Tercera parte: Destrozados

37 5 40
                                    


Si supieras las noches que robo al olvido pensando en ti, 

Si supieras lo roto que me has dejado el corazón.

Y a pesar de que duele, te juro que trato de estar sin ti.

¿Dónde estás?Pues mi recuerdo se ha echado a llorar.

Si supieras. Mägo de oz.

Sikamaru

La luna brilla en el cielo. La azotea que Rukia ha elegido para esperar a que asesinen a la chica nos da una visión perfecta del callejón. Miro a mi amiga, que investiga las restantes azoteas en busca de nuestros enemigos. De vez en cuando frunce el ceño y bufa.

Un grito nos hace girarnos a la entrada de la callejuela. Esa es la señal para actuar. Bajamos de la azotea para encontrarnos con dos figuras aladas. Rukia corre a por el alma de la chica y yo desenvaino mi espada a la vez que mi contrincante. Sonrío de lado. Llevo un tiempo sin matar ángeles y esta noche es preciosa para hacerlo. Para mi sorpresa, el ángel no se eleva para luchar desde el aire como suelen hacer el resto de sus compañeros. Supongo que ha subestimado mis capacidades.

Nuestras espadas chocan a intervalos muy cortos. No tenemos tiempo ni siquiera para respirar. Consigo rozar su brazo a la par que él saca un puñal y me raja la pierna; nunca debí confiar en que jugaría limpio. Me alejo de él unos metros y desenvaino otra arma.

Sonrío al verle agarrar con más fuerza las suyas, y nos lanzamos a la par. Esta vez, su puñal roza mi mejilla y yo consigo clavar mi espada en su costado. Su gesto de dolor me enorgullece y giro mi cara hacia la suya. De repente, algo hace que me retire inmediatamente y no consiga atravesarlo: sus ojos eran de colores diferentes. Me insto a respirar hondo y mantener la calma. Shion está en casa, sentado en el sofá leyendo un libro mientras escucha bandas sonoras en los auriculares.

Siento una hoja clavándose en mi pecho y miro hacia abajo. El maldito aprovecha mi momento de desconcierto para clavarme el puñal en el pecho. Contengo un grito de dolor y miro su cara. Mi enemigo saca el arma y salta hacia atrás unos metros. Llevo mi mano a la herida y descubro que no es más que un pequeño rasguño, lo que me cabrea bastante.

Pero no me da tiempo a entretenerme en ello porque el ángel lanza una estocada directa a mi cuello que esquivo por pocos centímetros, lo que me obliga a echar la cabeza hacía atrás cayéndose la capucha que me cubría el rostro. Agarro con más decisión mis armas y miro a mi contrincante dispuesto a seguir con la lucha para poder acabar con él.

Nuestras espadas chocan y parece que él no va a atacarme. Está usando su arma como escudo y ni siquiera ha intentado clavarme el puñal que sujeta en su otra mano. Debido a mis espadazados, el ángel acaba contra la pared. Empujo con fuerza mi espada contra la suya para poder llegar a su cuello y así matarle, pero con una furia que no le había visto antes, contraataca y hace que yo tenga que saltar hacía atrás unos cuantos metros.

Me quedo expectante al verle guardar sus armas. Sus manos agarran los bordes de su capucha, echándola hacia atrás. No puede ser. Contengo la respiración ante la imagen que se me ofrece: Shion está delante de mí y es un ángel. Respiro hondo y suelto mis armas, que caen al suelo con ruido sordo. Quiero correr hacia él y decirle que no me importa porque le quiero. Soy incapaz de moverme.

Cojo aire y en dos zancadas me acerco a él. Pongo mis manos en sus húmedas mejillas y le beso con todo el amor de mi corazón. Él no tarda en corresponderme y siento sus manos enredándose en mi pelo.

Sin saber lo que somos (Homoerótica)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora