Segunda parte: Un San Valentín especial

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Quiero ser tu piel en el invierno 

Para que el frío en ti no pueda entrar

Quiero ser la luz en tu camino

Sol en la noche, agua dulce en el mar

Ser la puerta que nunca deje pasar 

Al largo silencio y a la soledad

Maite Zaitut. Mägo de oz.

Sikamaru

Estiré el brazo hacia el cuerpo de Shion sin encontrarle. Abrí lentamente los ojos. La luz se colaba entre las persianas y me dejó entrever que el rubio no estaba allí. Por lo frío que estaba su lado de la cama, hacía rato que se había despertado. Me arremoliné en esta; no quería salir de allí, estaba tan calentito, tan... Un olor a tortitas recién hechas llamó mi atención. Se introducía por la rendija entreabierta de la puerta y hacía que toda la habitación oliese a comida. Mi estómago no tardó en protestar ejerciendo su derecho a comer. Me incorporé en la cama tensando mis brazos y la puerta se abrió. Mi novio entró vestido con la bata de franela que le regaló Rukia por navidades y una bandeja en la mano.

―Buenos días, bello durmiente―posó la fuente en la cama y me dio un corto beso en los labios, después se quitó la poca ropa que llevaba quedándose desnudo―. He hecho tortitas.

―Lo sé―le sonreí―. Has aromatizado la casa.

Se sentó a mi lado y comenzamos a comerlas. Poco después, me pidió que esperase un segundo y se fue a por algo a la cocina. Volvió con un bote de sirope de chocolate que dejó en la cama. Durante un rato, no dijimos nada. Es espectacular el poder que tiene la comida para hacer callar a la gente. Elogié varias veces ésta a lo que él me sonreía unas veces con alimento en la boca y otras no. No pude evitar reírme. Los dos teníamos planes preparados para el otro.

Una semana antes, cuando a la luz de la luna habíamos hablado de cómo íbamos a celebrar nuestro primer San Valentín, acordamos que la mañana sería suya para hacer lo que quisiese conmigo y la tarde sería mía. La noche era para los dos. Cuando solo quedó una, mi novio la cogió sin preguntarme si la quería y se la metió entera en la boca, dejando el bote de sirope delante de mis ojos. Así surgió una idea.

―Shion...―le dije con voz melosa. Él giró la cabeza con la tortita a medio comer en sus fauces y me preguntó con la mirada qué era lo que quería. Posé mis labios sobre su oído y le susurré palabras no aptas para menores. Comenzó a ponerse rojo como un tomate dándose la vuelta. Intentó marcharse de la cama pero le agarré de la cintura y pegué su espalda contra mi pecho.―Quédate conmigo.

―Pero tenemos que...―no pudo acabar la frase porque comencé a besarle el cuello, desde el lóbulo de la oreja hasta la base de este―. Si haces eso no puedo pensar―reí contra su oreja.

―Tenemos tiempo―le dije al oído―. Son solo las ocho―aquello pareció convencerle. Su cuerpo se relajó y yo pude abrazarle más―. Prometo no usar el sirope para tener más tiempo.

Aquello le hizo soltar una pequeña risa, apenas audible, que me hizo sonreír. No le dejé darse la vuelta y con mucho cuidado le tumbé sobre la cama boca abajo. Empecé besando su nuca, poco a poco, con besos suaves y lentos o simplemente dejando que mis labios rozasen su piel erizada. Bajé por su columna vertebral besando cada vertebra de esta, hasta llegar al coxis. Una vez allí me detuve, no quería hacerle nada indecoroso por el momento. Volví a subir hasta su cuello, esta vez lamiéndole. Esto le provocó un pequeño gemidito que intentó esconder contra la almohada, cosa que le arrebaté de las manos, pues no quería que los ahogase. Quería escucharle pronunciar mi nombre mientras le hacía el amor.

Sin saber lo que somos (Homoerótica)Where stories live. Discover now