Saga: Las Crónicas Mágicas I...

By SophieAly

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Grandes brujos, dotados con poderes capaces de vencer a cualquier mal. Grandes poderes, grandes enemigos. Po... More

Brujas & Lobos - Epigrafe
Brujas & Lobos - Capitulo 2: Magia Blanca.
Brujas & Lobos - Capitulo 3:Te hechizo
Brujas & Lobos - Capitulo 4:Vladimir
Brujas & Lobos - Capítulo 5: Visión
Brujas & Lobos - Capítulo 6: Un Extraño Visitante
Brujas & Lobos - Capítulo 7: La torre
Brujas & Lobos - Capítulo 8: Aria
Brujas & Lobos - Capitulo 9: Mala suerte
Brujas & Lobos - Capitulo 10: Punto a favor
Brujas & Lobos - Capitulo 11: Prisioneros
Brujas & Lobos - Capitulo 12: Llamamos la Atención
Brujas & Lobos - Capitulo 13: Fatalidad
Brujas & Lobos - Capitulo 14: Trampa
Brujas & Lobos - Capitulo 15: Acabar con la oposición
Brujas & Lobos - Capitulo 16: Tredecim Armistitium
Un Extra de la historia
Brujas & Lobos - Capitulo 17: Reunidos
Brujas & Lobos - Capitulo 18: Amar
Brujas & Lobos - Capitulo 19: Amenazados
Brujas & Lobos - Capitulo 20: La paz armada
Capítulo 21: Reclutados
Brujas & Lobos - Capitulo 22: Desenlaces
Brujas - Capitulo I: Consecuencias
Brujas - Capitulo 2: Destinada
Brujas - Capitulo 3 : La Elegida
Brujas - Capitulo 4: Sorprendidas
Brujas - Capitulo 5: Estamos de Vuelta
Brujas - Capitulo 6: Mortal-Bruja
Brujas - Capitulo 7: Gemelos Malvados
Brujas - Capitulo 8: Artimañas
Brujas - Capitulo 9 : Amores Prohibidos
Brujas - Capitulo 10: Sacrificios
Brujas - Capitulo 11: Asesinos
Brujas - Capitulo 12: Furia
Brujas - Capitulo 13: Trampas
Brujas - Capitulo 14: Soldados Caídos
Brujas - Capitulo 15: Funeral
Brujas - Capitulo 16: Calicia
Brujas - Capitulo 17: ¿Muertos?
Brujas - Capitulo 18: A tu lado
Brujas - Capitulo 19: Confidencias
Brujas - Capitulo 20: Cada uno ve, lo que quiere ver
Brujas - Capitulo 21: Seneca
Brujas - Capitulo 22: Amor contra la lealtad
Brujas - Capítulo 23: Muerte Segura
Brujas - Capitulo 24: Ambos Bandos
Brujas - Capitulo 25: Secretos y Bodas
Brujas - Capitulo 26: Inmortales
Brujas - Capitulo 27: Cambios
Brujas - Capitulo 28: Seneca el invencible (Adelanto)
Brujas - Capitulo 28: Seneca el invensible, completo
Brujas - Capitulo 29: Terror entre los vivos
Lobos - Epigrafe
Lobos - Capítulo 1: El uno para el otro
Lobos - Capitulo 2: Amantes Trágicos
Lobos - Capitulo 3: Paso en Falso
Lobos - Capitulo 4: Secretos de Familia
Lobos - Capitulo 5: Sospechosos
Lobos - Capitulo 6: Tiempos Difíciles ...Resubido
Lobos - Capitulo 7: Planes de Venganza
Lobos - Capitulo 8: Ataque
Lobos - Capitulo 9: Cambios
Segundo Libro

Brujas & Lobos - Capítulo 1: Luna Llena

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By SophieAly

Las Crónicas Mágicas

Hechizos

Sofía Funes

Capítulo 1: Luna Llena

Bajé por las escaleras, llevaba mi piyama aún. Me aproximé hasta mi hermana que miraba desde la ventana del salón a, Henry y Elliot. Ambos hombres lobos.

— ¿Ya lo saben? —pregunté en tono apacible mientras caminaba hasta ella y me apoyaba en el grueso y vetusto marco de madera.

—No creo que haga falta que se los diga alguien, ¿No crees? —me espetó Adrianne con una sonrisa apenas ostensible.

—Lo sé, ¿Qué tan fuerte será la transformación? —pregunté mientras me alejaba de allí y me servía un poco de café de la cafetera de la mesa que se encontraba en el centro del comedor del castillo.

—Lo suficiente como para que me haya quedado anoche hasta tarde preparando el litio.

—Odio que uses eso en ellos —le reproché lanzándole una mirada. Era obvio que no había dormido, las grandes ojeras debajo de sus ojos la delataban. Al igual el cómo su cabello -normalmente castaño- habíase visto degradado varios tonos hasta llegar a constituir una melena casi rubia.

—Julie, si tienes una mejor idea para lograr calmar su sistema nervioso dímela, soy todo oídos —se justificó Adrianne con una mueca para aplacar un imponente bostezo.

—¿Y es necesario ir a Canadá? —pregunté intentando persuadir el destino que Elliot y Henry ya habían programado para la luna de esta noche, con la cual venía la maldición de los lobizones.

—Sí. Ellos ya lo han decidido, así que es un hecho. Yo estoy totalmente de acuerdo en que estén bien lejos de cualquier humano —exclamó decidida mientras se trenzaba su cabello moreno hasta la cintura con hermosas ondas —. No podemos correr ningún riesgo—.susurró para sí—. Oh, Julie arriba tengo algo más... va por vía sanguínea. Sólo por sí acaso —musitó cerrando sus ojos de color café —. Son sólo sobredosis, no las he probado, y no planeo usarlas antes de que sepa los efectos que tienen.

—Iré a ver de qué hablas —dije en tono confuso. Me pegué la vuelta y salí de allí mientras le daba un sorbo a mi café el cual no estaba muy delicioso. Estaba amargo y quemado, probablemente Howard lo había hecho.

Tanto Adrianne como yo, ambas brujas estábamos encargadas de arreglar el desastre que provocaba la luna llena en nuestros hermanos de acogida: Henry y Elliot.

En el suelo, entre los peldaños de los escalones estaba Howard, sumido en una concentración jamás vista antes, con unas filosas tijeras cortaba una de las blusas favoritas de mi hermana.

—Más te vale dejar eso —le espeté mientras esquivaba al fantasma que cortaba y cortaba llenando de pequeños retazos de tela por doquier.

—Mira esto Julie, una cadena hecha exclusivamente de tela, ¿No es acaso la cosa hermosa que hayas visto? —preguntó el fantasma en tono animado. Extendió su obra maestra hacia mí con entusiasmo.

—Supongo, solo no dejes que Adrianne vea eso —repliqué riendo.

Howard arrugó su nariz sin comprender de qué hablaba. O pretendiendo no saber, no querer entender. Porque era lo típico en él cuando sabía que hacia travesuras.

Una vez en mi habitación, me enfundé unos jeans ajustados color azul oscuro, mi remera blanca con tirantes, y un par de sandalias estilo griego. Aún estoy bastante despeinada, me encamino hasta el cuarto de hechizos.

En efecto, al entrar me doy con todo un desastre y con que Adrianne ha estado trabajando para que las infusiones y demás pociones estén listas para cualquier contrariedad. Ése es el origen de que mi ordenado saloncito dedicado a la elaboración de pociones y ungüentos caseros, fuera un gran e irreconocible caos. Entre que caminaba, mis pies se sintieron pegajosos. Eso se debía a que había una sustancia verde y viscosa adherida al suelo de mármol. En una mesa, para mi sorpresa limpia, estaban varios hechizos curativos hechos y terminados a la perfección; uno de ellos, resultó en los inventos médicos de Adrianne: inyectar Litio en los lobos, a efecto de que mientras los hechizos curativos y ultra dolorosos sean llevados a cabo, el sistema nervioso quede en un estado casi vegetativo. En mortales sería casi suicida intentarlo, pero con magia negra los pacientes son sacados de ese estado justo antes del paro cardíaco-respiratorio.

—¿Jeringas de Litio? —pregunta una voz alarmada desde la puerta.

—Elliot —sonreí al darme la vuelta y encontrármelo allí parado. Su aspecto era terrible, grandes ojeras, piel pálida, sumamente delgado, realmente parece un chico enfermo.

—No, no me mires tanto, por favor. No estoy pasando por mis mejores días a decir verdad —se quejó el lobo con pesar. Mientras caminaba dentro del desastre, siempre sin apartar la mirada de la única mesa limpia, la que tenía el Litio.

—Lo sé, te ves terrible —sonreí, intentando sonar amable—. Igual se trata de algo...pasajero.

Elliot me miró asintiendo pero volvió la vista hacia algo más. Ad había colgado sobre la pared un buen pizarrón negro, allí hacía anotaciones por el lado izquierdo; para evitar las explosiones de una mala combinación de sustancias. Sin embargo por el lado derecho había miles de fotografías de Henry y Elliot, calendarios lunares y algún que otro recorte de internet con frases positivas ante males o enfermedad. Él tenía la mirada clavada en una de las fotos, una que invocaba la peor de las furias y representaba a la perfección la definición de una bestia y una abominación.

De repente sus ojos se llenaron de lágrimas, sabía perfectamente lo que la maldición significaba.

—Espero que no sean necesarias, la verdad eso del litio, no me gusta —musitó Elliot apartándose de las fotografías de manera violenta.

Elliot frunció el ceño al ver los descartables para las agujas.

—La vez del paro cardiaco, fue una cosa única, no volverá a ocurrir —aseguré en tono apacible.

Él alzó la mirada hasta mí, dibujó una sonrisa dulce en sus labios.

—Lo sé, aún así. Prefiero soportar las quemaduras de la magia, a ser dormido casi muerto —declaró con nerviosismo.

—Muy bien, se lo haré saber a Adrianne —dije y él asintió frunciendo los labios en un fina línea antes de abandonar la habitación, no sin antes mirar una vez más el Litio.

Cuando se fue me acerqué al espejo para cambiar de color de mi cabello, llevé mi tono castaño claro, a un color sumamente oscuro, casi un negro azabache. Eso era algo que Ad y yo podíamos hacer con solo pasar las palmas de las manos por las mechas de pelo, mucho más rápido y fácil que una tintura. Últimamente el cabello se me aclaraba muy seguido, y eso no era bueno.

Me di la vuelta y me sorprendió volver a encontrar a Elliot en la sala.

— ¿Quieres comer algo? —preguntó, husmeando todos los ungüentos curativos que estaban sobre la mesa contra el gran ventanal. Algunos de ellos olían muy mal, provocando que Elliot los alejara de su nariz con desagrado. Realmente esperemos que para cuando esto termine tengamos que usar la menor cantidad posible.

—Sí, aunque creo que Howard está de artesano con la ropa de Ad, por lo que no sé qué almorzaremos —dije risueña al ver al cucú de madera que daba recién las 11:30 a.m, pero era normal que Elliot pensara en el almuerzo desde que el desayuno acababa.

Terminando de peinarme con una cola de caballo hasta arriba dejando caer mi cabello lacio oscuro hasta mi hombro, volví a sonreírle al pobre de Elliot quien por más duro que lo intentará no lograba ocultar el temor a la transformación.

—Bueno, puedo hornear una pizza, pizza casera. ¿Quieres ayudarme? —sugirió animado.

—Eso me gustaría —dije dejando a un lado el peine. Ambos salimos de allí dejando que la enorme puerta de roble se cerrará tras de nosotros.

Cuando bajamos, Adrianne y Henry estaban sentados jugando cartas en el living, al igual que el otro lobo, Henry no se veía mucho mejor, se notaba cansado con expresión cristalina. Tenía bajo los ojos unas grandes ojeras.

— ¿Quieren sumarse a la cocina? Haremos pizzas —propuse.

— ¿Qué paso con Howard? ¿Está en huelga junto con Hayle? —preguntó Henry riendo mientras tomaba todas las cartas que habían sido desparramadas con furia por mi hermana al perder la partida de póker por tercera vez consecutiva.

—No lo sé, no la he visto desde hace días —dijo Elliot.

Así fue como la comida se puso en marcha rápidamente y en la mesa el suplicio de la transformación no iba a quedar fuera de la conversación.

—Cada vez falta menos para el horror —musitó Henry mientras le daba una mordida a su pizza.

—Todo va a estar bien —sonreí intentado transmitir calma pero no muy segura de haberlo logrado. Miré a Ad por sobre la mesa y sólo me sonrió levantado las cejas y volvió a comer.

Elliot revoleó sus ojos a un lado demostrando no sólo que no creía en mi positivismo, sino que le parecía estúpido.

Las horas pasaron y pasaron, y la luna estaba a punto de salir del todo. El primero en presentar los síntomas fue Elliot, gritaba y se revolcaba en el piso de dolor. Henry trataba de consolarlo, pero su cabeza comenzaba a arderle y a presentar síntomas de transformación iguales a los de Elliot. No era algo bonito de ver. La impotencia y la desesperación iban en aumento. Era terrible verlos sufrir así y no poder hacer nada.

Con todo este circo a nuestro alrededor nos resultaba verdaderamente complicado abrir un portal. Pero teníamos que hacerlo porque una vez que se transformarán no sabríamos de qué serían capaces.

Pudimos lograrlo y fue cuestión de segundos antes de que los cuatro fuésemos absorbidos por ese torbellino de energía que nos sacó del castillo y nos llevó a las montañas altas de Canada.

Una vez allí, el viento rugía furioso. El frío era inminente y lo único que puse distinguir allí que no fuere la blanca nieve, fue Henry. Un inmenso lobo que alcanzaba unos dos metros, parado sobre sus patas traseras con una agresiva actitud.

Los lobos, perros siberianos, enormes perros siberianos. Conservaban algunas de sus facciones humanas, como los ojos y la forma de la nariz adaptadas a su hocico. Resultaba muy sencillo divisar cuál era Elliot y cuál Henry.

—Creo que aquí se acaba nuestro trabajo, volvamos a Transilvania—chilló Ad nerviosa. Ella jalaba de la manga de mi remera de manera ansiosa mientras retrocedía intentando controlar el castañeó de sus dientes y el tembleque de sus piernas esqueléticas.

Asentí e intenté abrir un portal junto con ella, pero no lo conseguimos. Cuando Elliot comenzó a rodearnos Ad se asustó cuando éste estuvo demasiado cerca y casi que le lanza un hechizo si no fuera porque yo la empujé y lo desvié

—¡No! Salgamos de aquí, pero no puedes hacer eso. Concéntrate —le espeté. Habíamos logrado llegar desde Transilvania hasta Canadá, con la magia de ambas. El portal se cerraba ahora, el torbellino lograba abrirse y buscar crear el puente entre los dos puntos pero se cerraba al instante.

Henry había gruñido a Ad, no intentando atacarla, sino más bien marcando territorio. Ella al asustarse rompió su concentración, y el portal se cerró por tercera vez.

La nieve helada caía sin cesar, golpeando nuestras caras como pequeños cuchillos.

—¡Haz algo! —gritó Adrianne desenterrando sus pies del colchón de nieve de casi medio metro que comenzaba a cubrirnos y enterrarnos vivas.

Tuve que realizar un campo de protección a toda velocidad para evitar tener que hacerles daño sin que ellos a su vez puedan lastimarnos. Una gran capa de cristal salió de mis manos, formó un espejo transparente que nos volvió invisibles.

Una vez que Ad se tranquilizó y decidió cooperar, logramos abrir otra vez el portal hasta el castillo. Podía oír la voz de Howard discutiendo con Hayle sobre la renovación de la cocina, quién diría que los fantasmas discuten sobre decoración.

Adrianne entró de inmediato sin ningún titubeo, pero yo en cambio antes de volver quise ver a Henry y Elliot una vez más, sabía lo duro que era para ellos y para nosotras no verlos hasta que hayan vuelto a la normalidad de nuevo. Todo sin saber que pasará en los días en que estemos separados.

Caí, sobre la alfombra, me quedé un rato viendo la escena o eso intenté, hasta que escuché una voz jocosa detrás de mí.

—Es lo correcto, y lo sabes. Van a estar bien. Ahora si no te importa, comienzo a congelarme —chirrió Howard con el entrecejo fruncido mientras se acariciaba los brazos enérgicamente.

—Está bien —suspiré en tanto cerraba el portal y me disponía a incorporarme—. Es sólo que... están lejos de todo, sobre todo de su familia...de nosotros.

—Y es por eso que los dejamos allá. No es culpa de nadie que esos dos sean un peligro para la sociedad —replicó el fantasma riendo a carcajadas.

—Ya lo sé, pero igual. Además Henry estaba muy violento, asustó a Adrianne. —Howard se acercó a mí intentando entender de qué hablaba, pero yo no estaba de humor para pláticas ahora, tenía los nervios destrozados— ¡Ash! Es una larga historia, lo importante es que están a salvo, y que con la adivinación sabremos lo que hacen...

—Sí, sí, ahora es hora de cenar, Hayle cocinó una barbacoa deliciosa —dijo Howard dando saltitos sobre sus pies de humo transparente que desaparecían y reaparecían al ritmo.

—Eso suena estupendo, aunque no tengo mucho apetito —dije mientras terminaba de levantarme del piso alfombrado fingiendo que la mano de humo de Howard que me ofrecía, me servía como verdadero apoyo.

Cuándo acabamos de cenar subí a la habitación de hechizos donde vi a Ad mirando en la bola de cristal con suma concentración.

— ¿Ves algo? —pregunté con nerviosismo acercándome a la esfera.

—Van a estar bien —se limitó a responder con voz muy baja al igual que vaga. Se mostraba sumamente concentrada y algo ausente.

—No es lo que pregunté. Dime la verdad —le reclamé.

—Pues, están muy golpeados, heridos —dijo ella haciendo una mueca de dolor mientras se despegaba un poco de la esfera.

Al oír eso me senté a su lado de inmediato. Con torpeza debo confesar, haciendo que ella casi se cayera del sofá. En efecto, ambos no estaban para nada bien. No paraban de aullar, gruñir y quejarse. Habían estado peleando entre ellos, provocándose heridas importantes. ¿Qué otro animal se atrevería a meterse con semejantes lobos? Incluso para un oso resultaban contrincantes demasiado intimidantes.

—Ya queda menos —susurré mirando a Adrianne—. Ellos estarán bien.

—Aún así, no queda más que esperar, porque no podemos hacer nada que cambie esto —replicó nerviosa saliendo de la bola de cristal haciendo que la imagen de Henry y Elliot se volviera difusa y borrosa hasta el punto de desaparecer.

En mi cama, traté de dormir, pero me temo que no es posible con la luna llena. Doy vueltas en la cama durante horas cuando de repente siento un dolor agudo en el pecho. Mi mirada se posa rápidamente en el cielo raso de mi habitación, hasta que sin poder soportar mucho más salto de la cama, directo hacia la ventana.

—La luna —susurro al ver como la oscuridad comenzaba a disiparse y de repente ella ya no estaba allí.

Corro por el pasillo hasta que mi mano llega a hacer contacto con el barandal de las escaleras. Mis pies provocan un rechinido insoportable en los decrépitos escalones de madera. Mis botas de piel por afuera de mi piyama rosado. Alcanzo un piso más arriba. Entro trastabillando hasta que logro sentarme frente a la bola de cristal. Tengo que calmar mi respiración y una vez que puedo concentrarme, una imagen se empieza a formar en la bola de cristal.

Puedo verlos, o eso intento entre la fuerte nevada que cae en forma de lluvia persistente. De un momento a otro el cuerpo de Elliot aparece manifiesto en la bola.

—¡Elliot! —grité mientras dejando a un lado la adivinación corro de nuevo hacia abajo por mi ropa.

Entre la oscuridad, busco la puerta de la habitación de Adrianne. Puedo acariciar el pomo de la puerta, abro y entro.

—¡Despierta! ¡Elliot ha cambiado, y está muy mal! ¡Está terrible! —grito tratando de que Adrianne reaccioné.

Ella apenas sale de su ensoñación y logra comprender lo que estoy diciéndole, salta de la cama. Camina hacia su closet y busca algo de ropa al azar para comenzar a vestirse.

—¿Cómo lo has sabido? ¿Tienes algún plan de dónde está? ¿Qué pasó con Henry? —esta y muchas más preguntas hace sin detenerse a ver sí hay alguna respuesta para alguna.

Me mira como si guardara la esperanza de que una de las dos sepa realmente lo que va a hacer, pero me temo que el plan es entrar dentro del bosque nevado y rogar que los encontremos pronto a ambos. Todos los demás obstáculos deberemos superarlos en las medida en que se hagan presentes.

Ambas volvemos a bajar las escaleras de dos escalones a la vez. Me detengo en el pórtico y noto que la noche está helada. No quiero ni imaginar cómo estará allá.

Una vez que podemos abrir un portal, aparecemos ante la nada misma. Sólo nieve a nuestro alrededor. Un panorama blanco sin más. El viento helado me obliga a cerrar los ojos en varías ocasiones.

— ¡Elliot! —gritamos ambas, una y otra vez— ¡Henry!

Luego de caminar un buen rato, por fin encontramos a Elliot. No es la primera vez, claro, que nos pasa, pero nos parece increíble que con la fuerza de esta Luna llena el lobo haya vuelto a su estado humano, eso ocurría solo con lunas tenues. Sin embargo, también dependía de la sangre y la fuerza de la maldición. Henry permanecía siempre transformado durante el ciclo lunar completo.

—Elliot, ¿Estás bien? —pregunté mientras le ponía un saco sobre sus hombros.

— ¿Han visto a Henry? —preguntó Elliot con apenas un hilo de voz. Su piel era aceitunada normalmente, pero ahora se veía muy pálida y traslúcida, con las mejillas rojizas y lastimadas

—Él sigue siendo un lobo. Tenemos que sacarte de aquí. Y tendré que curar esto —dijo Adrianne con la voz forzosa mientras arrancaba un trozo de su jean para hacerle un torniquete en la pierna de Elliot ya que tenía un corte profundo a la altura de la cadera y se veía realmente grave.

Una vez de vuelta en el castillo Adrianne curaba a Elliot, mientras yo intentaba localizar a Henry mediante la adivinación y la bola de cristal.

— ¿Si está lastimado? —preguntó Elliot.

—Eso es casi seguro —respondí.

Elliot estaba parado detrás de mi impidiendo que con mi poca concentración, logré ver algo que sirva.

—Así es que no haremos nada, esta Luna fue muy jodida. Podría estar muerto —dijo alarmado—No creo, porque Henry es muy fuerte, pero...

—Elliot, quién más que nosotras lo queramos aquí, pero debes entender, es peligroso. Puedo brindarle magia blanca como protección pero no iré a curarlo, no puedo —dije molesta mientras le doy la espalda intentando concentrarme de nuevo.

Adrianne lo obligó a sentarse en una silla mientras le comenzaba a untar una de las cremas que ya teníamos listas.

—Bien, sé que es así...sólo estoy diciendo que... ¡Ah! ¡Eso arde! —se quejó con furia.

—Elliot, tengo que curarte, o curarte. Así que quédate quieto eh —le espetó Adrianne cansada, mientras miraba a Elliot como a un niñito malcriado.

—¡Ash!, mejor...Mejor, tomemos un receso —dijo Elliot levantándose para irse de la habitación molesto.

—No puedes irte con eso así... ¡Elliot, no! Tengo que cerrar eso. En dos horas la Luna sale de nuevo. Uff, hombres —. Suspiró cansada mientras se desplomaba en el sillón quitándose los guantes de látex.

Por fin, logro ver al otro lobo y con una sonrisa de oreja a oreja se lo hago saber a Ad.

—Es Henry, por suerte no es nada grave, está muy bien. Nada peligroso que deba ser curado o atendido con urgencia —aseguro, dejando la bola de cristal.

—¡Qué alivio! La verdad no me preocuparía por Henry, es Elliot el que me preocupa...Su herida es profunda con la transformación se puede volver a abrir. Ese chiquillo malcriado, ¿Cuándo piensa volver? —se quejó Adrianne molesta mientras ostentaba Litio en sus manos—¿Se piensa acaso que tengo todo el tiempo del mundo?

—No me pondrás esa cosa, hermanita —sonrió Elliot volviendo con su brazo vendado mientras comía un tazón de sopa. Movía su dedo hacia los lados negando, realmente no se iba a dejar poner eso en su torrente sanguíneo.

—Tengo qué, es importante. No me dejas trabajar y ni siquiera es una curación completa—dijo Adrianne mientras agitaba el Litio con energía.

—No, y no. No me importa, después me arreglas si gustas, pero no vas a inyectarme eso— negó el lobo con determinación —. Además ya siento la fiebre de nuevo, llévenme de vuelta, estaré bien.

Adrianne golpeó la mesa furiosa.

—Eres un necio —le espetó.

—Sí, y estoy bien con eso...Además, qué sentido tiene, voy a ser un lobo de nuevo, quedaré igualmente mal de una u otra manera...

—Bien. Como tú quieras, vámonos—dije mientras abría un portal junto con Adrianne.

—Por fin, alguien que me hace caso —sonrío Elliot empujando a Adrianne con su pesado hombro.

Ella blanqueó sus ojos aún molesta por la necedad de Elliot.

Los días pasaban y era duro caminar por los corredores sin sentir más que las risas animadas de los fantasmas. Adrianne sólo se limitaba a permanecer sentada, y llegó un punto donde apenas sí se movía de los sillones, siempre acompañada de algún libro.

— ¿Qué haces? —pregunté acompañándola en el gran ventanal una noche, con nada más que la luz del gran candelabro sobre nosotras y el único entretenimiento ver cómo Howard metía llamas en su boca atrayéndolas con sus dedos.

—Mato el tiempo —fue su simple respuesta —. Ya queda menos, sólo dos días —musitó mientras miraba su reflejo en la ventana.

—Lo sé, pero parecen eternos —suspiré cansada— ¡Ya deja eso! —le grito a Howard quien me pone nerviosa cuando empieza a manipular fuego por la sala.

El fantasma estalla en risas mientras corre aún con fuego en su boca hasta la cocina.

—¿Crees que algún día puedan atravesar por esto de la transformación de una manera menos sufrida? —preguntó Ad, con tristeza.

—Lo dudo, aun así no podemos hacer más que ayudarlos —dije limpiando una lágrima —.Voy a la cama, mañana tengo que preparar los ungüentos de nuevo.

Ella sonrió y volvió a dirigir su atención al fuego.

Sólo espero que ambos estén bien. Nosotras no podemos hacer más que tener todo listo en cuanto a los embrujos y remedios caseros para curarlos.

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