Touchdown

By CreativeToTheCore

48.4M 4.6M 3.6M

Primer libro de la serie #GoodBoys. En físico gracias a Nova Casa Editorial (este es un borrador). Inteligent... More

Sinopsis
A d v e r t e n c i a
001 | Vodka
002 | Resaca
003 | Reglas
P e r s o n a j e s
004 | Discernimiento
005 | Tackle
006 | Globos
007 | Cómplice
008 | Captura
009 | Neurótica
010 | Rito
011 | Ratatouille
012 | Incivil
013 | Brigada
014 | Fluctuación
015 | Apertura
016 | Medidas
W A T T P A D E R S
018 | Antropoide
019 | Sunshine
020 | Viralizar
021 | Adictos
022 | Insinuaciones
A V I S O
023 | Huesos
024 | Telón
025 | Ayer
026 | Sinfonía
027 | Ojeras
028 | Estadística
029 | Inefable
030 | Luciérnaga
031 | Acéptalo
032 | Artero
W A T T P A D E R S
033 | Sentir
034 | Taquicardia
035 | Lavanda
036 | Rosas
037 | Tradicional
038 | Indemne
039 | Intensidad
040 | Límites
041 | Estrechar
042 | Eupéptico
043 | Necesidad
044 | Lío
045 | Balas
046 | Prometedor
047 | Control
048 | Irresoluto
049 | Tentar
050 | Pretérito
051 | Boa
052 | Cuentos
W A T T P A D E R S
053 | Inconmensurable
054 | Sobrevalorar
055 | Camaradería
056 | Escalar
057 | Bifurcar
058 | Halloween
059 | Halloween al cuadrado
060 | Caer
061 | Fragmentos
062 | Tempestad
063 | Más
064 | Etéreo
A V I S O
065 | Terrario
066 | Desperdiciar
067 | Dilucidar
068 | Valijas
069 | Obsequios
070 | Señas
071 | Leyes aeroportuarias
E P Í L O G O
Agradecimientos y avisos
En físico: Librerías
🎄 ESPECIAL NAVIDEÑO 🎄

017 | Inseguridad

628K 63.5K 57.5K
By CreativeToTheCore

KANSAS

—Aún no puedo creerlo —murmura Jamie desde el asiento trasero del Jeep—. Hizo dos touchdown en menos de seis minutos —exclama pasándose las manos por el pelo—. ¡Malcom es un maldito genio!

—¿Y desde cuándo eres parte de su club de fans? —interrogo con las manos al volante.

—Desde hace cincuenta minutos —responde observando en su reloj cuánto tiempo pasó desde el final del partido.

—Yo también quiero un club de fans —se queja Gabe desde el asiento del copiloto, y veo a Harriet poner los ojos en blanco por el retrovisor—. ¿Te gustaría ser la fundadora, nena? —me pregunta.

—Se necesita gente para formar un club —le recuerdo girando a la izquierda—, y lo más cercano que tienes a un fan en la ciudad es a tu abuela, Gabriel —me sincero.

—El club de la estupidez no necesita fans —informa la rubia a mis espaldas, y el castaño solo es capaz de reír.

Él no se toma nada en serio, es un hecho. Probablemente yo hubiera implementado un ataque verbal a cualquiera que me dijera idiota, incluso si lo hicieran con la sutileza de Harriet. Sin embargo, Hyland no se toma las palabras a pecho.

—¿Podemos dejar las indirectas, muchachos? —interfiere Jamie—. Esto no es Twitter.

—Concuerdo —digo cambiando la canción del estéreo, basta de The Beatles por hoy—. Vamos a una fiesta, así que quiero que solo se hable sobre cosas triviales, de bebidas alcohólicas o de Travis Kelce —aclaro deteniéndome en un semáforo.

Siempre es buen momento para hablar de Travis Kelce.

Una vez que el partido terminó, no tuve otra opción más que bajar de las gradas e ir a felicitar a mi padre y a los jugadores. Para cuando logré atravesar la multitud de eufóricos universitarios, la mayoría de los Jaguars ya habían entrado a las duchas del vestuario. Bill estaba tan exaltado por la victoria que se olvidó, solo por un segundo, de la presencia de Gabe. Me abrazó en su arrebato de alegría y solo fui capaz de reír al verlo tan emocionado, era como un niño tras abrir sus regalos de Navidad. Tras decirle a Jamie que no aceptara porros ajenos, a Harriet que era la conductora designada y a mí que no bebiera hasta la inconsciencia, se encaminó en dirección a Hyland con una severa advertencia: «Pon tus manos sobre mi hija y más de cincuenta muchachos se encargaran de entumecer tu trasero. Cuídalas, mocoso».

Bill sabe que tras cada victoria se hace una fiesta de celebración, y aunque no está de acuerdo con la idea de juntar alcohol, chicos y música, lo acepta por el simple hecho de que él también fue un universitario alguna vez. Bill Cyrus Shepard tuvo su época de gloria, y es consciente de que no puede protegerme de ciertas cosas.

Pero para eso están los Jaguars, ¿no?

—¿Creen que Beasley irá? —pregunta Gabe sincronizando la radio.

—¿A qué se debe tu interés? —Enarco una ceja hacia el castaño e intento apartar su mano del tablero del coche.

—Ya sabes —divaga jugando con los botones del estéreo, una media sonrisa curva sus labios—. Quiero darle un beso de felicitaciones.

No puedo evitar reír ante la convicción en su voz y, en cuestión de segundos, la estruendosa risa de Jamie inunda el Jeep. Harriet intenta ocultar su sonrisa mientras se aplica algo de labial observándose en un pequeño espejo de mano. Su cartera es una galera mágica, como el bolso de cuentas de Hermione.

Debo dejar de mirar Harry Potter con Zoe.

—Supongo que irá —conjetura Jamie, encogiéndose de hombros—. La última vez que lo vi estaba hablando con esa chica del periódico.

Piso el acelerador en cuanto la luz en rojo cambia a verde y luego mis ojos encuentran con los de la pelirroja.

—¿La chica del periódico? —inquiero con cautela.

—Su nombre es Claire —explica Harriet al guardar el labial y tomar el rubor. Jamie hurga en su bolso hasta encontrar el rímel—. Es la hija de mi profesor de sociología jurídica, ¿lo recuerdan?

—¿Cómo olvidar al señor Whittle? —Suspira Jamie luego de aplicarse la máscara de Harriet mientras se observa en la cámara frontal de su teléfono—. Creo que su hija heredó todo su encanto —agrega.

No he oído hablar de ella en el campus. Ninguna Claire en mi memoria.

—Preséntenmela —dice Gabe con un tono sugestivo—. Ella puede ser la tercera en mi club de fans, luego de mi abuela y, por supuesto, de Kansas —me guiña un ojo.

—¿Cómo pueden maquillarse en un auto en movimiento? —pregunto en un intento por cambiar el rumbo de la conversación—. Yo ni siquiera puedo beber sin volcarme —confieso. Observo con recelo a la botella de Coca-Cola que descansa a mi lado. Por su culpa, ahora tengo que ir a una fiesta con una mancha de refresco en la blusa, y teniendo en cuenta que la celebración se hace en las afueras de Betland, era de esperarse que no tuviera tiempo para regresar a casa y cambiarme.

—Las mujeres somos multiuso —responde Harriet.

—Eso dices tú —espeto—. Por lo que hay dentro de mis pantalones sé que soy mujer y, te aseguro, que no puedo hacer más de una cosa a la vez.

Como conducir, intentar arreglar el desastre que es mi cabello, alejar a Gabe del estéreo e intentar calmar mis nervios.

Porque estoy nerviosa.

Y por primera vez en mi vida no sé cuál es el motivo.

—Toma, Sunshine —dice Chase cuando me entrega un vaso de lo que creo que es whisky con hielo—. Deja que el alcohol estimule tu lado divertido.

Estoy a punto de decirle que es imposible que estimule algo más que el sueño que tengo, cuando la voz de Malcom se oye sobre la música.

—¿Sabías que el alcohol es una droga depresora en realidad? —inquiere pasando bajo el umbral de la sala—, y afecta tanto a los neurotransmisores inhibidores como a los excitadores, como por ejemplo el ácido γ-aminobutírico, también conocido como GABA, y la dopamina.

—¡Ahí está mi Tigre! —exclama Ben mientras intenta rodear los hombros de Harriet por cuarta vez en la noche—, y veo que trajo a su presa —añade con descaro en cuanto una muchacha aparece detrás de él.

Es pequeña y se nota la diferencia de altura entre ellos. Su cabello es como una nube de rizos perfectamente curvados y naturales, y su rostro es tan simétrico que muchas personas no querrían volver a verse en un espejo tras mirarla.

—Me llamo Claire, no presa —corrige ella con un tono divertido antes de dejarse caer en el brazo de un sofá vacío.

—De acuerdo, Claire. Malcom es todo un depredador. —Sonríe Hamilton—. Así que ten cuidado —le advierte.

Beasley enarca ambas cejas hacia el número trece antes de sentarse en el sillón, a un lado de la castaña. Sus ojos escanean los alrededores mientras se mantiene de brazos cruzados y, en cuanto se encuentran con los míos, desciende la mirada a mi pecho.

No, no con perversidad.

—Tienes una mancha —dice señalando mi blusa.

—No hace falta que lo menciones, ya me he dado cuenta —respondo automáticamente, con voz algo despectiva. Culpo al whisky.

—Creo que deberías sacarte la blusa —se entromete Logan que aparece con una botella de cerveza en la mano—. Ya sabes, las manchas no quedan bien —divaga con una sonrisa curvada en sus labios.

Por lo menos no agrega el típico: «No es nada que no haya visto». Sabe ponerle límites a sus comentarios.

Abro la boca, lista para defenderme con un ataque verbal aéreo —terrestre y acuático si es necesario—, pero una voz se me adelanta.

—El exceso de confianza tampoco queda bien —se entromete la recién llegada—. Y, sin embargo, nadie te dice qué hacer con tu ego —finaliza Claire en mi defensa.

Los ojos de Mercury se trasladan a la castaña y se muerde el interior de la mejilla; sé exactamente el porqué de su gesto. Desde que lo conozco, lo hace cuando se abstiene de decir cosas. Estoy segura de que no quiere decirle nada agradable a Claire.

Una vez que Logan se esfuma, la hija del profesor Whittle me regala una sonrisa cálida, divertida y segura. Normalmente no me gusta que salten en mi defensa, pero que Claire lo haya hecho sin conocerme y sin vacilar la convierte en una persona que no tiene luz roja en mi radar.

La siguiente media hora me la paso dando sorbos al vaso de plástico mientras observo a la chica del periódico, y no, no la estoy psicoanalizando. Todo el mundo cree que, porque estudio psicología, me la paso ejerciendo psicoanálisis en las personas, pero deben entender que no son mis pacientes y que me importa un bledo lo que hagan. Miro a Claire porque me da curiosidad, es solo eso. Es inevitable no escudriñar a alguien que se suma a tu círculo de confianza, y eso es porque está en nuestra naturaleza ser curiosos y algo indiscretos.

Jamás vi a Malcom hablar tanto como lo hace ahora. Ellos parlotean animadamente y de vez en cuando Claire le da un sorbo a su refresco. Beasley rechaza el vaso que Timberg le ofrece e internamente me río al recordarlo inconsciente en el piso de la cocina. El brazo del número veintisiete descansa en el sofá y está levemente presionado contra el muslo de la recién llegada.

Ellos no parecen percatarse de eso porque están absortos en la conversación, pero yo sí lo hago. Y no soy capaz de alejar la mirada, es como si ver la piel de ambos rozándose fuera algo instintivo.

No sé si me agrada la idea de estar tan pendiente de lo que hacen o no.

—¿Kansas? —llama Gabe cuando llega a la sala—. ¿Dónde está tu espíritu de sábado, muchacha? —pregunta antes de acercarse y tirar de mis manos para ponerme de pie.

—En alguna parte de mi estómago, porque tengo hambre.

No es una total mentira.

El castaño me observa con ojos divertidos y me percato de que tiene rastros de labial en el cuello. Arqueo una ceja y él me guiña un ojo en respuesta. Este es el Gabe que recuerdo.

—¿Qué te parece si me concedes un baile y luego te invito a asaltar la nevera de Chase? —propone conduciendo sus manos a mi cintura.

Timberg lo mira con cara de pocos amigos y Joe comparte una mirada con Ben. Conozco tan bien esa mirada, es la misma que pusieron semanas atrás cuando en una feria de colectividades un muchacho se me acercó. Al final era gay y solo quería preguntarme dónde estaba el baño portátil. En fin, la cosa es que percibo cuáles son sus intenciones en cuanto sus ojos se encuentran.

—Tranquilos —murmuro en un intento por calmar las aguas—. Me quedaré donde puedan verme.

Esa sí es una total mentira, pero es necesario decir las palabras antes de que ambos tengan una conversación con Gabe en nombre de Bill.

Hyland tira de mí y, una vez que llegamos a la siguiente sala, me doy cuenta de que puedo volver a respirar.

Pero aún sigo sin saber por qué estoy tan incómoda, tan nerviosa.

MALCOM

—¿Qué se siente vivir con Bill Shepard? —pregunta Claire, apartando uno que otro rizo de su rostro.

No hubiera accedido a venir a la fiesta si no fuera por ella, porque la verdad es que no me agrada la idea de salir. La noche es para dormir, no para beber y hacer cosas que probablemente olvidarás al día siguiente.

Tras decirme que quería hacerme una entrevista para el periódico de la BCU, Ben apareció y la invitó a la celebración. Solo le bastó verme entablar conversación con la chica para asimilar que quería ligar con ella y, según lo que me dijo en las duchas, una gran estrella necesita un gran cielo donde perderse. Fue la frase poética más absurda para decirme que necesitaba tener relaciones como premio por el juego de hace unas horas, y, en cierto aspecto, me recordó a lo que el mayestático Voltaire dijo una vez: «El primero que comparó a la mujer con una flor, fue un poeta; el segundo, un imbécil».

De todas formas, me alegra que la haya invitado, porque ahora tengo a una persona interesante para salvarme de una noche de completo aburrimiento en la que los demás universitarios se emborrachan hasta colapsar. Además, logré averiguar ciertas cosas, como que la castaña se había decidido a estudiar periodismo porque no le gustaba la distorsión de los hechos y la subjetividad de los periodistas mediocres, y agregó que era fiel a la idea de que existían cientos de historias que merecen ser contadas. En la pasada media hora, me percaté de que existía alguien más que implementaba las palabras «consignatario» y «limerencia» en una conversación, que le gustaba hablar demás y luego se disculpaba por sacar a relucir sus pensamientos más profundos, que adoraba la década de los ochenta y hasta conducía un clásico de la época.

Claire es la persona más agradable que he conocido hasta el momento.

—No está mal. —Me encojo de hombros respondiendo a su pregunta.

—En primer año tuve la oportunidad de entrevistarlo cuando llegaron a las finales —cuenta. También le gusta el fútbol—. De lo único que hablaba era sobre su hija y sobre el deporte; de vez en cuando agregaba que su salsa es excelente. —Se ríe. —Beasley —llama Joe de repente a mis espaldas, seguido por Monroe—. ¿Has visto a Kansas? —inquiere con una expresión de pocos amigos, escaneando la sala abarrotada de universitarios.

—No —respondo automáticamente, antes de fruncir el ceño en su dirección—. ¿Qué ocurre? —pregunto poniéndome de pie.

—Donna encontró su teléfono en el baño —explica observando la pantalla de un Samsung—. La busqué por toda la casa y no la encuentro, y Hyland ha estado bebiendo...

—Los ayudaré a buscar —se ofrece Claire al mismo tiempo en que me encamino hacia ellos.

Dios se apiade de tu alma, Gabe Hyland.

Porque dudo que Bill Shepard lo haga. 

Continue Reading

You'll Also Like

328 54 14
¿Es verdad eso que dicen que las experiencias del primer amor no se olvidan nunca? Digo, porque debe existir una razón para que a estas alturas me si...
2.9K 96 26
Emily es una chica aparentemente perfecta, esa chica que es hermosa, sin problemas, con una vida llena de lujos, pero debajo de todo eso hay una chic...
860 243 36
Tercera parte de amor prohibido. Tran la muerte de él, ¿qué harás con tu vida? Buscar lo que te hacía sentir él en otra persona, no es lo mejor, ¿no...
158K 249 1
Aveces nos fijamos en quienes menos pensábamos hacerlo, puede que esa persona sea la cual más odia terminando en un oscuro deseo. Advertencias Tie...