Primera parte: Un comienzo y una despedida

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    La felicidad es saber unir el final con el principio.

Pitágoras.

Shion

Jessica y yo llegábamos tarde. Realmente la que llegaba tarde era ella, yo no tenía clase hasta las diez pero prefería estar desde el inicio de las clases por si pasaba algo. Nos habíamos entretenido mirando las noticias ya que la aniquilación de una de las ciudades más importantes de la época helenística y que tanto había costado construir era impactante. Los humanos no saben apreciar la belleza de las cosas, las destruyen porque son más hermosas que ellos.

Nada más entrar por la puerta asignada al profesorado subimos corriendo a nuestros respectivos despachos. Dejé el abrigo, a pesar de ser finales de septiembre el frío había empezado a notarse desde principios de mes. Recordé mi primer día de clase, me perdí buscando un aula porque a pesar de las explicaciones de Sikamaru tenía menos orientación que Moisés intentando llegar a la tierra prometida, aunque no es un gran ejemplo ya que esa historia es inventada, como la mayoría del librejo ese. Los ángeles creyeron que les haría tener mejor fama y bueno, tenerla la tienen.

Sabía que el edificio estaba separado en tres plantas divididas en a, b y c que los números eran pares a la izquierda e impares a la derecha pero era un poco lioso. Al final, gracias a que le pregunté a una alumna conseguí hallarlo.

Nada más llegar me di cuenta de que fuera de la sala no había nadie así que llamé a la puerta y unas voces me contestaron, entré y pregunté a aquel grupo formado por mujeres y un hombre si estaban esperando al profesor de literatura universal (sí, también daba esa clase) la verdad que mis horas laborales exceden la media pero el colegio no puede permitirse otro profesor y a mí no me importa) cuando asintieron entré y dejé las cosas en la mesa del profesor. Suspiré al ver las caras de los alumnos y sonreí.

Tras presentarme, me quejé de que no había tizas, de que el aula era muy pequeña y solté un exabrupto al caérseme una escoba encima cuando intentaba abrir un armario en el que un cartel gigante indicaba que allí estaban todos los materiales necesarios. Morgan, una de las alumnas, me dijo que hasta ese año el aula había sido el cuarto de las escobas pero que al haber más alumnos en primero de la ESO se vieron obligados a acondicionar el aula.

Suspiré resignado, la organización de la educación pública era una mierda. Les comenté que había estado mirando el libro pero que no seguiría el temario aunque sí debían traerlo por la cantidad de textos que contenía, daríamos lo que necesitaban para la prueba de acceso a la universidad y algunas otras lecciones.

Les dejé claro cuáles eran mis propósitos para ese año y se alegraron al saber que no habría exámenes porque la asignatura en sí no daba para mucho y que prefería que estudiasen para otras materias.

Fue la más tranquila porque tras esa llegaron los problemas. En aquellos tres días conocí las clases de bachiller y a tres cursos de la ESO, me quedó primero de la ESO, los cuales, según tenía entendido eran incontrolables y eso que solo llevábamos tres días de clase. Les iba a conocer en unas horas y estaba feliz, seguramente no eran para tanto.

Me arrepentí de mis palabras en cuanto crucé el umbral de la puerta del aula 5A. Aquellos críos parecían salvajes. Ni siquiera se dieron cuenta de que había entrado y había dejado las cosas en la mesa. Tuve que dejar que la silla del profesor cayese contra la tarima produciendo un ruido sordo que hizo que todos los alumnos enmudecieran.

Sin saber lo que somos (Homoerótica)Where stories live. Discover now