenerse callada.

—Buen punto, ambas —sigue el profesor—. El amor libera dopamina y oxitocina, entre otras cosas, y si quieren más información sobre ellas visiten la página 207. Esto lo digo para aquellos que me observan como si estuviera hablando en bengalí. —No puedo evitar reírme del peculiar sentido del humor de este hombre—. A pesar de todo lo bueno que trae el amor, de seguro sabrán que los neuroquímicos del enamoramiento vienen a chorros. Una persona que consume drogas por mucho tiempo desarrolla tolerancia hacia ellas, ¿y qué le ocurre a un enamorado cuando es presa del amor por un gran lapso de tiempo? Lo mismo que al adicto.

—Profesor —llama un muchacho al final de la fila, ese en Nevil—. No entiendo nada —se sincera.

—Bueno, expliquémoslo de la siguiente forma: cuando la catarata química desciende, muchos lo interpretan como una pérdida de amor hacia la persona con la que están saliendo. La realidad es que, lo que ya conocen como receptores neuronales, ya se han habituado a ese exceso de flujo químico, vamos a llamarlo chorro de amor... —prosigue Ruggles—. Por lo tanto, el adicto, y también aquella persona que está enamorada, necesitarán aumentar la dosis para seguir sintiendo lo mismo. Todo está explicado por...

—Entonces, una persona se enamora y comienza a recibir ese chorro de amor —supone Nevil—. Luego de varios meses, ya no siente lo mismo que al comienzo de la relación, y eso se debe a que ya se acostumbró al efecto que tiene su pareja sobre ella. ¿Para evitar una ruptura habría que intensificar de alguna manera el amor?

—Exacto, señor Holloway. Para no caer en la rutina se debe aumentar el romance, por así decirlo. Tanto los adictos como los enamorados necesitan un constante flujo de sus respectivas drogas, en aumento.

—O sino el enamorado va a terminar diciendo que ya no siente lo mismo que antes y tras una ruptura tendremos a su pareja sentada en nuestro diván —resumo toda la charla en unas cuantas palabras—, pero esto no sucede siempre.

—Es verdad, señorita Shepard —concuerda el profesor entrelazando sus manos sobre su suéter a cuadros—. A veces el amor perdura, pero como no somos adivinos, siempre hay que tener presente la posibilidad de un corazón roto.

Tras una larga charla sobre los problemas que desencadenan las rupturas amorosas, para mi suerte, toca el timbre.

Y, para mi mala suerte, Sierra comienza a caminar a mi lado mientras trazo mi camino a la facultad de derecho, en busca de Harriet.

—Te vi algo tensa en clase, Kansas —comienza con su usual parloteo, sus ojos claros divagando alrededor de mi rostro—. ¿Problemas amorosos? —inquiere.

—En absoluto —replico al instante.

—Tal vez todo el tema del amor te recordó a Mercury —opina moviendo su coleta de caballo de un lado al otro, como los perros con su cola. En verdad parece nutrirse de mi miseria—. Personalmente, creo que eso fue lo que pasó entre ustedes. Logan se acostumbró y se aburrió de ti, y debió recurrir a alguien más —finaliza haciendo un ademán hacia sí misma.

—Déjame adivinar —murmuro—. ¿Recurrió a Olivia Waldorf o a Nancy Sanz?

Instantáneamente, su rostro se torna rojo, no sé si será por vergüenza o por cólera, pero le sienta ese color. Creo que en verdad pensaba que yo no sabía nada acerca de las otras conquistas de Logan tras nuestra ruptura.

—Te olvidaste de Aria Stone —dice una voz a nuestras espaldas, y ambas giramos para encontrar a la pelirroja—. Esa a la que llaman pechos de sandía —añade Jamie tocándose el busto para enfatizar.

Sierra rueda los ojos antes de alejarse por el sendero de la cafetería. Mi sonrisa por hacerla callar de una vez por todas podría llegar a mis ojos, pero no lo hace porque me acuerdo de Derek.

—Jamie Elizabeth Lynn.

—No es bueno cuando dicen tu nombre completo, ¿verdad?

—No, no lo es.

Arrastro a la pelirroja hacia el estacionamiento que está a unos pocos pies de la facultad de derecho. En el momento en que llegamos al Jeep, lanzo mis libros y morral por la ventanilla del coche antes de cruzarme de brazos.

—Voy a resumirlo —comienzo, porque no hay tiempo para ser suave y dar todos los detalles—. O le pagamos a Derek por los arreglos de su auto o sube un video tuyo a PornXtube —jamás he dicho algo con tanta rapidez en toda mi vida, estoy segura.

Jamie me mira con una mezcla de desconcierto e incredulidad por los primeros cinco segundos. Poco a poco sus ojos comienzan a adquirir una tonalidad más oscura y sus pupilas empiezan a dilatarse.

—Dime que solo estaba jugando conmigo y que no tiene un video tuyo en donde se ve cada uno de tus órganos femeninos —pido. Ella se muerde el interior de la mejilla y guarda silencio—. Jamie... —advierto.

—Puede que hayamos grabado una escena o dos —confiesa—, ¡pero fue solamente por diversión, lo juro! —se apresura a decir en cuanto ve mi expresión.

—¿Diversión? —escupo—. Para algo existen las series, las películas, los libros y esa estúpida aplicación en la que siempre lees.

—Se llama Wattpad —se defiende—, y estúpida seré yo por confiar en que Derek borraría los videos —se lamenta antes de esconder su rostro entre sus manos y ahogar un grito de frustración—. No puedo creer que salí con ese tipo.

—Yo tampoco.

—Pensé que estudiabas psicología, creo que deberías aplicar algo de eso en esta situación.

—Los psicólogos no pueden tratar a las personas de su entorno, por lo que no puedo ser tu psicóloga —le recuerdo—, solo tu amiga, y tu amiga dice que eres una idiota —me sincero—, pero también dice que te va a ayudar.

—¿Cómo? —inquiere con auténtico desánimo—. Pittsburgh intentó hablar conmigo y dijo que eran alrededor de quinientos dólares, pero luego solo recuerdo haberlo golpeado con mi bolso. No puedo pedirle a nadie esa cantidad de dinero sin que pregunten para qué lo necesito.

—Entonces no lo pidas, gánatelo.

—No voy a buscar un empleo, no hay tiempo para eso. Debe haber una forma fácil y rápida de obtener billetes —dice echando la cabeza hacia atrás y cerrando los ojos, apoyada en el Jeep.

No sé si intenta tranquilizarse o si espera que le caiga una señal divina. Observo a mi alrededor en busca de respuestas, pero lo único que veo son un montón de coches mal estacionados, un gran puñado de chicas que van hacia el campo de fútbol y a mi padre que sale por las puertas del gimnasio con una bebida proteica en mano.

—¡Esto es una mierda! —exclama la pelirroja antes de estrellar su puño contra la puerta del conductor. Jamie emana frustración por sus poros.

—Mi Jeep no tiene la culpa de nada.

—No —coincide mientras se sacude la mano llena de tierra—, pero tú tienes la culpa de que esté más sucio que un baño público.

La observo en silencio por un momento, analizando cada una de sus palabras.

—¿Qué te parece si ponemos un lavado de autos en mi casa? —pregunto antes de deslizar uno de mis dedos sobre la superficie del coche.

En verdad necesita una lavada.

—Lamento arruinar tus sueños, pero Harriet jamás accedería a ponerse algo que muestre su ombligo, Bill te mataría y probablemente no tendríamos más que uno o dos clientes —reflexiona—. No somos exactamente las conejitas Playboy —agrega haciendo un ademán a mi vestimenta.

—Yo nunca dije que nosotras lavaríamos los coches.

Los Jaguars lo harán.

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