Sin saber lo que somos (Homoe...

By zeusdehera

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Los protagonistas de la novela, Shion y Sikamaru, viven en un mundo en el que demonios y ángeles se odian a m... More

Él
Primera parte: Conociéndote
Primera parte: Algo nuevo
Primera parte: Volverte a ver
Primera parte: Un comienzo y una despedida
Primera parte: Lo mejor que podría pasarme
Primera parte: Idiota
Primera parte: El dolor y los recuerdos siempre son pareja
Primera parte: Cuando tus temores aparecen...
Primera parte: Por los amigos
Primera parte: Padre e Hija
Primera parte: De leyendas y nombres
Primera parte: De nieve y amor
Primera parte: Ya no estás tú
Segunda parte: Juntos
Segunda parte: Un San Valentín especial
Segunda parte: Un viaje inesperado
Segunda parte: Un libro y una rosa
Segunda parte: Ciegos
Tercera parte: Contigo
Tercera parte: Destrozados
Tercera parte: Sincericidio
Tercera parte: Contigo
Epílogo: Principio
Extra 1. Sam
Extra 2. Rojo y Naranja
Extra 3. Rukia

Primera parte: Salvajes

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By zeusdehera


Tú me haces ser salvaje

Quémate conmigo

Mi cama será un viaje

Al placer contigo

Salvaje. Mägo de oz.

Shion

"¿Sabes qué día es hoy?"

El mensaje de Rukia me había desconcertado. Miré repetidas veces el calendario sin encontrarle nada especial a aquel día; era uno más.

—Jes—la pregunté alzando la vista del móvil—¿Qué día es?

—Sábado, veinte de noviembre, ¿necesita el señorito la hora exacta?—me preguntó acercándose al sofá con las manos llenas de harina—¿Vas a ayudarme?

Me levanté dejando el móvil en la mesita dispuesto a seguir las indicaciones de mi amiga. Aunque para mí fuera un día más para Jessica no lo era pues aquel día Manuel cumplía años y mi compañera iba a prepararle una tarta. Como se veía incapaz de hacerlo sola me había pedido ayuda el día anterior y yo, gustoso, pues me encantaba pringarme las manos, había aceptado.

La fiesta no iba a ser en la intimidad pues la mayoría de los profesores habían sido invitados y todos aceptaron con gusto. ¿Quién se resiste a comida y bebida gratis? La celebración iba a ser por la tarde pues aquella noche Jessica había preparado algo especial a su novio que no quiso decirme. Menos mal que había comprado tapones.

Manuel se había instalado hacía varias semanas, las mismas que yo llevaba intentando no entrar en casa más que lo justo y necesario (estaba buscando un piso al que irme para dejar al retrógrado y a Jessica juntos) gracias a lo cual había cogido mucha confianza con Sikamaru. Pasaba más horas en su casa que en la mía propia y a pesar de que nos esforzábamos en explicarle a la gente que no éramos una pareja, se nos hacía imposible convencer a todo el mundo por lo que empezamos a dejarles que pensasen lo que quisieran. Y creo que nosotros mismos empezábamos a creernos esa mentira.

A lo largo de tres semanas, las muestras de cariño y las indirectas habían aumentado de forma considerable: eran simples roces, una mirada indiscreta, una frase con doble sentido, compartir una cola cao a media mañana. Cualquier cosa. Nos valíamos de gestos que aunque para otros no mostrasen afecto para nosotros sí. Aunque a veces, Sikamaru daba señales contrarias, unos días estaba receptivo y otros parecía que se encerraba en su mundo y había que sacarlo con un anzuelo y aquello me estaba poniendo de los nervios.

Siempre he sido una persona que tiene claras sus prioridades y a la que le gusta que le digan las cosas cristalinas, disfruto de los dobles sentidos o indirectas, no lo voy a negar pero cuando pasan un límite es hora de poner las cosas en su sitio y eso tenía pensado hacer. Últimamente, Sikamaru había empezado a usar mi departamento para corregir exámenes o relajarse un rato pues en el suyo no podía y a mí no importaba. Recordaba que el día anterior lo había visto sentado mirando por la ventana a la espera de algo, tenía el móvil en una mano y un pañuelo en la otra.

Supuse que estaría preocupado por Rukia pues el conflicto se había vuelto más violento y posiblemente ella no diera abasto con los heridos. La pobre mujer se comunicaba con nosotros cuando podía. A pesar de creer eso, supe que no estaba así por nuestra amiga. Había algo más que a mí se me escapaba. ¿Qué era? Ni idea, pero esperaba descubrirlo pronto ya que durante los días anteriores había estado más apagado, como si algo fuera realmente mal.

Durante dos horas Jessica me tuvo haciendo rosquillas mientras estaba pendiente del móvil y le mandaba más recados a Manuel para que cuando llegase estuviera todo listo. Estaba todo calculado al milímetro. Seguí haciendo rosquillas mientras mi mente recordaba todo lo sucedido anteriormente. Volví a mi puesto de trabajo al día siguiente (con unos papeles falsos sobre dónde estuve y por qué me había ausentado) desoyendo las recomendaciones de Sikamaru y Jessica, los cuales me contaron que se habían inventado que mi madre se había puesto enferma y había tenido que ir a cuidarla.

Cuando entré en la clase de primero de la ESO, todos preguntaron por mi madre. Tuve que inventar que estaba mejor y que mi padre la estaba cuidando. Nunca supieron el daño que me hicieron aquellas palabras. Los días pasaron y llegó Halloween, único día en el que las comunicaciones con el Cielo podían ser más directas, nada de papeles impersonales sino un cara a cara. Se hacía mediante un programa informático diseñado por los ángeles expertos en aunar informática con, llamémoslo poder divino (que no es así pues tal cosa no existe pero es para entendernos mejor). Aquella noche estuve a punto de quedarme sin amigos.

Entre Bianca, Ari y Jessica habían manipulado a Sikamaru para que viniese a cuidarme pues las palabras que Jessica le dijo a este no eran suyas, sino de Ari. Ya me extrañó cuando mi amigo me las había dicho y confirmar que solo se habían usado para que me cuidara me puso de muy mal humor. Los había odiado tanto en aquel momento que corté la conexión, poco después me llegaron dos papeles, los dos contenían las disculpas de mis amigos y una frase que odio: lo hicimos por tu bien.

A eso de las dos de la tarde comenzó a llegar la gente y Jessica les indicaba donde debían colocarse. Como no quedaba nada más por hacer en la cocina fui saludando a mis compañeros de profesión y la mayoría me preguntaron si Sikamaru iba a venir, dije que no lo sabía puesto que el día anterior no había respondido a mis mensajes y aquella mañana tampoco, lo que había generado que tuviese el humor por los suelos a pesar de que no se me notase. Desde que me recuperé Sikamaru se había dedicado a mandarme mensajes para felicitarme los buenos días y de repente ayer dejó de hacerlo. No debería preocuparme al fin y al cabo solo era un par de días pero algo no iba bien.

Mientras pensaba en eso distinguí una cabellera pelirroja que solo pertenecía a una persona. Me acerqué al grupo de Miriam. No solía tratar con los profesores que daban ciencias pero a ella la conocía por Sikamaru pues la abandonó para tomarse conmigo el descanso de media mañana que siempre compartíamos. Al llegar hablaban de una boda de un famoso súper conocido. No les presté atención, los cotilleos sobre gente que no conozco me importan una mierda.

—¿Habéis visto el vestido de la novia?—preguntó una de las mujeres con las que estaba y a la que no conocía de nada.

—Era precioso—contestó otra de las chicas con el pelo lila—Azul y con pedrería verde. Quiero uno igual.

—Dijeron que ha costado cuatro mil euros—comento Miriam justo cuando yo llegaba—Hola, Shion—la saludé y me presentó a sus amigas, reconocía sus caras de verlas por el instituto pero nunca había hablado con ellas.

—¿Y el traje del novio?—preguntó una mujer mayor, bajita y rechoncha.

—¡Oh! Era amarillo como los ojos de las panteras—dijo la del pelo lila.

Sonreí ante aquello, Sikamaru tenía esos ojos. Saqué el móvil y no tenía ningún mensaje de él pero si uno de Rukia, me preguntaba por nuestro amigo, la respondí que no sabía nada y al instante me llamó. Pidiendo disculpas fui a mi cuarto y allí descolgué.

—¿Seguro que no sabes nada de él?—preguntó preocupada y sin darme tiempo a saludarla—Hoy es un día especial y triste. Hoy ha sido la boda.

—¿Tú también?—la reproché—Ya he aguantado a un montón de niñatas con eso.

—No sabes qué día es hoy, ¿verdad?—otra vez la dichosa preguntita—Hoy es veinte de noviembre—ante mi mutismo pues no llegar a comprender del todo lo que quería decir Rukia, suspiró—Shion, el ex de nuestro amigo se ha casado esta mañana.

Todo cuadraba. Todas las piezas se unieron en mi cabeza. Sin pensarlo colgué el teléfono, salí de la habitación e intenté localizar a Jessica. Una vez encontrada le expliqué la situación y me marché de allí.

El ánimo decaído de Sikamaru, la pregunta de Rukia. Todo encajaba. Entendí por qué no había venido, por qué no contestaba a mis mensajes y recé a la única diosa a la que le puedo orar (porque es la única que existe) para que no hubiera hecho ninguna locura. Corrí todo lo deprisa que pude hasta llegar a su portal. No había dejado de llamarle sin recibir contestación y eso me puso de los nervios porque no sabía que era de él.

Le conocía, supe que no iba a hacerse daño físico por semejante imbécil pero ¿y si era igual a mí? ¿Y si no podía soportar el dolor de ver a su persona amada con otra y sufría un shock? O algo peor. No quería ni imaginármelo. Nada más llegar me encontré a una señora mayor pasando con el carro de la compra y la sujeté el portal. No me preguntó nada pues me conocía lo suficiente; era la vecina cotilla.

—Creía que hoy no ibas a venir—me dijo con una sonrisa.

—Hoy es el día justo para venir.

Cuando llegué a su puerta, estaba tan preocupado por él que esperaba no tener que echar la puerta abajo, para mi suerte me abrió. Sus ojos rojos me indicaron que llevaba llorando mucho tiempo, el hecho de que solo vistiese con una camiseta y unos calzoncillos tampoco era buena señal.

—Shion—su voz sonó rota—¿Qué haces aquí?—dijo sorprendido.

Sin dejarle tiempo para hablar, entré en su casa, cerré la puerta y avancé unos metros hacia la cocina. Al ver que no me seguía me giré y le vi con la cara tapada, fui hacia él y le abracé. Sikamaru apoyó sus manos en mi pecho y comenzó a llorar. Llevé una mano a su pelo y la otra a su espalda.

—He venido a salvarte.

Sikamaru

Veinte de noviembre. No pudo haber escogido otra fecha. No, tenía que ser justo esa. Veinte de noviembre. El día que nos conocimos, el día que todo cambió. Recuerdo aquel día como si fuera ayer. Yo estaba esperando al ascensor en aquel lujoso hotel de Budapest para subir a la conferencia sobre su ciudad subterránea cuando le vi: traje, corbata, pelo peinado hacia atrás y esa aura de seductor. Me quedé embobado mirándole, él se dio cuenta de eso y me dio su tarjeta.

Yo le di la mía y hablamos hasta que el ascensor le dejó en distinta planta. Una vez acabada la charla recibí un mensaje, era del chico del ascensor, quedé con él en el bar del hotel y una cosa llevó a la otra. Aquella simple espera hizo que nos amásemos cinco años, al menos eso era lo que yo pensaba. Hasta hoy.

Observé el vestuario de los dos a través de la televisión, el imbécil llevaba un traje amarillo del mismo color que mis ojos. Aquello prendió una pequeña llama de esperanza. Aún me quería y me lo demostraba con ese traje, podíamos arreglar las cosas, claro, solo tenía que esperar.

Nunca pensé que llegaría el momento en que la realidad me golpease así de fuerte, siempre tuve una pequeña esperanza de volver a verle y de tenerle entre mis brazos pero verles salir del juzgado de la mano acababa de destrozarla. Y lloré por todo lo que había perdido, por todo lo que nunca volvería a tener y porque me di cuenta de que él no me amaba. Me deslicé hasta el suelo de la cocina y allí me quedé un rato tirado, abrazando a mis piernas mientras lloraba.

Mi móvil se iluminó varias veces pero preferí ignorarlo. Intenté tranquilizarme, respiré hondo y me levanté de allí dispuesto a hacer algo útil aquel día. No iba a ahogar mis penas en alcohol. Ni me iba a dejar vencer por ellas. No gané aquella batalla. Unas palabras, pronunciadas por una persona a la que quería, vinieron a mí y como si de mis propios sentimientos se tratase se me clavaron en el pecho.

Recordé el día que se las oí decir, yo no debería haber estado en aquella conversación pero me pidió compañía pues no se veía capaz de decírselas a cierta persona. En aquel momento no las entendí pero ahora las sentí como mías:

"En mi cabeza siempre había estado ese pequeño resquicio de que ibas a volver a llamar a mi puerta, mojado, con un ramo de rosas y cara de arrepentimiento, yo como la idiota enamorada que soy... era, te abriría la puerta y te perdonaría, así de sencillo. Esperé, esperé un año y medio, de hecho hasta pensé que en algún punto de tu relación y de tus continuas luchas con esa persona te fijarías en mí.

Que recordarías lo que una vez fuimos, que recordarías lo que una vez me dijiste pero durante ese tiempo vi que no. No ibas a volver a por mí. Te había perdido para siempre. Ahí es cuando me di cuenta de que nunca habíamos sentido lo mismo, de que tú ni siquiera te habías llegado a enamorar, de que solo era un capricho, un polvo de una noche, una persona con la que jugar, alguien a quién tener siempre a tu vera por si los demás planes fallaban, algo a lo que acudir cuando las cosa iban mal. Un repuesto.

Un segundo plato. Nada de lo que poder sentirse orgulloso. Así me sentí ahora, me sentí engañada, utilizada y hundida. Me sentí tan mal y te recuerdo tanto que me da miedo salir a la calle y encontrarte. Me da miedo no olvidarte y sobre todo me da miedo descubrir que no voy a encontrar la calidez de tus brazos en otra persona, que nunca más oiré tu voz pronunciando mi nombre, que nunca más iré a tu casa a tumbarme sobre tu cama o a robarte libros, que no te veré sonreír, ni te oiré reír porque no te merezco, no lo hacía entonces y no lo hago ahora.

Lo único que quiero es esconder la cabeza y no volver a salir. No quiero salir al mundo en el estamos separados. Porque a pesar de todo aún estás presente en mí."

—Ah, genial...—ironicé al sentir una lágrima descender por mi mejilla.

Estaba llorando de nuevo. Y no pude dejarlo hasta pasado un buen rato. El sonido del timbre me devolvió a la realidad.

—Shion—mi voz sonó quebrada—¿Qué haces aquí?

Sin decir nada se metió en mi casa, cerró la puerta y avanzó hacia la cocina. Yo me quedé ahí, quieto, sin saber qué quería. No imaginé que vendría. Me tapé la cara pues no quería que me viera llorando, esta vez de alivio. Lloré porque él había venido. Sentí sus brazos abrazándome y sin poder resistirlo apoyé mis manos en su pecho, era tan cálido.

—He venido a salvarte—me susurró en el oído, esas palabras me calmaron y dejé de llorar. No tenía ningún motivo para hacerlo—. Tengo hambre.

—Pensaba que ibas a susurrarme algo más bonito—recriminé en tono de broma, Shion se hizo el sorprendido y deshaciendo el abrazo me quitó un par de lágrimas de las mejillas.

Le guié hasta la cocina y le dejé hacerme la comida que quiso. Tras eso nos tumbamos en el sofá con la cabeza de Shion apoyada en mi pecho mientras yo jugaba con su pelo.

—Si sigues tocándome el pelo voy a dormirme—me advirtió. Sonreí y paré de hacerlo, no quería que se durmiera—No te he dicho que pares—me reprochó en cuanto tuvo oportunidad.

—No quiero que te quedes dormido—afirmé.

—¿Y eso?—dijo mientras alzaba la cabeza.

Como tardé un par de minutos en responderle su mirada viajó de un lado a otro mientras fruncía el ceño, abrió la boca para decir algo que posiblemente fuese otra protesta pero no le dio tiempo.

—Me gusta tu voz—Shion sonrió. Seguí jugando con su pelo hasta que en una de las puntas noté que tenía algo blanco—¿Por qué tienes harina en el pelo?

—Será de las rosquillas—me contestó—Jessica me ha puesto a hacerlas para la fiesta de su novio.

—Es cierto—dije de pronto—que era su cumpleaños. ¿Quieres...?—Shion negó con la cabeza antes de que yo pudiera acabar la pregunta.

—Estoy donde deseo estar—no dijimos nada más durante un rato.

Nos conformamos con estar juntos, con sentirnos, Shion cogió una de mis manos y la juntó con la suya. Las apoyó en su tripa y las dejó ahí, poco después acarició mi mano con sus dedos haciendo lo que entendí que eran dibujos, me reí suavemente por las cosquillas que me estaba haciendo mientras noté la calidez de sus dedos y la suavidad de estos.

—¿Qué dibujas?—le pregunté cerca de su oído. Shion suspiró un poco y me sonrió de lado.

—Mi nombre en gaélico—fruncí el ceño—. Es para que me recuerdes.

—Como si lo necesitase—dije antes de pensar las palabras. Shion alzó su cabeza con una sonrisa.

—¿Crees que en el canal ese maravilloso que tienes estarán dando algo?—su sonrisa de inocencia no contrastaba para nada lo que estaba leyendo en sus ojos pero accedí a que pusiera la televisión rezando para que en ese canal no dieran noticias de lo que había ocurrido hoy. Para mi suerte estaban dando una película de Disney— Esta no la he visto—aquello me sorprendió, creí que se había visto todas.

—¿En serio no has visto Brave?—negó con la cabeza—Es de lo mejor que ha dado Disney.

Al terminar la película comenzó seguidamente otra sobre el fin del mundo que no era para nada interesante. Intenté proponerle algo a Shion pero estaba profundamente dormido y me daba tristeza despertarle. Parecía un ángel. No había soltado en ningún momento mi mano y por alguna razón eso me gustaba. Estaba empezando a sentir que Rukia tenía razón.

Apagué la televisión y la mandé un mensaje, después de ignorar deliberadamente los que ella me había escrito sobre si estaba bien, me contestó al instante. Hablamos cerca de unas dos horas que Shion se pasó completamente dormido. Aproveché y le mandé una foto a Jessica con un mensaje diciéndola que era su culpa, ella me contestó mandándome varias fotos de la fiesta, hablé un rato con ella y tras despedirme me quedé atontando mirando la foto.

Dejé el móvil en la mesita que teníamos al lado del sofá y jugué con varios mechones de su pelo mientras desde mi posición le observaba dormir. Había bajado hasta situarse en mi abdomen y desde mi posición contemplé sus rasgos, bajé la mano que sujetaba su pelo para poder tocarle. Shion era de esos hombres que parecen sacados de algún libro de criaturas fantásticas: sus pestañas eran largas, rizadas y rubias, sus labios eran rosados, perfectos para besarlos y morderlos, sus mejillas siempre tenían un tono rosáceo.

Recordé sus ojos, uno verde y otro azul, la primera vez que los vi me parecieron muy extraños y a la vez sorprendentes. ¿Cómo podía una persona tener tantos colores en los ojos? Aquello era imposible, sin embargo, ahí estaba la prueba de ello. Pensé en las tres últimas semanas, nos habíamos vuelto muy cercanos, tanto que las indirectas eran comunes entre nosotros, no me molestaban, de hecho me agradaban y esperaba que algún día pasasen a ser hechos.

Shion se removió hasta que se despertó del todo y giró su cuerpo, quedando sus brazos apoyados en mi cintura, apoyó la barbilla en una de sus manos y tras un bostezo se disculpó por haberse quedado dormido. Le resté importancia diciéndole que Rukia me había dado conversación durante un largo rato. Me sonrió conciliador y se incorporó hasta quedar a escasos centímetros de mi cara.

—Parece que no has llorado—dijo aliviado.

Sentí su aliento muy cercano a mi piel y por alguna extraña razón aquello hizo que me recorriera un escalofrío. Me encogí de hombros pues no tenía una respuesta para ello. Shion sonrió y por primera vez en mucho tiempo quise acariciar alguien.

Mi mano se deslizó hacia una de sus mejillas en la que se quedó, sentí el aliento del rubio cerca de ella y supe que la iba a besar. No me equivoqué, dejó un suave beso en esta y su mano se deslizó hasta mi nuca atrayéndome hacia él. No me resistí y dejé que me besase lentamente al principio para tornarse más feroz como si tuviésemos que dar rienda suelta a nuestros instintos más salvajes.

Mis manos se movieron por el cuerpo de Shion buscando el inicio de su camiseta para poder quitársela. Una vez que esta dejó de ser un estorbo paseé mis manos por su pecho, atrapando sus botones entre mis dedos. Shion gimió cuando le pellizqué los pezones, se separó de mis labios mirándome con deseo, se mordió el labio y antes de que atacase mi cuello le mordí el suyo. Sentí sus manos contra mi piel transmitiéndome calor, volviendo cada centímetro que tocaba en fuego. Me quitó la camiseta y me besó de nuevo. Sus manos se desplazaron hacia mi espalda a la par que dibujaban algo.

— ¿Estás escribiendo de nuevo tu nombre?—le pregunté entre beso y beso.

Sonrió de lado y en vez de contestarme me besó la nariz. Me pareció un gesto de lo más tierno y le devolví el beso. Nos mirábamos sintiendo que queríamos decirnos muchas cosas pero no nos atrevíamos.

Shion pasó sus piernas por mis caderas y por primera vez noté la dureza de su miembro. Le sonreí y pasé mis manos por sus muslos mientras le pedí que se agarrase a mi cuello. Con impulso e intentando no caerme le levanté y lo llevé hasta el cuarto. En ningún momento dejamos de besarnos. Nada más entrar en la habitación le tiré en la cama y comencé a besarle el cuello para luego bajar por su torso depositando varios besos. Una de mis manos se estaba peleando con el cierre de su pantalón hasta que conseguí desabrocharlo.

Despacito bajé sus pantalones hasta que acabaron tirados en algún lugar de la habitación. Subí mis manos por sus piernas provocando que Shion se retorciera de placer ante mis simples caricias. Me miró con la cara prendada de deseo que yo estaba dispuesto a darle. No me cuestioné si era una buena idea o no; había apartado mi conciencia y mis sentimientos a un lado. Shion estaba aquí y eso era lo único que importaba.

—¿Vas a quedarte mirándome mucho rato?—preguntó Shion con la respiración acelerada.

Negué con la cabeza y bajé sus calzoncillos que acabaron en el suelo. Las manos de Shion se movieron por mi espalda hasta que llegaron a mi cintura donde se acercaron a mi ombligo provocándome cosquillas. Bajó estas al cierre de mi pantalón y sin ser nada cuidadoso me lo quitó de golpe junto con la ropa interior. Llevó una de sus manos a mi miembro y le hizo una ligera caricia que consiguió arrancarme un gemido, miré al rubio que sonrió divertido. Moví mis manos en dirección a su entrepierna y le masajeé el pene. Vi cómo cambiaba su sonrisa y dejaba escapar un gemido. Me acerqué a su oreja y se la mordí provocando que sus uñas se clavasen en mi espalda.

—Abre el...—le susurré al oído.

—Primer cajón de la mesilla—cortó mientras lamía mi oreja.

— ¿Te acuerdas de eso?—pregunté mientras intentaba controlar mi respiración.

—Me acuerdo de las cosas importantes—contestó mirándome a los ojos con una sonrisa pícara.

En su mano izquierda había un condón y un bote de lubricante, sin decirle nada Shion rasgó el envoltorio con la boca y me puso el preservativo, luego cogió mi mano y la llenó de lubricante. La guió hasta su entrada y retiró su mano. Leí en sus ojos que confiaba plenamente en mí. Mi sonrisa se volvió tranquilizadora. Metí uno de mis dedos y dejé que se acostumbrase a él. Una vez que Shion me indicó que podía seguir, metí otro y así progresivamente hasta que el rubio me besó y lo tomé como una indicación.

Con sumo cuidado entré en él y comencé a moverme muy lentamente al principio, conforme avanzaba aumenté el ritmo. Shion había dejado de besarme para poder gemir y sus manos se me clavaban en la espalda. Mi amante se corrió poco antes de que lo hiciera yo. Me tumbé a su lado y él me sonrió con cansancio y felicidad. Durante un rato ninguno de los dos dijo nada limitándonos a sentir nuestras manos entrelazadas. Shion se incorporó y me levanté con él.

—Estamos en paz—me dijo invitándome a entrar a la ducha con él—¿Vienes?

—No sabía que fueses ahorrador.

—Hay que preservar el planeta.

La ducha fue refrescante y divertida. Observé a Shion secarse el pelo mientras preparaba la cena. No entendía cómo podía vivir con tal cantidad de pelo. Era cierto que por algún milagro de la naturaleza se le secaba enseguida. Tras poner los platos y servir la cena, decidí preguntarle a Shion la razón de tenerlo tan largo.

—Es por una promesa—no dijo nada más y yo no me atreví a preguntarle pues por su tono entendí que no era un tema del que le gustase hablar. Le conté a Shion que Rukia tuvo que imponerse el otro día a un hombre dos veces más grande que ella porque decía que estaba en perfectas condiciones cuando tenía un brazo roto—Menudo carácter debe tener.

—Ningún hombre la soporta salvo yo—sonreí y por un momento noté algo raro en Shion. Iba a preguntarle cuando se levantó de la mesa y comenzó a recoger los restos de la cena. Me acerqué a la ventana y observé el cielo: estaba cubierto de nubes, probablemente aquella noche caería una buena tormenta.

—Sikamaru, voy a irme a casa—me giré para verle vestido con la misma ropa con la que horas antes había venido. Me acerqué muy despacio intentando retener las lágrimas, no quería que se fuera. No deseaba quedarme solo aquella noche.

—Quédate.

Shion no dijo nada, se quitó el abrigo y me arrastró al sofá en el que me tocó ver otra película de Disney.

—No entiendo cómo conoces Frozen y no Brave—le eché en cara.

Shion me sacó la lengua. Cuando llegaron las canciones, no cantó las originales, sino que se puso a cantar las parodias que existían en internet. Aquella noche, no supe si llovió o no pues me quedé dormido, esta vez en la cama, en el pecho del rubio. Me pasé la noche escuchando su respiración sin hacer caso a nada más. Por la mañana cuando abrí los ojos Shion no estaba. Me había prometido que desayunaríamos juntos y no estaba. Pensé que había ido a comprar el desayuno pero no volvió.

Shion me había abandonado.

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